1.- Para comenzar, dos afirmaciones que, creo, clarifican mucho el panorama político-cultural: una, la socialdemocracia realmente existente no solo no defiende programas socialdemócratas sino que se ha convertido en la variante de «izquierda» del proyecto neoliberal; otra, es la «izquierda de la izquierda» la que, hoy por hoy, defiende propuestas sociales y democráticas. Lo que […]
1.- Para comenzar, dos afirmaciones que, creo, clarifican mucho el panorama político-cultural: una, la socialdemocracia realmente existente no solo no defiende programas socialdemócratas sino que se ha convertido en la variante de «izquierda» del proyecto neoliberal; otra, es la «izquierda de la izquierda» la que, hoy por hoy, defiende propuestas sociales y democráticas.
Lo que hay detrás de todo esto, lo sabemos todos, es que la correlación de fuerzas se ha hecho abiertamente favorable a los poderes económicos y que, derivadamente, las fuerzas del trabajo y del movimiento obrero organizado han perdido peso social, capacidad para organizar y movilizar. En el fondo, también lo sabemos, la (contra)revolución neoliberal, que ha conseguido derrotar los tres grandes proyectos-movimientos que habían actuado de contrapeso al capitalismo histórico: la izquierda política y sindical europea, los movimientos desarrollistas y nacional-populares y el llamado socialismo real.
Como toda revolución, el neoliberalismo ha cambiado duraderamente las relaciones entre el poder económico y el poder político, ha desarticulado social y políticamente a las clases trabajadoras y, es lo fundamental, ha conseguido hacer desaparecer del imaginario colectivo de las clases subalternas la idea de la revolución (en cualquiera de sus acepciones), de la superación socialista de la sociedad capitalista.
La derrota de la izquierda sindical y política en nuestro continente no hubiese sido posible, sin el consenso en torno al modo específico de integración europea (porque había y hay otras). Este ha conseguido: 1) desmantelar la soberanía económica de los Estados y transferirla a órganos sin control democrático y en permanente alianza con los poderes económicos y financieros; 2) constitucionalizar las políticas neoliberales al servicio de la construcción de un gran mercado donde la competencia sea libre y no falseada; 3) agravar la crisis de la política: la democracia, es decir, los hombres y mujeres comunes y corrientes han perdido poder, las decisiones fundamentales se toman al margen de la soberanía popular y se organiza sistemáticamente la subordinación de la política a los intereses de los poderes económicos; 4) De hecho (sin proceso constituyente) existe una «constitución material» superior y definitoria sobre la vigente en nuestro país en todo lo referente a la llamada «constitución económica» y a la llamada «constitución del trabajo. Seguir hablando en estas condiciones de Estado social ofende a las palabras y a la decencia.
La defensa de los derechos sociales y económicos de los trabajadores y la reconstrucción de los vínculos entre la política y la sociedad van a estar directamente determinado por la capacidad de la izquierda para refundarse, es decir, por reencontrarse, desde abajo y desde la izquierda, con las clases subalternas y, específicamente, con las nuevas generaciones. Esto exigirá, entre otras cosas:
1º. Definir bien la fase. No hay que engañar ni engañarse; estamos ante una crisis profunda del capitalismo en el marco de «una gran transición geopolítica» y en medio de una crisis ecológico social de grandes dimensiones. Esta crisis va a durar mucho tiempo y apenas estamos en sus comienzos. Lo fundamental: el capitalismo finaciarizado en crisis es incompatible con los derechos sociales y sindicales de las clases trabajadoras y esto es importante con los valores u cultura de la izquierda.
2º. Refundar Europa. La Europa del euro, tal como está configurada, está en una crisis profunda: o avanza hacia una forma de Estado (en cualquiera de sus acepciones) o terminará disolviéndose en la crisis. El proyecto neoliberal europeo no da más de sí y exige de una refundación que dé poderes reales a los ciudadanos y ciudadanas, que gobierne la economía y que garantice la satisfacción de las necesidades básicas de las personas.
3º. La vuelta a los principios socialistas. El ideario socialista, basado en ideas fuertes de igualdad, autogobierno y comunidad, sigue siendo el fundamento de una práctica política alternativa a o existente. Hay que reconstruir los imaginarios colectivos y argumentar válidamente la deseabilidad y la factibilidad de la superación socialista del capitalismo.
4º. Un programa de izquierdas. Hoy más que nunca es necesario pasar a la ofensiva y demostrar que no estamos condenados a escoger permanentemente entre neoliberalismo y neoliberalismo. Es posible otra política y eso exige, sobre todo, coraje y decisión. Lo primero, definiendo bien el enemigo: la oligarquía financiera y la dictadura de los mercados y, lo segundo, organizar un conjunto de de ideas-fuerza capaces de mover la razón, el sentimiento y la imaginación rebelde.
5º.-Refundar la política. La democracia se defiende y se desarrolla desde el conflicto social y la implicación colectiva de las poblaciones: esta es la gran experiencia europea y su gran singularidad .La condición previa de todo es la política como ética de lo colectivo y como autogobierno de las poblaciones, es decir, la democracia como poder de los ciudadanas y ciudadanas y como el gobiernos de los políticos. Así de simple: o desarrollamos una democracia participativa y económica o esta, la democracia, se convertirá en una pura técnica de selección de élites gobernantes y eso es incompatible con la transformación social y la justicia, o sea incompatible con la izquierda: la norteamericación de la vida pública europea.
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