Recomiendo:
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La Fábrica de Sueños. 250 años de Beethoven

Paralelismos y paradojas: El arte no se hace para complacer/divertir (I parte)

Fuentes: Rebelión

La vida sin la música es sencillamente un error, una fatiga, un exilio (1) (FRIEDRICH NIETZSCHE)

La literatura es la defensa ante las ofensas de la vida (CESARE PAVESE)

La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados (GROUCHO MARX)

La política es el camino para que hombres sin principios puedan dirigir a los hombres sin memoria (VOLTAIRE)

Si quieres volverte sabio, primero tendrás que escuchar a los perros salvajes que ladran en tu sótano (FRIEDRICH NIETZSCHE)

Nada más grato en la vida que hallar un libro como Paralelismos y paradojas – Reflexiones sobre música y sociedad, (2) de los humanistas e intelectuales Daniel Barenboim y Edward Said, con edición de Ara Guzelimian (a quien dicho libro debe su título), sobre todo por la forma como se dignifica a la mayor de las artes, la música, y se la hace trascender llevándola al plano político/social, con una altura desde la reflexión/exégesis poco usuales en el periodismo y, más allá, en la cultura. Ambos, aun con sus orígenes distintos, unidos por la ética del auténtico artista, su manera de interpretar la historia, una pasión política habitada por el eclecticismo y antes por la inteligencia, a través de seis charlas llevan al lector por los vericuetos del conflicto israelí/palestino, la música de Wagner, la educación/aprendizaje más que la enseñanza, el encuentro música/literatura europeas, la música como arte de transición, interpretación e identidad, arte y censura, Wagner y el nacionalsocialismo, la interpretación en literatura y música, peso histórico/específico de Beethoven mucho más ahora que se sabe era negro, (3) en arte, política e historia. Todo, permite lanzar una hipótesis: el arte no se hace para complacer pues en principio opera como simple/compleja necesidad de expresión, es fruto de los demonios/abismos del artista, antes que de su razón/lucidez. Antes que para complacer a alguien el artista y su arte están para incomodar, para despertar a los conformes, para interpelar a su tiempo como testigos que son de él, para luchar contra las injusticias y los desafueros del Poder, en fin, para proponer los cambios urgentes dentro de una sociedad.

El libro, cuya dedicatoria reza: “Para los jóvenes músicos del taller West-Eastern Divan”, trae, además, un Prefacio, por Ara Guzelimian (AG), decano/rector de The Juilliard School, de NY, a partir de 2006, y quien ya había sido asesor artístico y director senior de Carnegie Hall (1998-2006), una Introducción, de Edward W. Said (ES) y antes del epílogo del mismo AG, dos reflexiones: Alemanes, judíos y música, por Daniel Barenboim (DB) y Barenboim y el tabú de Wagner, por Edward W. Said. El Prefacio reconstruye cómo se conocieron los tres; habla de la amistad entre Daniel y Edward, un encuentro casual (siempre, una cita prevista) en un hotel de Londres; la pasión de ambos por la música, la literatura y las ideas políticas al servicio de la gente: todo lo contrario a la actitud de los políticos; cómo los dos provienen de un complejo solapamiento de culturas: Said nació en Jerusalén, en el seno de una familia palestina, pero se crió en El Cairo, tras ser separado por vez primera de sus raíces. AG: “Como miembro de una familia árabe cristiana anglicanizada que vivía en una sociedad predominantemente musulmana, podría decirse que se sintió de nuevo desplazado”. Otra vez se vio desplazado, cuando en EEUU ingresó a un internado. Su padre, Wadie, vivió allí, obtuvo la nacionalidad gringa y luchó en el ejército antes de regresar a Palestina y Egipto.

