El suceso aconteció hace ya varios años, pero recién ahora es que se reconoce en modo encubierto. A través de figuras del gobierno, que demandan mantener su anonimato, se expresa que EEUU e Israel desarrollaron y usaron «Stuxnet» y «Flame», dos ciberarmas dirigidas para atacar y dañar sistemas informáticos y tecnológicos de un país que […]
El suceso aconteció hace ya varios años, pero recién ahora es que se reconoce en modo encubierto. A través de figuras del gobierno, que demandan mantener su anonimato, se expresa que EEUU e Israel desarrollaron y usaron «Stuxnet» y «Flame», dos ciberarmas dirigidas para atacar y dañar sistemas informáticos y tecnológicos de un país que les resulta «enemigo», Irán. Es decir, a partir de ahora ya no se puede decir que el «malware» que reciben nuestras computadoras personales, o el de las empresas u organizaciones donde trabajamos, ni la de los gobiernos del mundo, es producto de la mente de algunos «jóvenes desadaptados», ni del trasnocho de algún estudiante de informática. Tampoco podremos asegurar de inmediato que lo creó un anarquista o un terrorista solitario en algún sótano abandonado de una ciudad. Habrá que añadirle a todas esas hipótesis, que nuestro perjuicio podría ser el producto de un esfuerzo deliberado de algún gobierno del planeta, que aún conociendo que su ciberarma se le sale de control, autoriza seguir con la operación de infectar y dañar a muchos, con tal de que caiga también su enemigo.
Habrá que pensar que tal vez, el gusano que nos obliga a formatear e instalar de nuevo, nuestro computador portátil o teléfono inteligente, viene de un proyecto financiado con nuestros propios impuestos. Que no tenemos a quien quejarnos, ya que las ciberarmas no están aún reguladas. Que si ni un estado puede acudir a la ONU diciendo que ha sido un ataque a su soberanía, ya que tal materia no es considerada aún como un acto de guerra, menos podremos nosotros acudir a que nos defiendan.
Este es el nuevo legado de esas dos naciones belicosas, que irresponsablemente han abierto una nueva era de agresiones y conflictos, en un terreno como es el ciberespacio. La Internet es un artificio tecnológico en donde por décadas nos han dicho que operemos con confianza. Que abandonemos operaciones tradicionales como ir al banco, o comprar, almacenar nuestra información en casa, para aprovechar las ventajas que la tecnología digital nos ofrece. Nos han vendido la idea del teletrabajo, de los servicios virtuales, la nube y muchas otras formas más, para que entonces tengamos que pensar que serán los gobiernos quienes peleando entre sí, nos harán también víctimas inocentes. Como siempre los civiles, no los combatientes, terminarán siendo la carne de cañón favorita.
Esa enorme amenaza está sucediendo frente a nuestros ojos y nadie parece advertirlo. Nadie hace nada por detener un nuevo peligro mundial. El software deliberado para dañar los sistemas informáticos, sin regulación alguna. También se nos anuncia que el FBI anda reclutando talentos en las universidades, para desarrollar nuevos instrumentos sofisticados que nos espíen en cualquier operación que hagamos en la red. Se nos reveló además una lista parcial de términos que de ser incluidos en nuestros mensajes digitales, genera que el departamento de seguridad doméstica de los EEUU filtre nuestros mensajes y los estudie con rigor. No contentos con aceptar que nos espían nos dicen que palabras no deberíamos usar al comunicarnos. Peor aún, ¿porqué nadie nos explica como es que a pesar de comprar costosos programas antivirus podríamos ser presas de un Stuxnet o un Flame? ¿Son incapaces de protegernos los desarrolladores de software antimalware?
Y yo me pregunto, que vendrá ahora. ¿Cibermercenarios?, ¿vendedores de ciberarmas al mejor postor? ¿empresas y personas que se hagan ricos a costilla de nuestros sufrimientos?
Y ¿que decir de toda al perorata que dijimos contra los mal llamados «Hackers»? A más de uno lo perseguimos y encarcelamos por haber atentado contra pobres internautas. ¿A caso no creamos legislaciones para evitar los delitos electrónicos y digitales? ¿Quienes serán ahora los delincuentes cibernéticos? ¿estará bien borrar los datos de un disco duro si lo hace un ingeniero que trabaja para el Pentágono, pero mal si lo hace un ciudadano común? ¿podrá borrar o usurpar mi identidad digital un técnico del Mossad para realizar una operación de guerra? ¿se permitirá el SPAM contra una internautas de una nación hostil porque así lo dictaminan los intereses de otro país? ¿podrá atacarse las computadoras de una empresa como PDVSA bajo una operación militar de negación del servicio, obligando a que para defenderse se responda también con un ataque o se dañe la economía nacional?
Estas preguntas son algunas de las que ahora han planteado EEUU e Israel, al legar al mundo mayores peligros bajo la excusa de actuar para protegernos. Tamaña contradicción e irresponsabilidad es difícil de creer. Razón tenía Shakespeare cuando escribió: » El loco se cree cuerdo, mientras que el cuerdo reconoce que no es sino un loco » .
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.