Para atacar a Irak mintieron sobre la existencia de armas químicas, lanzaron sus bombas implacables y hoy es un país destruido, con cientos de miles de muertos y una miseria atroz. En Libia mienten nuevamente cuando no escuchan los llamados de alto al fuego. El gobierno libio ofreció diálogo, un alto al fuego y pidió […]
Para atacar a Irak mintieron sobre la existencia de armas químicas, lanzaron sus bombas implacables y hoy es un país destruido, con cientos de miles de muertos y una miseria atroz. En Libia mienten nuevamente cuando no escuchan los llamados de alto al fuego. El gobierno libio ofreció diálogo, un alto al fuego y pidió que intervengan observadores imparciales en Bengasi, para constatar lo que estaba sucediendo. Pero nada, absolutamente nada ha servido, una vez que los señores de la guerra decidieron que es más rentable la invasión que la paz. Porque ya habían decidido antes armar a los que enseguida los medios bautizaron como «rebeldes», cuando siempre llaman terroristas a quienes protestan .
¿Pero por que, pregunta una ciudadana atónita, no «ayudan» nunca a los rebeldes de Bahreim, de Yemen, de Palestina, de Colombia, de tantos países en los que verdaderas dictaduras se abaten? Es extraño, y me llena de dudas.
Son sus guerras pero no las nuestras. De eso no me cabe duda.
Ningún ciudadano decente aceptaría la cuota de la muerte que nos están imponiendo.
Gobiernos como los nuestros, que mienten y están corrompidos de arriba abajo, no merecen la confianza de nadie. Y menos la confianza a la que apelan en nombre de «democracias» que no son ningún modelo de democracia para ningún pueblo con dos dedos de frente. Democracias de los oligarcas, los cortesanos y las plañideras parlamentarias sentadas en sillones balbuceando respuestas a crisis inventadas para la ganancia de los bancos a los que solventamos. Nunca los bancos han ganado tanto dinero como en estos años de superexplotación de los trabajadores. Hipotecas que son un robo a mano armada. Vaciamiento de presupuestos sociales acaparados por las maffias autonómicas. Leyes laborales injustas y privatizaciones constantes de la salud, la educación, y de todos los derechos sociales por los que tantos lucharon antes de nosotros. O acaso son capaces de gobernar -cualquiera de los dos partidos que se alternan en este ping-pon siniestro- sin la corrupción constante como soporte, sin el desastre económico producido por la concentración de la riqueza cada vez en menos manos.
Ese es el sistema democrático en el que vivimos. A la hora de invertir no lo hacen en crear trabajo y condiciones sociales dignas sino en guerras que sólo enriquecerán a los dueños de las grandes empresas petroleras, a las que seguiremos pagando cada día más caras la gasolina, la luz y el gas para nuestras casas. ¿O no ha sido y es así?
Yo no quiero ser humanitaria ni que nadie lo sea conmigo ni con la gente de mi ciudad y mi barrio.
No nos engañen con sus discursos morales. Actúan con la más absoluta inmoralidad y hay que mirar de frente los problemas de esta crisis de acumulación capitalista, que pesa por la pérdida del derecho básico al trabajo y en las facturas mensuales.
La guerra, el gasto bélico, el enorme gasto humano en vidas, no sólo profundizarán la crisis sino que les darán más armas para seguir saqueando aquellos recursos naturales que son incapaces de producir en sus propios países. Los gobiernos no son más que gerentes de las grandes empresas. Y las empresas necesitan mano de obra barata y precios altos en los productos esenciales. ¿O no ha sido y es así?
Es el momento de reflexionar sobre nuestra propia forma de vida. Japón lo está mostrando con toda claridad. Desastres nucleares anunciados, desastres que son el resultado de una sistema basado sólo en la ley de la máxima ganancia para unos pocos.
