Son muchas las pruebas que, en la actualidad, demuestran la inviabilidad del capitalismo como modo de organización de la vida económica. Uno de sus máximos apologistas, el economista austríaco-americano Joseph Schumpeter, gustaba argumentar que lo que lo caracterizaba era un continuo proceso de «destrucción creadora»: viejas formas de producción o de organización de la vida […]
Son muchas las pruebas que, en la actualidad, demuestran la inviabilidad del capitalismo como modo de organización de la vida económica. Uno de sus máximos apologistas, el economista austríaco-americano Joseph Schumpeter, gustaba argumentar que lo que lo caracterizaba era un continuo proceso de «destrucción creadora»: viejas formas de producción o de organización de la vida económica eran reemplazadas por otras en un proceso virtuoso y de ininterrumpido ascenso hacia niveles crecientes de prosperidad y bienestar. Sin embargo, las duras réplicas de la historia demuestran que se ha producido un desequilibrio cada vez más acentuado en la ecuación schumpeteriana, a resultas del cual los aspectos destructivos tienden a prevalecer, cada vez con más fuerza, sobre los creativos: destrucción cada vez más acelerada del medio ambiente y del tejido social; del estado y las instituciones democráticas y, también, de los productos de la actividad económica mediante guerras, la obsolescencia planificada de casi todas las mercancías y el desperdicio sistemático de los recursos productivos.
Una nueva prueba de esta inviabilidad ya no a largo sino a mediano plazo del capitalismo lo otorga su escandalosa incapacidad para resolver el problema de la pobreza, tema que en estos días está siendo discutido en el marco de
Esta incapacidad para enfrentar un problema que afecta a más de mil millones de habitantes -cifra que crecería extraordinariamente si, aún desde una visión economicista, situáramos la línea de la pobreza en los 2 dólares diarios- se torna motivo de escándalo y abominación cuando se recuerda la celeridad y generosidad con que los gobiernos del capitalismo avanzado se abalanzaron con centenares de miles de millones de dólares al rescate de los grandes oligopolios, arrojando por la borda toda la vacua palabrería del neoliberalismo. El rescate a los grandes oligopolios financieros e industriales, según informa
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