«La política es el arte de evitar que la gente tome parte en los asuntos que le conciernen», dijo sarcásticamente Paul Valéry. Pero aunque malévolamente mordaz, expresó una gran verdad: hasta ahora, para quienes ejercen el poder, gobernar es seguir manteniendo sus privilegios, para lo cual vale todo. Y es parte tan importante de esa […]
«La política es el arte de evitar que la gente tome parte en los asuntos que le conciernen», dijo sarcásticamente Paul Valéry. Pero aunque malévolamente mordaz, expresó una gran verdad: hasta ahora, para quienes ejercen el poder, gobernar es seguir manteniendo sus privilegios, para lo cual vale todo. Y es parte tan importante de esa actividad tanto la represión contra el que protesta como la manipulación. Aunque en definitiva, al poder le resulta más útil, más cómodo, más barato permitir el «juego» democrático de la política que la represión brutal. En tal sentido, la actividad política es «el arte del engaño»: el engaño de las grandes masas, la mentira institucionalizada. Como dijo Valéry entonces: «evitar que la gente decida pero haciéndole creer que participa». ¿Qué son las democracias representativas modernas sino «ficciones estadísticas», como sardónicamente dijera Jorge Luis Borges? ¿Alguien podría tomarse en serio que «el pueblo manda» cuando va a votar cada unos cuantos años?
«La política es una actividad sucia. Quien gobierna debe asegurar su poder destruyendo a inocentes, violando sus propios juramentos y traicionando a sus amigos», afirmaba sin vergüenza Nicolás Maquiavelo hace cinco siglos. Así se concibió siempre el ejercicio del poder; lo que el pensador italiano dijo sin rodeos, los «políticos profesionales» de las sociedades capitalistas lo aplican diariamente, aunque sin declararlo tan tajantemente. En mayor o menor medida, la máxima del nazi Goebbels de mentir descaradamente para manejar a las grandes masas es el común denominador de todo político de profesión. «A partir de Maquiavelo los políticos comprendieron que la verdadera fuente de poder estaba en la simulación de situaciones y que la política no constituía una actividad real sino un modelo de simulación cuyo objetivo es simplemente alcanzar efectos», agregará con precisión Jean Baudrillard ya hacia fines del silgo XX. De eso se trata entonces: «alcanzar efectos», mentir, usar a la gente, hacerle creer lo que no es, engañar.
Pero hay otra forma de entender la actividad política: la política como el ejercicio de un poder compartido, como práctica común de todos para el beneficio común.
Eso, obviamente, no es lo que ha desarrollado ninguna sociedad basada en la división de clases y la explotación del trabajo de unos por otros. Eso, si es posible lograrlo, es privativo de ese gran reto que constituye la epopeya que llamamos socialismo. Y ahora, en la República Bolivariana de Venezuela, es eso lo que se está intentando comenzar a experimentar.
Poder popular, democracia participativa, autogobierno del pueblo: no importa cómo lo llamemos, el reto está abierto. La transformación revolucionaria de la sociedad capitalista tiene como puntales básicos una nueva estructura económica que distribuya de otra forma el producto del trabajo social superando la propiedad privada de los medios de producción… ¡Y nuevas formas de gobierno! En esto se apuntala la posibilidad misma del cambio. Las experiencias socialistas del pasado siglo nos han demostrado que un capitalismo de Estado (que de eso se trató en muy buena medida) con control de un partido único pudo llegar a repartir con mayor equidad la renta nacional; pero quedó siempre como asignatura pendiente la construcción de nuevas y genuinas formas de poder popular. Hoy, la revisión crítica de esos primeros tanteos, nos confronta con la imperiosa necesidad de darle forma a nuevas relaciones de poder.
Está suficientemente claro que una sociedad socialista es aquella donde no sólo todos tienen mejoras en su nivel socioeconómico (trascendentales, sin dudas) sino también nuevos valores, una nueva cultura. Dicho de otro modo: donde el poder ya no es «destruir inocentes, violar los propios juramentos o traicionar a los amigos» para alcanzar los objetivos. Una nueva sociedad socialista es aquella donde imperiosamente la gente, la masa, el colectivo «toma parte en los asuntos que le conciernen». Si no, no es socialismo.
Esa nueva situación es lo que se está impulsando en esta renovada experiencia de socialismo que se está edificando en Venezuela: el poder popular está comenzando a tomar un sitial de preferencia.
En esa perspectiva surge la idea de un partido político revolucionario que funcione como instrumento funcional para dinamizar las transformaciones que se vienen sucediendo. Hasta ahora, por las características propias y singulares de toda esta experiencia, los cambios comenzaron a operarse a partir de un presidente que, constitucionalmente y con amplio apoyo popular, se dio a la tarea de impulsar cambios en el tejido social; cambios que iniciaron, básicamente, con una nueva modalidad de distribución de la renta petrolera de que dispone el país. Pero que no tuvo, hasta ahora, un instrumento político a la medida de esas transformaciones tal como un auténtico partido revolucionario.
Ya desde antes de las elecciones de diciembre pasado el mismo presidente Chávez venía insistiendo en la idea de contar con esa herramienta, desechando así la maquinaria electoral (burocrática y nada revolucionaria) con que se movió en estos primeros años del proceso político que encabeza: el Movimiento V República. Habiendo ganado por amplia mayoría esa contienda electoral a fines del 2006, una de las prioridades para el año 2007 fue justamente la puesta en marcha de ese partido. Fue así que surgió la propuesta del Partido Socialista Unido de Venezuela -PSUV-, el cual debe anudarse con otra de las prioridades políticas en esta etapa de la revolución: la reforma constitucional que podrá abrir realmente las puertas a una sociedad socialista. En ese sentido poder popular (organizaciones de base y partido político) y Estado revolucionario van de la mano.
Recorrida ya buena parte del año, la iniciativa de constituir ese nuevo instrumento ha ido tomando forma. Es muy prematuro aún para sacar conclusiones valederas respecto a dónde va, pero lo cierto es que ha arrancado con fuerza. Y sin dudas, eso es una buena noticia. El PSUV cuenta con una enorme masa de aspirantes a su militancia (5.600.000 personas) y se encuentra en pleno proceso organizativo, esperando estar definitivamente constituido para fines del presente año.
De otras experiencias socialistas transcurridas en el pasado siglo, si algo debe criticarse con severidad es el papel jugado por los partidos en el poder: en general pasaron a ser una fusión con el Estado. El partido pasó a ser omnímodo. Y esos partidos terminaron encarnando -supuestamente- la revolución; si las masas estaban o no con el partido, eso no era lo que contaba. Por supuesto que el resultado fue bastante desastroso en muchos casos: la esperada «dictadura del proletariado» -pretendida condición para liberar a la humanidad- tuvo más de «dictadura» que de revolucionaria. Por así decirlo: hubo «demasiado» partido. Pero un partido que terminó siendo pura estructura sin contenido real, sin pueblo. Partido revolucionario sin revolucionarios en su interior.
