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“Flores de Galilea” de Israel Shamir prohibido en Francia

¿Por qué prohibieron su libro?

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Israel Shamir está en la mira, y no es una sorpresa. Durante varios años sus palabras han golpeado como dardos contra el edificio sionista. No es que puedan haber llegado a ser letales, pero sus escritos tienen la perturbadora característica de ser una prosa literaria que rebana y trocea elocuentemente la tan preciada perfidia con una facilidad consumada. Es lo que pasa con la prosa literaria: los hechos que contiene no pueden ser analizados exhaustivamente hasta condenarla al olvido, ya que trata, como lo hace, de ideas y conceptos; filosofía en lugar de una serie interminable de hechos obvios.

Por eso, los libros de Shamir son objeto de prohibiciones, ¿de qué otra manera pueden combatir un concepto que examina los «Protocolos de los Sabios de Sión» desde el punto de vista de la alusión desapasionada a un fenómeno literario, sin juzgarlo por su autenticidad de una u otro lado? Obviamente sólo pueden hacerlo si convierten el tema en un tabú, no sólo el libro. ¿Cómo combatir la prosa literaria? Prohibiendo libros.
La publicación de un libro puede ser una actividad costosa. Alguien tiene que hacer las cuentas, pronosticar la cantidad de unidades que puedan ser vendidas, calcular el umbral de rentabilidad, y más a menudo, tener una fe ciega en que se recuperarán los gastos. Un Editor trabaja con el principio de que, con el pasar del tiempo, los éxitos terminarán por cubrir los gastos causados por los fracasos editoriales. Si, como en este caso, un libro provoca otros factores que costes de insumos, se convierte en un desastre editorial. El ataque contra los editores de libros, como ha sucedido con Al Qalam tiene el objetivo de asegurar que las palabras de Shamir, o de cualquier otra obra similar, tengan pocas probabilidades de volver a ser publicadas sin que el editor encare serias inquietudes al hacerlo.
Al hacerlo, obligan al lado opuesto a auto-censurarse. Es el control a través del miedo.
Una campaña de control por el miedo se basa en crear un ejemplo, seleccionando cuidadosamente sus objetivos. De preferencia a alguien que esté algo apartado de sus antiguos colegas por ligeras diferencias de opinión. Así, el objetivo puede ser representado como alguien que se ha apartado del redil y que puede merecer su suerte – la mentalidad del rebaño. Como los dolientes en un funeral; se sienten inexplicablemente felices, agradecidos, de que los que están en el ataúd no son ellos. Si atacan a demasiados, o atacan a alguien cercano al centro del rebaño, corren el riesgo de quedar al descubierto como manipuladores y opresores, a la vista de todo el mundo.
Si lo vemos así, no cuesta comprender por qué eligieron a Israel Shamir. Lejos de odiar a los judíos, no sufre de extrema judeofilia. El filosemitismo afecta a mucha gente buena a nuestro lado de la lucha. Shamir quiere que los judíos sean considerados de la misma manera que el resto de la gente en este planeta. El suyo es un llamado a la igualdad con otros. Por desgracia, una de las características primordiales que identifican al filosemitismo es una hipersensibilidad ante cualquier crítica de personas judías, aunque sean abstractas. La caracterización de judeófilos por Shamir como ‘Judíos’ con mayúscula es un objetivo fácil, porque se presta a ser distorsionada como un ataque contra los ‘judíos per se’. No sirve de defensa a Shamir el que se explique al respecto: basta con que haya utilizado la palabra ‘Judíos’.
Igual de irrecusable es el uso por Shamir de imaginería literaria que se alimenta liberalmente de conceptos que fueron enunciados primero por otros pensadores; en particular la idea de que ser ‘judío’ es cosa de elección, postulada por primera vez por Isaac Deutscher, judío de creencia trotskista. Se decide que cuenta ‘cuentos’ que incitan al lector al odio. Es verdad, un narrador de cuentos, cuenta ‘cuentos’, y Shamir es un narrador de cuentos perfecto, pero sus historias son fábulas morales, y contienen mensajes explícitos que conducen a conclusiones obvias. Shamir utiliza liberalmente la técnica de recontar fábulas existentes, a fin de explicar los sucesos actuales. Que los cuentos son un reflejo bastante negativo de la conducta contemporánea es un resultado contra el que se hace difícil luchar si eres el que es analizado utilizando la medida que te presenta el cuento. Incluso podrían comenzar a odiarte, si es lo que sienten. Pero la intención de Shamir es todo lo contrario, es ganar conversos del partido de los perpetradores de una tal conducta. Después de todo, cree que ser ‘Judío’ es cosa de elección, como Isaac Deutscher. Este tema es algo bastante obvio para cualquier que haya leído «Flores de Galilea».
Pero el argumento no es que sea evidente a los lectores de «Flores de Galilea», sino que es posible sacar frases de su contexto, y mostrarlas como «cargadas de incitación al odio». De ahí la necesidad de proteger a la gente de a pie, que no son investigadores intelectuales, que podrían comprar el libro en el equivalente francés de cualquiera librería popular.
Es algo ridículo, pero a pesar de todo producirá paranoia en la comunidad editorial en Francia, si no en otros sitios. ¿Qué medida utilizarán cuando sopesen la cordura de publicar un libro que contenga críticas de Israel, los ‘Judíos’, o incluso del sionismo? Por cierto, uno de los comentarios del juez principal fue explicar el ‘discurso bélico’ de la comparación de la sociedad israelí con el Apartheid. Lejos de pretender que Francia sea una sociedad abierta, este veredicto asegurará que en el futuro previsible las editoriales francesas serán más cerradas que antes.
Shamir ha sido el objetivo preferido de los activistas judíos antisionistas desde hace algunos años. Los filosemitas, sin excepción, condenan su análisis del conflicto Israel/Palestina. Les atañe de demasiado cerca, ya que prefieren pretender que son palestinos en pieles judías, y que por lo tanto saben lo que es mejor para los palestinos, y se lo dicen incesantemente. Insisten en que el problema es bilateral, y que el statu quo puede ser solucionado solamente a través de un enfoque conjunto palestino/judío. El procedimiento de la lucha debe excluir por lo tanto toda retórica que pueda ser considerada hostil a las sensibilidades judías. Los cuentos de Shamir no pasan evidentemente el test kosher, y forzosamente tiene que llevar a que sea excluido de la discusión.
Esta construcción artificial requiere que los que forman esta oposición integrada sean extraídos de las sociedades directamente afectadas: palestinos y judíos, no israelíes, que reúnen a personas con su propio conjunto singular de complejos internos que siguen manifestándose en el discurso antisionista. Porque el complejo judío del martirologio es tan fuerte, tiene el efecto de producir un discurso antisionista occidental en el que los activistas judíos son los que hablan, y los palestinos los que escuchan.
El discurso, por lo tanto, está fuertemente coloreado por un argumento sobre si esto o aquello es ‘antisemita’ o no. Siempre es improductivo, y los participantes pierden mucho tiempo en difamaciones intestinas. Esta falta de identificación común se manifiesta en constantes feudos internos. No sorprende que el supremacista judío haya notado esta escisión y que Shamir, como objetivo permanente de la facción filosemita, haya sido objeto de ataques, y que se haya actuado para prohibir sus libros. Es probable que pocos antisionistas se apresurarán a defenderlo. Es la clásica táctica de dividir para vencer.
Me pregunto si el ‘antisionista’ de antaño se unirá a la causa contra el sionista, o si permanecerá en silencio en la creencia de que Shamir se lo merece.
JohDomingo, Brisbane, Australia