DB es de origen no menos complejo: judío ruso; sus abuelos emigraron a Bs. Aires; luego, fue con sus padres al recién creado Israel; desde ahí su hogar fue itinerante: Londres, París, Jerusalén, Chicago y Berlín, donde hoy reside. Música y literatura, pasiones comunes: DB es pianista y director de orquesta, ES pianista consumado, crítico de ópera, literatura, historia y cultura: en orientalismo voz autorizada, de cara al conflicto palestino/israelí. Jamás resuelto, hoy menos con Trump apoyando un pacto Israel/EÁU o con Biden, ficha del complejo militar/industrial, la guerra y la industria farmacéutica, con sus virus/vacunas pensados a priori. Así, muere la posibilidad del Estado palestino, previó ES: “En 1948 [Israel crea la ONU, brazo político de USA] […] sufrimos la desposesión y el desarraigo: ellos piensan que obtuvieron la independencia y que los medios para lograrlo fueron justos. [Pero] recordamos que la tierra que nos dejaron y los territorios que tratamos de liberar de la ocupación militar forman parte de nuestro patrimonio nacional; ellos consideran que son suyos por mandato bíblico y por legitimación de la diáspora. Hoy, desde cualquier perspectiva […] somos las víctimas de la violencia; los israelíes creen que son ellos. Simplemente no hay común denominador, ningún discurso común, ningún terreno posible para una […] reconciliación. Nuestras reivindicaciones son mutuamente excluyentes. Incluso la idea de una vida en común en el mismo […] fragmento de tierra resulta impensable. Cada uno de nosotros piensa en la separación, quizá incluso en aislarse y olvidarse del otro”. […] “La única esperanza consiste en seguir tratando de basarse en la idea de coexistencia entre los dos pueblos en una misma tierra. Por ahora, sin embargo, los palestinos están desesperadamente necesitados de guía y […] de protección física. El plan de Barak de castigarlos, contenerlos y sofocarlos ha tenido ya calamitosos resultados, pero no podrá —como él y sus mentores

suponen— sojuzgarlos. ¿Cómo es que no hay más israelíes que [vean] que una política de brutalidad contra los árabes en una parte del mundo en la que habitan 300 millones […] y 1.200 millones de musulmanes no va a hacer de Israel precisamente un estado más seguro?” (4)

DB es una figura capital del mundo de la música, como director tanto de la Orq. Sinfónica de Chicago como de la Deutsche Staatsoper aus Berlin; uno de los artistas que más discos ha grabado en la historia, desde adolescente hasta hoy; se ha manifestado contra cualquier injusticia donde quiera que se presente; es abierto defensor de la música de Wagner en Israel, así como, siendo residente en Berlín, un luchador contra la persistencia del antisemitismo en la política cultural de Alemania; primer y mayor músico israelí que actuó en Cisjordania (2001), bajo la organización de ES. Ambos, impulsaron la reunión de músicos judíos y árabes en Weimar, RFA, para conmemorar el 250 natalicio de Goethe (1999). Desde entonces, dicho taller se ha replicado en Alemania y Chicago. Las charlas incluidas en el libro editado por AG se dieron a lo largo de un lustro: no llevan orden cronológico; se ajustan a las necesidades de los temas desarrollados. Termina su prefacio agradeciendo a DB y a ES, “dos mentes extraordinariamente creativas”, por el placer de su compañía tanto en persona como por vía virtual y agradece a muchas personas su contribución para hallar un ambiente propicio y por mantener a todos en contacto durante los constantes viajes de DB y ES. Por último, hace un reconocimiento a su esposa Jan y a su hijo Alec por facilitar su comedor para depositar los “innumerables montones de páginas manuscritas llenas de anotaciones”. (NY, 6.feb.2002)

Viene luego la Introducción por ES. En ella, muestra dónde fueron dos de las seis conversas, con diferencia de cinco años, después de haber tenido un diálogo inicial sobre Wagner en 1995. Luego, él y DB siguieron haciéndolo durante el siguiente lustro y grabando charlas sobre música, cultura y política mientras estuvieron juntos en un mismo lugar: todas, grabadas antes del 11-S. Poco a poco, descubrieron que había una serie de temas recurrentes que reflejaban los intereses de DB como pianista y director y de ES como profesor y escritor, para quienes la música ha sido clave de su existencia. Fueron charlas íntimas, en las que no había a quién cautivar o divertir, explorando entre ambos paralelismos y paradojas de sus vidas, siempre pensando en hacerlo a su aire, de modo natural. Más tarde, cuando la idea de publicarlas surgió entre amigos y editores pensaron en persuadir a un amigo mutuo que supiera mucho de música y de la parte de sus mundos para que se uniera, con el fin de darle “forma y disciplina a las discusiones que fueran surgiendo”: AG, claro. (2006: 15) Para entonces, ES ya estaba bajo el yugo de la quimio contra el cáncer, mientras seguía con sus clases en Columbia y DB ejecutaba todas las sinfonías y conciertos para piano de Beethoven, como solista, con su orquesta alemana, la Staatskapelle de Berlín, en Carnegie Hall. El sordo de Bonn, con todo su dramatismo, complejidad e intensidad no dejaba de sonar en sus oídos.

