En una nota escrita por William Ospina sobre la Educación en el país mencionaba que «La primera forma de enseñanza es el ejemplo, y lo más importante es la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace» se le podría sumar la relación entre el discurso y la realidad un gran problema […]
En una nota escrita por William Ospina sobre la Educación en el país mencionaba que «La primera forma de enseñanza es el ejemplo, y lo más importante es la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace» se le podría sumar la relación entre el discurso y la realidad un gran problema que tiene la educación en estos tiempos es saber contextualizar los problemas profundos que existe en el país.
Una cosa es intentar modernizar el sistema de educación y buscar estándares internacionales como criterios de evaluación, y otra cosa es generar un proceso de comunicación, de crítica y reflexión sobre la naturaleza de las matemáticas en la vida, la importancia de conocer las redes biológicas del conocimiento, el sentido de la literatura, la política, la economía y la necesidad de fomentar un pensamiento crítico que va desde la cotidianidad hasta los espacios más complejos de la vida.
Un aspecto de suma curiosidad es que la educación no está en las aulas se hace mucho antes, proviene desde la familia es este espacio donde debería existir interacciones en común, y diálogo sincero sobre lo que se ve, siente, hace y piensa de nada sirve estar en la mejor institución si en el fondo lo humano es un plano de segundo orden.
Los primeros educadores son los padres, familiares, amigos, conocidos, la naturaleza, la vida en todas sus dimensiones, aquí el asunto no es generar un banco de conocimientos en la mente de los estudiantes, hacerlos una máquina de fórmulas y ecuaciones ni mucho menos hacerlos pensar con respecto a la ideología de nuestros tiempos. El deber consiste en un ejercicio reflexivo donde exista autonomía, y un saber que se puede construir con el paso del tiempo y guiado por la experiencia del sujeto.
Un día me mencionaba un joven «¿Por qué me preguntan esas cosas? De biología, matemáticas, física, sociales, arte si en el fondo no veo como esto puede ayudarme en mi vida» un cuestionamiento profundo que merece todo un ejercicio reflexivo, son estas circunstancias donde es necesario pensar críticamente porque el actual gobierno nacional se glorifica con los resultado de las pruebas Saber, y considera que el país va en la senda del desarrollo «Es un resultado sencillamente extraordinario. Este incremento muestra una evolución positiva en términos de la calidad de la educación y es un indicador evidente de que Colombia puede llegar a ser el país mejor educado de América Latina en el 2025», aseguró Santos. Véase: http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/educacion/resultados-de-pruebas-saber-2016/16731815
Habría que preguntarle ¿Cuántos de esos jóvenes logran ingresar a la educación superior? ¿Cuántos logran acceder a un empleo digno? ¿Quiénes ingresan a las mejores universidades del país? Son interrogantes que nunca han estado presentes en el sexenio de esté presidente, por el contario, se ha dado relevancia a todo un proyecto de generar desigualdades y premiar la competitividad a través de programas como «ser pilo paga» donde las universidades privadas se quedan con los mayores recursos.
Es necesario superar la arrogancia «académica» que existe en las universidades, la adversidad estúpida entre los estudiantes, y darse cuenta que la cultura, lo popular, lo cotidiano hace parte de esta realidad, y que algunos problemas como la violencia, la pobreza, la desigualdad requiere ciudadanos críticos que puedan escuchar, debatir, pensar pero sobre todo actuar por su propia convicción, un aspecto que carece profundamente la educación colombiana.
Tal como lo apuntaba el maestro William Ospina «Muy a menudo la gente común, que no tiene instrucción académica, ni títulos, hace observaciones más sensatas sobre la realidad que los sabios y los profesores. Pero es que nuestras ideas de la sabiduría y del conocimiento, y toda nuestra pedagogía, reposan sobre supuestos hartos esquemáticos y formales» más claro no lo puede cantar un gallo, no se trata de formar estudiantes para la técnica, la tecnología y el mercado sino formar para lo público, lo común y lo que socialmente nos afecta como seres humanos. Es una rotunda lastima, darnos cuenta que el mundo va de caída, y los «profetas del conocimiento» creen que la solución es seguir negado la realidad, el saber crítico y profundizar en la división, la envidia y la soberbia por reconocer al otro como un igual dentro de nuestro propio lenguaje.
José Javier Capera Figueroa es Politólogo de la Universidad del Tolima (Colombia), Analista político y columnista del Periódico el Nuevo Día (Colombia) y del portal de ciencias sociales rebelión.org (España).
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