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El Niño Jesús colectivo

Pirámides, telarañas y combos de cumbres

Fuentes: Rebelión

Como una señal más de los nuevos y acelerados tiempos que corren, esta semana se realizó durante dos días en Bahía, Brasil, un combo de cumbres en seguidilla que agrupó a los presidentes de 33 países latinoamericanos. Fue la primera auto convocatoria latinoamericana plena, realizada fuera de la OEA, la ONU y EEUU y sin […]

Como una señal más de los nuevos y acelerados tiempos que corren, esta semana se realizó durante dos días en Bahía, Brasil, un combo de cumbres en seguidilla que agrupó a los presidentes de 33 países latinoamericanos. Fue la primera auto convocatoria latinoamericana plena, realizada fuera de la OEA, la ONU y EEUU y sin su presencia.

Al mismo tiempo la OPEP y Rusia por primera vez de mutuo y simultáneo acuerdo, decidían recortar dos y medio millones de barriles diarios más de su producción, anunciando que los recortes continuarían hasta que los precios se estabilizaran. Un tal señor Madoff era delatado por sus hijos, en una estafa de cincuenta mil millones de dólares mediante una vulgar pirámide elitesca, poniendo aún más en evidencia las maravillas de la autorregulación del mercado.

En Venezuela, una cadena humana hizo de pasamano para transportar envueltas en papel de regalo, las cajas con las cuatro millones ochocientos mil firmas recogidas a favor de la enmienda constitucional, para que los presidentes puedan ser reelectos cuantas veces sus electores lo deseen.

Estas firmas fueron recogidas en menos de una semana y son más del doble de las recogidas por la oposición para activar el referendo revocatorio anterior. El 5 de enero comenzará la segunda etapa de recolección de firmas, que solo son para apoyar a la decisión de la Asamblea Constituyente que aprobó en primer debate la enmienda.

Hay particulares momentos, en que la mente humana establece conexiones inusuales entre sus contenidos. Por lo general, esos momentos ponen los fundamentos de lo que luego se verifica como cambios conductuales. Cuando esos cambios conductuales suceden colectivamente en grandes coyunturas cíclicas de la historia, se les llama revoluciones, fines o principios de civilizaciones.

Algo similar me sucedió hoy, sentado en el fondo de la vivienda donde cultivo lo que podríamos llamar un mini vivero frutícola. De repente mi atención se quedó fijada en una araña que descolgándose de un hilo de su red, como quien desciende de una montaña, ampliaba su tejido. La diferencia es que la araña «sacaba de si» el delicado hilo o hebra de su tejido.

Y además estaba construyendo su casa y hábitat, pues allí iba a vivir, a satisfacer sus necesidades, a reproducirse y criar sus descendientes y continuadores. Recordé entonces un artículo científico leído tiempo atrás, donde se estudiaba el entorno de los cangrejos para averiguar de donde obtenían las sustancias calcáreas necesarias a recrear su caparazón desprendido.

No había rastros de esas sustancias en kilómetros a la redonda, por lo cual la única conclusión posible fue que al igual que las arañas, metabolizaban, sintetizaban esas sustancias. No las tomaban del entorno como nosotros tomamos arcilla para moldear utensilios, sino que más bien, como los dioses las sacaban de sí para moldear sus criaturas a imagen y semejanza.

Eso rompe totalmente nuestras concepciones mecánicas y cosificadas de la creación así como de las criaturas separadas de sus creadores, hechas con sustancias del entorno, del mismo modo como nosotros construimos utensilios o máquinas que se desgastan y han de ser reparadas o cambiadas completamente.

Para entrar de lleno en la categoría de organismos capaces en cierta medida de auto repararse, reproducirse, así como asimilar e integrar los cambios de su entorno, inclusive de adaptar su cuerpo en diferentes profundidades a la dinámica de tales cambios. Me encontré entonces preguntándome si los seres humanos metabolizábamos y segregábamos alguna sustancia.

Comenzaron a llegarme las imágenes de la cumbre del Grupo de Río. Allí se invitó e incorporó como miembro de honor a Cuba, representado por su ahora presidente Raúl Castro, justo cuando va a comenzar a celebrar cincuenta años de su revolución. Cincuenta años atrás fue Venezuela por boca de su entonces presidente Rómulo Betancourt, quien presentó la moción para que Cuba fuese excluida de la OEA.

Nadie movió un dedo ni dejó oír su voz para defenderla, todos apoyaron la moción. Hoy aquél modelo llegó a los límites de sus posibilidades y hace crisis conmoviendo los fundamentos de toda su arquitectura económica global, y no hay ideología a salvo de sus estertores.

Tanto es así que aún los pocos países que continúan apoyando ese modelo que muere y pretende arrastrarlo todo con el, no tuvieron otra alternativa que secundar entusiastamente la bienvenida a Cuba, así como las múltiples propuestas acerca de que es necesario cambiar ese orden de cosas si es que no deseamos que nos lleve al cementerio junto con el.