ES deja en claro que la materia de la que ahora se va a ocupar el lector fue seleccionada por AG y que sus comentarios deben entenderse como un registro de la clase de intereses y temas estimulados por la audición, casos de AG y él, y la interpretación, caso de DB, cada noche durante semana y media, de la mayoría de obra orquestal y de concierto del gran Beethoven. Tras una memorable representación de la ópera Tristán e Isolda, de Wagner, ES trataba de establecer analogías en su trabajo que le ayudara a asimilar mejor el de DB. Por tratarse de un músico y pianista aficionado serio toda la vida, ES cree que tan prolongado encuentro, que ayudó a cimentar la amistad con DB, “llegó a tener una enorme riqueza”. (2006: 17) Su único objetivo, dice ES, es compartir las ideas de ambos de modo cordial y enérgico, entre sí y con otros “para quienes la música, la cultura y la política forman, hoy, un todo único”. Nadie podrá definir ese todo, advierte, pero invita al lector a unirse para tratar de averiguarlo. Después de todo, la conversación, en su mejor aspecto, además de crear mundos, consiste en absorber a todos los involucrados; e incluso, de vez en cuando, a sorprender a quien habla.

I. Estudio de la música: medio para aprender sobre la naturaleza humana

Ante la pregunta de AG, sobre si se sienten alguna vez en casa o en perpetuo movimiento, mientras DB opina que en cualquier lugar donde pueda tocar el piano o adonde vaya con las orquestas que dirige se siente en casa, igual que en compañía de algunos amigos muy íntimos, entre ellos un alma gemela: ES, para quien la idea de casa se sobrevalora: hay mucho sentimentalismo ligado al concepto patria, al terruño de origen, cosas que no le interesan porque es la errancia lo que más le gusta. Y pone de ejemplo que cuando volvió a Jerusalén, en 1992, a la que no iba desde 1947, la ciudad ya no era la que recordaba: Palestina, donde pasó su juventud, se había convertido en Israel. Para ambos, lo que tienen en común “es una fijación del oído más que del ojo”. (2006: 21) O sea, tienen más memoria musical que visual (foto/cinemato/gráfica). También, en que la identidad es un conjunto de corrientes que fluyen y que la sensación de pertenecer a diversas culturas solo puede ser enriquecedora.

Cuando Weimar es designada en 1999, Capital Cultural de Europa, DB y ES reunieron a músicos árabes e israelíes, a un grupo reducido de músicos alemanes, otro de Siria, de Jordania, de los territorios palestinos, de Egipto, de Líbano y de otros países, para crear el Taller West-Eastern Divan, con motivo del 250 aniversario de Goethe, para que tocaran juntos, como una sola orquesta. La intención primordial no era salvar el proceso de paz palestino/israelí, sino qué sucedería si se reunía a toda esa plantilla para que tocara en Weimar imbuida por el espíritu de Goethe, quien había escrito una serie de poemas inspirados en su entusiasmo por el islam, que había descubierto por fuentes árabes/persas: un soldado alemán que había luchado en la guerra de independencia española (inicios del siglo XIX) le trajo de regreso una página del Corán. Goethe estudió árabe, pero no aprendió mucho, descubrió la poesía persa, cuenta ES, y creó un conjunto de poemas sobre el “otro”, el Westöstlicher Diwan o El diván de Occidente y Oriente, único en la historia de la cultura europea y que, como se ve, dio origen al nombre del Taller creado por DB y ES para acercar a Palestina e Israel, a través de la música: la que siempre permite encontrar el camino de regreso a casa.

