¡Pobres candidatos a las próximas elecciones municipales! Andan por las calles, saludan a los electores, reparten sonrisas, se llenan de empanadas y se ahogan de cafés, pero no provocan ninguna emoción. ¿Cuántos votos atraerán con ese peripatético (más patético que otra cosa) calentamiento electoral? Los candidatos a alcalde confían en los programas de TV, capaces […]
¡Pobres candidatos a las próximas elecciones municipales! Andan por las calles, saludan a los electores, reparten sonrisas, se llenan de empanadas y se ahogan de cafés, pero no provocan ninguna emoción. ¿Cuántos votos atraerán con ese peripatético (más patético que otra cosa) calentamiento electoral?
Los candidatos a alcalde confían en los programas de TV, capaces de llevar sus imágenes a numerosos lugares y, quién sabe, de aumentar sus índices en las estadísticas. Los mercadólogos electorales se esmeran con la imagen visual de sus clientes, maquillan lo débil de lo fuerte, lo corrupto de lo honesto, lo nepotista de lo ético, lo incompetente de lo capaz, lo feo de lo hermoso.
Se trata al candidato como un producto y al elector como un consumidor. Un producto con plazo de validez que vence el día de caducidad. Los derrotados se esfuman y los elegidos son elevados a las inalcanzables estructuras del poder.
¿Por qué falta emoción? La emoción es hija de la utopía, del sueño que alienta, de la pasión que envalentona, del deseo que se proyecta. Ésta es la palabra clave: proyecto. ¿Qué proyecto o programa tienen los candidatos, aparte su propio interés personal de ser elegidos? ¿Qué tienen que decir los candidatos a alcalde en lo tocante al sistema municipal de salud, educación, saneamiento, transporte colectivo, alimentación, espacios de recreo, deporte y cultura?
La política partidaria se distancia cada vez más de las ideologías y se aproxima a las alianzas espurias. Se cambian principios por promesas, ideas por acuerdos, proyectos de cambios sociales por el ojo grande en las elecciones futuras (hoy yo te apoyo a ti, y dentro de dos años tú a mí…).
No podemos enojarnos con la política, a pesar de la mediocridad de la mayoría de los candidatos. La política es la única herramienta que la especie humana ha conseguido inventar para mejorar o empeorar su convivencia social. Así como la miseria nace de una mala política, que produce desigualdad, la vida digna y feliz para todos también se deriva de la política vigente en el municipio, en el estado, en el país y en el mundo. No es por casualidad que se dice que todos los pueblos debieran votar para presidente de los Estados Unidos, dado el peso de esta nación en el destino de nuestro planeta.
Aún es tiempo para desenmascarar a los candidatos de sonrisas patéticas, palmaditas en la espalda y marco televisivo que intentan causar seducción y no compromisos. Promuévanse debates de la sociedad organizada con quien pretenda ser concejal o alcalde. Los movimientos sociales, escuelas, sindicatos, asociaciones, ONGs, denominaciones religiosas, etc. deben convocar a los candidatos a un diálogo cara a cara, de modo que se pueda saber si tienen proyectos o apenas ambición de poder, vínculos con los grupos populares o representan intereses corporativos oligárquicos.
Si vota en blanco o nulo, el elector estará dando la espalda a la política. Desinteresándose de las elecciones estará prestando un inestimable favor a los malos políticos, pues todo lo que ellos quieren es hacer de la política un pedestal en el cual se distancian del pueblo y con el cual meten la mano en el dinero público, practican el nepotismo, e incluso gozan de inmunidad e impunidad.
El voto es también una herramienta importante para cambiar una sociedad y construir «otro mundo posible».
[Autor de «Calendario del poder», entre otros libros. Traducción de J.L.Burguet]
* Fray dominico. Escritor.