Pero nos necesitan como rebaño, ese rebaño confundido por una información perversa que impide pensar. Confuso rebaño, obediente rebaño. Acostumbrado a obedecer para no perder las migajas que caen de la mesa del amo, cuando el amo quiere y no por derecho. ¿Esta es nuestra democracia? ¿Esto es lo que pretendemos enseñar a los pueblos que sufren la doble explotación del saqueo y de la guerra? ¿Esos señores van a «liberar» a los pueblos de dictadores con los que han estado haciendo buenos y suculentos negocios hasta ayer?
Son incapaces en sus propios países, son incapaces de organizar una economía independiente de los recursos naturales que van a saquear en estas guerras. Se baten con nuestros jóvenes cuando ocupan una casa, se baten contra los trabajadores que exigen derecho al trabajo, pero son absolutamente incapaces de crear fuentes de trabajo, porque sólo quieren grandes dividendos, empresas guerreras que den grandes dividendos para muy pocos, y que no bajarán los precios de nuestras facturas aunque ganen más gracias al crimen.
Son incapaces además de decir la verdad y de jugar con limpieza las cartas de la paz, las únicas que nos interesan a los que no tenemos nada que perder.
Utilizan discursos viciados , mentiras terribles , y esas mentiras se abaten como verdades sobre una ciudadanía que no quiere verse implicada en esta nueva guerra, en esta nueva masacre de la población civil de otro país. Una más.
La iglesia calla y concede. La intelectualidad arrimada -por no decir engordada a la sombra de- al poder habla de «mal menor».
Pero nosotros, ciudadanos de a pie, precarizados por el capital, desorganizados por que los sindicatos se han aliado a las patronales una y otra vez, porque los partidos políticos no saben hacer más que discursos parlamentarios almidonados, nosotros ciudadanos de este país, no queremos petróleo manchado de sangre. No queremos esa guerra y nos oponemos a ella, porque sabemos que es un negocio siniestro de los mismos que nos explotan y nos roban día tras día.
Cada pueblo es soberano y debe encontrar su camino. Ninguna invasión se justifica. Ni se puede sostener moral ni jurídicamente.
¿Qué pasaría si una provincia, una región, un grupo humano decidiera separarse del gobierno central de España? ¿Si ese grupo hubiera sido armado por intereses coloniales, porque debajo de su tierra hay mucho petróleo, o carbón o lo que fuera? Supongamos, juguemos a suponer. Obama, Sarkozy y otros, apoyados en el circo show llamado ONU-OTAN, tendrían el derecho a bombardear todo el territorio nacional, -empezarían por Madrid con unas toneladas de esos bonitos misiles nocturnos- para quedarse con esa provincia, región o país rico en minerales y en recursos estratégicos? Estoy suponiendo. Estoy pensando en igualdad de condiciones. Estoy pensando en los que es o no es justo según la legalidad internacional. No se pueden violar las leyes afuera y pretender que no se haga lo mismo con nosotros. No se puede romper así la legalidad internacional.
¿Qué hace el émulo de los cowboys, el petiso del Elyseo sacando ese pecho de pavo viejo?
¿Qué hace la ceja que prometió no más guerras después del 11-M?
¿Qué hace el negro blanco que prometió cambios y paz y salud y educación. Qué hace con Guantámo y con Nueva Orleans, y con sus 40. millones de precarizados ciudadanos en paro? Cada uno de sus aviones y sus misiles podrían servir para dar de comer a mucha gente, abrir empresas cooperativas de alimentos, mejorar la salud, sembrar la tierra, cambiar las energías nucleares por energías saludables. ¿Pero quien manda? Los señores de las empresas de la guerra.
Ninguno sirve para nada. Del color que sean, son todos simples gerentes de la empresa de la guerra, que es la empresa de la muerte, un monopolio que nos destruye, nos hace cómplices de un crimen, ese si humano, más que humano y no humanitario, esa palabreja mezquina, ese eufemismo odioso con el que nombran a los bombardeos de civiles desarmados.