Weimar queda cerca de Buchenwald, donde el nazismo tuvo uno de sus más de mil campos de exterminio y fue ‘proyectado’, lo que nadie acaba de entender, para que estuviera cerca de la ciudad idealizada por representar la cumbre de la cultura alemana, como sea que Goethe, Schiller, Wagner, Liszt, Bach, vivieron allí. Lo que, por contraste, puede servir para esta vez sí entender por qué ES piensa que el proceso de paz, entre palestinos e israelíes, “no parece estar dando resultados positivos”. (2006: 24) (5) El primer debate del Taller, surgió cuando alguien preguntó lo que pensaban “sobre todo esto” y un joven israelí, de origen albanés, expresó su rechazo a la xenofobia: “Siento que me están discriminando porque intenté unirme a un grupo que improvisaba y no me dejaron”. (Íbid.: 25) Todo, porque alguien le dijo: “Solo los árabes pueden tocar música árabe”. ¿Será posible, en pleno siglo XXI, tal exabrupto? Mientras un músico domine su arte, puede tocar música de cualquier lugar del planeta, porque a diferencia del lenguaje, señala Perogrullo, no se hace con base en palabras sino en sonidos. Luego, surgió otro lío: “Oye, ¿y qué te da derecho a tocar Beethoven? No eres alemán”. Como si interpretar música fuese privativo de una nacionalidad. DB, dirá más adelante: “¡Qué terrible es esto de la globalización! Como si tuvieras que ser francés para producir un sonido nasal o alemán para producir el sonido alemán”. (2006: 29) Lo peor, vino cuando el propio DB fue víctima de la intolerancia, al preguntarle al chelista/soldado israelí de origen albano: “Si estás tan incómodo, ¿por qué no te marchas?” Lo que de inmediato lleva al hoy fugitivo rey Juan Carlos de Borbón, cuando le gritó a Chávez: “¿Por qué no te callas?” Igual de condenable es que alguien ordene abandonar un espacio, como que alguien mande a callar.

Lo que surge de ello, como reconoce DB, es la ignorancia respecto al “Otro”. Los jóvenes israelíes no podían imaginar que músicos/personas de Damasco, Amán o El Cairo fueran capaces de tocar violín, chelo o viola. Cuando de lo que se trataba era de hacer algo juntos, así de simple, “[…] algo que les importaba a los dos, […] les apasionaba a los dos”. (2006: 27) Para DB, era la clave del encuentro, porque para él hoy “los líderes siguen actuando como si controlaran el mundo cuando, de hecho, apenas controlan nada”. Y recuerda que el orbe está en manos de las corporaciones y el dinero: “[…] los políticos son ineficaces y lo compensan [bueno, intentan hacerlo] con exhibiciones públicas de seguridad en sí mismos”. Respecto al contacto inevitable en Medio Oriente, ES piensa en tres asuntos: que la auténtica prueba tendrá que ver con lo productivo que resulte; que desde la óptica cultural ese tipo de contacto ayuda a que las personas se sientan más cerca unas de otras; y que el diálogo, la solución a todos los líos, debe darse siempre entre iguales”. (2006: 27-28)

Como dice en su crónica La campaña contra el ‘terrorismo islámico’: “La paz y el diálogo sólo se pueden dar entre iguales. La situación general del mundo árabe nunca ha sido más débil ni mediocre: no tenemos instituciones, ni ciencia, ni coordinación, ni contraestrategia. Hoy, la mayoría de las personas es indiferente o está desalentada. El aumento de la militancia islámica es un síntoma de lo lamentable de la situación. Sin embargo, no hay ningún atajo, ningún arreglo fácil para nuestros actuales apuros. Una vez más, corresponde a los intelectuales y a los hombres y mujeres conscientes hablar racionalmente de lo que tenemos ante nosotros como pueblo. Debemos evitar las fórmulas fáciles y las engañosas exhibiciones como la reciente cumbre, que hace de todos nosotros unos hipócritas. Análisis, dedicación, y una visión decente y realizable: eso es lo que necesitamos para elevarnos a una posición donde realmente podamos abordar el diálogo, donde de verdad podamos mostrar a quienes hablan en nombre de Occidente [EEUU] y de Israel que no podemos tolerar nuestra reputación actual, ni de coléricos terroristas religiosos, ni de sumisos indígenas”. (2002: 51)

