Recomiendo:
0

¿Por qué los jóvenes somos de derechas?

Fuentes: Rebelión

Vivimos en una época en la que lo digital ya no es un complemento, sino el espacio principal donde se construye la realidad. Internet, las redes sociales y la inteligencia artificial ya no influyen únicamente en la manera en la que nos relacionamos o trabajamos, sino también en cómo pensamos, razonamos, debatimos y entendemos el mundo. Un mundo hiperconectado, acelerado y con un diseño sobre la marcha lleno de incertidumbre. Los jóvenes tienen y tendrán un papel fundamental en el diseño y destino de este mundo, por lo que escucharlos va a ser fundamental.

Pero ¿cómo es esta juventud?, ¿cuál es su postura política?, ¿ser facha está de moda?, ¿qué lleva a un joven, en plena era digital, a abrazar discursos que parecen sacados del pasado?, ¿debemos hacer algo?, ¿podemos?

Responder a estas preguntas no es tan fácil como parece. La vida de un adolescente es complicada y muchas veces incomprensible incluso para él. La juventud es como un código indescifrable repleto de respuestas que cambian constantemente. Pero, entonces, ¿cómo vamos a poder responder a todo lo anterior, y con ello, entender las luchas a las que nos debemos enfrentar de cara a un mundo más libre, sostenido y justo?

El primer paso es escuchar al joven.

Por eso me he decidido a escribir este artículo en el que cuento cómo se percibe, vive y siente la cuestión desde el cuerpo de un adolescente a punto de cumplir los dieciséis años.

Pasemos, pues, a la primera parte del artículo. Durante décadas, la extrema derecha era percibida como un vestigio del pasado. Hoy, sin embargo, cada vez más jóvenes la convierten en bandera de rebeldía. ¿Por qué?

Rebeldía

Hablemos del sentimiento de rebeldía en la política. El sentimiento rebelde es una característica que influye sobre todo a los jóvenes, y muchas veces puede tener su reflejo en el ámbito de la política. En la adolescencia y en la juventud temprana, las personas buscan diferenciarse de la autoridad, ya sea de los padres, los profesores o las instituciones. En la política los jóvenes buscan instintivamente un mensaje rebelde que seguir, y cuando el adolescente proyecta su rebeldía sobre el sistema político o el gobierno establecido, la mayoría de las veces es porque siente que ese gobierno es corrupto e injusto.

Los jóvenes siempre han jugado un papel fundamental en política caracterizado por este tipo de rebeldía. A lo largo de la historia esa rebeldía juvenil se ha atribuido frecuentemente a la ideología de izquierda, una ideología progresista que no está conforme, y que busca más justicia y libertad. Pero no hace falta saber mucho de historia para saber que el comodín de la rebeldía juvenil no es algo únicamente de izquierdas; el fascismo, por ejemplo, también sabe muy bien cómo utilizar este tipo de cartas. El nazismo no empezó esencialmente con personas jóvenes, pero sí fue la juventud la que después jugó un papel crucial en la expansión del régimen, que pudo sostenerse gracias a la movilización juvenil. De manera que, aunque el papel rebelde de la juventud sea prioritariamente de izquierdas, también hay que tener en cuenta que no siempre es así.

Pero volvamos a 2025. Hoy en día, ¿cómo es la cosa? ¿Sigue siendo sobre todo de izquierdas? ¿A dónde ha ido ese tan importante sentimiento rebelde juvenil? ¿De qué lado se inclina?

En la actualidad la preocupación de aquellos adultos que fueron una vez estos jóvenes rebeldes es cada vez mayor. Ahora, oír que Vox es el partido rebelde es algo normal. Pero ¿en qué momento el joven rebelde de este país ha pasado de ser un tipo de Lavapiés estilo Arturo Barea y que escuchaba la Polla Records, a un pijo del barrio Salamanca que escucha a Taburete y al Jincho?

¿En qué momento el joven rebelde ha pasado de gritar por la dignidad y la justicia de los más pobres a usar como eslogan “me gusta la fruta” o a gritar directamente “Perro Sánchez hijo de puta”? ¿Acaso el gobierno de Pedro Sánchez es igual de corrupto, mentiroso e injusto que lo eran el de Aznar o Rajoy? ¿cómo hemos llegado a este cambio? Y, sobre todo, ¿por qué se nos hace tan fácil aceptarlo con el rabo entre las piernas y conformarnos con decir que ser facha está de moda?

Podríamos excusarnos, y decir que simplemente es porque gobierna la izquierda y que la rebeldía en la política afecta únicamente a la oposición que no gobierna, y que, por tanto, no está conforme con el gobierno. En parte es cierto ¿no? Actualmente gobierna la izquierda y es natural que la derecha no esté conforme y tenga esa barata rebeldía, pero entonces la pregunta que os hago es: ¿por qué la nuestra está desapareciendo? La suya puede existir, ya lo decíamos antes, y no hay ningún problema si la nuestra es más fuerte; el problema es que se está desintegrando. Entiendo que tal vez estemos a la sombra de la contraria y que es difícil remontar aquello que nos han remontado, pero ¿estamos acaso nosotros ya conformes con el mundo en el que vivimos? ¿No hay ya nada que cambiar en esta mierda de mundo? ¿Acaso estamos conformes con que maten 200 niños en Gaza todas las semanas y con que un país esté exterminando a otro en directo y por televisión? ¿Ya no necesitamos nuestra tan característica juventud rebelde?

