El escritor, poeta y cineasta Pier Paolo Pasolini fue entrevistado por el periodista Furio Colombo el 1 de noviembre de 1975, a las seis de la tarde. El intelectual italiano, cuyo cadáver apareció al día siguiente desfigurado en la playa de Ostia (en las afueras de Roma), declaró que los individuos que pasaron a la […]
El escritor, poeta y cineasta Pier Paolo Pasolini fue entrevistado por el periodista Furio Colombo el 1 de noviembre de 1975, a las seis de la tarde. El intelectual italiano, cuyo cadáver apareció al día siguiente desfigurado en la playa de Ostia (en las afueras de Roma), declaró que los individuos que pasaron a la historia fueron quienes rechazaron el mundo en el que vivían, pero esa oposición debía llevarse hasta el final. «La tragedia es que ya no hay seres humanos, hay extrañas máquinas que chocan unas contra otras…», afirmaba el intelectual en la entrevista.
El crimen no anuló la obra pasoliniana, películas como «Mamma Roma», «El Evangelio según san Mateo», «Teorema», «Pajaritos y Pajarracos», «Las Mil y una noches» y «Saló o los 120 días de Sodoma»; ensayos («Pasión e ideología» o «Empirismo herético»), narrativa («Petróleo», «La divina mímesis»…) y textos poéticos. Con Pasolini murió un ejemplo de compromiso moral frente al poder, pero también, sostiene el profesor de Historia y Teoría del Cine en la Universitat de Girona, Ángel Quintana, «se abrió una vía para que la hegemonía comercial del medio televisivo anulase definitivamente toda la estética de la implicación que desde el neorrealismo había singularizado al cine italiano».
La Universitat de València ha organizado un homenaje a Pier Paolo Pasolini en el 40 aniversario de su muerte. Para ello ha proyectado el filme «Pajaritos y Pajarracos», de 89 minutos, rodada por el realizador italiano en 1965, premiada en el Festival Internacional de Cannes en 1966 y prohibida en el estado español hasta 1975. Musicada por Ennio Morricone, la película narra las andanzas por los alrededores de Roma de un padre y su hijo (los actores Totò y Ninetto Davoli), travesía en la que se encuentran con personajes como san Francisco de Asís o un cuervo que les acompaña. «Pajaritos y pajarracos» bebe de filmes como «Francisco juglar de Dios» (1950), de Roberto Rossellini. De hecho, en la película de Pasolini aparece también el personaje franciscano como símbolo de la humildad y la inocencia, frente al «milagro» económico que vive Italia en los años 50 y 60. Lo hace, explica Ángel Quintana, «en un registro cómico, recogiendo elementos del teatro popular y la comedia bufonesca, incluso con un protagonista chaplinesco como Totò». La metáfora de los halcones y las palomas, la relación de poder que se establece ambos, atraviesa «Pajaritos y pajarracos», de modo que más allá del deseo cristiano de armonía y bondad, hay un elemento que desestructura a la sociedad: la lucha de clases. La armonía social resulta imposible.
El conflicto de clases impregna la película. Se puede apreciar cuando Totò y Ninetto exigen el pago del arrendamiento de la casa a una madre depauperada que está criando a su hija. El reverso de esta escena tiene lugar cuando los dos protagonistas sufren el ataque de los perros del ingeniero burgués en la residencia de éste, al informarle de que no pueden abonarle el alquiler. Es, al fin y al cabo, un mundo de desigualdades. La humanidad se ve al albur de un destino incierto, después de no haber encontrado respuestas en la fe, la ciencia y las ideologías. Un mundo en crisis, el de las décadas de los 50 y 60 del siglo XX, en el que las autopistas en construcción del «milagro» conviven con los descampados en los que trabajan prostitutas. Donde el aterrizaje de los aviones coexiste con los eriales en las afueras de las grandes ciudades y los paisajes agrícolas de la miseria. El desarraigo y la lucha por la supervivencia son dos elementos centrales en «Pajaritos y pajarracos».
