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Perdón, pero ¿el capitalismo no era eso?

Fuentes: Il Manifesto

Traducido para rebelión por Ciro Gonasti


Estos días está de moda rendir honores al viejo Marx. La crisis del capitalismo estimula las palinodias. Hasta ayer era una reliquia fósil, hoy va y se convierte en la mascota de banqueros y economistas de arraigada (y en realidad inconmovible) fe liberal. Dejemos a un lado todas las consideraciones sobre la escasa decencia de tantos repensamientos improvisados. Divirtámonos en cambio tratando de imaginar el deleite que proporcionarían a Marx estos discursos y todo lo que está sucediendo en estas turbulentas semanas. A Marx y no sólo a él. Hay otro gran viejo, del que nadie habla, que está gozando de una tardía pero no imprevista venganza. Un viejo muy querido al autor de El Capital. En definitiva, esta crisis es un momento de rescate también para Hegel, el gran maestro de Marx. Cuidado con estos dos.

La representación dominante describe un movimiento que va de la crisis financiera («originada» – reza   la Vulgata- por la caída de las hipotecas subprime») a la economía real.

Las implicaciones de esta narración ideológica son principalmente dos. La primera es que la «economía real» (en sustancia, el capitalismo) estaría en sí misma sana; la segunda, derivada de la primera, es que se trata en definitiva de un problema de «ausencia de reglas y controles» capaces de prevenir (y reprimir adecuadamente) los comportamientos «irregulares» de los especuladores excesivamente codiciosos. Esta descripción omite el dato esencial. Antes del movimiento descrito, funciona uno de signo opuesto (de la economía real a las finanzas) que se nos esconde de todas las maneras posibles. Se comprende por qué. En realidad, es el modo como funcionan la producción y reproducción (es decir, la relación capital-trabajo) el que decide el papel de las finanzas y la forma concreta de su funcionamiento. Sobre el terreno, es la sobre-explotación del trabajo (a base de precarizaciones, deslocalizaciones, bajos salarios y recortes del estado del bienestar) la que opera de tal manera que acaba confiándose al endeudamiento masivo el papel de motor del crecimiento. No sorprende, por tanto, que se trate de instaurar un tabú sobre este mecanismo. No se puede decir claramente -so pena de deslegitimar explicitamente el sistema- que en el origen de la crisis se halla la creciente pobreza que se viene imponiendo a las clases trabajadoras desde hace treinta años. Pero, ¿qué tiene esto que ver con Marx y sobre todo con Hegel?

Tratemos de verlo así. Si es cierto que la economía real es tanto el lugar original del proceso de crisis como el terreno de su completo despliegue, puede decirse entonces que la producción se sirve de las finanzas para sobrevivir. Más concretamente, la especulación financiera fundada en el endeudamiento es el medio que usa el capital para desarrollarse manteniendo el vínculo-base del neoliberalismo: la deflación salarial orientada a proteger la tasa de beneficios.

Ahora bien, este esquema es idéntico a aquél sobre el que reposa la crítica marxiana de la valorización capitalista. En base a tal esquema, cómo es bien sabido, la cantidad de valor aumenta pasando a través de la producción de mercancías, la cual -desde el punto de vista del capital- no es otra cosa que el instrumento necesario para reproducirse y desarrollarse.

No se trata de una analogía formal y mucho menos accidental. Las finanzas cumplen hoy, en relación con la producción capitalista, una función idéntica a la que, en el proceso de reproducción del capital, asumen las mercancías. La financiarización de la economía, corazón del neoliberalismo, arrima la secuencia D-M-D1 (entiéndase: la única en cuyo contexto se realiza un efectivo aumento de valor) a la secuencia producción-especulación-producción, funcional para el drenaje de enormes masas de riqueza desde el trabajo al capital: una secuencia en la cual se reflejan al mismo tiempo el papel-clave desempeñado por el dinero y la función decisiva asumida por la pobreza del trabajo. Por su parte, este esquema es idéntico al que estructura el análisis dialéctico de lo real en las páginas de Hegel, en particular en la Ciencia de la Lógica. No tanto por su estructura triádica (a-b-a1: tesis-antítesis-síntesis), de la que apenas si constituye su vestimenta exterior, cuanto por el núcleo teórico que contiene, esto es, la idea de que el pasaje de un ente a otro (la negación en beneficio del «otro-de-sí») es en realidad (más allá de lo que se manifiesta en el plano fenomenológico) una transición necesaria para la conservación del primer ente. En este sentido, el primer ente es el protagonista del movimiento completo, en la medida en que se tranforma a sí mismo y, transformándose así, sobrevive. Tenemos ya suficiente quizás para decir que la filosofía se toma cada cierto tiempo grandes satisfacciones. Lo que a primera vista parece un catálogo de crípticas abstracciones se revela, en cambio, como una potente llave para penetrar la realidad y descifrar sus dinámicas. La abstracción coincide así con el máximo de simplicidad y de concreción. Pero esto no es todo. Aún más: lo bueno viene precisamente a continuación.

La dialéctica muestra que el ente del que arranca el movimiento (la producción capitalista) es el protagonista de la historia (de la crisis). Pero muestra también que la transformación del ente (necesaria PARA su supervivencia) implica este pasaje (la financiarización), este negarse a sí mismo en el otro. Muestra -es decir- que no hay persistencia sin conflicto, sin áspero contraste, sin negación-de-sí. Sólo debilitándose, pasando a través de la propia muerte, la cosa persiste y se desarrolla.

Esta es la cuestión, sin duda preñada de consecuencias. La producción capitalista se redirige a la especulación financiera por una exigencia íntima e irrenunciable (a fin de realizar la reproducción ampliada de capital). En su base opera la necesidad de empobrecer el trabajo, so pena de reducir los márgenes de beneficio o, valga decir, el capital mismo; después de lo cual la especulación financiera vuelve sobre la producción de manera destructiva. Es indispensable para el capital, pero al mismo tiempo incompatible con su supervivencia. En otras palabras, la producción capitalista se vale de la especulación para conservarse, pero al hacerLo está obligada también -paradójicamente- a negarse a sí misma, a autodestruirse por medio de los embates de la crisis financiera, que obra como un formidable multiplicador económico de los efectos socialmente destructivos de la sobre-explotación del trabajo vivo.

In cauda venenum. La filosofía es como un haz de rayos X proyectado sobre los procesos reales y sobre sus representaciones ideológicas. La dialéctica es una potencia dinamitera. Hegel y Marx, esos dos » perros muertos » que ya en el pasado turbaron los sueños de las burguesías europeas, siguen riéndose.

http://www.ilmanifesto.it/Quotidiano-archivio/12-Novembre-2008/art73.html