Los llamados papeles de Panamá se están convirtiendo en una cortina de humo colosal que solo nos dejará ver las vergüenzas de algunos nombres sonoros de proyección mediática ocultando el grueso de la evasión fiscal, la de los grandes emporios multinacionales. Esos personajes de segunda fila, incluso aunque consten políticos de relumbrón, servirán de carnaza […]
Los llamados papeles de Panamá se están convirtiendo en una cortina de humo colosal que solo nos dejará ver las vergüenzas de algunos nombres sonoros de proyección mediática ocultando el grueso de la evasión fiscal, la de los grandes emporios multinacionales.
Esos personajes de segunda fila, incluso aunque consten políticos de relumbrón, servirán de carnaza para concitar las iras de la opinión pública, difuminando la responsabilidad de las empresas mayores y del sistema jurídico y financiero del régimen capitalista que sostiene todo el entramado, hoy denominado de modo eufemístico globalización neoliberal y ayer mismo, con extrema dulzura lingüística, economía social de mercado.
Ya se argumenta que la mayoría de los defraudadores que han salido a la palestra no han cometido ningún delito con sus empresas radicadas en paraísos fiscales, como mucho únicamente podría imputárseles una conducta moral dudosa o sancionable desde la perspectiva ética. De esta manera, su responsabilidad baja de listón, al nivel de lo discutible y opinable ya que la moral absoluta no existe nada más que en la teoría filosófica o académica.
Establecer las lindes fijas entre lo bueno y lo malo o lo correcto y lo incorrecto depende de muchas circunstancias atenuantes e interpretaciones personales o culturales. En definitiva, la idea de que todas las personas queremos pagar lo menos posible a Hacienda se abre paso, al igual que la consabida letanía de que todos los políticos son iguales. Así, lo único que cabe son amonestaciones leves, capones infantiles o bien explicaciones con perdón incluido de las personas señaladas. Aquí se termina la función: paz y después gloria eterna al capitalismo salvaje sería el colofón oportuno tras los rifirrafes florentinos.
Esa añagaza moral distorsiona la realidad y encubre las auténticas relaciones de poder que incuban, permiten y dan cobijo los paraísos fiscales, de ahí que los portavoces de las elites defiendan o postulen una moral tan laxa ante la evasión fiscal. Las leyes están hechas por partidos políticos y líderes, muchos de ellos también defraudadores, al servicio del neoliberalismo y sufragados por los lobbys de las alturas financieras y especulativas, esas que salvo raras excepciones jamás ofrecen su rostro en los medios de comunicación.
Resulta elocuente también resaltar cómo un consorcio de periodistas a escala internacional con tantos miembros y líneas e intereses editoriales dispares se haya puesto a trabajar al unísono, a través de una coordinación harto compleja y efectiva, para dar a conocer la exclusiva de los papeles de Panamá. Parece lógico pensar que preparar y lanzar al ruedo un equipo de estas peculiares características haya necesitado de potentes mecanismos de cobertura financiera para llevar a cabo su cometido. Cabría suponer que detrás de las espectaculares filtraciones algún duende muy influyente, o razones coaligadas, está jugando sus cartas estratégicas bajo premisas o motivos ahora mismo totalmente desconocidas.
¿Están siendo utilizados los medios de comunicación por agentes e intereses políticos que permanecen en el anonimato? ¿Qué y quién ha puesto de acuerdo al consorcio para revelaciones tan sensacionales? ¿Quiénes han urdido el plan en tiempo y forma y con qué objetivos concretos? ¿Simple altruismo? Se dice, un rumor con vitola de secreto a voces, que el magnate George Soros y USAID, la agencia para el desarrollo internacional no militar de EE.UU., andan detrás de tamaña osadía, esto es, que han dedicado cuantiosos fondos al proyecto informativo. Se precisan medios muy sofisticados y de enorme envergadura para extraer 11,5 millones de registros de alta confidencialidad referidos a la crema del dinero internacional. Pensemos detenidamente en ello, casi siempre son las preguntas las que nos señalan la dirección adecuada para desentrañar madejas enredadas de datos.
