Con el pretexto de compensar el déficit comercial de Estados Unidos con China, el Presidente Trump declaró la guerra económica a ese país incrementando los aranceles y, dentro de esta competencia a muerte, dirigió sus proyectiles contra Huawei, empresa china cuyos ingresos superan los cien mil millones de dólares por año y es uno de […]
Con el pretexto de compensar el déficit comercial de Estados Unidos con China, el Presidente Trump declaró la guerra económica a ese país incrementando los aranceles y, dentro de esta competencia a muerte, dirigió sus proyectiles contra Huawei, empresa china cuyos ingresos superan los cien mil millones de dólares por año y es uno de los líderes mundiales en el sector de la tecnología de la información, redes de telecomunicaciones, Internet, inteligencia artificial y más campos relacionados con las tecnologías avanzadas.
Trump firmó un proyecto de ley que prohibía a las agencias federales y a sus contratistas el uso en territorio estadounidense de equipos de Huawei y ZTE Corp y consideró a ambas compañías chinas una amenaza para la seguridad nacional de EEUU. Posteriormente, el Departamento de Comercio del gobierno de Trump acusó a Huawei, y a 70 empresas afiliadas a ella, de espionaje industrial y fraude y les prohibió adquirir productos estadounidenses.
Steve Bannon, estratega de la elección de Trump del 2016, considera que se debe sacar del mercado de capitales de EEUU a Huawei, porque su eliminación es mucho más importante que lograr un acuerdo comercial con China. «Se trata de un asunto de masiva seguridad nacional para Occidente, ya que Huawei es una amenaza mayúscula para la seguridad nacional no sólo de EEUU sino para el resto del mundo.» Cree que la guerra económica contra China, para que acepte las condiciones de EEUU, es un proceso duro y muy largo, en el que se debe ser implacable. Las propuestas de políticos tipo Bannon fueron derrotadas, aparentemente, mediante el arreglo alcanzado por los presidentes Trump y Xi Jinping, en el transcurso de la Cumbre del G20 en Osaka, a fines de junio.
Se piensa que para ello existe una razón muy simple, una larga guerra comercial hasta que alguien se rinda, además de ser perjudicial para ambos países, va contra la posible reelección de Trump y contra la economía mundial, que sería profundamente afectada. China, como una reacción a la decisión estadounidense de cortar el abastecimiento de semiconductores a sus empresas y elevar los aranceles de sus productos, podría liquidar los bonos del Tesoro de EEUU, país que le debe a China más de un billón de dólares, cerca del 28% de los 3.8 billones de dólares en letras del Tesoro, notas y bonos en poder de países extranjeros; también, para abaratar sus productos, podría devaluar más aún el yuan. Además, China produce cerca del 90% de tierras raras, esto es, diecisiete elementos químicos escasos e indispensables para la fabricación de superconductores, teléfonos inteligentes y otras aplicaciones de alta tecnología; la industria de defensa de EEUU adquiere en China más del 80% de tierras raras, vitales para la producción de sus modernos componentes militares, desde aviones hasta semiconductores, por lo que, en ese rubro, China es un riesgo significativo para su seguridad nacional.
Claro que tomar dichas medidas perjudicaría también a China, porque la devolución de bonos le causaría un gran perjuicio económico y porque EEUU desarrollaría su propia producción de tierras raras. Por otra parte, China reserva su artillería pesada para un momento más oportuno, que bien pudiera ser llamado jaque mate.
Pero no fueron esas causas por las que China llegó a un acuerdo con EEUU sino porque el gigante asiático confió en que sea el mismo mercado estadounidense el que reaccione, y eso mismo pasó. Trump y sus asesores no calcularon dónde saltaría la liebre. ¿Qué hacer con los semiconductores que no van a vender a China? ¿Quién los va a adquirir? ¿Qué va a pasar cuando China comience a fabricarlos por su propia cuenta? Preguntas para las que Trump y su equipo no tenían otra respuesta que era cosa de perder inicialmente para después ganar, lo que no es válido en el sector comercial, donde el tiempo es oro.
Por eso, luego del encuentro con Xi Jinping, Trump anunció que Estados Unidos no impondrá nuevos aranceles a los productos chinos ni quitará los existentes y que dirimirán con China las controversias comerciales de manera civilizada, sobre la base de la igualdad y el respeto mutuo. Después en la Casa Blanca declaró: «Estamos de nuevo en el camino», las negociaciones comerciales con China «ya están en marcha a través del teléfono… Nuestras empresas pueden vender equipos a Huawei» y se celebrará un encuentro en el que, probablemente, se tratará el retiro de esa firma de la lista negra del Departamento de Comercio de EEUU.