Ahora la necesitamos más que nunca. Por cuestiones humanas como el genocidio en Palestina, y también porque nos vemos en una guerra en la que la derecha está constantemente amenazando con hacer suyos a nuestros jóvenes; tenemos que entender que si Vox está reuniendo a tantos jóvenes, es porque ha conseguido ser el nuevo partido rebelde de este país. No hace falta ser muy inteligente para saber que si esto último se hace realidad, no va a haber nada que pare ningún genocidio, ninguna guerra, ninguna injusticia, ni nada por el estilo.

Mantenernos en pie va a ser muy difícil, sobre todo porque esto es algo que viene desde más arriba, algo casi invisible para nuestros ojos cegados por la niebla. Antes nos preguntábamos cómo y cuándo se ha producido este cambio por el que la juventud rebelde ha pasado a pertenecer a la derecha. Pues la pregunta tiene una respuesta muy fácil de contar, pero muy difícil de solucionar.

Las redes sociales

¿Qué significan las redes sociales para los jóvenes?

Para los jóvenes las redes sociales no son solo un accesorio, sino un pilar fundamental de su vida cotidiana y de su manera de relacionarse con el mundo. En la mayoría de los países más del 90% de los jóvenes entre 14 y 26 años utilizan las redes sociales a diario, y se consta que pasan conectados entre 3 y 6 horas al día.

Decir que las redes sociales son un pilar fundamental para la vida de los jóvenes no es exagerar, muchos jóvenes construyen ahí sus identidades y encuentran las redes sociales como una principal fuente de noticias, ocio y socialización.

En lo cultural y lo político, las redes sociales marcan modas, tendencias, debates políticos y movilizaciones sociales. Son centrales de comunicación, identidad y cultura juvenil, pero también hay riesgos como dependencia, presión social, manipulación política y desinformación.

Esta parte del artículo no se puede abordar sin dejar claro un hecho del que cualquier persona de mediana inteligencia se da cuenta: las redes sociales están hasta arriba de mensajes de extrema derecha, pero ¿por qué? ¿Por qué es la derecha la que tiene la sartén por el mango en este ámbito tecnológico? Como acabo de decir, es fácil de contar, pero no tan fácil como parece de solucionar.

Creo que todos ya sabemos cómo son los discursos y argumentos de la derecha radical, unos discursos simples, directos, rebeldes y cargados de emociones (indignación, orgullo, miedo). Son estos discursos los que encajan a la perfección en el marco de las redes sociales y los algoritmos, ya que las plataformas priorizan el contenido polarizante, emocional o provocador porque está comprobado psicológicamente que este tipo de contenidos son los que cosechan más interacciones en las personas (visitas, likes, etc). La ultraderecha ha conseguido sembrar un espacio en el que disfrazar sus mensajes políticos como humor, ironía y memes; esto permite que mensajes políticos de una dureza sin precedentes se difundan de forma atractiva y a la ligera.

Estos memes y vídeos propagandistas maquillados como simple humor o ironía permiten a la ultraderecha ir moldeando poco a poco a cada joven que esté todo el día viendo vídeos, o sea, a todos y cada uno de los jóvenes.

El problema es lo increíblemente bien maquillados que están estos vídeos y memes. Son tan frecuentes e “inocentes” que aparecen en tu algoritmo y tus recomendados sin que reconozcas su peligro. Esto hace que puedas dar un “me gusta” sin darte cuenta de qué clase de vídeo o meme estás viendo. Pero una vez que has dado el primer me gusta, el algoritmo reacciona y a partir de ese momento te empiezan a aparecer el triple de vídeos que te aparecían antes. La red social sabe perfectamente con qué usuarios te intercambias más vídeos, con qué otros compartes más “me gusta”, porque la red social nos conoce incluso mejor que nosotros mismos. En el momento en que le das un “me gusta” a un contenido, aunque sea sin querer, la red social empieza el proceso y transforma tu algoritmo y el de tus usuarios más cercanos para que recibas ese tipo de vídeos. Es muy fácil picar en el anzuelo, y una vez que has picado es muy difícil escapar.

Obviamente también hay algoritmos de izquierdas, pero muchísimo menos frecuentes. Yo me atrevería a decir que mi actual algoritmo de Instagram es de izquierdas, pero no voy a negar que alguna vez he tenido que dejar Instagram por un tiempo debido a las barbaridades que me salían, y que si mi actual algoritmo es así, es después de dejar por el camino muchos más algoritmos ultraderechistas; tres años ha necesitado Instagram para darse cuenta de qué tipo de algoritmos van conmigo, mientras que solo necesitó unas horas para recomendarme los primeros vídeos ultraderechistas.

