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Por estas fechas, el Che

Fuentes:

«… remataron al Che una y mil veces después de muerto, lastraron las piernas de su cadáver con uno y mil balazos para impedir la huida de su espíritu» (Manuel Vázquez Montalbán, «Manifiesto Subnormal») Siempre que se aproxima la fecha del aniversario de la muerte del Che echo un vistazo más detallado a la foto […]

«… remataron al Che una y mil veces después de muerto,
lastraron las piernas de su cadáver con uno y mil balazos
para impedir la huida de su espíritu»
(Manuel Vázquez Montalbán, «Manifiesto Subnormal»)

Siempre que se aproxima la fecha del aniversario de la muerte del Che echo un vistazo más detallado a la foto de Korda. Bueno, antes que a la muerte hay que referirse al asesinato del Che, que dicho de la otra forma parece que hubiese muerto de muerte natural, acostado en una cama y rodeado de su gente. Y no fue así, como sabemos.

Pues echo un vistazo a la foto, con no sé qué intención. A lo mejor para cantar el bolero de lo que pudo ser y no fue. A lo mejor para coger aire político para mi vida diaria, esclerotizada por tanta mediocridad, como norma general. A lo mejor, para encomendarme al santo laico, como se hace con las estampas de los santos católicos, y pedirle algo. Siempre tengo alguna foto de Korda a mano, aunque no quiero dar ideas, que ya mismo nos podemos encontrar hasta azulejos que digan algo así como «Que el Che bendiga cada rincón de esta casa», como si fuese una Virgen de los Reyes cualquiera.

Pero ahora se cumple el aniversario de su asesinato, y hay que sentarse y pensar. «Sargento, dispare de los hombros para abajo, que este hombre ha muerto en combate». Así se escribe la historia. «Teníamos un problema y lo hemos solucionado», que dijo otro.

Ya en su día escribí sobre el Che que todos llevamos dentro, y comenté cómo admiraba al comandante, al idealista que quedó atrapado en el póster, eternamente joven. Y cómo esa admiración no necesitaba ni al propio Ernesto para existir, pues era una cosa sentimental ante todo. Intuitiva, nacida del corazón, como dicen las coplas que es lo mejor y más noble de esta «vía». Como cuando estuve en Madrid y pasé por la puerta del Palacio de Liria (sí, el de la madre de la que se casó con el torero guapo, pichabrava y violento que sale en las revistas del corazón rentabilizando la bragueta). Ese día, según escribí en otro sitio, me di cuenta de que en el 36 perdí una guerra. Mucho antes de nacer.

Pues eso: cada día me muevo más por intuiciones, aunque no lo diga (porque no queda bien, piensan que eres simple y te dicen cosas feas). Pero las intuiciones nunca me han fallado hasta ahora. Pues bien, ya dije que mi simpatía por el Che era esencialmente intuitiva, sentimental. Y cuando se acercan estas fechas, me acuerdo de que hace más de treinta años decidieron matar a ese hombre excepcional que daba tantos problemas y nació el mito y la foto. Por cierto, lo mataron los mismos que hoy dicen llevar la democracia a la fuerza a Irak (aunque no la quieran llevar a Arabia Saudí, será porque como una vez dijeron de otro, «éste es nuestro hijo de puta»), y que están hartos de dinamitar poco a poco a Venezuela y a toda Iberoamérica, inyectando democracia versión «American way of life» (en su día instalaban espadones sangrientos en cada sillón presidencial, hoy apoyan centros-derechas manchados de sangre de modo más indirecto, que hay que guardar las formas).

En fin, que cuando llegan estos días me gustaría pensar que el hombre no es una pasión inútil, que todavía es posible cambiar cosas, y pidiendo perdón a madres, suegras, sacerdotes e inversores extranjeros (a los que hay que pedir perdón siempre, para que no se enfaden y no me llamen fanático, demagogo y esas cosas que dicen ellos cuando les tocas las narices), siempre recuerdo aquello de «Hasta la victoria siempre» y me pongo un poco sentimental.

Las cosas de Antonio.