Libro dedicado a la memoria de Abraham Polonsky (muy crítico de Elia Kazan hasta el final de sus días por su comportamiento durante la caza de brujas, considerado durante medio siglo, y hasta su muerte en 1999, el sabio marxista de los radicales de Hollywood), el título original de este magnífico libro es Radical Hollywood. […]
Libro dedicado a la memoria de Abraham Polonsky (muy crítico de Elia Kazan hasta el final de sus días por su comportamiento durante la caza de brujas, considerado durante medio siglo, y hasta su muerte en 1999, el sabio marxista de los radicales de Hollywood), el título original de este magnífico libro es Radical Hollywood. Pero no importa: no están mal elegidos ni el título ni el subtítulo de la edición castellana.
La edición original es de 2002 y sigue teniendo tanto interés como entonces. No sólo para aprender de cine -¡se aprende mucho!- sino para conocer mejor la historia americana desde una perspectiva de izquierdas.
No abruma el número de páginas. Se lee como una buena novela con muchas historias cinematográficas, nunca se hace pesado. Atrapa al lector/a desde el primer momento.
Estamos ante una excelente historia de la más que anticomunista «caza de brujas». La idea-fuerza expuesta en las palabras finales del epílogo: «Prolongar el antiguo desprecio por el trabajo de la izquierda de Hollywood confirmaría una indiferencia hacia la historia íntima de muchos de los espíritus más creativos del medio y perjudicaría seriamente las perspectivas de un cine diferente hoy y en el futuro.»
Componen Radical Hollywood una introducción, el epílogo y ocho capítulos. Desde «El destino del guionista» hasta «Hacia el amargo final» pasando por «Guerra en dos (o tres) frentes», «Teoría y comentario fílmico a mitad de trayecto» o «Política y mitología del arte cinematográfico. La época negra». Paul Buhle, uno de los autores, es el fundador del archivo de Historia Oral de la izquierda estadounidense en la Universidad de Nueva York, y es también coeditor de The Encyclopedia of the American Left.
Se siguen en el libro las trayectorias políticas, y también personales, de los guionistas, actores, directores y productores de la izquierda norteamericana desde los albores del cine sonoro hasta principios de la década de 1950, y se da cuenta detallada (e interesante) del impacto de su trabajo en la gran época de la industria cinematográfica de Estados Unidos. Las vidas descritas, comentan los autores, pertenecen en su mayoría -aunque no solo- a los resistentes. Algunos «habían desarrollado sus predilecciones con la leche de sus madres, por decirlo así: sus padres y abuelos habían sido radicales y revolucionarios y sus convicciones se habían establecido en su infancia». Otros se habían educado «a punta de bastón de un policía durante los años sombríos de principios de la década de 1930». Otros, simplemente, estaban fascinados por las películas realistas, «especialmente de los cineastas soviéticos de la década de 1920 y trasladaron sus predilecciones estéticas a la política.» (p. 17) La sombra del cine de Eisenstein, como sabemos, es alargada.
Se nos cuenta, además, con todo lujo de detalles, los guiones y escenas de película muy conocidas y menos conocidas, injustamente olvidadas, poniendo énfasis en el mensaje «oculto», enrojecido en general, de películas de diversos géneros: policiaco, bélico, cine negro, de animación, etc.
Para situarnos conviene recordar pasajes como este: «Quizá estaba viendo [Schönberg] una película de Hoppy de 1943 titulada Colt Comrades [Compañeros de revólver]. Si era así, puede que el anciano músico reconociera en ella algún destello lejano del espíritu crítico europeo. Aquí Hopalong Cassidy desenmascara y destruye el monopolio de la cría de ganado de un banquero, formulando un código de «sin justicia no hay paz» cuando la ley del banquero se revela como una ley del linchamiento». El guionista era el mismo Michael Wilson, «llamado a convertirse en uno de los mas influyentes del medio, con tres títulos en la lista de los cien más acreditados del American Film Institute -dos de ellos, Lawrence de Arabia y El puente sobre el río Kwai, escritos bajo otros nombres-, y al que se le restituyeron los honores solo tras su muerte prematura» (p. 10). A los 64 años, su último guión fue el «Che!» de Richard Fleischer, con Omar Sharif (como Ernesto Guevara) y Jack Palance.
¿Cuál ha sido la finalidad central de los autores? Lo exponen al final del recorrido: «‘Imprime la leyenda’, se dice que había bromeado Frank Capra, una forma de sustituir la vida de las imágenes adecuadas, incluyendo naturalmente su propio trabajo. Para nosotros, ahora con la distancia de tantas décadas desde la Edad de Oro y desde la muerte de sus supervivientes, las imágenes captadas en celuloide realmente retratan la verdades, aunque a menudo la oscura historia detrás de la historia solo se puede vislumbrar. El objetivo principal de Radical Hollywood es conseguir que los lectores vean y vuelvan a ver docenas, o incluso mejor, cientos de estas películas -no solo las de antes de la lista negra, sino las hechas por manos conocidas en la época siguiente- y lleguen a sus propias conclusiones» (p. 433). Si ese es el objetivo principal de los autores, y más allá de pequeñas diferencias político-culturales no esenciales, acierto pleno. Doy testimonio personal de que lo consiguen. No he visto cientos pero si decenas y he reparado en películas para mí desconocidas hasta ahora.
Por otra parte, hay conciencia de los límites del trabajo desarrollado: «Sería necesario más trabajo para sustentar la sugerencia, apenas esbozada en los capítulos siguientes, de que casi con seguridad fue el cine más que el teatro el medio de comunicación entre los movimientos sociales y los americanos corrientes». Se argumenta con más fuerza «que en las inmediaciones del Frente Popular estadounidense se realizaron los experimentos más importantes así como más expansivos en esta relación». Se necesitaría, añaden, «una interpretación más amplia que examinara el liberalismo previo a a la Guerra Fría para comprender completamente el radicalismo de, por ejemplo, el guionista no comunista y estrecho aliado de la izquierda de Hollywwod, Dudley Nichols (El delator, La diligencia, Qué verde era mi valle) o para comprender del todo cuánto tenía en común Orson Welles con los comunistas de Hollywood y cuánto significó para ellos su triunfo en Ciudadano Kane» (p. 15).
Un apunte de un comentario publicado en Publishers Weekly: «Esta es una de las pocas historias completas y bien construidas sobre los progresistas de Hollywood y contribuye de forma significativa a la literatura sobre cine y política… Un análisis inteligente, bien expuesto y apasionante de cómo el arte y la política pueden hacer inesperados y a veces extraños compañeros de cama». No estoy en condiciones de asegurar que sea una de las pocas historias completas sobre la izquierda de Hollywood pero no tengo ninguna duda de que este ensayo contribuye de forma altamente significativa a enriquecer la buena literatura sobre buen cine y necesario política de izquierdas. Lo de «extraños compañeros de cama» podemos considerarlo como una frase no feliz de un guión no muy trabajado.
El gran tesoro obtenido tras la lectura: nos habla de películas que no conocemos o que hemos olvidado. La forma de presentarlas es tan interesante que nos empuja a verlas en cuanto no sea posible. A partir de ahora mismo por ejemplo.
Fuente: El Viejo Topo, diciembre de 2019