Al principio estos vídeos te hacen dudar y desconfiar poco a poco mediante mensajes sencillos contra los partidos que forman el gobierno y contra cada uno de sus discursos institucionales, haciéndote creer, por ejemplo, que unos moros te van a quitar el trabajo o que el feminismo no existe y las mujeres quieren implantar su propia dictadura. Básicamente te hacen creer que los medios de comunicación, artículos como este o libros de memoria histórica te quieren vender la moto, pero que, en cambio, su mierda de vídeo de treinta segundos en Instagram te está diciendo toda la verdad. Es así como se van presentando como antisistema; y es en ese momento cuando los jóvenes, llamados por su instinto rebelde contra el poder, caen en la trampa.

Los vídeos cortos son la clave esta atracción juvenil. Estos vídeos se dedican a simplificar debates complejos con frases muy contundentes como las que hemos dicho antes: “El inmigrante te quita el trabajo”, “el feminismo no existe, es hembrismo”. Son los típicos argumentos y discursos de ultraderecha: mensajes sencillos, antisistema, rebeldes y estimulantes; en otras palabras, mensajes con las características necesarias para que no paren de difundirse y la red social no pare de ganar dinero.

Ahora ya entendemos por qué este aumento de la rebeldía juvenil en la derecha y descenso en la izquierda. Sencillamente, un argumento racional y bien contado de izquierdas no cabe en un vídeo de treinta segundos en tik tok. Contar bien la historia que ha sufrido el pueblo español en el último siglo, después de cuarenta años de silencio bajo una dictadura, no se puede contar en un vídeo de un minuto; o quizá se puede contar, pero no bien y de manera convincente. Explicar por qué llevar una banderita de España en la muñeca no te hace más patriota que al “moro” que trabaja diez horas en los campos de Andalucía es algo que se hace mucho mejor en un libro, porque un pequeño vídeo no da para contar la historia entera de España o la del país colonizado del inmigrante que supuestamente te quita el trabajo. Igualmente, para que un joven entienda el conflicto de Palestina e Israel también es mucho mejor usar una película, un documental o un libro. Porque para explicar toda la historia de la colonización de Palestina no te da un vídeo de tik tok; sí, en cambio, para decir que todos los palestinos son unos terroristas antisemitas que quieren exterminar a los judíos que tanto han sufrido. En resumen, para un argumento o un discurso racional no te da un vídeo de Instagram, pero un discurso sencillo, antisistema y provocador, no solo cabe ahí sino que encaja a la perfección con lo que la red social distribuye, hace viral y, por lo tanto, quiere que haya en ella.

Un estudio de la universidad de Nueva York descubrió que cada palabra cargada de indignación moral que se añadía a un Tuit hacía que su retuiteo creciera un 20% más de media. Las palabras que hacían crecer más el retuiteo eran: “ataque”, “malo” y “culpa”. Con ellas se hacen los discursos de ultraderecha. También los bulos son otra de sus características y está comprobado que en Twitter las noticias falsas viajan seis veces más veloces que las verdaderas. Los simpatizantes de Bolsonaro cuando ganó las elecciones de Brasil gritaban: ¡Facebook! ¡Facebook! Y durante el proceso electoral de EEUU, Trump se gastó 11 millones de dólares en anuncios publicitarios en las redes sociales a más de 500 días de las elecciones. Él sabía perfectamente que el 90% de los jóvenes pasan de media 3,5 horas al día en internet. Al llegar al poder obligó a Zuckerberg (dueño de Meta y, por lo tanto, de las redes sociales más usadas del mundo, Facebook e Instagram) a que sus plataformas fueran menos woke y censuraran menos los mensajes de odio contra extranjeros, LGTBIQ+, mujeres, etcétera.

Creo que ha quedado claro que los discursos de izquierda no encajan en el marco de las redes sociales (o menos bien de lo que nos gustaría), mientras que los discursos ultraderechistas encajan a la perfección. ¿Pero acaso no hay montones de libros y películas que puedan contrarrestar esta influencia? ¿Por qué todos los jóvenes prefieren estar pegados al móvil todo el día que, por ejemplo, leer un libro?

Atención y razón

Yo hace un año no leía absolutamente nada, mis padres siempre me decían que dejara el móvil y que me pusiera a leer, aunque fuera un cómic. A mí me fastidiaba mucho, no solo porque no quisiera dejar el móvil o el ordenador, sino porque de alguna manera sabía lo importante que era leer. Nunca había reflexionado sobre ello, pero tampoco tenía ninguna duda de que leer es probablemente una de las cosas más importantes que existen.

Mis padres escriben libros y siempre me han interesado mucho, pero cuando intentaba leer alguno no podía leer un párrafo sin estar pensando en lo que haría al día siguiente o en qué había de comer; no podía mantener la concentración durante el tiempo de lectura que yo mismo me había marcado. Un día, una amiga nos recomendó un libro llamado El valor de la atención (un ensayo del escocés Johann Hari); yo le comenté que, aunque me gustaba mucho la idea de leer, no era capaz de hacerlo. Ella me insistió en que ese era el libro que necesitaba.