Por el contrario, la experiencia que se está recorriendo actualmente en Venezuela muestra la ausencia de partido. Hay un conductor amado por su pueblo, defendido hasta la muerte, respetado, pero falta un instrumento realmente revolucionario, soporte de los cambios que comienza a vivir la sociedad. Las instancias que existieron hasta ahora, pura maquinaria electoral, no superaron mayormente los vicios de la democracia representativa burguesa, clientelar y corrupta. Por eso, ya maduras las condiciones, es momento de comenzar a construir las alternativas reales. ¿Dónde estamos y adónde vamos con el PSUV? Para saberlo, presentamos aquí varias opiniones de distintos actores políticos. En todos los casos se trata de aspirantes a militantes. En diálogos con el corresponsal de Argenpress en Venezuela, Marcelo Colussi, se abordan estos temas. Son cinco los entrevistados:
1) Iván Gil, militante comunitario de zonas barriales, 2) Oscar Méndez, militante comunitario de zonas barriales, 3) Palmira Guevara, profesora universitaria alineada con la revolución, 4) Federico Melo, periodista y activista político histórico, y 5) Roy Gaza, diputado a la Asamblea Nacional.
Todos son personas con trayectoria política en la izquierda y totalmente comprometidos con el actual proceso. Las conclusiones -quizá parciales todavía, fragmentarias- podrá sacarlas cada lector. Pero por lo pronto podemos avanzar al menos algunas: nunca en la historia del país se vivió un proceso de acumulación de fuerzas populares como ahora, nunca el grado de organización de base habría logrado los niveles actuales. Luego de años de neoliberalismo, el socialismo ha dejado de ser mala palabra y aunque aún no está claro el programa del partido, mayoritariamente la población venezolana opta por una alternativa al capitalismo. La discusión está instalada, y arrancó bien.
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1) Iván Gil: aspirante a militante del PSUV de la parroquia San Juan, Caracas, miembro de un consejo comunal y militante histórico de la izquierda de base.
Argenpress: ¿Dónde estamos y hacia dónde vamos con el PSUV?
Iván Gil: Por ahora es un proceso donde una enorme cantidad de gente -5.600.000 personas- manifestó su interés de participar inscribiéndose como aspirantes a militantes a partir del llamado que hizo el presidente Hugo Chávez. Se ha dado un proceso donde algunas organizaciones políticas de izquierda se disolvieron para, entre todas, construir una nueva opción de partido. ¿En qué etapa estamos ahora? La Comisión Promotora junto con la Comisión Técnica adoptaron una convocatoria para realizar unas masivas asambleas que son conocidas como Asambleas de Batallones. Esas asambleas son las reuniones donde participan todos aquellos que quedaron en los padrones del PSUV como aspirantes. La organización se hace con un criterio territorial: donde uno se inscribió, que se supone que es donde vive, es convocado a estas reuniones, lo que se conoce como Batallón. Dentro de cada Batallón existe la figura de un Propulsor. Esos Propulsores participaron en unos talleres donde se discutieron algunos criterios básicos para el trabajo de organización de base, pero su figura de ninguna manera es la de jefe o de alguna categoría de mando. Es una persona que facilita las discusiones. El problema no está en la convocatoria; eso fue masivo, la prueba está la cantidad de compañeros y compañeras inscriptos. En todo caso, si es que hay algún problema, es en la asistencia misma de toda esa masa de aspirantes a militantes en las reuniones que se están llevando a cabo. Llevamos ahora cuatro semanas de haber comenzado estas Asambleas de Batallones, y si bien hay una buena participación en las reuniones, vemos que no asiste la totalidad de personas inscriptas. Eso es algo que tenemos que ir mejorando. De todos modos la asistencia es grande, y el nivel de participación es muy bueno. Hay un gran trabajo de organización, y todos los sábados por la tarde los distintos Batallones se están reuniendo en distintos lugares que se van consiguiendo: una escuela, un auditorio, una sala de reuniones de la comunidad, en una cancha, en una plaza, etc. La convocatoria ha sido fuerte, tanto por radio o por televisión como por mensajería de texto con los teléfonos celulares. Cada batallón está formado por 300 aspirantes, entre los cuales hay un Propulsor, el cual, insisto, no tiene ninguna función de comandancia. Es uno más del Batallón. Dentro del Batallón se organizan pequeñas comisiones encargadas de seguir manteniendo la convocatoria y que fomentan la participación: se trata de llamar a la gente, buscarla, motivarla, llevarle materiales para la discusión. En estos momentos, según las cifras oficiales que se manejan, hay un millón y medio de aspirantes, a nivel nacional, que se han venido reuniendo en los Batallones. Están instalados el 80 % de los Batallones, es decir que ya se lleva bien adelantado el trabajo organizativo. No siempre esos Batallones funcionan con 300 miembros: hay diversas experiencias, hay lugares donde participaron 50 compañeros, hay otros con 200 participantes. Yo no conozco ninguno que esté trabajando con los 300, pero en todos los casos donde se reúnen, hay siempre un trabajo fuerte de participación y discusión.
Argenpress: Independientemente del número final de cada Batallón, su instalación y puesta en funcionamiento es ya un gran ejercicio de participación ciudadana, de democracia de base. ¿Cómo evalúas tú todo este proceso?
Iván Gil: Todo esto que se está poniendo en marcha es algo impresionante. Me ha tocado ver varios Batallones, incluso algunos fuera de mi sector, y en todos se repite lo mismo: es la gente, la base, los pobladores de cada sector quienes realmente se apropian de estos espacios de discusión. Son los propios problemas los que se plantean, con absoluta honestidad, con transparencia; todo lo que se discute, lo que se desea hacer o lo que no se desea hacer, son los problemas reales que tienen que ver con el lugar donde funciona el Batallón. Eso es clave: todos los participantes están por igual, no hay jerarquías, no hay jefes. Y el Propulsor es uno más del grupo que simplemente ayuda al debate. Veo que en cada Batallón la gente se da la metodología de trabajo que mejor les viene, trabajando siempre con amplia libertad. No hay un esquema rígido que se debe seguir. Por el contrario, se hacen las cosas más diversas: conversaciones en algunos casos, o lectura de materiales, discusión a partir de unos videos, en otros casos se han hecho pequeñas exposiciones de algún invitado sobre las que luego se discute, y todos tienen derecho de palabra donde cada quien plantea lo que desea; funcionan también mesas de trabajo sobre diversos temas. Son bienvenidas todas las sugerencias. Y lo que puedo decir de lo desarrollado hasta ahora es que hay un gran espíritu de participación y de discusión honesta. Los temas que se tratan son, por ejemplo, ¿qué es el socialismo?, ¿dónde estamos ahora con nuestro proceso?, ¿qué es la economía socialista?, ¿qué diferencias hay con la economía capitalista?, ¿qué es el neoliberalismo?, ¿qué PSUV queremos construir?, ¿qué estructura debe tener este partido? Todo eso es lo que ha venido discutiendo en estas primeras reuniones ese millón y medio de personas, todos los sábados por la tarde. Puede haber disparidad en los niveles políticos de la gente que participa, pero eso de ninguna manera impide una riqueza extraordinaria en los planteamientos que surgen. Hay un gran interés por discutir, por debatir en el buen sentido de la palabra, hay una búsqueda de respuestas a todas estas preguntas realmente enorme, rica. Yo he participado en muchas organizaciones políticas con anterioridad, pero nunca había visto niveles de participación democrática como las que ahora estoy viendo. Aquí todos opinan, todos levantan la mano para decir algo. Y se nota que hay un buen clima de discusión, porque participan por igual desde viejitos de 80 y 85 años hasta muchachitos de 18 años. Todos por igual manifiestan sus intereses, o sus disconformidades, plantean tareas, todos quieren dividir el trabajo y se proponen para hacer cosas, todos están preocupados por las fallas que se puedan ver buscándole alternativas, todo se discute entre todos y todas. No hay verticalismo, nadie impone nada. Al contrario: aquí todo viene de abajo. Eso es algo realmente novedoso: son las bases las que están planteando las cosas, desde abajo. Por supuesto que hay una estructura mínima para que las cosas puedan funcionar; es la misma base la que elige una comisión de organización, una de propagada, y una de comunicación. Pero son elecciones absolutamente democráticas, horizontales, donde la gente decide colectivamente los nombres de los integrantes. En definitiva: hay un espíritu de absoluta horizontalidad, de discusión abierta y franca. Y ahora más aún, con la discusión de la Reforma Constitucional que se abre. Son asambleas muy ricas, verdaderamente muy motivantes. Se ve que todo el mundo quiere aportar algo, más allá de las dificultades y limitaciones propias con que todos puedan encontrarse. Hay un clima de participación como yo nunca antes había visto en ninguna organización.
