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Pensamiento social y política de la Revolución

Fuentes: La Tizza

Conferencia en el Ciclo ‘La política cultural del período revolucionario: memoria y reflexión’, organizado por el Centro Teórico Cultural Criterios. Instituto Superior de Arte, La Habana, 3 de julio de 2007. Esta versión se toma de Fernando Martínez Heredia: «Pensar en tiempo de revolución: antología esencial», selección e introducción a cargo de Magdiel Sánchez Quiróz, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Clacso, 2018, pp. 73–96.

ste tema se integra perfectamente en los objetivos del ciclo del cual forma parte, aunque por su contenido resulta diferente a los anteriores. Hemos visto cómo las más disímiles actividades literarias y artísticas mantienen siempre relaciones con el orden vigente, con los conflictos y con los proyectos de la sociedad en que se practican. En el caso del pensamiento social y las ciencias y profesiones dedicadas a ese campo, las relaciones son mucho más estrechas y tienen implicaciones mucho mayores. Esto ha podido apreciarse en el curso del período revolucionario cubano, tanto en los hechos mismos como en sus consecuencias a mediano y largo plazos.

En el período transcurrido entre 1959 y hoy distingo tres etapas, lo que he argumentado en mis escritos. Dado el espíritu de estos encuentros y el tiempo limitado que debo utilizar, he escogido referirme sobre todo a la primera etapa –que va de 1959 a inicios de los años setenta– y a la gran ruptura que significó para el pensamiento social el comienzo de la segunda etapa. Aquellos hechos constituyen una acumulación cultural que influye mucho en la situación actual, acerca de la cual haré también algunos comentarios que me parecen atinentes. En los encuentros anteriores de este Ciclo hemos vivido la combinación entre el interés por la recuperación de la memoria y el planteo de problemas más cercanos en el tiempo y problemas de hoy. Lo primero viene a combatir una ausencia de consecuencias graves, y su recuperación es una exigencia vital para los cubanos en la actualidad. Lo segundo revela la necesidad y la urgencia de que nuestra sociedad enfrente el conocimiento y el debate de sus problemas fundamentales, y de que lo haga con una participación muy amplia y creciente.

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