Los primeros días no leí mucho, pero por lo menos me mantenía mínimamente enganchado y no lo dejaba. Pasaron los días y cada vez leía más y más páginas, incluso ya subrayaba con un boli lo que me parecía importante. Y una tarde, de pronto, lo acabé. Me sentí muy orgulloso, sobre todo de descubrir que sí podía engancharme a la lectura. A partir de ahí no he dejado de leer un solo un día; ya he perdido la cuenta de los libros que me he leído y de la lista de los que me quiero leer. Después de haber leído El valor de la atención, sentía que mi vida había cambiado.

Más de un año después, veo cómo la juventud va perdiendo la cabeza poco a poco y eso me entristece cada vez más. Bueno, pensaba yo, al fin y al cabo siempre tiene que haber una juventud así, no pasa nada mientras quedemos nosotros. Pero últimamente mi preocupación ha ido empeorando y la gota que ha colmado el vaso ha sido detectar este tipo de ideas ultraderechistas en mis amigos más cercanos: amigos y compañeros que se han educado conmigo en un ambiente progresista y feminista, sin estereotipos raciales, en resumen, con un mínimo de cabeza. ¿Cuál es la razón para que incluso los jóvenes de izquierda sufran esta transformación?

Ya sabemos el papel tan importante que juegan las redes sociales en este fenómeno, pero una vez concienciados de esto ¿por qué no le ponemos una solución? Parece bastante sencillo, simplemente hay que dejar un poco el móvil y ponerse un poco más a ver películas, leer libros, etcétera. Pues no es tan fácil como parece y la razón la da precisamente El valor de la atención.

Ahora mismo, todos y cada de nosotros, adultos y jóvenes, tenemos que afrontar la gran mutilación que está sufriendo la facultad de la atención.

¿Qué es la atención?

La atención es el proceso psicológico que nos permite mantener la concentración en ciertos estímulos y dejar en segundo plano otros. Más sencillo, es la capacidad de enfocar los sentidos, pensamientos o acciones en algo específico para procesarlo o hacerlo mejor.

Parece simple, importante y necesario ¿no?

Efectivamente es así.

Ahora imaginaos un mundo sin esa capacidad, sería un desastre ¿verdad?, un mundo sin una facultad tan simple e imprescindible como la atención, un mundo incapaz de ponerse a ver una película, a realizar un trabajo, a leer un libro. ¿Cómo va ese mundo a pararse a reflexionar sobre si el feminismo existe, sobre si lo que le dice un vídeo de Instagram es verdad o no, o simplemente a pensar sobre el sentido de la vida?

Sería muy fácil engañar a la gente ¿no?, total, no se pararían a pensar o cuestionar lo que les estás diciendo ni diez minutos.

Lo que tenemos que entender es que al perder la capacidad de concentración no solo se pierde la facultad de la atención. Al perder esta capacidad, también se debilita la percepción clara: se captan menos detalles del entorno o de la tarea que se está haciendo. También se debilita la memoria: la atención es la puerta de entrada al recuerdo de las cosas. Se debilita asimismo la comprensión: al no concentrarte entiendes de manera superficial y confusa la información. Lo mismo pasa con el control y las acciones: si no prestas atención cometes más errores (piénsalo cuando conduces). Y lo que haces en general se vuelve más lento e ineficaz (piénsalo con el aprendizaje).

Todo tan evidente como preocupante. Pero falta aún una de las más importantes facultades que están en peligro: la razón.

La razón es la facultad del ser humano que nos permite pensar de manera lógica, reflexionar y sacar conclusiones a fin de acercarnos a la verdad y la justicia. La razón nos permite analizar, comparar, juzgar y encontrar sentido a lo que percibimos o experimentamos. La razón nos permite distinguir lo verdadero de lo falso. Se diferencia de las emociones o la intuición en que busca la coherencia y la lógica. Es urgente entender que sin la facultad de la atención no hay razón que valga, pues sin ella es imposible reflexionar, cuestionar, analizar, juzgar, distinguir y pensar en torno a la idea verdad y de justicia. Sin ella es imposible darse cuenta, por ejemplo, del tipo de mensaje que contiene un vídeo de tik tok (esto sumado a lo tan bien disfrazados que están) o desarrollar un pensamiento racional sobre la inmigración o la pobreza.