Argenpress: ¿Estamos ante un fenómeno político-social novedoso entonces?
Iván Gil: Definitivamente. Yo vengo de una larga militancia en la izquierda y he pasado por muchas organizaciones, partidos políticos, grupos de base, comités, participé en el Movimiento V República, y ninguna se compara con esto que estamos viviendo actualmente con el PSUV. Aquí se conjuga una cantidad de cosas que posibilitan este fenómeno inédito que hay que aprovechar. Hay una banda de compañeros y compañeras realmente amplia donde se puede encontrar desde gente más cristiana y con preocupación social hasta gente que viene de una militancia más de izquierda, pero todos se pueden amalgamar en esta nueva búsqueda que va siendo el PSUV, es decir: la construcción del socialismo, de un nuevo socialismo, el socialismo bolivariano.
Argenpress: Esta novedad, entonces, esta búsqueda amplia y con profunda participación popular, desde abajo ¿es una buena noticia para la revolución, para el proceso de transformación? ¿Será que ahora sí podremos superar eso vicios tradicionales de la izquierda de fragmentación, sectarismo, de falta de arraigo en las masas? ¿Estamos ante un verdadero germen de poder popular que no se debe dejar pasar?
Iván Gil: Creo que sí. Sabemos que tenemos en la izquierda, en toda Latinoamérica, una historia de sectarismo, de ortodoxia por no decir dogmatismo, de falta de participación popular real. Todavía está muy arraigada la idea de partido leninista, el partido conformado por células. Ahora, en el PSUV, se está empezando a dar una organización muy amplia desde la base, eso es real. Todavía no está planteada la metodología que deberemos seguir para construir la organización que necesitamos. Lo que sí se puede constatar de momento es que hay una amplia participación y ganas de sumar voluntades, hay un espíritu de afrontar los problemas comunes con salidas consensuadas, discutidas. Esa democracia de base por fuerza tiene que generar nuevos modelos de organización, seguramente superando las opciones tradicionales de partido vertical. Creo que sí: estamos en presencia de la posibilidad real de una nueva forma de encarar el poder popular. El hecho de discutir todo en la propia comunidad puede ir generando nuevas formas de relacionarnos superando el individualismo; y eso, sin dudas, tiene que dar nuevos resultados en términos sociales. Y en términos políticos por supuesto que todo esto es novedoso, muy novedoso, inédito. Se está partiendo desde otros principios, distinto a lo que yo vi siempre en las organizaciones de izquierda. La gente se encuentra mucho mejor si decide en su sector, en el lugar donde vive, cuáles son las soluciones a sus problemas. Se siente más dueña de su vida de esa forma, y no esperando que vengan a resolverle las cosas, o a imponerle. Y por supuesto toda esta movilización de base tendrá que combinarse con políticas a nivel nacional en donde todos pudiéramos actuar como un solo frente. Pero definitivamente, todo este proceso de creación del partido desde abajo, sin dudas que está naciendo bien, es motivante.
Argenpress: Aunque quizá sea aún muy prematuro pensar hacia dónde puede ir todo esto, ¿cómo se entrevé el futuro a un mediano plazo? ¿Qué tareas hay que acometer en lo inmediato para ir dándole forma a este proceso?
Iván Gil: Por lo pronto hay que dedicarse a construir dos cosas: Programa y Estatutos del partido. Esas son dos cosas básicas. Creo que recién estamos dando los primeros pasos. Con esa democracia de base, real, que efectivamente está funcionando, hay que empezar a plantearse esas tareas para definir qué partido queremos. Y junto a eso hay otra cosa fundamental, que es la formación política. Siempre tiene que darse ese trabajo, para ir dando solidez ideológico-política a casa propuesta. Todo lo ideológico tiene que estar discutido, bien interiorizado, problematizado. Esa es una necesidad para el crecimiento político de las bases. ¿Qué mejor que discutir sanamente algunos temas ideológicos que esas asambleas de base con 200 o 300 personas? Ahí se va dando un verdadero crecimiento político-cultural de todos. Tenemos que apuntar a que en cada Batallón pueda tener un boletín para mantenerse informado, para tener una buena síntesis de lo que se va avanzando. Eso también es una importante tarea que se nos abre: democratizar la información y mantener al día a todos los participantes, dejar abiertos las líneas políticas sobre las que discutir.
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2) Oscar Méndez: trabajador, aspirante a militante de Catia, uno de los sectores barriales más populosos de la ciudad de Caracas, activista de base de toda la vida.
Argenpress: ¿Cómo ves tú la conformación del PSUV? ¿Dónde estamos y hacia dónde vamos con todo esto?
Oscar Méndez: Esto es algo muy novedoso. Aquí nunca se había dado algo así. Anteriormente Acción Democrática, que mal que bien era el partido que se identificaba con el pueblo, fue una organización fuerte, sin dudas. Pero nunca tuvo el grado de fortaleza que estoy viendo ahora con el PSUV. Esta vocación por participar que tiene ahora la gente no se había visto nunca antes con la gente de Acción Democrática. Claro que la militancia que ellos tenían era algo completamente diferente. Ellos compraban a la gente, de muchas maneras. Por ejemplo: con láminas de zinc, con materiales de construcción, con arena. De esa manera llegaron a tener mucha gente. Pero eso era populismo, no más. Pero ahora veo que la situación es muy diferente; ahora veo a la gente mucho más comprometida con el proceso, y de una manera u otra quiere participar. Y se nota que eso es de corazón, espontáneo, auténtico. La gente está muy motivada, muy dispuesta a colaborar. Se ve una participación mucho más real, desinteresada. Y hasta sucede algo muy especial: se han inscripto como aspirantes a militantes incluso personas que no simpatizan con el gobierno. Como ven que este gobierno va para rato, hay más de un oportunista que se metió al partido a ver si puede conseguir algo; pero eso habla de la percepción de la gente: todos ven que este proceso llegó para quedarse.
Argenpress: ¿Puede ser un peligro para la construcción del PSUV ese oportunismo que se da?
