La Unión Europea tuvo su origen en la CECA, la Comunidad Económica del Carbón y del Acero, y posteriormente la Comunidad Económica Europea (CEE) y el «Mercado Común». La construcción europea estuvo fundamentada en la idea de la primacía del mercado capitalista, de la producción industrial en el interés del gran patronato, y no en el de los trabajadores y las trabajadoras, ni en el de los pueblos que constituyen Europa.
La lógica de la UE es ser competitiva en el mercado mundial, con respecto a los bajos salarios de China, por ejemplo, lo que implica llevar a la reducción de los salarios y derechos sociales europeos, conquistados mediante largas luchas.
La UE es una estructura ante todo económica que tiene por objetivo ampliar lo máximo posible el mercado común en el que las empresas pueden vender sus productos… así como explotar y hacer competir al salariado, aprovechando las diferencias salariales (el salario mínimo legal bruto en Bulgaria es de 330 euros, o sea, seis veces menos que en Bélgica y en Francia que asciende a los 2000 euros), además de estatutos y conquistas sociales. La lógica de la UE es ser competitiva en el mercado mundial, con respecto a los bajos salarios de China, por ejemplo, lo que implica llevar a la reducción de los salarios y derechos sociales europeos, conquistados mediante largas luchas.
Además, las empresas en cualquier país de la UE pueden emplear a trabajadores y trabajadoras que tienen por ejemplo un contrato búlgaro o polaco, con el salario mínimo del país respectivo. Las diferencias de salarios, los diferentes sistemas de protección social y las diferentes fiscalidades (impuestos y tasas) permiten a los patrones presionar a sus trabajadores y trabajadoras amenazando con la deslocalización de las empresas y con la importación de productos que hacen competencia y dumping (NDLR: una competencia a la baja) a los productos locales.
La UE no solo impone obligaciones en términos de «libre competencia» sino también mediante normas sobre la deuda pública. Se puede mencionar la famosa norma que limita al 3% el déficit público y al 60% la relación entre deuda pública de un Estado y su PIB. Esas normas constringentes dan instrumentos a los gobiernos de diferentes países para imponer la austeridad y la desreglamentación, especialmente en la privatización de los servicios públicos y en los ataques a los derechos y a las conquistas sociales.
Habrá elecciones para elegir el Parlamento Europeo, entre el 6 y el 9 de junio de 2024, en los 27 Estados miembros de la UE. Es importante participar en las elecciones europeas y estudiar los programas propuestos por los diferentes partidos. Al mismo tiempo, debemos tener claro que el Parlamento Europeo no es equivalente a un parlamento nacional: tiene mucho menos poder, y es la Comisión Europea y el Consejo Europeo los que elaboran los tratados y las normas de funcionamiento.
El poder que esos lobbies tienen sobre la Comisión Europea y sus comisarios es muy importante, y también lo es sobre los parlamentarios europeos
Otro factor político importante es el peso de los lobbies que representan a las grandes sociedades transnacionales, que no son solamente europeas. El poder que esos lobbies tienen sobre la Comisión Europea y sus comisarios es muy importante, y también lo es sobre los parlamentarios europeos como lo demostró el escándalo del «Catargate», en el que estuvieron involucrados parlamentarios y parlamentarias de Bélgica, Grecia e Italia. Hemos visto hasta qué punto los Estados y las empresas privadas tratan de comprar, de corromper y de influir las decisiones para que estas les sean favorables.
Podemos citar a las Big Pharma que pesaron sobre las decisiones tomadas por la UE sobre las vacunas contra el Covid-19. Vemos lo mismo sobre las decisiones tomadas en relación a los pesticidas y herbicidas peligrosos para la salud pública: en ese marco, Úrsula van der Leyen decidió la no aplicación de unas medidas ya contempladas, que, de todos modos, eran insuficientes para ese problema. Ha sido una victoria para las grandes compañías como Monsanto, Syngenta, etc. La presidenta de la Comisión Europea usó como pretexto las reivindicaciones del campo, mientras que, en realidad, se han tenido en cuenta los intereses de las multinacionales privadas.
En lo que concierne a Europa como «potencia», la UE es incapaz de, o rechaza actuar de manera positiva en la política internacional sobre conflictos extremadamente graves, ya sea en territorio europeo, ya sea en lugares próximos a Europa. El peso de la UE con respecto a un conflicto tremendamente grave en Ucrania, como resultado de la invasión rusa a ese país, es muy débil ya que todo está determinado por la situación subordinada que tiene Europa en el seno de la OTAN. En esa alianza, es Estados Unidos el que decide netamente el curso de la guerra o la existencia o no de negociaciones para ponerle fin. Lo que es seguro, es que los y las dirigentes europeos/as se aprovechan de esta guerra para alentar el aumento de los gastos militares y para reforzar el complejo militar-industrial europeo. En Palestina, es también Estados Unidos el que apoya directamente a Israel y, siguiéndole, la UE hace lo mismo. Europa deja que Israel se libre a una política genocida contra el pueblo gazatí, a un refuerzo de las colonizaciones ilegales y a medidas brutales contra el conjunto del pueblo palestino. La UE se niega a suspender los acuerdos comerciales y culturales con el Estado de Israel, que practica el apartheid y la destrucción del pueblo palestino.
