Recomiendo:
0

Potlatch

Fuentes: La Marea

La crisis se ajusta poco a aquella costumbre que tuvimos cuando nos figuramos ‘clase media’ y adorábamos algunos objetos como evidencia de unas imágenes que nos habían enseñado a ver más allá de la pared en la que se proyectaban. Hoy una edición en DVD o Bluray de una película maravillosa resulta casi utópica, sin […]

La crisis se ajusta poco a aquella costumbre que tuvimos cuando nos figuramos ‘clase media’ y adorábamos algunos objetos como evidencia de unas imágenes que nos habían enseñado a ver más allá de la pared en la que se proyectaban. Hoy una edición en DVD o Bluray de una película maravillosa resulta casi utópica, sin lugar probable, como una casa al borde de sus propias ventanas, pendiendo de un banco. Pero esos objetos siguen realizándose, a pesar de que muchos les nieguen un sitio y otros no puedan ofrecérselo. Ahora, durante la celebración del solsticio, estos «discos de visiones» que vamos a mencionar bien pueden volver a ser un regalo, un don que se intercambia, como decía Marcel Mauss a principios de otro siglo, un símbolo de algo que no permitiremos que se borre.

Y es que pueden no estar los tiempos para comprar objetos cuyos ceros y unos quizás se obtienen gratis en internet, pero tampoco deberían estar para mirar sin dejar constancia, sin llevar y traer de la calle, sí, de la calle, el cine a nuestras estanterías, o a las de alguien que necesita ver para creer. Mientras una minoría muy determinada de individuos muta la tragedia en farsa, otra minoría, que ha adelantado la vida, filma los retazos de este presente que vino de otro lado, que puede llevarnos a otra parte. Es Miguel Gomes rodando en Tabú ese vaivén entre Murnau, el amor, la fantasía y el casino del capitalismo popular portugués. O Jonas Mekas, en sus Diarios, registrando los instantes en los que se va a conservar eternamente la suma de todos los segundos de felicidad de la existencia. O León Siminiani, en Mapa, identificando el cine con la vida, y no al revés, porque un ideal es lo contrario a una ausencia.

Sucede algo cuando tomamos de la mano un DVD o un Bluray y comenzamos ese rito de la contemplación de un film de autor sabiendo que una pequeña parte nos pertenece y ha sido realizada gracias y para nosotros. Es un pequeño lujo, como también es un lujo crear pudiendo dedicarse a actividades mucho más lucrativas, aunque menos honradas, como por ejemplo el cine comercial que devasta el cerebro de otros espectadores. En lo que pensamos como arte razonamos la persona, y el mundo que la rodea. En lo que producimos como peones de la pirámide, y con los blockbuster no hacemos otra cosa que producir o reproducir una ideología adversa, nos convertirnos en arquetipos que compiten con otros intentando parecerse a la nada.

Hay un cine que entretiene y un cine que se tiene, que necesita, ese sí, de la certidumbre de materializarse. Las cuatro películas de las que hablamos son parte de lo mejor que han dado los anhelos de las editoriales de cine en este año que pareció interminable. Una mujer que recuerda en Lisboa y otra que construye los recuerdos en una isla. Una persona que filma, en el lugar del que viene, a quienes ama. Un hombre que se encuentra lejos del lugar en el que estuvo. Cuatro historias que seguirán ahí para permitirnos mirar atrás cuando el futuro necesite un punto de apoyo. Cuatro presentes para un año que finaliza y un año nuevo.

Tabú vs Tabú

El Tabú de F. W. Murnau (1931) está recientemente editado en DVD y Bluray por el sello vallisoletano Divisa en su interesante colección Orígenes del Cine, dedicada al cine mudo. El Tabú de Miguel Gomes (2012) en doble DVD por el sello barcelonés Intermedio con la (casi) integral de los cortos del director portugués en un precioso cofre. La de Murnau fue su última película y tiene uno de los finales más bonitos de la historia del cine. Un ensayo etnográfico sobre el sur del Pacífico con el trasfondo de la ficción de un amor. La de Gomes es un homenaje a la Historia del celuloide, a la evocación, al pasado que a veces se configura como una fantasía que permite evadirse de la muerte. Y es también un ensayo sobre un Portugal en el que se enfrentan, como en España, las fuerzas de la memoria y las de la ruleta, las del sueño y el deseo contra las que apuesta la banca. Son dos películas, no por azar, complementarias. Para rememorar lo memorable y para presenciar lo inolvidable.

Diarios, Jonas Mekas

Otra de las novedades del curso realizadas por la casa Intermedio. Más allá del cine de autor, más allá incluso de la incógnita de la etiqueta de «cine experimental», se trata de cine de creación. Dos películas del migrante Jonas Mekas, «Reminiscencias de un Viaje a Lituania» (1972) y «En el camino de cuando en cuando vislumbré breves momentos de belleza» (2000), editadas en un triple DVD. Mekas filmó durante décadas los breves segundos en los que la felicidad era completamente visible en quienes amaba y luego compuso esos momentos irrepetibles en estas dos películas, como si fueran un diario y el epílogo de un diario inconcluso. Un álbum en el que la cámara no deja de moverse porque esos instantes arrancados al olvido son una hoja que pugna mantenerse en su sitio pese al viento. Un cineasta admirado y amado en todo el mundo, difícil, copado del temblor ante el descubrimiento. Nadie ha hecho nunca algo parecido, con tanta dificultad para observarse y con tanta coherencia. A cambio ofrece fragmentos de un relato que gracias al cine se convierte en permanente.

Mapa, de Leon Siminiani

Editada con mimo, marca del sello madrileño Avalon, Siminiani ha logrado en esta obra algo que parecía imposible desde hace más de tres décadas. Realizar honestamente un viaje iniciático, regresar de él y volver a intentarlo. Donde todos los trayectos se habían vuelto causales, casi teleológicos, «Mapa» tiene la sencillez y la integridad de renunciar kilómetro a kilómetro a la necesidad de justificarse, aunque se exija comprenderse, como lugar y como experiencia. Es una película budista, modesta, desapegada y obsesionada por sus contradicciones y por interpretar la estructura, la palabra, los silencios. Bajo la forma de ese monólogo interior, plenamente accesible, lleno de notas humorísticas, aparecen las circunstancias que reorientan una y otra vez el vivir. Un viaje a Marruecos que pretende ser el fin de algo y el prólogo de otra cosa. Una huida a la India que espera tanto una revelación como evitarla. Un baile en casa tras ver la Puerta del Sol repleta con el 15M. Un paraje visitado por miles que logra ser íntimo. Una generación refractaria a la doctrina, a la iluminación, pero que persigue el reflejo de la luz. Desentir lo sentido.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.