ES insiste en que hoy se hace énfasis en afirmar la identidad, tener raíces, valorar la cultura propia y el sentido de pertenencia, pero que se obvia proyectar el ser hacia afuera o tener una perspectiva más amplia. Él y DB han de aceptar la idea de que dejan de lado (temporalmente) su propia identidad a fin de explorar al ‘otro’. Es decir, el que estudia, se estudia: en El tiempo de los asesinos, Miller ensaya sobre Rimbaud, en verdad un pretexto para volver sobre sí mismo. La unidad está en la otredad, en la diferencia si se quiere. Rimbaud, dijo: “Je est un autre”. De ahí que DB observe, sobre la intolerancia cultural, en la que él recayó: no había nada malo en que los alemanes de 1920 creyeran que había algo muy alemán, desde la cultura, en Beethoven y Brahms, lo que en sí no es problema: “Empiezo a tener problemas cuando afirman que solo los arios pueden apreciar a Beethoven”. La diferencia la marcan los músicos gringos: no se identifican “con la música en el plano de la cultura musical”. Un gran músico o música alemán/alemana, reaccionará visceralmente frente a los Beethoven/Brahms con que creció, cosa que no sentirá con La mer, de Debussy, aun tocándola impecablemente. (6)

EEUU sufre de amnesia cuando (incluso hoy, Trump) pretende ignorar que es un país de inmigrantes, lo que, contra la voluntad del pueblo, manipulado hábilmente por los mass media y la Industria Cultural y del entretenimiento (hoy, “Transmedia”, embrollo que no apunta más que a instrumentalizar al individuo, para usarlo/esclavizarlo y hacerlo objeto, ya no más sujeto histórico), ha generado una extendida xenofobia institucional: hoy, reforzada por el virus/negocio apartheidista. De ahí, la sociedad en permanente cambio (para que todo siga igual: gatopardismo puro), inestable y no una formada de una vez, como reclama DB. Por eso, propone que U. y Orquesta vuelvan a ser lugares de exploración y de disenso, crítica y reflexión, antes que de simple afirmación y consolidación pues no va en consonancia con dicha sociedad y dicho país, cuya decadencia es proverbial. Desde 2002, DB y ES habían proyectado lo que pasa hoy, sobre las razones de la profundidad/mezquindad de los conflictos políticos y nacionales, por tres razones básicas: 1. La reacción contra la homogenización global. 2. El (mal) legado de los imperios: el sionista/gringo y los subimperios europeo y asiático: o eurasiático (Orwell en 1984). 3. El ánimo apartheidista gringo desde la Doctrina Monroe. Factores que para ES exacerban la xenofobia y el conflicto de identidades, ambos endémicos a la modernidad y de gran peligro. Como el virus endemia vuelto pandemia, para producir pánico y justificar todo atropello a la Humanidad: toque de queda planetario, vacuna global obligatoria, instalación del chip subcutáneo, control biopolítico, con un solo objetivo: la deliberada/consciente reducción de la Humanidad hasta en un 50% de aquí al año 2045.

Convocados por AG, DB y ES hablan de una figura central en sus vidas, el compositor y director de orquesta Wilhelm Furtwängler (WF), quien junto a la Filarmónica de Berlín fue a El Cairo en 1951, donde recuerda AG que sus padres asistieron a esos conciertos, al igual que el joven ES. Hay fotos de WF sentado en un camello y con fez frente a las pirámides. Otra foto, reproducida en su libro Mi vida en la música, muestra a DB de espaldas a la cámara, bermudas y junto a sus padres, hablando con él en Salzburgo, 1954, de once años. Luego, animado por su talento, mediante carta hoy célebre, lo invitará a tocar con la Filarmónica de Berlín. Su familia, declinó la invitación; infortunadamente, poco después, WF falleció. Hasta que éste apareció en El Cairo, anota ES, nunca antes había visto lo que era una gran orquesta extranjera, precedida, en 1950, por la Filarmónica de Viena con Clemens Krauss, en el mismo viejo cine. Experiencia que quedó eclipsada por la aparición de WF y la Filarmónica de Berlín. WF petrificó a ES no solo con sus brazos que se movían con frenesí, su cuerpo “alto y anguloso” sino ante todo con su sensibilidad para el tiempo: un nuevo concepto que siempre había asociado “al deber y las tareas y las cosas que se suponía debía hacer”. (2006: 34)        