Así que te sale un tío como Llados en Instagram diciéndote que si no eres millonario es porque no quieres, total, solo tienes que ir al gimnasio. O que si estás gordo es porque no te esfuerzas lo suficiente, como si estar gordo fuese algo malo y que si lo estás es porque no llevas su rutina en el gimnasio. Las mentes incapaces de la más pequeña reflexión racional no pueden analizar este tipo de vídeos. Por eso gente como Llados, con sus mensajes simples, provocadores y “antisistema”, consiguen tantas visitas y tantos “me gusta”: “¿eres pobre? ¡pues gana dinero!” o “¿eres un vagabundo? ¡pues cómprate una casa!”. Estas consignas no son muy diferentes de las de Vox: “¿no tienes trabajo? ¡es culpa del inmigrante!” o “¡vivimos en una dictadura Sanchista! ¡Perro Sánchez hijo de puta!”. Ya les gustaría en una dictadura insultar públicamente al dictador o decir lo que dicen todos los días a la ligera. Otro muy parecido es: “ya no se puede decir nada, te censuran” cuando están diciendo siempre lo que les sale de los cojones y nadie les hace nada. O enunciado de otra manera: “si dices algo de las mujeres eres machista, si dices algo de los inmigrantes eres racista, nos atacan todo el rato, es que ya no se puede decir nada”. ¡Pero luego la generación de cristal somos nosotros!

En fin, como ya dijo Rufián, es más fácil cantar un himno que entender un desahucio.

En el libro El valor de la atención se nos explica más a fondo como funciona esta mutilación y sus consecuencias catastróficas:

Hari habla del aumento de la velocidad y alternancia en nuestra vida: queremos hacer un montón de cosas todo el rato y muy deprisa todas cuando deberíamos, al contrario, darle menos velocidad a nuestra vida, más calma, de manera que cuando estamos haciendo algo tratemos de hacer eso únicamente, pues si multiplicamos las tareas nuestra atención se divide y va desapareciendo poco a poco.

Hari habla también de la desaparición de los estados de flujo. El estado de flujo describe el estado en el que entramos cuando hacemos una actividad con tanta concentración y tanto placer que perdemos el sentido de nosotros mismos y parece que el tiempo desaparece. El estado de flujo es la forma de concentración y atención más profunda que se conoce. Puede ocurrir jugando al fútbol, saliendo a correr, leyendo, escribiendo, etcétera. Hoy en día, ya no hay casi estados de flujo en nosotros mismos, y nos conformamos con estar subiendo fotos y vídeos a nuestras redes sociales para obtener un “me gusta”, sin darnos cuenta de que ninguna de esas recompensas puede compararse a la libertad que acompaña a un estado de flujo, cuando amamos realmente lo que estamos haciendo.

Hari nos habla también del aumento del cansancio físico y mental. Está comprobado que cada vez dormimos menos, se ve que preferimos estar toda la noche con el móvil. Cuando dormimos nuestro cerebro descansa y por decirlo de alguna manera se limpia. Si no duermes lo suficiente, cuando te despiertas, en tu cerebro sigue la basurilla que no se ha podido limpiar durante la noche y hace que te cueste más pensar. Por lo tanto, cuanto menos duermes, más se reduce tu atención, tu memoria, y tu imaginación, porque cuando duermes el cerebro une y procesa todos lo ocurrido durante el día, creando y siendo uno de los pilares fundamentales de la imaginación y la creatividad. Utilizar el móvil es un gran error, los móviles emiten una luz llamada luz azul, que engaña a tu cerebro haciéndole creer que todavía es de día. Esto reduce la producción demelatonina, la hormona que regula el sueño, retrasando la sensación de cansancio. Para que nos hagamos una idea, el 90% de los estadounidenses miran algún dispositivo electrónico antes de acostarse.

Otra consecuencia que describe Hari: el desplome de la lectura sostenida y las divagaciones mentales. La gente ya no es capaz de leer un libro, su atención ya no da para más. También las divagaciones mentales ya son algo que prácticamente no existen. Esto es otro duro golpe a la creatividad; es decir, a la capacidad de crear algo nuevo a partir de la asociación de dos cosas que ya estaban ahí. Las divagaciones mentales, al ser cursos de pensamientos muy extensos, permiten más fácilmente este tipo de asociaciones. La divagación mental puede parecer un momento en el que no estás prestando atención a nada, pero en realidad es un momento de atención muy profunda en el que tú cerebro va reflexionando y resolviendo tus pensamientos poco a poco. El eureka de Arquímedes fue divagando en una bañera cuando vio que el agua subía. Los jóvenes ya no divagan, no leen un libro o ven una película; es mucho más fácil y divertido estar con el móvil.

Hace poco me encontraba en un campamento con más chavales de mi edad, y a veces me sentía un poco frustrado cuando mis compañeros y amigos hacían bromas, diciendo, por ejemplo, que “con Franco se vivía mejor”, mientras todos se partían de risa. Una tarde quedamos para ver una película, y decidimos poner El maestro que prometió el mar, de Patricia Font, una película preciosa que cuenta la historia de un maestro republicano al que mataron e hicieron desaparecer el día del golpe de Estado fascista, y del que todavía no se ha encontrado los restos. Cuando decidieron ponerla pensé que por fin se darían cuenta de las barbaridades que decían, y de los crímenes y las muertes que causó el fascismo en España. Por un momento pensé en la frase de Josep Fontana: “Con el fascismo se pasó de abrir bibliotecas y escuelas a una dictadura en la que se mataba a los maestros y se quemaban los libros”.

