Recomiendo:
0

Populismo, uso y abuso de un concepto

Fuentes: Rebelión

Antes se hablaba de «estar de moda». Después, gente de la moda consideró que era más apropiado hablar de tendencias: «es tendencia». Twitter ha llegado para darle un sentido más efímero a las tendencias y podemos hablar de la tendencia de una temporada, en moda, y las tendencias de hoy en la red social. Llevamos […]

Antes se hablaba de «estar de moda». Después, gente de la moda consideró que era más apropiado hablar de tendencias: «es tendencia». Twitter ha llegado para darle un sentido más efímero a las tendencias y podemos hablar de la tendencia de una temporada, en moda, y las tendencias de hoy en la red social. Llevamos ya unos meses en los que es tendencia hablar del «populismo». Es una manera fácil de referirse a diferentes realidades político-sociales que, por un motivo u otro, nos preocupan. En las últimas semanas la tendencia no ha parado de crecer. Las evidencias son innumerables. Se habla de populismo para hacer referencia a Donald Trump, el nuevo presidente de Estados Unidos, Putin, presidente de Rusia, a la extrema derecha austriaca, a Podemos, a la alcaldesa de Barcelona Ada Colau… En el último referéndum italiano hay analistas que han llegado a identificar como populismo al primer ministro Matteo Renzi, defensor del sí, y en diferentes sectores defensores del no. Hay populismo de derechas, de izquierdas, institucional, anti-institucional…

El uso del concepto populismo pocas veces se acompaña de una explicación desarrollada de lo que la persona que lo utiliza quiere que signifique. Parece que damos por hecho que sabemos de qué estamos hablando. Hoy, me parece que podemos acordar, se está utilizando, en la mayoría de casos, para señalar comportamientos políticos que no son compartidos… ¿Pero qué es el populismo? ¿Cómo deberíamos definirlo? No es un concepto nuevo, aunque ahora sea tendencia tiene una larga historia. ¿Significa hoy lo mismo que significó en otros momentos históricos? Si no empezamos acordando el significado de las palabras que utilizamos, el diálogo será aún más difícil de lo que ya es en una sociedad que lo cuida poco.

El concepto del populismo se identifica desde hace años, tantos que quizá por eso ahora lo tenemos poco presente, con lo que se conoce como Populismo ruso. Narodnik, populistas, de la segunda mitad del siglo XIX que querían hacer la revolución en contra de la monarquía en Rusia. Consideraban que la gente del campo podía ser la clase revolucionaria y las comunas locales el embrión del socialismo. Populismo, significa hacerse pueblo, estar con el pueblo, luchar con él por su emancipación.

Otro momento histórico, este mucho más cercano en el tiempo, relevante para el populismo es el que ha llevado a diferentes países de América Latina gobiernos que, podríamos decir, no estaban previstos. El populismo de los gobiernos imprevistos en América Latina. Gobiernos como el de Luiz Inácio Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores en Brasil, como el de Evo Morales y el MAS en Bolivia, como el de de Hugo Chávez en Venezuela… Gobiernos imprevistos, porque no entraban dentro de las previsiones que llegaran a gobernar opciones impulsadas, o soportadas, por una parte de la población que había sido excluida del poder político y económico. Personas que se consideran pueblo y quieren representarlo. Un pueblo constituido por personas que por su clase social y su condición de indígenas han convivido o conviven con la exclusión y la opresión.

Hay quien ha visto en estos escenarios latinoamericanos referentes para pensar e impulsar proyectos políticos en otros lugares, que desde la definición de populismo, lo que quieren es constituir un pueblo frente a aquellos sectores que han gobernado el país frente a la mayoría de la ciudadanía. Hay quien también ha querido etiquetar estos proyectos como populistas con la voluntad de mostrarlos como no deseables por sus liderazgos, por sus vínculos con sectores amplios y desfavorecidos de la sociedad, por sus políticas… En ocasiones, designarlos como populistas es una manera menos atrevida de presentarlos como totalitarios (por supuestas imposiciones), cesaristas (por supuestos personalismos)… Quizás ahora ya no lo recordamos, pero este uso peyorativo del término «populismo» fue bastante habitual durante la primera década del nuevo siglo XX para cuestionar precisamente estos nuevos gobiernos no esperados ni deseados por quienes formulaban los ataques.

Al inicio de la segunda década de este siglo la movilización surgida de la crisis económica y política llevó a que se pensara y se hablara de populismo y proyecto político en nuestra sociedad como seguramente no había pasado antes. El populismo del 15M, Podemos… Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, entre otras cosas académicos y teóricos del populismo latinoamericano, se hacen presentes en el proyecto político de Podemos donde el populismo tiene un papel. En nuestra sociedad ya hace años que hay quien cuestiona las distinciones entre izquierdas y derechas, quien cuestiona la calidad de la democracia existente… Hay espacio para el surgimiento de propuestas que se organizan desde otros cimientos y otras prácticas. Las movilizaciones del 15M lo vienen a demostrar. Durante los sesenta, setenta, u ochenta, si alguien decía que no era de derechas ni de izquierdas se solía pensar que era de derechas. A partir de los noventa seguramente ya no es así. Y el 15M lo demuestra cuando uno de los mensajes que emite es «No somos ni de izquierdas ni de derechas».