La educación musical de DB proviene ante todo de su padre y ha sido muy beneficiosa en tanto no recuerda haber cambiado nada de lo que aprendió de él, ni haber tenido problemas por toparse maestros distintos ni por tener que adaptarse a diferentes métodos: “Pero no me enseñaron la forma de ejecución musical que oía a Furtwängler”. (2006: 35) En 1952, con nueve años, Igor Markevich, quien daba un curso de dirección, lo invitó a Salzburgo: dio su primer concierto en Europa y a fin de curso tocó como solista al piano con la orquesta. No admiraba a Markevich tanto como a WF. Edwin Fischer, le dijo: “Deberías tocar para Furtwängler”. Entonces lo convocó la Festspielhaus para una audición: tocó el Concierto italiano, de Bach; el II movimiento de una sonata de Beethoven; la Segunda sonata, de Prokofiev y dos estudios de Chopin. “Tenía once años”, recuerda. Y ES, con humor: “Nadie es perfecto”. Luego, WF le pidió que improvisara, lo hizo, y puso así a prueba su oído alguien, vaya paradoja, “que tenía grandes dificultades para oír”. (2006: 36) Para disipar malentendidos sobre una eventual colaboración con los nazis, hay que decir que WF escapó a Suiza luego de dirigir un concierto con la Orq. Filarmónica de Viena (28.ene.1945) en el que se grabó en cinta la Sinfonía No 2, de Brahms, uno de sus grandes éxitos profesionales.

Y ahora sí la razón para que DB no pudiera aceptar la previa invitación de WF para ir a tocar con la Filarmónica de Berlín, aun siendo, como le dijo el padre de aquél a éste, el máximo honor que podían conferirle. Pero, no podían olvidar que era una familia judía radicada en Israel y que, como habían pasado sino nueve años desde la II GM y el Holocausto, no era el momento pertinente. WF no solo entendió el asunto, sino que, sin que nadie mediara, escribió la célebre carta que le abrió tantas puertas en su vida profesional. Luego, lo puso en contacto con George Szell, quien por entonces dirigía en Salzburgo, y con Karl Böhm y pudo asistir a los ensayos de la ópera Don Juan, producción dirigida por WF, base del filme rodado en 1954. DB señala que llegó a saberlo todo de su mentor: su propia filosofía de la música: las paradojas y los extremos, inevitables para lograr el equilibrio; los extremos, esenciales para hallar el equivalente musical a la catarsis griega: purga/purificación de las emociones humanas que, para Aristóteles, por la tragedia, vía compasión/temor, purifica los afectos; los extremos, esenciales para iniciar el camino del caos al orden y como necesidad absoluta para lograr la unidad en la música. WF entendía, según DB, que la música no tiene que ver con la expresión ni con el ser, sino con el devenir; que no es el cómo se expresa una frase lo que vale, sino la ruta para llegar a ella, cómo se la deja y se hace la transición a la siguiente. Para ES lo que siempre le impresionó de WF fue la sensación de un proceso muy fluido, por vía de lo que DB llama ‘arte de la transición’, que parece resolverse justo en ese punto e instante pues no hay una declaración previa ni programa, sino que todo radica en la interpretación misma. Por último, para DB, algunos escritos de WF están ligados al Zeitgeist o Espíritu de la época y que ciertas observaciones suyas sobre la música atonal acusan no poca ingenuidad: sin embargo, su manera de comprender la naturaleza de la música sí es para él única, singular.  

Frente a la batalla planteada por AG entre defensores de Apolo o Dionisio, ES anota que para Nietzsche una cosa exige a la otra. Ambas, caso de la tragedia, se condensan en instantes singulares y de privilegio que, por contraste, se ensayan en detalle pues no ocurren de modo espontáneo y/o milagroso, lo que entraña cierta forma de ciencia. En arte, lo que parece una obra acabada está precedida por enormes detalles/momentos y opciones que se efectúan antes de que dicha obra aparezca ante nuestros ojos. Las palabras de un drama, poema, cuento o novela, aun ordenadas de diversas formas y con un acabado muy artístico, no dejan de ser voces del cotidiano. ES halla la música fascinante porque en parte engloba el silencio, aunque esté hecha de sonidos: la música no se explica por sí sola del mismo modo que un término lo hace con respecto a otros. Para Nietzsche en El nacimiento de la tragedia, la música, en síntesis, es la forma de arte más accesible (arte de percepción inmediata, como el cine) porque al reunir lo apolíneo y lo dionisíaco produce un impacto más intenso y apasionante que las demás artes liberales, llamadas artes mecánicas en la Edad Media: aritmética, astronomía, dialéctica, geometría, gramática, retórica. Aun así, lo más paradójico es que siendo muy accesible e inmediata, jamás puede ser comprendida. A la vez tiene un consuelo irrefutable: es uno de los medios más eficaces para aprender sobre la naturaleza humana, señala DB.