Oscar Méndez: Claro que sí. Siempre esos infiltrados vienen a obstaculizar un proceso. Sucede lo mismo que pasó cuando se hizo la Constitución actual: la derecha logró infiltrarse y así sacaron leyes que hoy va a haber que modificar, porque ni son populares ni revolucionarias. Si no andamos con cuidado, tal vez eso pudiera pasar aquí. Y eso, si sucede, a la larga va a perjudicarnos. Lo mismo podría llegar a pasar también en la reforma constitucional que se viene ahora: si no nos andamos con cuidado con la gente que se acercó como aspirantes a militantes, si no tenemos la seguridad que es toda gente de corazón que está luchando por un cambio real, llegado el momento quizá no votan por el «sí» para la reforma constitucional. Y ahora todos tenemos que participar para tratar este tema, todos, sin excepción, porque necesitamos una victoria clara, contundente, para que no queden dudas. Ese es el problema: si hay gente oportunista que se acercó al partido, eso puede terminar jodiendo el proceso. Son los potenciales enemigos, los traidores, los que pueden impedir el avance de la revolución que estamos construyendo.
Argenpress: ¿Y qué debemos hacer para que no se nos vaya de la mano este proceso, para cuidarnos de tanto oportunista que puede estar dando vueltas por ahí?
Oscar Méndez: Hay que motivar mucho a la gente, informarla, hacerle tomar conciencia de lo que significa este nuevo partido que se quiere formar. Hay que motivarla, y además instruirla. Con seguridad que en el barrio donde yo vivo la amplia mayoría indiscutible está con el gobierno; pero de todos modos la gran mayoría no está muy informada. Lamentablemente hay que reconocer que mucha de esa gente todavía es muy manipulable. Aunque ya empezaron a abrir los ojos, por la misma falta de instrucción que hay en general, a la gente se la manipula muy fácil todavía. La verdad es que gente con claridad política hay muy poca. Todavía la población está muy a merced de la derecha, de los chantajes que nos hacen con los medios de comunicación, de la manipulación de la televisión. Por ahí se dice que el gobierno les va a quitar los hijos, o cosas por el estilo, y si bien con Chávez ya la gente piensa más y se da cuenta de las cosas, aún sigue siendo muy débil ideológicamente. Y por tanto es muy fácil que se la intente confundir. Aunque la población es chavista, aún le falta un nivel de conciencia política fuerte. Por eso es muy importante un partido que llegue a la gente y la informe, la instruya, le haga ver las cosas tal como son. La derecha nunca se va a cansar de seguir haciendo eso, de seguir mintiendo y manipulando tratando de confundir a la gente. Y si la gente no tiene esa fortaleza ideológica, esa claridad política, es muy probable que a la larga la puedan terminar convenciendo. Eso es un peligro, y de ahí la necesidad de un PSUV fuerte que sepa orientar a la población. Algo que hay que reconocer es que, lamentablemente, en la gente sigue habiendo aún un poco de apatía. Por ejemplo, de los más de cinco millones de inscriptos como aspirantes es sólo un millón y medio el que está participando en las Asambleas de Batallones. El chavismo gana por muerte en los sectores populares, pero de todos modos hace falta todavía mucho más trabajo político, mucha más instrucción para la gente. Que se hayan inscripto como aspirantes a militantes no quiere decir que automáticamente hayan levantado su nivel de conciencia política. Están con el proceso, pero me parece que aún se ve una gran debilidad en los aspectos culturales, en las ideas políticas que tiene la gente. La prueba está en que no es todo lo masivo que se hubiera esperado la participación en los Batallones. Es importante toda la participación que se está dando, es innegable. Pero creo que falta más aún. No quiero decir que no hay organización popular; no, de ninguna manera. Lo que me parece es que hay que seguir reforzándola, haciéndola crecer. Y si de pronto se ve corrupción o ineficiencia en algunos funcionarios del gobierno, como efectivamente pasa a veces, la gente se puede desmotivar más.
Argenpress: ¿Persiste aún una cultura asistencialista en la población? ¿Cómo superar eso entonces?
Oscar Méndez: Es bien difícil, porque hay una cultura asistencialista muy arraigada que ya lleva muchos años. Es muy típico que cualquiera al que con una lluvia se le cae el rancho que tenía hecho en un cerro, inmediatamente sale reclamándole al gobierno. Eso ya es una forma de pensar, una cultura. En realidad se espera todo del gobierno, mágicamente, y eso no es tener un nivel de conciencia político real. Mientras se sigan haciendo ranchitos precarios en las laderas de los cerros, seguro que se van a seguir cayendo. Y eso no lo puede arreglar el gobierno. La situación es más compleja. Si uno construye en un lugar peligroso ya sable que corre riesgos; pero como está tan generalizada esa cultura asistencial, supuestamente es el gobierno el que tiene que arreglar las cosas, aunque sea sólo con remiendos. Y así nos hemos pasado no sé cuántas décadas. Algo importante de destacar es que seguimos muy dominados por las matrices de opinión que nos mete la derecha. Siempre presentan las cosas como que en el barrio o estás con Chávez o si no te joden. Y no es así, para nada. Muchas veces hasta es al revés.
Argenpress: ¿Cómo ves el arranque que ha tenido el PSUV? Aunque quizá es muy prematuro planteárselo en forma terminante, pero ¿qué futuro le ves a esta iniciativa?
Oscar Méndez: Por la forma en que arrancó creo que puede ser una experiencia exitosa. Te repito lo que decía antes: que esto es algo novedoso, que nunca antes se había visto en Venezuela. La gente está muy motivada a participar, y está haciéndolo masivamente. De una u otra forma, pero se ve una gran participación. Me parece muy importante contar con un partido fuerte que sirva como plataforma para los planes del gobierno. Pero un partido nuevo, donde no primen los intereses personales de nadie, tal como sucedió en todos esos partidos que formaban el MVR, partidos que finalmente terminaban mostrando las garras, que estaban ahí con Chávez sólo por conveniencias. Y si eso sigue así, seguimos igual que cuando la época de AD y COPEI. Y creo que tenemos que superar eso ya. Sin dudas mucha de esa burocracia va a seguir estando, o intentándolo por lo menos, en el PSUV. Pero creo que llegó el momento de hacer algo nuevo, no basado en los puros interese personales sino pensando de verdad en el socialismo, en salidas socialistas para beneficio de todos. Hay que estar atentos a todos estos infiltrados y oportunistas, gente que llega sólo por el carnet pensando que eso le va a solucionar la vida. Pero hay que hacer algo nuevo.
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3 y 4) Palmira Guevara: profesora universitaria, aspirante a militante de Bello Monte, urbanización de clase media de Caracas.
Federico Melo: periodista. Militante histórico de partidos de izquierda, aspirante a militante de Bello Monte, urbanización de clase media de Caracas.
Argenpress: ¿Dónde estamos y hacia dónde vamos con el PSUV?
Palmira Guevara: Creo que esto es un reto y una tarea necesaria. Yo he estado participando en tareas políticas en relación a todo este proceso en momentos puntuales: cuando el referéndum revocatorio, las elecciones presidenciales, las elecciones para gobernadores, pero toda la revolución necesita una organización más estable y más participativa. De ahí que el presidente Hugo Chávez hace el planteamiento de una estructura más sólida, un instrumento más acorde con la construcción del socialismo que se está dando en Venezuela. El producto final de qué será el PSUV dependerá de nuestra participación, de lo que de allí vaya saliendo, de lo que nosotros, trabajando desde la base, vayamos definiendo.
Argenpress: ¿Qué tiene de novedoso el PSUV en relación a los partidos de la izquierda que hemos conocido tradicionalmente en Venezuela?
