«Cuando el niño era niño caminaba relajado. Quería que el arroyo fuera río. Que el río fuera torrente y que este charco fuera el mar. Cuando el niño era niño no sabía que era niño. Para él todo era divertido y las almas eran una. Cuando el niño era niño no tenía opiniones ni costumbres. […]
«Cuando el niño era niño caminaba relajado. Quería que el arroyo fuera río. Que el río fuera torrente y que este charco fuera el mar. Cuando el niño era niño no sabía que era niño. Para él todo era divertido y las almas eran una. Cuando el niño era niño no tenía opiniones ni costumbres. Se sentaba en cuchillas y se escabullía de su sitio. Tenía un remolino en el cabello y no ponía caras raras cuando le fotografiaban».
Qué mejor (y más bello) poema (que fuera parte del ir y venir de la película «Cielo sobre Berlín) para celebrar la publicación en español de la poesía completa de Peter Handke (Austria 1942). «Vivir sin poesía» es el título del libro que reúne, por primera vez, toda la obra del emblemático autor.
Handke forma parte de ese grupo de escritores que, de una u otra manera, han atendido las pistas literarias dejadas por Franz Kafka. No en vano, en homenaje al autor checo, tituló uno de sus primeros relatos El proceso. Y, para dejar constancia de su tributo, iniciaba el texto con la dedicatoria «Para Franz K.» Peter Handke es novelista, poeta, dramaturgo, guionista y director de cine. Se abrió paso en el medio público con el texto radiofónico La inundación, en 1963. Sus caminos creativos son diversos, pero el objetivo es el mismo: el Yo. Es cierto que el tema del Yo es una puerta que debe intentar abrir toda literatura, pero me llama la atención la variada exploración vivencial y conceptual que Handke hace del Yo. El Yo como punto intermedio (y de debate) entre el mundo interior y el mundo exterior; el Yo como observador del absurdo del poder; el Yo irónico, en definitiva: el Yo frente a todos los Yo.
Ya decía Handke que «estamos amenazados por todos lados, y no sólo por guerras; estamos amenazados por la falta de espontaneidad, por un sistema organizado». Y alrededor de esa amenaza parecieran girar todos los Yo de la literatura del escritor austriaco. Se trata de una obra necesariamente difícil, indagatoria, incómoda. Peter Handke es un escritor de culto, de esos que, ante el ruido del show literario, optan por ocupar pequeños espacios. Más allá de sus posiciones políticas, que inquietan a muchos, se asume como paseante invisible (a lo Robert Walser). Sus poemas son un homenaje al paseo interior, como si el tránsito por los laberintos del mundo no fuesen otra cosa sino un desafío para descubrir el espacio personal. Adolfo Vásquez Rocca lo explica muy bien en su trabajo «Peter Handke y Wim Wenders»: «El estilo de Handke es concreto y descriptivo-como el cine de Wim Wenders-, sus personajes son seres disponibles, abiertos, en proyecto; se trata de un tránsito existencial y físico, del viaje épico como aventura iniciática. El movimiento como viaje y como recorrido interior, la incomunicación de los personajes, el minimalismo de los diálogos, la dificultad de tomar decisiones cuando todo puede resultar un poco en falso…»
La literatura es algo mucho más trascendente que un simple viaje superficial. Y Peter Handke, como un científico de la palabra, asume espacio y tiempo para cambiar la ruta del viaje exterior. Lo que buscas fuera deberás hallarlo primero dentro. Todo un fin en clave de verbo para implosionar las realidades absurdas. Y cuestionar la realidad más absurda de todas: la que nos imponen el poder: «Lo más abyecto es que se decía que una de las metas de la guerra era desmoralizar a la gente, no destruir, no vencer, sino desmoralizar al pueblo. Lo consiguieron, desde luego». Dardos que Handke lanzó durante la guerra de los Balcanes por sus críticas a la OTAN. Y es que la literatura de Peter Handke no desvincula la exploración interior de la realidad global que nos venden (y que compramos a ciegas). Por el contrario, utiliza cada palabra como un puente que comunica uno y otro abismo.
«Vivir sin poesía» (Bartleby 2009) es una buena oportunidad (o escalera) para entrar (de nuevo o por primera vez) a los Yo de Peter Handke, O de nosotros. La obra cuenta con el prólogo «La no-poesía» de Sandra Santana (traductora del libro). Peter Handke no se siente poeta, pero se sabe observador constante, atento. «En ningún sitio, amada mía, habrá mundo sino en el interior».
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.