¿Es eso cinismo, falsedad, o la entrada en escena de las ineludibles exigencias estructurales de la vida real, que no respeta posturas ni deseos personales? ¿Cómo sucede que hechos como la represión de todo un pueblo, en este caso el cubano por cincuenta años, de repente sale de la copresencia para afluir a la presencia atencional y encontrarse con circunstancias e interpretaciones totalmente diferentes? Para no hablar de quinientos años de represión indígena.

¿Cómo es que frías y rígidas constituciones, leyes e instituciones, que cual dioses o seres superiores imperan en el empíreo imponiéndose férreamente a las criaturas mortales, masacrándolas para asegurarse su maquinal continuidad, de repente comienzan a ser revisadas y transformadas para adaptarlas cual suave y moldeable arcilla a las necesidades de lo orgánico, blando, tierno, viviente?

¿Cómo es que naciones que nunca han estado en cercana relación ni se han puesto jamás de acuerdo de cuanto son dos más dos, de repente sin el menor preámbulo ni esfuerzo apuntan en la misma dirección como perros de caza señalando la presa?

¿Cómo es posible que seres humanos siempre postergados y tratados crecientemente como mercancías desechables, súbitamente se conviertan en el centro de todo objetivo y aparezcan voluntades que reorientan todos los beneficios de la nación para invertirlos en misiones al servicio de las necesidades de los más desprotegidos socialmente, como si al mundo hubiese llegado el niño Jesús colectivo?

Tal vez sean señales de los cielos y dioses de otrora que ya no sabemos interpretar. Por eso al mismo tiempo que todo esto sucede, se desmorona el símbolo de la organización que muere. La pirámide elitesca del tal Madoff, construida como la torre de Babel sobre las espaldas de los organismos vivientes para soportar representaciones abstractas, virtuales, mecánicas.

Una transferencia de energía vital, trabajo, bienes y capitales, desde las bases orgánicas hacia una cúpula que se reduce camino de los cielos como cuello de botella o embudo. Un dios simbólico que llamamos dinero, que en otro tiempo fue oro y brilló como el fuego, como las estrellas, como la luz del sol encandilando, deslumbrando, seduciendo la joven mente y miradas humanas. Como la olla de oro a la pata de los arco iris o los unicornios.

¿Cómo, cómo, cómo? Siglos acumulando preguntas y más preguntas, dudas y más dudas. Tal vez se trate de una escena como la de una película que vi años atrás, donde una prostituta responde que no, al pedido de matrimonio de un enamorado que iba noche tras noche al burdel. El desilusionado y deprimido pregunta, ¿por qué no?

«Porque en medio de la noche poblada de vahos de alcohol yo soy como una reina, como una diosa que se desplaza bailando en tus brazos, flotando entre nubes de humo de cigarrillos. Pero ante el primer rayo del sol me deshilacharé como todo sueño, hasta que no quede sino una lejana y sentida sensación de mi, que por mucho que te esfuerces ya no podrás recordar.»

Cuando el sol brilla y se eleva en el horizonte la oscuridad huye avergonzada, las formas se definen y cada cosa es tiránicamente lo que es. Un pordiosero ya no puede ser un rey, ni una prostituta una diosa, ya los gatos dejan de ser todos pardos. Cuando la joven mente humana despierta al mundo, siente la libertad que palpita en su ser, reflejada ahora en mirada de la inmensidad y multiplicidad infinita de formas del cosmos.

Asustada y desorientada comienza a tejer redes de tiempo en las que atrapa, relaciona y proyecta valores, que superpone a los objetos que su conciencia organiza con la información que sus sentidos le entregan del paisaje. Ninguna de las relaciones que establecemos entre personas y cosas, ni hablar de constituciones e instituciones, existe, puede verse ni tocarse en el paisaje. Nada tiene un nombre ni mucho menos etiqueta de lo que vale.

Y es justamente en y dentro de esas redes de tiempo que respiramos, soñamos y vivimos. Tiempos y valores que giran sobre si mismos y se convierten en sus opuestos, como si los miráramos en un cuarto de espejos. En el centro del cuarto está la muerte. La muerte de la mirada que deslumbrada con las etiquetas, cree que todo es tiránicamente lo que es y jamás puede convertirse en algo diferente y opuesto.

A siempre es igual a A y no puede ser B. Dos más dos siempre da cuatro y nunca cinco. Por tanto las abstracciones en su fijeza comienzan a sustituir y hacen que dé espaldas a lo tierno y cálido. Y desde entonces camina crecientemente hipnotizada hacia lo muerto. Ahora su dinámica y móvil intimidad es la oscura y temida noche de la que desea alejarse.

Pero sucede como cuando creyendo caminar hacia la abstracción que es el norte, como el mundo es redondo, cuanto más crees alejarte del sur más te acercas. Del mismo modo creyendo acercarte a la muerte, termina resultando que el supuesto mundo estático comienza a moverse inesperadamente bajo tus pies, a convertirse ante tu mirada en lo que es imposible que suceda según tus hábitos y creencias.