Palmira Guevara: Yo diría que no sólo de la izquierda sino, en general, de todos los partidos. Esta convocatoria posibilita que la gente que jamás antes se había implicado en la vida político-ciudadana ahora sí puede hacerlo, y puede hacerlo de un modo constructivo, real. Ahora sí la gente puede decidir en qué sociedad desea vivir. Eso es lo novedoso, es lo que marca una diferencia sustancial. Es desde la base desde donde se va a hacer esa construcción. Si eso no se cumple -lo cual es una posibilidad contra la que debemos estar siempre muy alertas- las cosas no van a funcionar como lo soñamos ahora. En realidad estamos ante un cambio de conducta; eso es lo que se está proponiendo. Y ese es el gran cambio de que se trata todo este proceso. Lo novedoso es ese reto: que realmente haya horizontalidad, participación, que hay co-responsabilidad. No podemos seguir diciendo que las cosas andan mal echándole la culpa a alguien que uno elige cada cierto tiempo: es la gente la que tiene que participar en las decisiones colectivas para proponer los cambios, para hacer que las cosas funcionen como uno quiere. Por eso mismo digo que se trata de un cambio en la forma de ver las cosas, en la conducta general con que abordamos los problemas comunes de todos.
Argenpress: Con lo poco que se lleva desarrollado de la formación PSUV, ¿estamos ya en condiciones de decir que se están sentando las bases de algo nuevo? ¿Efectivamente esta democracia protagónica de base es un cambio en la forma de concebir y hacer política?
Federico Melo: Creo que sí. Se está haciendo un esfuerzo grande porque así sea. Por supuesto que hay muchas dificultades aún, porque hay muchas visiones de todo el fenómeno, pero en términos generales creo que se está empezando a construir algo genuinamente democrático desde abajo. Gente que venga de la militancia de izquierda es la minoría. La amplia mayoría es gente de base, humilde, que en general no ha tenido experiencia de participación política partidista, gente cuya motivación principal para sumarse a esta experiencia es su identificación con las políticas que adelanta el presidente Chávez, dado que las mismas efectivamente le dan respuestas a sus necesidades. En general es gente sin mayor formación política. Y hay otro sector importante que está dado por quienes han venido comandando el Movimiento V República -el MVR-, de donde un amplio porcentaje no viene de la izquierda. Gente que proviene de los viejos partidos del Pacto de Punto Fijo, es decir: de Acción Democrática y de COPEI (los partidos tradicionales por años), y también muchos militares. Es decir: es población que no viene de la izquierda militante. Todo eso da una mezcla compleja: hay distintas maneras de entender la situación. Por supuesto que quienes vienen de controlar al MVR -la maquinaria electoral que usó Chávez durante estos años- aspiran también a controlar el PSUV; eso es normal y legítimo. La cuestión es que lo hagan limpiamente y no con trampas, que no lo hagan a costillas de sacrificar la inclusión masiva de todos los sectores populares que ahora quieren sumarse a este proceso nuevo que se viene abriendo. Hay que buscar el liderazgo sobre la base de la inclusión masiva y sobre la concienciación masiva, pues si no, se seguirán los mismos esquemas de siempre. Mientras más masivo sea el partido mayor posibilidad habrá de la construcción de una democracia de base profunda, de la construcción de una sociedad verdaderamente justa e igualitaria. En otros términos: cuanto más masivo sea el proceso, mayor posibilidad real habrá de concretar la utopía socialista. Tiene que ser un partido masivo, pero también tiene que ser un partido de cuadros. Una cosa no es contradictoria con la otra. En la medida en que participe la mayor cantidad de militantes revolucionarios posible, eso será la garantía de la concienciación de esa gran masa de chavistas que no tiene una formación política clara todavía. Por supuesto, entonces, que hay que dar un amplio debate ideológico. Algo que es común aún en la cultura política heredada de los viejos partidos de AD y de COPEI, de esa burocracia clientelar que primó durante años y que aún está metida en la conciencia de la gente, es la confusión entre partido y Estado. Y eso nos recuerda que algo similar pasó en la experiencia tristemente célebre del estalinismo soviético y de Europa del Este. Aquí, durante generaciones, se dio también esa confusión: tanto la AD como COPEI vivían del Estado. Me atrevo a decir que hoy, creo, esa cultura política aún persiste. Y si eso no lo abrimos a una severa crítica, nos puede terminar llevando a cosas graves. Por eso me parece que ahora es una tarea político-ideológica imprescindible crear conciencia que el partido es para dirigir el Estado pero no para vivir del Estado. Hay que hacer esa clara diferencia. Un político no puede ser un comerciante; hay que ir logrando meter la idea que un político, ocupando un cargo público, está para servir a la población y no para aprovecharse de los recursos. Eso implica un cambio en nuestra cultura política, y creo que es la tarea más importante que tenemos por delante ahora: crear una nueva cultura y una nueva forma de entender la política. Eso debe fijarse como uno de sus objetivos el nuevo partido que ahora se está creando, el PSUV. Si logramos ir cambiando esa cultura que nos dejaron décadas de aprovechamiento del Estado, de corrupción sistemática, entonces ahí sí vamos a poder empezar a construir una sociedad distinta. Si no, no se logrará cambiar nada.
Argenpress: ¿Qué antídotos tenemos contra esa cultura política histórica? ¿Cómo cambiamos esa tradición -no sólo venezolana sino latinoamericana- que ve en el Estado un «botín de guerra»?
Palmira Guevara: Primeramente, tenemos que discutir el perfil del militante. Eso está comenzando a suceder en este proceso de constitución del PSUV. El que es político de oficio, para decirlo de algún modo, tiene que entrar en el ruedo con quienes no somos ni queremos ser políticos de profesión, para los que entendemos la militancia de otra manera. Nadie está exento de pecados, por supuesto; estos vicios culturales son los vicios de toda una sociedad, y nadie escapa a ellos. Nadie es puro. Pero sí nos damos cuenta de las cosas que no queremos que sigan ocurriendo. Es decir: sabemos dónde están esos vicios. Y contra ellos es que debemos enfocarnos ahora. Si vamos a edificar una nueva estructura política tenemos que ir verdaderamente contra la cultura de la corrupción, de la irresponsabilidad, tenemos que superar esas conductas que siempre criticamos. Todo eso es lo que nos va a definir el perfil del militante que queremos. Seguramente en otros partidos esto no se considera, no se tiene en cuenta. Pero en este momento, para la construcción del PSUV, eso es determinante, porque se trata nada más y nada menos de un partido que pretende cambiar la sociedad. No estamos hablando de un partido más que quiere hacer gobierno y administrar un Estado: estamos hablando de cambiar la sociedad, que es algo muy distinto. Y por cierto, infinitamente más complejo. Justamente, para poder ir definiendo bien todo esto, no podemos permitir que se nos apuren las discusiones. Los políticos de oficio están acostumbrados a esos manejos tan cuestionables de la manipulación. Pero aquí se trata de otra cosa: hay que darle tiempo a la gente. Sin dudas la gente entendió que se trata de algo nuevo, por eso acude a las asambleas, y participa, y discute. El líder natural e indiscutido de todo este proceso, el presidente Chávez, fue el que convocó a construir este instrumento nuevo. Y lo convocó para poder contar con una fuerza humana que acompañe las transformaciones revolucionarias que él está liderando. Eso es una gran motivación que tiene la gente para ir a sentarse y discutir todas estas cosas. Pero también se motiva cuando entra de lleno a las discusiones, porque se siente participando de verdad, siendo tenida en cuenta. Y siente cómo esos pensamientos, esos debates, pueden convertirse realmente en transformaciones concretas. Eso no es lo tradicional de ningún partido político.
