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Ultima Asamblea General de la ONU

Panacea y baile de ilusiones

Fuentes: Argenpress

La ONU es el sitio donde van los jefes de Estado a proponer soluciones a los problemas globales, a reclamar derechos para sus naciones, y también – un dato no menor – para dejar la impronta que les pueda reforzar la plataforma política internamente. Su Asamblea General es la política en estado cristalino: allí se […]

La ONU es el sitio donde van los jefes de Estado a proponer soluciones a los problemas globales, a reclamar derechos para sus naciones, y también – un dato no menor – para dejar la impronta que les pueda reforzar la plataforma política internamente. Su Asamblea General es la política en estado cristalino: allí se ve cómo las condicionantes radicales, como leyes, estatutos, misión social y paradigmas morales, están maniatados por las condicionantes coyunturales y las crisis de los tiempos.

Danza de millones de dólares, datos estadísticos sobre objetivos, discursos e iniciativas globales -ahora le toca a la mortalidad materna- , paz y pobreza al centro del debate. Es la Asamblea de la ONU el evento político y mediático del año por excelencia. La de 2008 no difiere radicalmente de las anteriores de los últimos 30 o 40 años, sólo cambia el elenco.

La gran diferencia de ésta radica en una doble coyuntura. La cercanía con una elección presidencial -tal vez pivot en EE.UU. y la política mundial, de ganar Barack Obama- y la vulnerabilidad del actual sistema financiero, amenazando «principios dorados» de política económica, como el excesivo monetarismo, y el conservadurismo en política.

Desde los tiempos del Príncipe (Maquiavelo), lo externo condiciona lo interno. Cada vez más, lo local está determinado por lo internacional. Para eso está el multilateralismo, para concitar apoyos y sobretodo para tener la tribuna política mayor por antonomasia.

Paradigmático en esta Asamblea de 2008 fue Gordon Brown, el primer ministro del Reino Unido, la segunda potencia occidental. Apenas resolvió la impasse en la conferencia de su partido laborista, distendiendo la presión para su renuncia, viajó a Nueva York para encabezar en la ONU una discusión sobre la disminución de la mortalidad materna en el mundo.

El presidente George W, Bush en el párrafo 27 de su discurso, centrado una vez más en el terrorismo, se refiere discretamente a la crisis del sistema financiero. Pero igual, fue a buscar «capital internacional» para consolidar su política interna. En el circuito más próximo, el presidente Evo Morales denuncia el intento de golpe a su gobierno. En Chile, el director de un periódico destacaba el discurso de la Presidenta Bachelet en la ONU como dándole un segundo aire a su gobierno, así como su negativa a apoyar la invasión de Irak en 2003 le dio al ex presidente Lagos ese segundo aire. Es la visibilidad del factor externo y su probable impacto interno.

¿Cuál es grado de importancia real de este factor externo?, es una disyuntiva. ¿Lo entiende así la gente? ¿O constituye la montaña de artificios que debe escalar la actividad de la política?

La vulnerabilidad del capital

Al despuntar el nuevo milenio, la ONU decidió debatir la crisis del sistema financiero cuya raíz es la vulnerabilidad del capital especulativo. El foro de los pobres se transforma también en el foro de los ricos endeudados.

El sistema financiero no produce la rentabilidad suficiente a partir del sistema productivo. Existe un marcado desequilibrio expresado por la diferencia entre el producto (en términos de output) de la economía mundial, estimado en US $ 61 trillones -millones de millones- (Banco Mundial, World Development Indicators 2007), y la estimación monetaria en papeles financieros y juego electrónico de valores en el sector especulativo, que totalizaron US $ 220 trillones, (Henry C.K. Lieu en Asia Times; 2006). Este dinero especulativo corresponde a bonos, «hedge funds», fondos de pensiones, seguros y transacciones cambiarias, entre los más notorios, que son los que forman esta crisis aguda.

El sistema financiero es la fachada donde se ancla la doctrina económica del monetarismo para manejar la economía mundial bajo un permanente ajuste. Es decir, desregular, privatizar y abrir mercados como una constante, a disposición de un mercado planetario. Una evaluación económica del ajuste está pendiente, aunque esta crisis es un indicador utilísimo.

Al igual que en la crisis de los años 70, el tema es claro. Si las economías occidentales entran en una crisis, los más afectados será la masa de países pobres que viven aún endeudados, todavía más que en los 70.

La responsabilidad de esta deuda no pertenece sólo a la corrupción o las decisiones políticas equivocadas de los países pobres, sino también a las políticas que desde la década del 80 vienen imponiendo las instituciones de Brettonwoods, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario. Estos propulsores del ajuste son los responsables ideológicos de implantar una doctrina única de manejo económico y desarrollo que colocó a los países endeudados en situación de mayor vulnerabilidad.

El ejemplo rutilante es la agricultura de África, con la reducción de su capacidad para producir, importando 25 % de sus alimentos. Un informe señala el desequilibrio entre Europa y Africa: una vaca en promedio recibe en Europa US$ 2.50 al día en subsidio, mientras que 75% de los africanos «subsiste» con menos de US$ 2 al día. (FAO, 2008).

Anualmente, a pocas cuadras de Broadway, se presenta la obra más Off de la ciudad del teatro, precedida por crisis de gobierno, confrontaciones, y por sobretodo sueños. Inconscientemente, esta asamblea por la coyuntura de los dineros en el mundo, emula a «Baile de Ilusiones» (S. Pollack, 1969), el film que retrata la otra gran depresión económica, (década del 30), con los espectáculos que se instalaban para hacer bailar parejas en pruebas de resistencia y la que más perduraba recibía un premio en dinero. Mientras bailan al menos recibían comida, y si ganan mejor.