El Partido Socialista Obrero Español, un partido que se presenta como de izquierdas o centro izquierda, ya ha estado en dos etapas en el gobierno estatal, por no hablar de ayuntamientos o autonomías, y hay quien considera que la izquierda a la que aspira debe ser de otro modo. Esto puede llevar a reivindicar otra izquierda o a plantear que el eje izquierda-derecha tal como se impone no sirve. Y esto conviene tenerlo muy presente no sólo en nuestro país. El crecimiento de determinadas opciones políticas debe verse en este escenario de crisis, de desgaste, de decepción, de indignación, que han originado los partidos de gobierno tradicional. Quizás esta crisis política, este desgaste, esta decepción, esta indignación, surge precisamente de no haber estado lo suficientemente cerca del pueblo. De no haber sido suficientemente pueblo.

Cuando hoy se habla de un populismo que va de Donald Trump a Podemos pasando por Matteo Renzi, ¿qué estamos queriendo decir? Se dicen muchas cosas. Hay quien intenta señalar una característica que podría ser común a diferentes proyectos populistas: la construcción de un pueblo que se enfrenta a otro sector de la sociedad que actúa contra los intereses del pueblo. Esta definición podría cuadrar con diferentes proyectos que se han autodenominado como populistas. Alguien puede argumentar que Trump busca construir una idea de pueblo enfrentado al poder establecido de Washington. Alguien argumentará que Podemos ha buscado algo similar a partir de la distinción entre pueblo y casta, élites… ¿Pero Trump no es, también, poder establecido? ¿Trump busca empoderar al pueblo como lo querían hacer los populistas rusos o los gobiernos imprevistos latinoamericanos para superar la explotación sufrida?

Guy Hermet, que lleva años trabajando sobre el populismo, presenta las manifestaciones populistas actuales como unas maneras de hacer que hacen considerar el personal político clásico como un enemigo contra el que luchar y decir que todos los problemas se podrían solucionar al instante, o casi, si se pudieran neutralizar a aquellas personas (elites, instituciones, grupos…) que se oponen a los intereses de la mayoría de la población. Si llegamos a la conclusión de que esta es una manera adecuada de definir populismo deberíamos preguntarnos si este no es un intento que practican muchas opciones políticas. Por ejemplo, el PP, el PSOE, Junts pel Sí… En todos los casos está la construcción de un nosotros que se contrapone a un otros y soluciones rápidas… ¿El proceso independentista no sería populista? ¿La noción de España que utiliza el gobierno del PP no sería populista? ¿Qué o quién no sería populista?

¿Este significado es el mayoritariamente asociado a la expresión «populismo»? En muchas de las intervenciones que escuchamos o leyemos en las que hay referencias al populismo no hay voluntad de análisis, de entender y explicar. Lo que acostumbra a haber es una simplificación no malintencionada por economía del lenguaje o una simplificación malintencionada que busca descalificar. Quizás estas propuestas políticas que se están etiquetando como populistas deben ser cuestionadas e, incluso, descalificadas. Álvaro Vargas Llosa, comenzaba un artículo de 2005 dedicado al populismo que renacía en America latina recordando una cita del escritor H.L. Mencken que definía a la persona demagoga así: «aquella que predica doctrinas que sabe falsas a personas que sabe idiotas». Once años más tarde hay quien ha escrito artículos sobre el populismo hoy citando Mencken y su frase como si fuera la definición de la persona populista. ¿Son lo mismo? No necesariamente.

Este artículo no pretende ser un elogio ni una crítica del populismo. Ni del ruso, ni del de Podemos, ni del de Trump (en caso de que lo sea)… Esto no quiere decir que quien escribe no tenga posición al respecto de estas maneras de hacer política. Este texto quiere señalar la importancia de un ámbito previo a la discusión sobre las prácticas políticas, se presenten como populistas, socialistas, liberales, ecologistas, conservadoras, marxistas… Y otro día podríamos hablar de estas otras etiquetas, por cierto. En todo caso, un ámbito que me parece más importante para la salud democrática de una sociedad, podemos decir pre-político. La pre-política. Una sociedad que se quiere democrática (y esto evidentemente ya es una decisión política), una sociedad que está convencida de que necesita la participación activa de su población en procesos de deliberación, diálogo, debate y decisión, debe estar atenta a si la población está en disposición de participar con las capacidades y los instrumentos que permitan generar decisiones de calidad sean las que sean.

Utilizar una etiqueta como «populismo» de una manera tan poco precisa y para cosas tan diferentes sólo dificulta entender, analizar, dialogar, discutir, proponer alternativas… Si hay que decir que hay demagogia, digámoslo. Si hay que decir que hay manipulación, digámoslo. Si hay que decir que hay autoritarismo, digámoslo. Si hay que decir que se hacen promesas imposibles de cumplir, digámoslo… Pero si para decir todo esto acabamos diciendo «populismo» nos cargaremos el concepto. Y aún peor, corremos el riesgo de cargarnos la capacidad de comprender, analizar, argumentar, dialogar, trabajar juntos, acordar… Si lo que queremos es desprestigiar, embarrar, criminalizar… podemos continuar utilizando la expresión «populismo» para nuestros objetivos, como antes ya hicimos con otros conceptos o continuamos haciendo hoy con otras expresiones y prácticas. Podríamos decir que hemos pasado de descalificar como «antisistema» a hacerlo como «populista». Necesitamos poner menos esfuerzos en descalificar y más en construir conjuntamente asumiendo que en sociedades plurales hay que saber convivir en la diversidad.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.