Pero una vez pasado los veinte primeros minutos de película, la imagen era muy diferente. Miré al sofá y encontré a las dos chicas (que no habían hecho ninguna broma sobre Franco) viendo tranquilamente la película y a los tres chicos que habían dicho esas barbaridades, enfrascados en su móvil. Ese día la película solo la vimos tres personas de las seis que estábamos en la sala. La imagen de los chicos con el móvil mientras la película avanzaba demostraba dónde tienen la atención la mayoría de los jóvenes de este país que se dedican a hacer ese tipo de bromas y chistes. Me sentí triste y desanimado.

Todo esto son más pruebas de la mutilación de nuestra atención. Se trata de algo muy grave, ahora entendemos porque hasta nuestros amigos, compañeros e hijos de izquierdas que se han educado en torno a la razón, la verdad y la justicia, sufren también esa dura transformación ultraderechista. Ahora lo entendemos mucho mejor, los adolescentes ya no son capaces de leer un libro o ver una película, su capacidad de la atención ya no alcanza para eso. De ahí el crecimiento de la ultraderecha. Ya no es solo que los jóvenes se encuentren mucho más los discursos de derechas en su día a día, sino que ahora ya solo son capaces de captar estos, y no porque no quieran captar otros contenidos sino porque, sencillamente, su mente no puede captarlos. Es este el peligro al que nos enfrentamos en todo el mundo, pues se trata de una crisis mundial, capaz de herir a cualquiera, incluso al que menos se lo espera o mejor formado se cree.

En la última página de su libro Johann Hari dice lo siguiente: “Yo creía que ya no quedaban luchas políticas… Qué equivocado estaba. La liberación de la atención humana podría ser la batalla moral y política definitoria de nuestro tiempo. Su éxito es la condición previa para el triunfo de prácticamente todas las demás luchas.”

Sin atención y sin razón, ¿cómo podremos combatir el machismo? ¿El racismo? ¿Y el genocidio en Palestina? ¿Y las guerras? ¿Y el cambio climático? ¿Cómo podremos combatir todo esto? ¿Nos rendimos ya? ¿O hay alguna solución?

¿Qué podemos hacer?

En la pregunta de esta última parte del artículo he querido usar el verbo “poder” para que no confundamos la pregunta y la situación en la que nos encontramos. Para ganar esta batalla la pregunta no es: ¿qué hacemos ahora? No, no es tan fácil como que simplemente ahora de la nada cada uno haga tal y tal cosa y que se resuelva todo de golpe. La pregunta se formula mejor con el verbo “poder”, porque si pudiéramos hacer todo lo que la pregunta “¿qué hacemos ahora?” nos dicta, estaría todo solucionado, pero creo que todos ya sabemos que si no todo el mundo cambia su vida de manera radical y repentina no es porque no quiera, sino porque no puede.

El libro El valor de la atención insiste mucho en que no lo confundamos con un libro de autoayuda. Al final del libro, Johann Hari lo cuenta de esta manera: “Si este fuera un libro de autoayuda, yo podría situar una conclusión deliciosamente simple a esta historia. Ese tipo de libros presentan una estructura satisfactoria: el autor identifica un problema (que por lo general ha experimentado él) y nos explica como lo ha resuelto personalmente. A continuación dice: y ahora querido lector, tu podrás hacer lo que yo he hecho, y serás libre.”

Johann Hari nos presenta el concepto de “optimismo cruel”. Se trata de una forma de afecto que se basa en fantasías de progreso o aspiraciones que por lo general son ilusorias y contraproducentes. Es mantener a las personas cerca de objetivos, metas o mundos, que en realidad las debilitan. Lo que puede empezar como positivo, motivador y esperanzador, termina siendo una acumulación de frustraciones, problemas e inseguridades.

Un ejemplo muy bueno que ya pusimos antes sería el de Llados y los Gymbros. Es algo bastante sencillo, simplemente vas a una persona con poco dinero y le dices que, si va al gimnasio e invierte no sé cuánto dinero en sus clases, en pocos días será millonario. ¿Cuál es el resultado? Un 99% arruinado y un 1% millonario. Por lo general ese 1% suelen ser personas que, una vez arriba, nos venden la película de que han empezado desde abajo, cuando en realidad son personas que se podían permitir gastar cincuenta mil euros en una sesión y que, por lo tanto, no parecen venir precisamente desde abajo. De todos modos, no son millonarios por haberse gastado los cincuenta mil euros en la clase, simplemente ya eran millonarios antes, y ahora sólo lo son un poquito más.

Creo que el ejemplo es claro: le vendes a una persona objetivos, metas y mundos que son imposibles de conseguir, y les dices que si le ponen esfuerzo, disciplina y motivación lo sacarán adelante. Lógicamente, esas personas lo único que consiguen es arruinarse todavía más. Una vez ahí, les dices que es que no se han esforzado lo suficiente y les hablas de meritocracia.

