Me pareció tan extraño que lo leí de nuevo: gente de todo el mundo está donando su pelo y el de sus mascotas para construir barreras flotantes con el objetivo de absorber el petróleo que escapa de la hundida plataforma Deepwater Horizon, en el golfo de México (AFP/EFE, en Prensa Libre, 14/05/10). Me vino a […]
Me pareció tan extraño que lo leí de nuevo: gente de todo el mundo está donando su pelo y el de sus mascotas para construir barreras flotantes con el objetivo de absorber el petróleo que escapa de la hundida plataforma Deepwater Horizon, en el golfo de México (AFP/EFE, en Prensa Libre, 14/05/10). Me vino a la mente aquel dicho, pelitos a la mar, que todavía ritualizan los niños en algunas regiones españolas para concluir sus conflictos. La noticia se refería a pelitos inocentes, artesanos, que gente proactiva ofrece para colaborar contra el desastre. Mientras, la gigante petrolera BP, la que ha ganado 6 mil millones en un trimestre, la del tierno logo de flores verdes y amarillas, esconde imágenes e informaciones de lo que en realidad ocurre, y disimula su ya larga historia de catástrofes políticas y ambientales.
(A veces le irrumpen a uno sentimiento perversos: lástima que Arizona, el estado de las leyes racistas contra migrantes, no tenga sus costas en el Golfo de México para que, ya que no nos quieren a los latinos, se indigesten ahora de su petróleo).
Esta escena de los pelitos me evocó otras del pasado año, cuando la OMS, asesorada por el doctor Albert Osterhaus, quien cobraba de la casa Roche, declaró la pandemia de la gripe porcina, perdón, de la A (H1N1), y decidió que todo el mundo tenía que usar aquella mascarita y vacunarse con una vacuna sospechosa, Tamiflu, oportunamente preparada por los mismos laboratorios de Roche Holding AG. En aquella oportunidad la OMS nada dijo de los focos infecciosos de esa gripe (las enormes granjas porcinas de una multinacional gringa instalada en el estado de Veracruz, México) ni nos dieron datos precisos de su capacidad mortífera, a todas luces insignificante, en comparación con las muertes que causan otras epidemias invisibles en los países del Sur.
Pero siempre hay gentes que, obedeciendo sin duda al Televisor (sí, con mayúscula), se prestan dócilmente a colaborar. Así como el año pasado se colocaron las molestas mascaritas, ahora se rapan las cabezas o sacrifican sus trenzas… Las sugerencias del Gran Hermano neoliberal son órdenes a través de los medios de manipulación, y están de más las preguntas.
Más inteligentes me parecen los señores y señoras de la reciente cumbre de Cochabamba sobre el Cambio Climático cuando denuncian, entre otras muchas perversidades de esta dictadura capitalista globalizada, el avance de la agropecuaria industrial, la minería, la extracción de hidrocarburos y otras grandes industrias, porque restringen el derecho humano fundamental de acceso al agua para el consumo de los seres vivos y la producción de alimentos; o, también, el procesamiento industrial de alimentos, los megadepósitos de basura y estiércol de la ganadería industrial intensiva…; o las tecnologías que están al servicio de los intereses de los grandes capitales y se presentan como soluciones a las diferentes crisis que enfrentamos, pues todas ellas son falsas soluciones, herramientas de acumulación y grandes negocios para las transnacionales…
Cualquiera diría que en Guatemala vamos adelante en esto del respeto a la Madre Tierra puesto que nuestro presidente dice ser sacerdote maya. Pero no. Lo de la Madre Tierra, lo mismo que lo maya, sólo es para fotos de turistas; todo lo demás es para las transnacionales como esta otra petrolera, PERENCO, que en agosto pretende renovar por otros quince años la explotación petrolera en la biosfera maya de Laguna del Tigre. De momento, los diputados ya le han hecho la cama (¿por cuánto?) aprobando la ley de Fonpetrol. Le toca ahora al presidente-sacerdote-maya decidir. Él dice que está rezando para que Diosito le inspire en el trance. Pero -ojalá me equivoque- todo indica que de arriba le vienen señales poderosas para que eche una manita a la petrolera y a sus achichincles guatemaltecos. ¿Y no vieron ustedes el guiño que Colom le tiró a su ministro de Energía y Minas, Carlos Meany (quien más parece agente de la multinacional) cuando le dijo: Carlos, todavía nos queda una guerrita por ahí que ganar? (Prensa Libre, 8/05/10).
Y es que nuestro presidente hace maravillas con la coctelera: lo mismo que combina lo de sacerdote maya con la destrucción de la biosfera maya, tampoco hace ascos a mezclar su condición diz que socialdemócrata con el partido sangriento del FRG. Por ahí saldrán juntos en las fotos, pelando el diente, el multigenocida Ríos Montt con la señora esposa del gobernante, la izquierdista Sandra Torres, en esa alianza preelectoral que ya están cocinando.
Mientras, la gente de Guatemala sigue jodida. Según los últimos datos del PNUD (2008), casi el 80 % de las tierras cultivables están en manos del 2 % de la población en este país, eminentemente agrícola. El coeficiente de Gini, que mide en grados la desigualdad económica, es de 53.7, uno de los más altos del continente. La pobreza afecta al 50.9 % y la extrema pobreza al 15.2 %. El 70 % se ocupan en la economía informal. Más de 3 millones de guatemaltecos pasan hambre, de un total de 12 millones…
Pero no piense usted que esto estimula a los diputados para sacar adelante la Ley de Desarrollo Rural, que desde hace ocho años gime engavetada. A los padres de la patria les ha interesado más aprobar la Ley de Alianzas Público-privado que privilegia descaradamente a las corporaciones transnacionales y sus concubinos de la oligarquía local, a expensas de los perentorios derechos de la población, pasando por encima de las consultas comunitarias, cuyo derecho Guatemala ha suscrito en instrumentos internacionales.
Y en fin, al cumplirse un año del montaje mediático sobre el asesinato (o suicidio) de Rodrigo Rosenberg, la pareja presidencial, vestida de primera comunión, posó para la foto en la catedral. Dieron gracias a Dios porque, después de todo, no pasó nada. Falta todavía que la CICIG nos descubra quiénes manipularon los sentimientos colectivos contra el gobierno, aprovechando la autoridad que, de pronto, adquirió la víctima Rosenberg; falta saber qué peces gordos mataron al empresario cafetalero Khalil Musa y a su hija, y qué pretendían esconder. Y falta reflexionar sobre la desesperación de Rosenberg, provocada por esta insufrible impunidad de Guatemala. La misma desesperación que, sin duda, provoca otros suicidios y violencias; la que nos tiene en estado de sálvese quien pueda; la misma que prende gasolina en los linchamientos… Para entender algo más de este caos social llamado Guatemala, hay que profundizar en el síndrome de Rosenberg: la desesperación suicida por tanta impunidad.