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La compañia de teatro infantil cubana "La Colmenita" visita EE.UU.

Por un futuro de concordia

Fuentes: La Jiribilla

De los viajeros cubanos que han escrito las crónicas de sus días en EE.UU., quizá sean los niños actores de La Colmenita, después de José Martí, quienes hayan anotado las anécdotas más humanas de la tierra de Lincoln. Durante 11 años, para hacer el retrato diario de ese país en periódicos y revistas de todo […]

De los viajeros cubanos que han escrito las crónicas de sus días en EE.UU., quizá sean los niños actores de La Colmenita, después de José Martí, quienes hayan anotado las anécdotas más humanas de la tierra de Lincoln. Durante 11 años, para hacer el retrato diario de ese país en periódicos y revistas de todo el continente, el Apóstol hizo «volar la pluma como ola». En solo una semana de estos tiempos en los que aún «vivir produce vértigo», La Colmenita ha sido embajadora y «lente inmensa» a través de la cual los de Cuba nos hemos acercado nuevamente al gran pueblo de la nación norteña.

Cuentan las notas de viaje que desde su llegada a EE.UU. el 12 de octubre, los colmeneros han visitado museos y escuelas, han recorrido las calles y las plazas más céntricas de las enormes ciudades, han compartido con amigos de Cuba, han bailado y jugado al fútbol y hasta conversaron con dos congresistas en el mismísimo Capitolio norteamericano. Maravillados con un país colosal, como lo estuvo Martí a su llegada a Nueva York en 1880, los niños se han interesado por todo cuanto acontece a su alrededor, y cuando ofrecen sus testimonios para las páginas de La Jiribilla, hablan del amor, de la fraternidad, del conocimiento y la felicidad.

No se trata de un intercambio convencional. No podía serlo si los protagonistas no exceden los 15 años de edad y han ido a EE.UU. a representar fábulas infantiles tan universales como la de la Cucarachita Martina. Este nuevo modelo de diplomacia no tiene otro lenguaje que el de los niños, una variante de diálogo que, como dice Tin Cremata, el director del grupo, resulta mucho mejor y más rápida que la de los adultos, porque carece de prejuicios y se fundamenta en la entrega.

Tampoco la travesía de la colmena a los EE.UU. es una más de las tantas iniciativas que han propiciado nuevos encuentros culturales entre las orillas de ese país y la Isla, distantes por más de 50 años de bloqueo. Como parte de la comitiva de niños se encuentra, en efecto, un grupo musical que ha levantado de las sillas a sus espectadores como lo han hecho en ese país recientemente los Van Van y el trovador Silvio Rodríguez, y existe además, potencial histriónico suficiente para arrancar bravos al público, al igual que ha sucedido con las presentaciones allí de nuestros grupos profesionales de teatro .

Pero los Embajadores de Buena Voluntad de la UNESCO, que habían visitado la Unión en 2003, han tenido la iniciativa de llevar allí además, el que probablemente sea uno de los mensajes más contundentes por la causa de los Cinco Cubanos presos en ese territorio: la obra Abracadabra, una pieza concebida a partir de las preguntas y consideraciones de los propios niños sobre el caso que mantiene desde hace 13 años a Ramón, Gerardo, Antonio, Fernando y René, lejos de sus hogares y familias.

Si la obstinada anticubana Ileana Ross, congresista de los EE.UU., está al tanto de que cada día de la gira, los actores se han comunicado por teléfono con los inspiradores de su obra y que cantaron en conga cubana las felicidades a Tony por su cumpleaños, puede esperarse que en cualquier momento le sobrevenga otro arrebato paranoico y solicite alerta roja por el «peligro» que representan los niños en EE.UU.

Mientras, La Colmenita hace caso omiso de los alardes de poderes y «apetitos gigantescos». Su viaje -me permito robarle unas líneas a Martí- parece, «ya por el clamor del corazón, ya por el aviso del juicio, ya por alguna levadura de afuera, la antesala de una gran concordia» 1 .  

Nota:

1- Todas las citas de José Martí que aparecen en este trabajo han sido tomadas de sus Escenas norteamericanas.

Fuente: http://www.lajiribilla.cu/2011/n546_10/546_19.html