Otra figura capital en la película, y que remite a las inquietudes profundas de Pasolini, es el personaje del cuervo, que introduce la razón e imparte con su discurso lecciones morales. El cuervo viene a representar la ética, la conciencia de la izquierda, pero los dos protagonistas se lo acaban comiendo. Tal vez así Pasolini quiera afirmar el cansancio de la pesadez ideológica y su intención de recuperar la inocencia y la vitalidad, una vuelta a la sexualidad más pura y a la libertad más genuina. Películas como «El Decameron» (1971) o «Cuentos de Canterbury» (1972) podrían señalar esta tendencia. Pero la muerte del cuervo no significa que el cineasta renuncie a la denuncia social ni al trabajo intelectual y artístico como conciencia crítica. El pájaro negro es más bien una metáfora de los prejuicios, la fe y las ortodoxias, simboliza ciertas verdades (absolutas) y la hegemonía del raciocinio. En un momento de la caminata, Totò y Nineto se topan con el funeral multitudinario en Roma de Palmiro Togliatti (agosto de 1964), secretario general del PCI durante más de tres décadas, y del que la película incluye imágenes documentales.
Pasolini es expulsado del PCI en 1949 por «indignidad moral», aunque la cuestión de fondo era su homosexualidad, que entonces resulta un tabú para el Partido. A partir de ese momento, el poeta y realizador se convertirá en un «compañero de viaje», término que designaba a las personas que se consideraban próximas, pero sin llegar a la militancia. El intelectual italiano no cree en las ortodoxias, defiende la libertad de pensamiento y, como «compañero de viaje», tal como decía públicamente, votaba al PCI. Además el Partido representaba una gran fuerza intelectual en los años 50 y 60, época en la que le disputaba la hegemonía a la Democracia Cristiana. En «Pajaritos y pajarracos», afirma Ángel Quintana, «tal vez Pasolini plantee una recuperación de la inocencia para entender la realidad, al tiempo que se identifica con los submundos marginados frente al milagro económico y el progreso».
En la época en que Pasolini realiza el filme, un sector de la intelectualidad consideraba que el proletariado se estaba «aburguesando», proceso del que dan cuenta algunos tópicos como el SEAT 600, el acceso a la vivienda protegida en propiedad o la lavadora. Es decir, se trata de una clase obrera que ha accedido a una cierta capacidad de consumo. Ya no era el tiempo, según esta tesis, de los dramas realistas de posguerra como «El ladrón de bicicletas» (1948), de Vittorio de Sica. En la década de los 60 el proletariado se enfrentaba a nuevos procesos de alienación. Pasolini no niega el fenómeno, pero también denuncia que hay una parte de las clases populares excluidas por el sistema. El director de cine y poeta retrata lo popular «siempre con una cierta inocencia», apunta Ángel Quintana. En «Accattone» (1961) aparecen rostros de personajes que habitan los suburbios romanos, y en «El Evangelio según san Mateo» (1964) figuran los campesinos que apelan a un mundo primitivo y mítico. Además, «Pajaritos y pajarracos» propone un debate central: ¿Es más importante la ideología y la conciencia crítica que la espontaneidad, la vitalidad y las ganas de vivir?
«En ocasiones se ha negado que Pasolini fuera un gran cineasta en el sentido formal y técnico», afirma Quintana, «pero sus películas revelan un pensamiento muy complejo». Por ejemplo, filmes como «Accattone» recogen la dialéctica entre la «alta» cultura y la cultura popular. Pasolini las integra. Al tiempo que retrata la realidad de los suburbios, este filme incluye la música de Bach como única banda sonora, además de referencias al Quatrrocento. También es pionero a la hora de reproducir en la gran pantalla las «borgata» (favelas) romanas. En «Teorema», el realizador italiano pone de manifiesto la decadencia de la clase burguesa. En el pensamiento de Pasolini «emerge una cierta mística», explica Ángel Quintana en el libro «Fábulas de lo visible. El cine como constructor de realidades» (El Acantilado). El realizador, ensayista y poeta «manifiesta un claro deseo de recuperación de esos lazos que unían a los individuos con las cosas y que la sociedad de consumo -o el proceso de racionalización generado por la modernidad- había resquebrajado», explica Quintana.
En «El cine italiano 1942-1961. Del neorrealismo a la modernidad» (Paidós), el profesor de Historia y Teoría del Cine en la Universitat de Girona explica la negativa de Pasolini a pasar necesariamente por las formas realistas decimonónicas. «En el fondo, para Pasolini el realismo es, como para Rossellini y para los grandes autores del cine italiano, una determinada forma de aproximarse a lo real generada por un profundo respeto hacia la espontaneidad de la vida». También para Pasolini, añade el docente, «la pasión de un autor debe llevarlo hacia la poesía, hacia la proyección de su mundo a partir de los personajes que componen la ficción y a partir de la afirmación de un estilo personal».