Hemos puesto el ejemplo de Llados y los millonarios, probablemente el ejemplo más destructivo, sobre todo entre jóvenes de sexo masculino, según bastantes estudios. Pero no nos creamos que es el único; el optimismo cruel está en muchísimas partes; no hace falta irse muy lejos. Otro ejemplo es la obesidad. Tú puedes meter a alguien en la cabeza que si va al gimnasio mucho y se esfuerza siguiendo una rutina va a dejar de ser obeso, pero por mucho que haga pesas y siga una rutina del gimnasio no se va a poner como el tío que hay a través de la pantalla porque, la obesidad una enfermedad que lógicamente no se cura yendo al gimnasio y que implica un estado patológico del organismo y no solo un rasgo estético o de estilo de vida. De hecho, el ir al gimnasio y no obtener los resultados que te prometía el tío del vídeo de Instagram, probablemente lo único que cause es que la persona se estrese más, y reduzca su estrés con más comida que a su vez le hará pensar que está más gordo y que no se ha esforzado lo suficiente; crea así un círculo vicioso e infinito.

Tenemos que entender que esto tiene mucho que ver con la subida de la extrema derecha: tanto los Gymbros como la ultraderecha utilizan la misma lógica absurda acompañada de mentiras y un optimismo cruel. Por eso es tan frecuente y no debería parecernos raro que este tipo de personas acaben siendo fascistas. Un ejemplo muy básico es el del sexo masculino. Como hemos dicho, la mayoría de las personas que caen en estas trampas son jóvenes de sexo masculino; como lo son también la mayor parte de los votantes de Vox.

Si El valor de la atención fuera un libro de autoayuda barata, nos plantearía este tipo de soluciones individuales: hacer ejercicio, leer al menos una vez al día, dormir mínimo ocho horas, dar paseos para divagar y darle menos velocidad a nuestra vida.

Todo esto está muy bien, no voy a decirle a nadie que no lo haga o que esté mal. Pero tenemos que saber que no todo se va a solucionar con esos cambios individuales. Para empezar, porque no todo el mundo se puede permitir ese tipo de cambios, no todo el mundo se puede permitir dar un paseo al día, leer, ir más lento y además después de todo eso dormir las ocho horas necesarias. Una persona que trabaja once horas al día y además luego tiene que cuidar de sus hijos haciéndoles la cena, metiéndoles en la cama y dándoles, aunque sea un poquito de amor y atención, no es capaz de hacer todo lo anterior, y si un día lo consigue, habrá sido a toda prisa y con muchísima ansiedad, es decir, sin ningún tipo de atención y, por lo tanto, mal.

Hay que ser realistas y admitir que vivimos en un mundo capitalista en el que alguna gente se puede permitir aplicar estos cambios individuales a su vida, pero otra mucha gente no.

Hace poco, la actual ministra de trabajo, Yolanda Díaz, presentaba una propuesta de reducción de jornada laboral para permitir a todas esas personas un poco menos de trabajo y un poco más de vida. El Partido Popular (PP), Vox y Junts (las tres derechas) han impedido que la propuesta salga adelante, ya sabemos que ellos desde sus empresitas millonarias y explotadoras sí se pueden permitir todo lo que hemos dicho y muchas cosas más, de manera que los problemas de la atención, las redes sociales, la razón y el optimismo cruel, no les preocupan. Lo peor de todo es que luego el voto de la juventud y de la gente económicamente más desesperada se lo llevan ellos; porque al igual que a Llados y los Gymbros con sus argumentos, ilusionar y mentir es algo que se les da muy bien.

Creo que ha quedado claro por qué los cambios individuales están bien, pero no son suficientes, y que si los vas a realizar, debes hacerlos siempre teniendo en cuenta que no todo se va a solucionar simplemente por eso. ¿Y entonces qué hacer? ¿No hay otra solución?

En El valor de la atención Hari lo deja muy claro: si queremos ganar esta guerra, la solución debe ser colectiva. Como alternativa al optimismo cruel, Haari nos propone, para empezar, el optimismo auténtico. Hari lo define como el optimismo por el que reconocemos sinceramente las barreras que se alzan en nuestro camino hacia la meta y establecemos un plan para trabajar junto con otras personas para derribarlas paso a paso.

En su libro Hari nos propone tres metas colectivas muy importantes:

Una: Prohibir el capitalismo de vigilancia. Se trata de prohibir aquello que nos hace esclavos de las redes sociales. No puede ser que las redes sociales nos conozcan a nosotros mejor que nosotros mismos con el fin de sacar más y más dinero. Así es el capitalismo. Mientras esto siga existiendo nuestra atención nunca será liberada. El capitalismo de vigilancia hace que seamos esclavos de la red y que esta controle todo lo que hacemos y quiera que hagamos. La red social sabe exactamente dónde atacar, nos conoce tan bien que aprende nuestros puntos débiles en cuanto a distracción y apunta contra ellos. Si por el capitalismo de vigilancia fuera, estaríamos una eternidad con el móvil viendo Instagram. Tenemos que entender que el capitalismo diseña los móviles y las redes con la intención de que no lo dejemos nunca, porque cuanto más tiempo esté tus ojos frente a la pantalla, más dinero ganan ellos. El capitalismo de vigilancia hay que prohibirlo.