Cuando un modelo mental, (que no es sino una de nuestras criaturas, «sacada de nosotros» cual hilo o red del hombre araña), llega al límite de sus posibilidades, entonces del mismo modo que un loco no es sino una exageración de nuestras taras desapercibidas, de nuestra «normalidad», ahora queda en evidencia ante nuestras miradas su estructura o forma mental.

Suceden entonces los descalabros de la economía global y las pirámides elitescas. Pero ese modelo, esa organización mental abstracta no puede ya avanzar en la misma dirección por mucho que los hábitos intenten su continuidad. Por tanto desde lo viviente, desde la estructuralidad orgánica, comienzan a brotar nuevas imágenes y visiones, a establecerse nuevas conectivas.

Y aunque no sepamos cómo ni de qué modo, una nueva sensibilidad y dirección de hechos se abre camino sin importar en que bando juegues o que sistema de intereses creas defender. Yo personalmente creo que por mucho que la mona se vista de seda mona se queda. Ningún dirigente se da cuenta ni tiene la menor idea de qué está sucediendo, ni muchos menos en consecuencia saben qué hacer al respecto.

Solo hacen como los médicos, se supone que son una autoridad, están nimbados de un halo de sabiduría, todos los miran esperando una respuesta tranquilizadora, salvadora. Así que aunque sean tan ignorantes como todos, nos satisfacen dando una respuesta para que volvamos a la tranquilidad del avestruz que entierra nuevamente su cabeza en los sueños.

Nuestras redes temporales y la dialéctica del modelo agotado, han sido desbordadas por los acontecimientos globales. Por eso la estructuralidad, la simultaneidad, lo indeterminado para nuestros hábitos y creencias entra en escena sorprendiéndonos. No importa lo que hagas o creas estar haciendo, los hechos desencadenados tienen una dinámica propia, trascendente a las viejas intenciones e intereses.

Es algo así como eso que llamamos agua, que es líquida y fluyente por debajo de los cien grados. Pero entonces basta un grado más para que se convierta en una naturaleza gaseosa y expansiva, irreconocible para nuestros sentidos fijados en su anterior apariencia. Solo que en este caso es toda una condición de vida la que se acelera e intensifica.

En estas circunstancias yo no veo otra alternativa que maravillarse ante lo inesperado y sintonizándose con ello dejarse llevar, acompañar atentamente el curso, la creciente correntada de los acontecimientos. Porque la otra alternativa es aterrarse ante lo inesperado para nuestros hábitos fijados, aferrarse a lo que solo existe ya en nuestra memoria como a las rocas de la orilla, intentando resistirse a lo inevitable.

La diferencia entre una y otra actitud, esta en caer en cuenta de que todo aquello a lo que intentemos aferrarnos, no será sino redes y casilleros mentales que «sacamos y proyectamos de nosotros», información de sentidos organizada por la mente o conciencia como objetos y valores del paisaje externo.

Y ahora resulta que creyendo avanzar hacia tales objetivos, o huir de nuestros temores a la libertad visualizada como inmensidad, en la cual intentamos orientarnos y encontrar sentidos, terminamos chocando con la vitalidad, movilidad y transformismos de un mundo que trasciende nuestros casilleros siempre iguales a si mismos.

Sin embargo, por extraño y sorprendente que pueda parecernos este acontecer, no deja de ser información de sentidos organizada por nuestra conciencia y proyectada sobre esa red o espejo mental que llamamos mundo. De ese modo, un pueblo reprimido y desoído por cincuenta años, puede ahora ser incluido cual miembro de honor entre aclamaciones.

Las misiones bolivarianas que distribuyen los excedentes producidos, pueden ser experimentadas como bienes que se le regalan a gente que no se esfuerza para nada por merecerlos. Pero también como lo generosidad y el disfrute que experimentas regalando lo mejor de ti en una noche de navidad colectiva a los seres que aprecias.

El mundo y la vida toda puede ser experimentada como una gracia, un regalo del niño Jesús, que no has hecho nada para ganar ni requiere tampoco por tanto que hagas cuentas para regalarlo y compartirlo. Dos más dos pueden ser de todos modos cuatro, pero no será el mismo el disfrute de regalarlo generosamente que el de recibirlo o quitarlo. Porque aunque los frutos cuajados de la vida se ingieran, esta fluye y crece siempre desde dentro hacia fuera.

Termino contándoles un experimento fascinante de la neurociencia de los años treinta. Estimulando con una aguja eléctrica la corteza cerebral del paciente, este comenzaba a experimentar con gran nitidez y realidad escenas de su memoria, sintiéndose como si estuviese en un lugar distante viviéndolo de nuevo. A la vez que estaba plenamente consciente que descansaba sobre una mesa de operaciones. Con esto y un «zapatazo» colectivo, despedimos el año y el modelo mental que agonizan.