Federico Melo: El problema de generar un nuevo partido con estas características de participación popular, de genuina democracia de base, es muy complejo. Aquí estamos ante una cultura de la corrupción increíblemente generalizada. Hasta que cayó la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en 1958 la corrupción era sólo una cuestión de la élite; a partir de ese entonces eso se democratizó, por eso hoy hay muchísimos sectores de la sociedad venezolana que lo ven como algo normal, que no lo sienten como un problema. Venezuela desde hace muchos años está atada a una práctica político-partidista clientelar. Hay toda una burocracia de Estado que se generó así, creció, se perpetuó, se reprodujo. Ese cultura es quizá lo más difícil de combatir. Un partido político tiene que ser autosuficiente, no tiene que depender del Estado, tal como pasó aquí por tanto tiempo, o incluso en las experiencias soviéticas. Es una discusión ideológica que debe darse en el seno del nuevo partido que se está tratando de fundar. Se está comenzando a asomar, y tenemos que ayudar a que se generalice. Hay que comenzar ya desde ahora generando una nueva actitud política; creo que se debería establecer en los Estatutos del partido ya desde el inicio mismo una sanción fuerte para quien sea acusado de corrupción. Quien fuera acusado de corrupto debe dejar de ser militante automáticamente y debe demostrar de modo fehaciente que no es cierta la acusación. Si no demuestra su inocencia, debe ser expulsado terminantemente del partido. Eso quizá no termina de resolver el problema de la corrupción, pero sin dudas que ayudaría mucho, porque comienza a sentar nuevas bases para una nueva cultura política, para una nueva conciencia de sus militantes. Eso, además, debería acompañarse con los mecanismos legales del caso; hay que endurecer toda la legislación anticorrupción. A los corruptos habría que hacerlos equivaler a los asesinos. Hay que empezar a tomar medidas fuertes de verdad contra esta cultura. Sucede que por motivos de esta maldita herencia política que tenemos se da una perversión increíble: los corruptos, en vez de ser considerados delincuentes, son casi vistos como héroes. Sin dudas, entonces, hay que atacar el problema de raíz y con medidas fuertes, sabiendo que el cambio no va a ser ni fácil ni rápido, pero hay que empezar a moverse en otra dirección para ya desde ahora crear algo nuevo con este proyecto del PSUV: guerra frontal a la cultura de la corrupción.
Palmira Guevara: El problema de la corrupción va ligado a los modelos de sociedad que se han ido generando, que ha ido construyendo el capitalismo. ¿Es necesario tener tres tarjetas de crédito? ¿Por qué esa cultura que se creó aquí en Venezuela con ese consumismo que hace que muchos quieran irse dos veces por año a Miami, o más si pueden? Romper esa cultura es lo que se ve un reto tan difícil; no imposible, pero sí muy difícil. Esa cultura del consumismo está muy arraigada. Y eso, de alguna manera, esa forma de consumo casi artificial que se ha ido creando, empuja a que la corrupción siga. Pero por supuesto que eso se puede cambiar. El reto del PSUV es comenzar a cuestionar todo eso, con la gente que se va incorporando no con la idea de ser un político profesional sino con la honestidad de querer cambiar de verdad las cosas. Venezuela tiene una sociedad de cómplices, donde todos, de alguna manera, hemos participado de esa cultura consumista y de corrupción. Es por eso que cambiar esa historia implica un giro de 180 grados. ¿Cómo corregir eso? ¿Qué antídotos tenemos ante eso? Por lo pronto debemos aspirar a una dirigencia intachable. Hay que ir cambiando la idea de que ser funcionario público es un regalo para enriquecerse. Creo que ahora tenemos esa posibilidad, porque el PSUV no es el MVR. Ahora tenemos una gran oportunidad en nuestras manos, tenemos que hacernos escuchar y cambiar esa historia que llevamos a nuestras espaldas. Es difícil, sin dudas; pero hay que acometerlo con todas las fuerzas, porque si no tenemos el ideal de que es posible cambiar, por supuesto entonces que jamás va a cambiar.
Argenpress: ¿Hay diferencias en el PSUV con respecto a otras experiencias de partidos de izquierda en el poder, como por ejemplo el caso cubano?
Palmira Guevara: Supongo que lo que se está construyendo aquí tiene características muy propias. En el caso de Cuba tuvimos una estructura bien rígida, incluso muy machista. Aquí me parece que no, que ya desde el inicio tiene otras características.
Argenpress: Me parece muy importante destacar esta característica: en general los partidos de izquierda, nada distintos en esto a la derecha, han sido patriarcales, machistas. ¿No es así lo que se vislumbra en el PSUV?
Palmira Guevara: Por lo pronto en la composición de los participantes en las Asambleas de Batallón que ahora se están desarrollando hay más presencia de mujeres que de varones. Un dato interesante: de los 5.600.000 inscriptos, un millón y medio son amas de casa. Más de la mitad de los aspirantes son mujeres. Esto creo que ya marca una diferencia con todo lo anterior. Por lo que vamos viendo, la presencia de las mujeres en la participación diaria de esta democracia de base que se quiere construir, es muy grande. Y el mismo presidente llama continuamente a eso, creo que sin caer en demagogia pero con corrección: estimula la participación política de las mujeres. No es algo puntual que alguna vez hizo: es una constante en sus discursos, en sus llamados. Y creo que eso está dando resultados. Por lo que veo en la historia, los partidos de izquierda no han presentado este perfil: la mujer no tenía ese lugar de igualdad. Esto está cambiando, y sin dudas tiene que hacer una diferencia, tiene que dar otro resultado a largo plazo.
Federico Melo: Me parece que en Venezuela, desde hace ya un buen tiempo, las mujeres vienen ocupando más y más espacio social. Lo político, sin embargo, es uno de los espacios donde su presencia no es predominante; sin embargo también ahí ha avanzado enormemente. En otros campos no hay duda que la mujer viene acrecentando su presencia a pasos agigantados: entre los estudiantes universitarios, por ejemplo, las mujeres ya ocupan como un 60% de la matrícula. Es que las mujeres resumen una mayor disciplina social que los varones; las mejores notas en los estudios las obtienen las mujeres. ¿Eso significa que son más inteligentes? No. Indica que tienen más disciplina. ¿Pero por qué aún no han logrado desplazar a los varones en un sector como la política? Es el machismo que sigue imponiéndose. Tenemos como un 50% de mujeres que son madre y padre al mismo tiempo dado el alto porcentaje de abandono paterno que sigue habiendo. Es decir: las mujeres siguen encontrándose sometidas aún a la doble carga de trabajar fuera del hogar y dentro del hogar, lo cual entonces las limita en su vida política. De todos modos se están dando grandes avances en su participación. Ha habido y hay muchas ministras, mujeres que ocupan altos cargos políticos, y muy destacadas por cierto.
Argenpress: Lo que estaría sucediendo ahora con la composición del PSUV es que hay una amplia participación de las mujeres, lo cual es inédito. ¿Es una buena noticia entonces? ¿Se está construyendo algo nuevo culturalmente?
Federico Melo: Sí, sin dudas. Lo que pasa es que la situación aún sigue siendo desventajosa para las mujeres, porque tienen más carga laboral que los varones, porque son trabajadoras y además tienen a su cargo la crianza de los hijos. Y eso por supuesto que es una limitación que les impide mayor participación. Pero de todos modos en las Asambleas de Batallón está lleno de mujeres. Un verdadero partido revolucionario debería tener guarderías infantiles.