Así las cosas, y de manera sorprendente, Trump abre fuego de nuevo. El 1 de agosto anuncia que a partir del 1 de septiembre aplicará un 10% de impuestos a 300.000 millones de dólares de productos chinos. El primer mandatario critica a los chinos porque «como de costumbre, China dijo que iba a comprar ‘en grande’ productos de nuestros agricultores. Hasta el momento no han hecho lo que dijeron que iban a hacer.» El 5 de agosto, el Departamento de Estado anuncia oficialmente que ha designado a China como manipuladora de divisas y que va a trabajar con el FMI para hacer frente al tema. Por su parte, el Banco Central de China advierte a Washington que su medida viola los principios internacionales y podría derivar en consecuencias extremadamente negativas para la economía global. Ahora sí, nadie duda que esta guerra comercial podría devenir en una nueva gran depresión.
Posteriormente, Trump decide retrasar hasta el próximo 15 de diciembre los aranceles que planeaba imponer a teléfonos celulares, computadoras portátiles, consolas de video juegos, algunos juguetes, monitores de computadoras y a ciertos productos de ropa y calzado. Dice que planifica mantener contactos telefónicos con Xi Jinping y que China busca alcanzar un acuerdo mercantil; además, asegura que esta guerra comercial será corta. «Creo que estamos teniendo muy buenas conversaciones con China. Quieren hacer un trato. Creo que, cuanto más se hace, más fuertes nos volvemos.» Añade que la actual disputa comercial no conduce a una recesión y que este conflicto debilita a Pekín. Optimismo es lo que más le sobra a Trump.
Y cualquiera se pregunta ¿ qué está pasando? Lo de aplazar la aplicación de los aranceles hasta el 15 de diciembre se explica por las ventas navideñas, que no deben disminuir, so pena de entrar en crisis, ¿ y el resto? Tal vez piensen que ahora tienen la última oportunidad de parar a los chinos. La razón, China produce cinco veces más científicos que EEUU y eso significa que, a corto plazo, su desarrollo en todos los campos de la actividad humana se volverá insuperable, incluso si EEUU lograra contratar a los demás científicos del resto del mundo. Por eso, Trump y su equipo consideran que si hoy no logran derrotar a China, en poco tiempo este objetivo será imposible y los progresos de ese país relegarán a EEUU a un honorable segundo o tercer lugar, y eso es algo que en su prepotencia y exclusivismo no pueden aceptar.
Claro que ellos no son culpables de este desastre, que se dio por un descuido de las anteriores administraciones, incluidas las republicanas; tampoco son culpables de que se haya dado la confrontación contra Rusia, que, en lugar de rendirla, como era de esperar, se convirtió en la férrea alianza de China con Rusia, que torna invencibles a estos colosos euroasiáticos. Tienen claro que con cualquier medida a tomar, legal o no, es imposible vencer a China, por ser tardía. Por ello, buscan con la actual guerra aplazar al máximo en momento de tomar la cicuta. Por eso, la agresividad, las sanciones, los chantajes y las amenazas, incluso a sus aliados más cercanos, son una muestra de impotencia y debilidad destinadas a asustar al asustadizo.
¿Pero por qué tanta inquina contra Huawei? Porque las relaciones de esa empresa con los estados del mundo entero son tan fuertes que si pudieran destruir a Huawei, arruinarían todo el progreso chino. Pero sucede que aunque lograran alejarla de la zona donde es fuerte la influencia estadounidense, no podrían aislarla de su mercado natural, el chino, que es inmenso, ni el de los aliados de China, que son muchos. Por eso, como eliminarla es misión imposible y sólo pueden golpearla un poco, porque esa empresa últimamente ha desarrollado la más avanzada tecnología no sólo de China sino del mundo, y así se ha independizado de la férula tecnológica de EEUU, intentan en Hong Kong una revolución de colores contra China y van a alborotar cualquier lugar en el que Beijing tenga alguna influencia; también, van a echar leña al fuego de las discrepancias entre India y Paquistán, para que China, aliada natural de Paquistán, se pelee con India y se resquebraje el BRICS. Y, aunque parezca mentira, lo que pasa y va a pasar se vincula íntimamente con la próxima elección presidencial de EEUU. Sin lugar a dudas, el mundo va a vivir momentos más que interesantes.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.