Diversos observadores coinciden en la posibilidad real del trueque de la presente contracción planetaria en una nueva recesión, esa “[significativa] disminución de la actividad comercial e industrial que comporta un descenso de los salarios, de los beneficios y del empleo”, si nos guiamos por un diccionario al uso. Muchos subrayan hoy signos tales el deterioro del canje de mercancías, la volatilidad de los mercados, el mayúsculo endeudamiento, las burbujas especulativas…. ¿Se aproximará otro 2008?
Eduardo Lucita (La Arena/Rebelión) nos incita a afirmarlo al responder la interrogante formulada por él mismo. Rememora el hecho de que, en su momento, la exdirectora gerente del FMI, Christine Lagarde, declaró que todo viene “peor de lo previsto para la economía mundial” y que el 70 por ciento de esta experimenta una desaceleración. Asimismo, acota el comentarista, la OMC pronosticó que tanto el PBI global como el intercambio de bienes –este último “no puede desempeñar plenamente su función de impulsor” del auge– despegarán menos que en 2018.
Pero las malas nuevas acuden de todos lados. Fergal O’Brien y Piotr Skolimowski resumen grosso modo para Bloomberg lo que constituye ya una ecuménica alerta: “China informó del crecimiento más débil de su producción industrial desde 2002. La economía de Alemania se contrajo por el desplome de las exportaciones, y la producción de la zona euro disminuyó en el mayor nivel en más de tres años debido al enfriamiento de la expansión general. Los mercados de bonos de Estados Unidos y Reino Unido enviaron las advertencias más claras de una recesión desde la crisis financiera mundial […] Con el golpe al crecimiento por las disputas comerciales junto con el enfriamiento de la demanda mundial y las crisis geopolíticas, la economía mundial se dirige a su expansión más débil desde la crisis financiera”.
Alexander Krueguer, alto funcionario de Bankhaus Lamp, no abriga dudas. Para él, además del debilitamiento cíclico, el rápido conflicto mercantil generalizado está frenando el desarrollo. A lo que se suman, considera, el Brexit y las tensiones geopolíticas, eventos cargados de un compartido efecto amortiguador (los peritos añaden a esta relación los perjuicios que ya acarrea el nuevo coronavirus). “Es probable que todos estos factores pesen sobre la actividad económica”.
El estado de cosas refleja un roletazo que pica y se extiende, para decirlo en el argot cubano del beisbol. La extenuación perjudica la zona euro, donde Francia y España también se enlentecen y la situación de Italia parece cada vez más grave. Cifras como clonadas de similares lapsos dan cuenta de que, en 2019, en el bloque monetario la producción industrial cayó 1,6 por ciento en junio. Mientras, el progreso se ralentizó al 0,2 por ciento en el segundo trimestre, la mitad del ritmo del primero.
Quizás dónde más gritan
En los Estados Unidos es como si ensordeciera un ulular de sirenas. Las sombrías predicciones colman informes, discursos, toda suerte de análisis. Recientemente, el portal Axios aseveró que proliferan los motivos para preocuparse por la recuperación, luego de que el indicador de probabilidad de la Reserva Federal (FED) de Nueva York, el cual predice la ocurrencia de una recesión, se ubicara en 32,9 por ciento en junio pasado.
Un despacho de Prensa Latina da cuenta de que Lisa Shalett, jefa de comunicaciones de la división Morgan Wealth Management, del banco de inversión Morgan Stanley, escribió en una nota dirigida a sus clientes que, desde 1960, cada vez que ese índice de la entidad ha sobrepasado el 30 por ciento ha ocurrido el temido fenómeno. Shalett también encontró “fantasmas” en la relación oro-plata; el descenso de las ventas de automóviles, viviendas, manufacturas; y en las ganancias y los gastos de capital.
De acuerdo con el Servicio de Noticias y Datos de Mercados Markets Insider, el nefasto aviso se ha mantenido en alto desde que la curva de rendimiento del Departamento del Tesoro se invirtió en marzo y luego nuevamente en mayo. Pero expliquemos esto, con la ayuda de PL:
“Para calcular la probabilidad de recesión, el rastreador de la FED […] utiliza específicamente la diferencia entre las tasas del Tesoro a 10 años y a tres meses. Un diferencial negativo entre las dos ha precedido a todas las recesiones de la posguerra, y actualmente se encuentra negativo desde mayo… La curva de rendimiento invertida es vista como un indicador de una recesión económica pendiente, porque cuando las tasas de interés a corto plazo exceden las de largo plazo el sentimiento del mercado sugiere una perspectiva pobre a largo plazo, y se cree que los rendimientos ofrecidos por el ingreso fijo continuarán cayendo”.