Y se vincula con educación y aprendizaje óptimos, por la virtud de poner a funcionar ambos hemisferios cerebrales: el izquierdo, que controla el lado derecho del cuerpo y a la inversa, el derecho. Este se vincula a la expresión no verbal y en él están orientación espacial, percepción, poder para captar y expresar emociones. El izquierdo, más complejo, se relaciona con lo verbal y contiene dos estructuras especializadas: el ‘área de Broca’, que origina el habla y el ‘área de Wernicke’, que permite captar el lenguaje: si la primera se daña, hay afasia, que impide hablar/escribir; la otra, dificultará la comprensión/expresión del lenguaje. DB: “Para tocar música bien, tienes que alcanzar el equilibrio entre tu cabeza, tu corazón y tu estómago. Y si uno de los tres no está ahí o está de una forma demasiado intensa, no puedes usarlo. ¿Qué mejor medio que la música para mostrar a un niño como ser humano?” Si se escuchan las grandes obras de la música, se aprende a comprender mucho: la IV Sinfonía de Beethoven, v. gr., “no es sólo un medio para escapar del mundo” (DB), sino que permite entender muchas cosas sobre la naturaleza humana: así, tras notar que la primera nota es un si bemol y que la segunda es un sol bemol, ya no sabe uno dónde está porque ha habido una descolocación, el cambio introduce otras opciones y permite comprobar que las cosas no corresponden a la impresión inicial: “La música desciende hasta un punto desde el cual Beethoven vuelve a construirla de nuevo para finalmente afirmar la clave”. (2006: 43) 

DB subraya que esta es la ruta del caos al orden o de la desolación a la felicidad y aunque la música pueda tener tantos significados como oyentes, algo queda claro: si hay un sentimiento de pertenencia, la sensación de estar en casa, armónicamente hablando, siempre se tendrá la idea de estar en tierra de nadie o desplazado, aunque a la vez de hallar el camino a casa. La música permite escapar de la vida y al tiempo de comprenderla mejor que por vía de otras disciplinas. “La música dice: ‘Perdonen. Esto es la vida humana’.” (2006: 44) Por su lado, ES recuerda a Wilde (“Solo hablamos de lo que nos interesa”) cuando vuelve sobre el proceso palestino/israelí para expresar que es un proceso ahistórico: no reconoce el devenir palestino ni por las que pasó su pueblo; la amnesia respecto a comprender la historia en su complejidad con el objeto de que se pueda aprender a vivir con ella y no asumir el negacionismo, como si nada hubiera ocurrido: en realidad, la historia de los pueblos es un hecho complejo que entraña injusticia, agravio y opresión a los cuales hay que oponer justicia (social), desagravio y libertad, además de verdad y reparación: en su defecto, así tarde o no, vendrá la justicia poética. La idea de tolerancia se impone al final: no importa que haya posturas distintas frente a un proceso, lo importante es que haya un mutuo reconocimiento de la diferencia, que no es antinomia de igualdad sino su más preciado complemento: “Hemos de sentir respeto por las opiniones de los demás y tolerar la historia de los otros”, dice ES. Y añade que, como expresa DB, se habla de una pequeña porción de mundo, que la idea de separar a las personas no funciona, que cuando se encierra a la gente en cajas o se les inocula el miedo, la inseguridad, la paranoia y, en últimas, la alienación: como hoy lo hace el virus separatista. La guerra que empieza por el reparto de grandes áreas, termina siendo una pelea por cada calle/andén y no lleva a ningún lado. Así, la idea de historias diferentes, entretejidas, es crucial para el debate.

AG culmina el I capítulo, observando que las historias entretejidas de DB y ES son una idea clave en su amistad, pese o, mejor, gracias a la perspectiva tan diferente que cada uno tiene. Y anota que uno de los placeres del diálogo común es “batallar tanto con los paralelismos como con las paradojas”. NY, 8.mar.2000 (2006: 45) De ahí, ha surgido el título del libro.                

Luis Carlos Muñoz Sarmiento, (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23.mar.2018. Corresponsal de Matérika, Costa Rica. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Invitado por UFES, Vitória, Brasil, al III Congreso Int. Literatura y Revolución – El estatuto (contra)colonial de la Humanidad (29-30.oct.2019). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, coautoría de Luís E. Soares, fue publicado en Vitória por Edufes (2020). Autor, traductor y coautor, con LES, en el portal Rebelión.org.