Argenpress: ¿Podríamos tener ya hoy día un perfil general del aspirante a militante del PSUV?
Federico Melo: Por lo pronto la gran mayoría de aspirantes son gente humilde, gente de los sectores populares, trabajadores, gente de los barrios. Pero sorprendentemente hay también un muy bueno número de inscriptos que vienen de la clase media. Un reto que hoy tiene el PSUV, entre otros tantos, es hacerle perder el miedo a la inmensa mayoría de la clase media respecto a que este proceso no va a significar un deterioro en sus condiciones de vida si no todo lo contrario. En realidad la única gente que tiene formación política de entre toda la población es la gente de la militancia de izquierda, que es minoría. La mayoría de la población entiende la militancia partidista tal como la entendieron siempre AD y COPEI. Es decir: una pura verbena, ir alguna vez cada tanto a las elecciones, organizarse sólo en ese período. Eso es lo que se ha entendido siempre como participación política, como militancia. Los partidos de izquierda, los revolucionarios, entendemos que la militancia debe ir más allá de esa concepción un poco estrecha; es participar de verdad en los problemas que aquejan a la gente, es tomar la palabra. Y el presidente Chávez también está impulsando esa otra visión. Pero eso no se construye de un día para otro. Todavía en muchas de las marchas chavistas que vemos, podemos constatar también que hay algo más de festivo, de una romería a la que se asiste, que una convicción política. Todavía, en buena medida, la política se entiende como una gran fiesta: a veces se va a una marcha porque eso es una fiesta.
Palmira Guevara: Pero hay que agregar que además de esos aspectos que siguen estando, que en las marchas se va a tomar licor y a bailar, también hay que ver que con este proceso ha subido en forma impresionante la conciencia política de la gente. Hoy se da una relación singular entre el líder y el pueblo que, en cierta forma, va más allá y neutraliza toda esa burocracia del aparato electoral que fue el MVR o la burocracia de Estado que sigue estando, muchas veces con la misma cultura de décadas atrás. El proceso que Hugo Chávez vino a inaugurar ha hecho crecer la conciencia de muchos sectores humildes que ahora, además de ir a bailar a una marcha, también comenzaron a despertar en términos políticos. Y creo que ahora llegó el momento de empezar a organizar todo ese potencial, de darle forma, de encauzar toda esa energía popular. Eso pretende ser el PSUV. Ahora la militancia implica tareas. Y eso es organización de base, es decir, tareas para hacer crecer la participación popular, y por supuesto: beneficios que se desprenden de esa participación. Lo que se está queriendo empezar a construir con este nuevo partido es realmente la posibilidad de un genuino poder popular.
Argenpress: ¿Qué peligros acechan hoy al PSUV, a la construcción de ese nuevo poder popular al que aspiramos?
Palmira Guevara: ¿Peligros? Que no nos organicemos bien. Que no sepamos abrir el espacio para la participación. Tenemos que definir bien claramente cuáles son los objetivos que perseguimos, tanto los inmediatos como los a largo plazo. Ahora se nos viene el análisis de la Reforma Constitucional. Tendremos el trabajo de fundamentar las argumentaciones, y después va a venir el trabajo electoral del «sí». Son muchas, muchísimas las tareas que se le van a ir apareciendo al nuevo partido, por eso hay que organizarse muy bien. Organizarse y crecer; hay que seguir creciendo, incorporando.
Federico Melo: Mi mayor temor es que la mayor parte de la gente que no tiene experiencia política, que no tiene aún una sólida formación política, se desmotive. Eso puede ocurrir si los debates que se vienen dando no se procesan bien. Si el partido termina siendo controlado por una nueva élite burocrática, si no se hace el esfuerzo por hacer crecer esos debates político-ideológicos a lo interno transformándolos en algo atractivo y útil para la gente, si no se deja bien en claro que la participación de cada persona le da resultados concretos en el mejoramiento de sus condiciones, tanto en el nivel local donde participa como en lo nacional, si todo eso no sucede, este enorme empuje que hay ahora puede perderse. Hay que saber canalizar positivamente ese gran deseo de participación que la gente tiene ahora. Si no lo logramos, si la estructura se vuelve a convertir en algo elitesco, el partido terminará dividiéndose. Hay que hacer lo imposible por lograr que la gente se apropie de esta estructura, que se sienta parte y que vea que le sirve concretamente para algo ir a militar al PSUV, que vea respuestas concretas en su vida cotidiana. Si eso se da, podemos construir una gran organización, fuerte, importante.
Palmira Guevara: No puede haber indiferencia. Tiene que haber compromiso. Y para eso hay que ser solidarios. Todas esas son las características a las que debemos apuntar. Ese es el ciudadano que queremos, que aunque no sea militante del PSUV, se incorpore activamente a las soluciones comunes de su lugar, de su sector. Ya tenemos muchas leyes que lo están propiciando. Hay que tener conciencia social, y para eso podrá servir el partido, para motivar, para despertar el interés por la participación. En definitiva, para ayudar a un cambio de conducta de la gente.
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5) Roy Gaza: diputado a la Asamblea Nacional por el Estado Aragua. Militante histórico de la izquierda venezolana (fue parte del movimiento armado algunas décadas atrás), y actual aspirante a militante del PSUV.
Argenpress: ¿Qué significa la puesta en marcha del PSUV? ¿Hacia dónde se dirige esta iniciativa?
Roy Gaza: Son dos las razones que motivan la creación del PSUV. Por un lado, cuando uno se plantea una estrategia socialista, se necesita el mayor grado de unidad posible en la gente para que ese proyecto pueda ser efectivamente puesto en marcha, y de ahí la necesidad de contar con un partido funcional, bien organizado. Por otro lado, hay que tener en cuenta que nosotros tenemos por delante al enemigo más poderoso del planeta, que es el imperialismo norteamericano. En función del tamaño y la peligrosidad de ese enemigo es que hay que actuar con unidad. De ahí, entonces, una vez más, la necesidad del partido. A la unidad llegamos precisamente en el momento en que el proceso político venezolano pasa por una etapa en que vencimos a ese enemigo. No hay dudas que le hemos propinado una contundente derrota a las fuerzas oligárquicas y conservadoras en el país. Los vencimos en el golpe de Estado, los vencimos en la huelga petrolera, los vencimos en el referéndum, los vencimos al levantar las misiones sociales, los vencimos en el terreno parlamentario, y por supuesto en la elección del presidente de la república en diciembre pasado. Y también marcamos una diferencia en el plano internacional, la cual se puede evidenciar en la cumbre de Québec, cuando el presidente estaba solito cuestionando el ALCA, y luego en Mar del Plata, derrotando políticamente a ese engendro del imperialismo. Es decir que, hoy por hoy, venimos venciendo en todos los frentes de batalla. Esas son las razones que justifican marchar hacia ese partido socialista.
Argenpress: ¿Crees que lo que se ha comenzado a construir está realmente acorde a las necesidades del momento? ¿Es ya un instrumento válido para conducirnos en este nuevo socialismo que se busca, o puede llegar a serlo?