Si adoptamos un punto de vista amplio, genérico y transnacional, el panorama que podemos observar es que las revelaciones que se van sucediendo bajo la técnica dosificada del goteo permite al neoliberalismo, los gigantes multinacionales y los intereses geoestratégicos occidentales desviar la atención sobre los acuciantes conflictos sociales domésticos y mundiales al personificar y aislar los errores y fallos del sistema en unos cuantos individuos malvados que serán los chivos expiatorios por donde desagüen las tendencias críticas o rebeldes que puedan manifestarse en el ruedo político.
En este escenario manipulado no se pondrá en cuestión, por tanto, la responsabilidad de las instituciones, las que promulgan leyes fiscales injustas no progresivas y usan de protocolos de ingeniería financiera solo accesibles a las elites más elevadas. Otrosí, los paraísos fiscales se mantienen operativos porque el FMI, la ONU, EE.UU. y la Unión Europea avalan de facto su existencia. Es sabido que el capital no tiene patria y es cobarde por principios, precisando esconderse de los vaivenes políticos que pudieran destinarlo al servicio de la inmensa mayoría de ciudadanos. La cabra, pues, siempre tira al monte, su hábitat natural.
La inmoralidad auténtica reside en las leyes, normas que sirven y están hechas para la evasión fiscal en mayor o menor medida, habiendo siempre resquicios jurídicos para escaparse del control jurídico. El asunto, no obstante, es de carácter político. Las grandes empresas y los multimillonarios defraudan porque son ellos los que dictan las normativas mediante sugerencias y presiones que proponen sus testaferros como propias en las instituciones que deciden vicariamente en su nombre. La corrupción forma parte del tablero de juego, está legalizada en las disposiciones normativas: todo vale por el sagrado beneficio empresarial.
Hay que tener mucho cuidado y celo crítico con los argumentos morales cuando se esgrimen para justificar a los evasores fiscales. Se utilizan torticeramente para exonerar de culpa penal a los más que presuntos delincuentes. Es curioso que no se eche mano de la ética ni la moral con los refugiados que son deportados a patadas, los empleos en precario, la explotación laboral, los desahucios, los despidos fulminantes y otras excrecencias del mercado capitalista. En estas y otras situaciones sociales, a los políticos neoliberales y asimilados les entran unos escrúpulos rigoristas la mar de sospechosos: lo dice la ley, solo cabe cumplir con ella. La hipocresía es manifiesta, moralmente deleznable y éticamente repugnante.
Los papeles de Panamá quitan la careta a lo obvio, que las elites no desean pagar impuestos ni sufragar el erario público. ¡Vaya revelación tan fantástica! Pero lo obvio, ahora evidente de forma parcial, impide observar que el verdadero mal oscuro y cáncer galopante residen en el propio sistema y que los protagonistas estelares permanecen todavía en la sombra, aquellas fuerzas de poder casi omnímodo que marcan las pautas de los políticos a sueldo mediante sugerencias y directrices bajo sordina.
Hoy dirigimos nuestra justa rabia de ciudadanos tomados por tontos contra personajes mediáticos secundarios, pillos y pícaros con pedigrí popular pero a efectos políticos figuras irrelevantes. A buen seguro, este furor pasará y será sustituido por otros focos de atención para que la masa siga entretenida en tramas escabrosas y culebrones enrevesados que velen o reduzcan su capacidad crítica a meros pasatiempos de salón, sofá acolchado y zapatillas caseras de indignación momentánea.
Los vientos huracanados de la evasión fiscal terminarán con petulantes declaraciones políticas de hacer algo ya, con urgencia inusitada, para que nada cambie y la crucifixión de algún personaje de medio pelo, político o mediático, lo mismo da. Ya se estará gestando en las cocinas de la globalización la siguiente filtración… de lo que sea. Hay que surtir de novedades al mercado con pausas medidas pero sin tregua. Un modo de consumir capitalismo en estado genuino: su propia esencia ideológica sin aditivos ni colorantes. A palo seco. Una cura muy homeopática.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.