Según Market Watch, los inversionistas de Wall Street miran con sumo nerviosismo el comportamiento de la mentada curva, cuando la arremetida comercial trumpiana contra “toda bandera” socava la confianza empresarial y la actividad manufacturera. La estratega de ingresos fijos Leslie Falconio manifestó a esa página web que “si la curva de rendimiento se mantiene invertida por un largo período, puede influir en el crecimiento económico debido a su efecto corrosivo en las ganancias corporativas. Ello se debe a que llevaría a los bancos a evitar prestar dinero, restringiría el flujo de crédito y aumentaría los costos de los préstamos”.
Repercusión geopolítica
Sí, como atalayó Lenin, la política es la expresión concentrada de la economía. Eso, sin que olvidemos que aquella entraña sus propias variables de desenvolvimiento. Lo cierto es que, dada la coyuntura explicada hasta ahora –unida a otras–, Carlos Pereyra Mele, de Barómetro Internacional: #DossierGeopolitico DG, nos recuerda que, desde el 2003, la publicación ha sustentado que está transcurriendo el retroceso del poder global alcanzado por USA a fines del siglo XX.
“Y desde el 2010 […], que se transitaba hacia un [intervalo] de multipolaridad regional importante –con una China que no aplicará el modelo imperial norteamericano de control y dominio– y de nuevas alianzas totalmente distintas a las que se habían mantenido por casi 60 años. Y que los estados naciones lejos de desaparecer seguirán por un largo período dominando la escena […] internacional, como también teniendo influencia en sus vecinos los países importantes tanto [en lo económico como en lo tecnológico]. NO veremos un mundo bipolar, como el que conocimos en la guerra fría”.
Rematando sus asertos, el colega cita al influyente catedrático de Harvard Stephen Walt, quien, en la Revista Foreign Policy, en octubre de 2018 “reconoce que hace 15 años pocos analistas sostenían estos cambios que hoy se concretan. A confesión de partes, relevo de pruebas”, se muestra rotundo Pereyra Mele.
Conforme al aludido autor anglosajón, en su artículo “¿A qué tipo de mundo nos dirigimos”, en general 2025 supondrá un año de “multipolaridad no equilibrada”. En ese contexto, “los Estados Unidos seguirán siendo el actor más importante del planeta. Pero su margen de superioridad será más pequeño de lo que solía ser, y el país aún enfrentará problemas fiscales a largo plazo y profundas divisiones políticas […] China será la potencia número dos del planeta (y superará a Estados Unidos en algunas dimensiones), seguida por otros jugadores importantes (Alemania, Japón, India, Rusia, etc.), todos ellos considerablemente de menor jerarquía que los otros dos principales”.
Con “alarde” de cordura, el “augur” sugiere a EE.UU. que se comporte más selectivamente al hacer compromisos y utilizar su poder en el extranjero. “El deseo central de rehacer el mundo, que caracterizó la era unipolar, se desvaneció mucho antes de que Donald Trump se convirtiera en presidente de los Estados Unidos. No volverá, no importa cuántos neoconservadores nostálgicos intenten rescatarlo”.
Como elemento del vaticinio del académico –nada “sospechoso” de izquierdismo, por supuesto–, la política exterior y de defensa de EUA se centrará principalmente en contrarrestar a China. Además de procurar desacelerar los esfuerzos del “dragón” para obtener una ventaja en una serie de tecnologías emergentes, tratará de evitar que el coloso establezca una posición dominante en su región.
“Europa y la OTAN simplemente no tendrán mucho rol que desempeñar, ya que Washington se centra cada vez más en Asia. Los países europeos no querrán renunciar a los lazos económicos rentables con China y no estarán dispuestos a hacer mucho para equilibrar a Beijing. Si la competencia chino-estadounidense se calienta, como lo espero, este problema será otro punto de fricción entre los Estados Unidos y sus socios europeos. Trump podría acelerar este proceso si continúa golpeando a Europa en el comercio e imponiendo tontamente sanciones secundarias a los estados europeos que intentan mantener vivo el acuerdo nuclear de Irán por ejemplo, pero incluso si no lo hace, la lenta dilución de las relaciones transatlánticas continuará. No hay nada sorprendente o trágico en esto, por cierto; es simplemente la consecuencia gradual pero inevitable del resurgimiento de Asia”.
Resurgimiento que anida -¿es espoleado por?- en condiciones en las cuales “paradójicamente” medran las señales de una recesión que, aun gravitando sobre la Tierra en pleno, se tornan más peligrosas –“dádivas” del Sistema–, y hasta vergonzosas, para quienes han vivido a expensas de los demás: las potencias imperialistas. Y sus principales acólitos.