Roy Gaza: Puede serlo o no, no lo sabemos. En realidad eso no está escrito en ninguna parte. La historia nos muestra que las cosas del mundo político-social no siempre son como se piensan que deberían ser. Es decir: no hay tablas de Moisés en política. Ahora no cabe la menor duda que se cuenta con un amplio apoyo popular de toda la base en relación al presidente Hugo Chávez. La inscripción de 5.600.000 aspirantes para el PSUV lo indica claramente. Eso es un hecho político incontrastable: se eligió a un presidente en diciembre y unos pocos meses después, en julio, se lo ratifica por medio de esa masiva movilización para inscribirse en el partido, la cual sirve para darle una sólida base política para emprender la reforma constitucional. El PSUV ya existe, y hoy por hoy es la corriente política más importante de Venezuela, seguramente la más importante por los próximos 50 años.
Argenpress: ¿Tiene algo de verdaderamente novedoso el PSUV, o es un instrumento político circunstancial? ¿Cuál es su nota distintiva?
Roy Gaza: No, no es circunstancial. Está claro que los instrumentos políticos anteriores eran transitorios. Así lo fue, por ejemplo, el Movimiento V República -MVR-, diseñado desde su inicio como un instrumento político transitorio por la coyuntura electoral que se debió enfrentar durante todos estos años. Son ya como once elecciones a las que hemos tenido que acudir, dado la línea política que ha tomado esta revolución, dado que somos democráticos y nuestra vía para la toma del poder es democrática, constitucional. El PSUV es expresión de esa línea que hemos venido siguiendo y de todo lo que pasó estos años. Por supuesto que el PSUV es algo nuevo. Tiene elementos nuevos, aunque también persisten elementos del pasado. Lo importante de un partido no es que sea nuevo o viejo, sino que sea revolucionario.
Argenpress: ¿Y lo es el PSUV?
Roy Gaza: Evidentemente. Sí, porque en Venezuela hoy revolución significa «chavismo». En cada país, en cada momento histórico, el concepto de revolución tiene una connotación distinta. En Colombia, por ejemplo, es este momento revolución significa paz. Pero aquí, en Venezuela, hay otro escenario: aquí, hoy día, revolución es lograr profundizar la democracia participativa, y también la representativa -porque es la combinación de ambas- y también lograr una economía con carácter socialista, lo cual aún está por desarrollarse.
Argenpress: Es decir que todavía no hemos entrado de lleno en el socialismo, en todo caso, vamos camino hacia él. ¿Servirá el PSUV para esa construcción? ¿Cómo? ¿En qué sentido?
Roy Gaza: El PSUV debe servir para desarrollar la estrategia socialista, mucho más allá de la constitución de la república, de lo que plantee la reforma constitucional en la que estamos entrando y de lo que planteen las instituciones del Estado. El partido es otra cosa; debe ser una expresión genuina de las mayorías nacionales. Y las mayorías nacionales sin lugar a dudas se pronunciaron por el socialismo. En Venezuela, dentro de pocos meses, habrá un Estado socialista. O más exactamente dicho: de orientación socialista. Estamos en camino, aunque todavía no hayamos llegado a una sociedad socialista.
Argenpress: ¿Y cómo ves ese proceso? Aún persiste propiedad privada sobre medios de producción, aún tenemos circuitos comerciales enteramente capitalistas y aún priman en la sociedad, al menos mayoritariamente, valores capitalistas, consumistas. ¿Cuándo comenzamos el socialismo entonces?
Roy Gaza: No podemos analizar el socialismo de Venezuela con los parámetros de otras revoluciones. El socialismo se construye sobre la base del análisis de la realidad. Así lo han hecho siempre los grandes pensadores del socialismo, Marx, o Lenin, o Mao… Nadie parte de tener un esquema al que, aunque sea a martillazos, hacer entrar ahí la realidad. Es al contrario: hay que analizar y actuar sobre la realidad que tenemos. En Venezuela el tema de la propiedad tiene características muy particulares; los principales medios de producción de aquí son estatales. La producción petrolera, que es la fuente principal del país, es estatal. Y también es estatal la producción y comercialización del gas, así como las hidroeléctricas con se produce prácticamente toda la energía a nivel nacional. La reparación de los barcos de nuestra flota mercante es una actividad estatal, la producción ferrominera es estatal, así como también es estatal la producción siderúrgica, y la de aluminio, la producción de los derivados del petróleo es estatal, la propiedad de una buena parte de las tierras es estatal. Es decir que los medios de producción fundamentales están en manos del Estado, por lo que estamos a un paso de una conformación socialista en el terreno económico. Pero no hay dudas que para que haya socialismo tiene que haber un desarrollo de la conciencia, debe haber una renovación moral y cultural de las masas, como dijera acertadamente Gramsci. Pero ese cambio cultural no se da si no hay cambios reales en la estructura económica. El problema de la propiedad en Venezuela hoy día podemos conjugarlo con una economía mixta, por un tiempo relativo que no podríamos decir cuánto sería con exactitud. Deberíamos avanzar, en todo caso, en la transformación de nuestro capitalismo de Estado en un socialismo de Estado.
Argenpress: Para la llegada al socialismo, junto a la construcción de esa nueva economía socialista, e igualmente importante también, está la promoción de nuevas formas de poder: el poder desde abajo, la organización de la gente, el poder popular. ¿Ves el PSUV como un germen real de poder popular?
Roy Gaza: El poder popular tiene algunas importantes expresiones en este momento, pero aún no se ha desarrollado. Precisamente esa es la razón de la reforma constitucional que ahora se adelanta. La reforma constitucional coloca como la base de la sociedad y del Estado venezolano a la ciudad, y por lo tanto, al ciudadano. Y va conformando a ese ciudadano sobre el eje de la creación de comunidades y comunas, ello a través de su brazo ejecutor que son los consejos comunales. Eso hace que la participación democrática de la gente vaya mucho más allá del voto. Ahora las bases, la gente, la población toma parte en las decisiones que le conciernen. Eso es el poder popular: que la ciudadanía tenga verdadero poder de decisión político. Los grandes problemas del país se resuelven políticamente, con decisiones políticas. Por eso las instancias populares, si vamos a cambiar las cosas, deben tener poder de decisión real. Y además, deben estar enmarcadas dentro de un plan productivo que transforme la sociedad venezolana de rentista a productiva.
Argenpress: ¿Entiendes que la reforma constitucional que se abre potencia ese poder popular a través de la promoción del PSUV? ¿Cómo es la relación entre esas dos instancias, es decir: partido revolucionario y leyes revolucionarias?
Roy Gaza: Se da ahí una relación muy importante. El desarrollo de los órganos de poder popular de ahora, los Consejos Comunales, que ya están contemplados en la Constitución, va a potenciarse. La reforma que se nos da ahora no es sino el desarrollo de la Constitución de 1999. Partimos de la base que ahora tenemos este partido que en realidad es un gran movimiento social, y además existen los órganos de poder popular como esos Consejos, y otros que seguramente se van a crear a partir de la reforma constitucional. Todo eso se va desarrollando conjuntamente, pero se ve que es el poder desde abajo, el poder popular, es eso lo que la revolución viene impulsando, a través de distintas expresiones, entre las que está el PSUV. Y eso es lo novedoso de todo este proceso político, lo inédito: se va construyendo una nueva manera de participación popular como base del socialismo. Aquí hay un auténtico poder popular que comienza a levantarse. Este no es un proceso cupular, de arriba hacia abajo sino que es la gente, a través de su expresión directa en las comunidades, la que está construyendo las nuevas alternativas. Y eso es algo novedoso para toda América Latina.