En Palestina, es también Estados Unidos el que apoya directamente a Israel y, siguiéndole, la UE hace lo mismo
La UE ejerce un fuerte poder cuando se trata de comportarse como Europa Fortaleza: en esa fase, la UE emplea grandes medios y tiene un presupuesto muy elevado para la Frontex (Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, N de T), con helicópteros, aviones, buques, numeroso personal, todo para impedir a los y las candidatos/as a refugiados/as y, en general, a los y las migrantes a que lleguen al territorio europeo.
La UE firma también acuerdos de asociación económica con países o, con frecuencia, conjuntos regionales: la comunidad de África Occidental (CEDEAO), la comunidad andina o el MERCOSUR (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay), actualmente en negociaciones. Esos acuerdos imponen, generalmente, a los países o a los conjuntos de países, la apertura máxima a los intereses de las empresas europeas. A cambio, la UE abre su economía a países donde las reglas fitosanitarias no son del todo iguales que en Europa, tales como Brasil y Argentina, principales productores de soja transgénica para alimentar al ganado. Por ejemplo, esa realidad ha sido denunciada, con toda justicia, por los campesinos y campesinas actualmente en lucha y cuyos productos están en «competencia» con los productos de los grandes exportadores de las poderosas agroempresas, argentinas o brasileñas, en el caso del acuerdo con el MERCOSUR. Esos acuerdos favorecen a los intereses de los grandes importadores europeos pero perjudican a los pequeños productores locales tanto en los países del Sur Global como de Europa.
Al comienzo de la crisis de la COVID, Mario Draghi, que había acabado su mandato a la cabeza del BCE a fines de 2019, había declarado, con su reciente sucesora Christine Lagarde, que era necesario aumentar la deuda pública para hacer frente a la pandemia. Pero se guardó de proponer que el coste de la lucha contra la pandemia y sus múltiples efectos la pagaran las grades empresas privadas que se beneficiaban de la crisis: el Big Pharma, las GAFAM, las cadenas de distribución. Para convencer a la opinión pública para que no se cuestionase sobre la manera de financiar la necesaria lucha contra la pandemia, los y las dirigentes europeos/as suavizaron temporalmente las normas presupuestarias. Ahora que la deuda pública aumentó fuertemente y que el coste de su refinanciación explotó debido al aumento de los tipos de interés, los mismos y las mismas dirigentes anuncian la profundización de las medidas de austeridad afirmando que la deuda pública alcanzó un nivel insostenible. Siempre hay que denunciar enérgicamente estas políticas de austeridad y luchar por la anulación de las deudas públicas ilegítimas.
También es necesario reflexionar en términos de una refundación de Europa. Necesitamos, evidentemente, una estructura europea pero no ésta que construyó la UE, con la zona euro, etc. Hay que desintegrar esta Europa del Gran Capital y reemplazarla por otra Europa al servicio de los pueblos. Será necesario un proceso constituyente auténticamente democrático y a partir de las bases. Eso tendría que pasar también por elecciones democráticas con sufragio universal para elegir los y las delegados/as a una Constituyente europea. Esos y esas parlamentarios/as tendrían, por lo tanto, el poder de elaborar una nueva constitución de la UE y dotarla de estructuras verdaderamente democráticas, con un verdadero Parlamento dotado de poder legislativo. La propuesta de un nuevo tratado constituyente debe ser sometida a un gran debate y luego a un referéndum con sufragio universal en todos los países, antes de considerarse aprobada. La nueva Europa de los pueblos debería ser verdaderamente solidaria con respecto a los pueblos del Sur Global, y pagar las reparaciones por el saqueo económico, por las violaciones de los derechos humanos provocados por los gobernantes y las grandes empresas europeas desde hace siglos hasta hoy mismo, por los daños ecológicos catastróficos causados por las políticas estimuladas por la UE… Es necesaria una Europa feminista, ecológica, socialista, internacionalista y pacífica.
Eric Toussaint . Doctor en Ciencias políticas de la Universidad de Lieja y de la Universidad de París VIII, es el portavoz del CADTM internacional y es miembro del Consejo Científico de ATTAC Francia
Traducido por Griselda Piñero
Fuente: https://www.cadtm.org/Por-una-Europa-de-los-pueblos-contra-la-UE-fortaleza-del-capitalismo