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Integración energética en el Sur

Paraguay quiere discutir los precios

Fuentes: APM

El presidente electo anunció que va a renegociar los contratos con Buenos Aires y Brasilia por la electricidad generada en el río Paraná. Cuál es el intríngulis del tema.

Fue uno de sus anuncios durante la campaña electoral que lo consagró presidente de Paraguay el fin de semana pasado. Fernando Lugo aseguró que una de sus prioridades es fortalecer las relaciones con los países vecinos, pero a la vez advirtió que Argentina y Brasil deben pagar un precio «justo» por la energía que la nación guaraní les vende ¿A qué se refería con esto?

El río Paraná, que nace en la confluencia de los ríos Grande y Paranaíba en Brasil y desemboca en el río de la Plata, sirve de frontera entre Paraguay con Brasil, al este, y con Argentina al este y sur. Se trata del segundo río de Sudamérica, aunque el primero en importancia. Debido a su alto caudal o escurrimiento, se han construido distintas centrales hidroeléctricas en su curso. En el kilómetro 1.950 (donde sirve de frontera brasileño-paraguaya) se inauguró en 1973 la por entonces mayor represa del mundo, bautizada Itaipú y que genera 14 Gigawats.

Por su parte, en el kilómetro 1.455 (frontera argentino-paraguaya) sobre los saltos de Yacyretá-Apipé se encuentra en operaciones la tercera mayor represa del mundo. Su construcción no estuvo exenta de complicaciones (escándalos de corrupción) y aún hoy no está culminada en su totalidad, a pesar de haberse iniciado su construcción a finales de 1983. En la actualidad genera 19 Gigawats, y cuando se eleve su cota de embalse a los 83 metros va a producir 22 Gigawats.

Ambas represas son entes binacionales, que fueron construidas de forma similar: las carteras de Hacienda de Argentina y Brasil financiaron en forma directa o indirecta la totalidad de la construcción y Paraguay se comprometía a devolver su parte con el fruto de la venta de energía eléctrica. Esto se acordó así debido a que la nación guaraní dispondría de una cantidad de electricidad excedentaria para el tamaño de su población y economía.

La letra de ambos convenios establece que la energía se reparte en partes iguales entre ambas naciones, pero la diferencia surge por el lado de las necesidades o demandas internas. Mientras que Itaipú significa el 95 por ciento de la energía consumida por Paraguay, sólo abastece el 24 por ciento de las necesidades brasileñas. Asimismo, Yacyretá significa iguales números para Paraguay, pero el 16 por ciento de la demanda eléctrica argentina. Es fácil advertir que Paraguay dispone de un alto excedente eléctrico y dos importantes demandantes.

Este fue el mecanismo ideado para la operatoria y el pago. La ecuación económico-financiera corrió por cuenta de las billeteras de la Casa Rosada y el Planalto, y Asunción pagaría su parte con la electricidad. Y se fijó entonces un precio «de amigos», y que significaba que el valor de la unidad eléctrica se vendería «al costo» de producción.

Según informaciones periodísticas, la electricidad que Paraguay le vende a la nación lusoparlante suma 100 millones de dólares anuales, pero la empresa carioca Electrobras la vende al conglomerado de San Pablo por 2.000 millones de igual moneda. En cuanto a la situación con Argentina, el precio de la unidad de venta es de 30 dólares por megawatt/hora, mientras que el precio de mercado debiera ser de entre 80 y 100 dólares. Además, está acordado que sólo una parte debe ser cancelada al contado, mientras que el resto es en cuotas.

«Independientemente de que haya posturas diferentes, apuntamos a buscar consensos que puedan beneficiar a ambos países. Las represas hidroeléctricas son binacionales. Lo que reclamamos nosotros es un precio justo de la energía, que la que vendemos no sea al costo sino al precio de mercado, para que la economía paraguaya pueda tener un cambio sustancial», dijo al enviado de Clarín en Asunción el ex obispo Lugo.

Por el lado de Brasil, el propio presidente Lula Da Silva dijo que no se va a revisar el tratado por la represa de Itaipú, que vence en 2023, pero su canciller Celso Amorim manifestó que no se descarta revisarlo, ya que esto se ha hecho antes y se elevó el precio del megawatt. En cuanto a Argentina, en 2007 el entonces presidente Néstor Kirchner había anunciado ante su par Duarte Frutos la condonación de la deuda que Paraguay mantiene por la construcción de Yacyretá a través de la venta de energía. Pero el tema de fondo no fue abordado.

Al igual que con Bolivia, tanto Argentina como Brasil (las mayores economías de América del Sur) deben adoptar un comportamiento que podríamos llamar altruista. No sabemos en qué condiciones se negoció, pero con respecto al gas natural boliviano, en su momento se acordó un precio «solidario» para el hidrocarburo. Si tenemos en cuenta que Bolivia es una nación pobre, no se entiende el por qué de esta «solidaridad a la inversa». Recordamos que en este caso, en 2006 Brasilia y Buenos Aires alcanzaron un nuevo acuerdo con La Paz para elevar el precio del gas exportado, a la vez que se firmaron acuerdos por distintas obras complementarias a ser financiadas por las economías mayores.

El mismo razonamiento cabe para la electricidad paraguaya. La economía guaraní, sus recursos naturales, no deben subsidiar a las empresas argentinas ni brasileñas.

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