Dos: Implantar la semana laboral de cuatro días. Se trata de menos trabajo y más vida. Cualquier medida en este sentido cuenta, no tiene por qué ser imprescindiblemente la reducción a cuatro días laborales, la propuesta de la ministra Yolanda Díaz de reducción de la jornada laboral de 40 a 37,5 horas sin reducir salarios, era un gran paso hacia esta meta de recuperación de la atención y hemos visto como ha sido rechazada en el Congreso. Cuanto más tiempo y libertad tengan los ciudadanos para estar con sus familias, salir a pasear o leer un libro, mayor será la capacidad de atención de estas personas. Como ya vimos anteriormente, la gente constantemente agotada física y mentalmente es incapaz de prestar atención.

Tres: Reconstruir la infancia en torno al juego en libertad de los niños. Ya sea en sus barrios o colegios, los niños que juegan al margen de los mayores desarrollan las capacidades y facultades necesarias para la atención que un niño confinado en casa no desarrolla. La creatividad y la imaginación se desarrollan jugando e inventando juegos con más niños. Los vínculos sociales se desarrollan jugando con otros niños, así es como aprendemos a interactuar con otras personas, socializar y resolver problemas. También se desarrolla la viveza; los niños experimentan alegría y placer común con más personas y amigos de su alrededor. Estas son características que unos niños que se quedaran en sus casas o en los bancos del patio de su instituto con el móvil, no desarrollarían.

Conclusión

Cuando explicábamos la atención, intentábamos imaginar un mundo sin atención. Pues aquí lo tenéis delante de vuestros ojos todos los malditos días: un mundo incapaz de concentrarse, de reflexionar algo, de cuestionar si es verdad o mentira lo que le están diciendo, de razonar lo que se le plantea, en fin, un mundo que no es capaz de pensar.

Estamos viviendo algo peligroso para todos, pero los más perjudicados son, sin ninguna duda, los jóvenes. ¿Y quién va a resolver esto si no son ellos? ¿Quiénes son los que en un futuro no muy lejano serán adultos? Ahora quiero hacer una pregunta directa a los jóvenes que estén leyendo esto. Yo tengo 15 años a punto de cumplir los 16, ¿realmente queremos vivir en esta mierda de mundo cuando seamos verdaderos adultos? ¿Dentro de veinte años quizá? ¿Cuándo ya tengamos hijos tal vez?

El mundo debe escucharnos, eso está claro. Pero para que nos escuchen debemos demostrarles que valemos la pena. Debemos de recuperar esa rebeldía que nos han quitado y con ella, volver a ser nosotros mismos. Debemos tener las cosas claras y enfrentarnos a ellas sin ningún tipo de miedo ni vergüenza. Sé que es difícil y que los jóvenes de derechas son ahora muchos más. Sé que la juventud está sufriendo uno de los peores derrumbes que ha tenido, que la situación es muy difícil y que están cayendo incluso las personas que más queremos y que nunca pensábamos que fueran a caer. Sé que es muy difícil hacer algo frente a cientos de personas coreando “¡Perro Sánchez! ¡hijo de puta!” en unas fiestas o en una discoteca. O a unos amigos tuyos que dicen que Franco hizo cosas buenas. Pero si nosotros no hacemos nada, nos comen. Hay que pensar que nos habrán quitado y nos estarán quitando otras muchas cosas, pero hay algo que aún tenemos y que no nos podrán quitar jamás: la razón.

Hay que batallar, decir y demostrar quiénes somos sin ningún miedo ni vergüenza. No nos puede dar vergüenza llevar una bandera republicana o una camiseta antifascista. No nos tiene que dar miedo interrumpir a una persona que dice que el feminismo es un privilegio o que lo que estamos viendo en Palestina no es un genocidio. No nos tiene que dar vergüenza decir que somos de izquierdas, porque esta guerra no se va a librar sin eso. ¿Desde cuándo somos nosotros los que escondemos nuestra orientación política diciendo que somos apolíticos?

Esto lo escribo porque creo que es urgente. No lo escribo para convencer a los jóvenes que ya son fascistas sino a los que todavía no lo son y que, sin darse cuenta, creyéndose de izquierdas, repiten discursos de la derecha. Es un llamamiento a todos esos jóvenes que sufren al no atreverse a decir lo que son; y a todos los que todavía no saben lo que son y que pueden sentirse atraídos por discursos simples y provocadores.

Un día un anciano me dijo por la calle: ¡Qué envidia me dais los adolescentes; cuando uno es adolescente aún cree que puede cambiar el mundo! Sin duda, esta es una de las ventajas de la juventud frente a los demás. Aunque en el fondo sepamos que no es verdad, la energía y motivación para ello nos sobra. Aprovechémoslas.

El mundo nos convoca.

Esto es un llamamiento a la juventud.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.