Montesquieu ( 1689-1755 ) en su Espíritu de las leyes nos dice qué: «una república es una democracia cuando el pueblo en su totalidad tiene el poder soberano» y Voltaire ( 1694-1778 ) dijo: «Estoy en desacuerdo con tus ideas, pero daría gustoso mi vida para defender tu derecho a expresarlas» En esas dos premisas […]
Montesquieu ( 1689-1755 ) en su Espíritu de las leyes nos dice qué: «una república es una democracia cuando el pueblo en su totalidad tiene el poder soberano» y Voltaire ( 1694-1778 ) dijo: «Estoy en desacuerdo con tus ideas, pero daría gustoso mi vida para defender tu derecho a expresarlas» En esas dos premisas de «universalidad de la soberanía de los actores» y en la «tolerancia de las ideas ajenas sin ejercicio de la violencia» se basa el concepto de democracia.
Se puede afirmar que las democracias modernas nacen plenamente al otorgárseles a las mujeres el derecho al voto. Y eso, a pesar de casi un siglo de presiones feministas, no ocurre de forma generalizada hasta después de la Primera Guerra Mundial. Debido sobre todo a que las mujeres se habían hecho más «presentes» en virtud de las casi 50 millones de bajas producidas por la guerra ( en su mayoría hombres ).
En el ínterin entre las dos guerras mundiales las clases sociales seguían siendo muy estancas, la industrialización creciente marcaba muy claramente la diferencia entre patronos y obreros. Cada clase social seguía a través de los periódicos y la incipiente radio las consignas de sus líderes ya fueran éstos, ricos hacendados con inquietudes, que dirigían la elaboración del pensamiento conservador o, sindicalistas con estudios e intelectuales, que difundían las ideas socialistas. Al respecto nuestro universal filósofo, Ortega y Gasset decía en 1930: «La mayor parte de los hombres no tiene opinión, y es preciso que ésta le venga de fuera a presión, como entra el lubricante en las máquinas.» Los partidos políticos eran todavía asociaciones de aficionados a la política que servían de incipiente altavoz de las ideas en su seno debatidas.
En 1929 Goebbels fue nombrado jefe de propaganda del partido nazi y en los siguientes años «introdujo a presión» en los alemanes la opinión de que el partido nazi era el mejor, lo que le hizo ganar a éste las elecciones en 1933 y Goebbels ascendió a Ministro de Propaganda e Información. Sus técnicas de intoxicación informativa marcaron el principio de una época. La radio estaba en su apogeo y la TV iniciaba sus primeros pasos. El pueblo alemán cayó en la trampa, no se paró a pensar y se tragó como certera la opinión que se le brindaba como tal, lo cual acabó desencadenando la II Guerra Mundial ( Más de 70 millones de muertos ).
La II Guerra Mundial, y la consiguiente reconstrucción, generaron abundantes beneficios empresariales que incrementaron las técnicas productivas y el poder de algunas empresas ( sobre todo las de acero y carbón ). Empresas qué, acostumbradas ya a la operativa en distintos Estados, se percataron de que las fronteras les suponían un importante coste operativo por lo que presionaron a los políticos para que se iniciase su desmatelamiento. Así, tras un embarazo de 6 años, nació en 1951 la CECA ( Comunidad Económica del Carbón y del Acero ) antecedente directo de la actual Unión Europea. Pero para que el mencionado «embarazo» pudiera llegar a término los empresarios, mercaderes, grandes industriales, poderes fácticos o como quiera llamárseles, tuvieron que presionar en todos los frentes, creando Grupos de Presión ( Lobies ) para «convencer» a los políticos de la bondad de sus propuestas. Además, siguiendo las enseñanzas del estudioso de las estrategias de guerra, Maquiavelo ( 1469-1527 ), aplicaron aquella de sus máximas que dice: «Con poco se cohecha a unos pocos» dedicándose a fortalecer el bipartidismo y las monarquías para así poder tratar siempre con casi los mismos próceres. Próceres a los que aupaban al liderazgo financiando sus campañas mediáticas ( El 86% de los ganadores en unas elecciones son los mejor financiados ). Todo ese oscuro entramado de financiaciones permitió el fortalecimiento de los grandes partidos y la burocratización jerarquizada de sus listas cerradas y sus disciplinas de voto, y también, la gran presión mediática -muy perfeccionada desde Goebbels a hoy- consiguió la institucionalización de las monarquías constitucionales que ha permitido grandes ahorros en el tráfico de influencias pues lo pagado al abuelo puede argüírsele al nieto.
Así se pasó de la ya clásica corrupción del cuerpo ejecutivo de los gobiernos a la del cuerpo legislativo, donde se empezó a legislar de acuerdo a los intereses de los grandes financiadores de los Partidos Políticos. Convirtiéndose así las democracias en simples aristocracias. Aristocracias no derivadas de la nobleza y la virtud como las antiguas sino basadas en la tenencia del capital y el dominio de las finanzas. Vivimos tiempos de aristocracias financieras y no de democracias, así el pueblo llano cada vez tiene más claro que su participación en las decisiones del Estado se reduce a los cuatro segundos de votación cada x años. Ya lo dijo Montesquieu: «[El Estado] perecerá cuando el poder legislativo esté más corrompido que el ejecutivo» y más tarde añadió: «sería necesario que el pueblo en su conjunto tuviera el poder legislativo» Sin embargo pecó de ingenuo comparado con su contemporáneo Rousseau ( 1712-1778 ) que afirmaba: «El espíritu universal de las leyes de todos los países, es el de favorecer siempre al fuerte contra el débil, y a aquel que posee contra aquel que carece de todo»
Esas aristocracias financieras -que hoy dominan el mundo- son las que también establecieron, al crearse la ONU, el injusto y antidemocrático sistema de VETO que allí rige ( Ni USA ni Gran Bretaña ni Francia ni Rusia pueden, honradamente, autodenominarse democracias mientras no renuncien a semejante y autoritario sistema de Veto ); son también las que engendran las guerras preventivas ( ¿Se atreverá Israel a atacar preventivamente a Irán? ); son las que acuerdan, en el seno del antidemocrático Consejo de Seguridad de la ONU, las acorralantes sanciones económicas; y son las mismas que se hacen las sordas ante las tragedias dictatoriales de los pueblos ricos en recursos -que ellas explotan- como Guinea Conakry. En definitiva son esas aristocracias financieras las que subvirtiendo la opinión del pueblo mediante los medios de comunicación y aplicando la violenta intolerancia hacia el diferente, conculcan los principios básicos de la Democracia expresados por Montesquieu y Voltaire.
La entrega de ese «poder legislativo» al conjunto del pueblo es hoy factible con los medios técnicos actuales tal y como pone de manifiesto Marno Ridao en su ensayo acerca de La Democracia Digital ( consultable en la Red ). Otra cosa será que esa posibilidad sea considerada conveniente por aquellos que detentan el verdadero poder social. Ni los políticos actuales ni sus financiadores querrán saber nada de ceder el poder que les permite enriquecerse indefinida e infinitamente a costa de las mayorías sociales. Cuando el pueblo se percate de la ficción democrática en que vive, más temprano que tarde exigirá sus derechos de soberanía y comenzará la insurrección generalizada. La suerte está echada: o cambiamos el sistema: instituyendo mayores grados de participación democrática, o perecemos como civilización. ¡On verrá!
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.