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Proletarios de todos los países, ¿a qué esperamos?

Fuentes: De wereld Morgen [Foto: Dieter Boonen]

Traducido del neerlandés para Rebelión por Sven Magnus

Vivimos actualmente una coyuntura muy contradictoria. Por un lado, los empresarios obtienen beneficios récord sin dejar margen para aumentos salariales. Por otro, debido a la estrechez del mercado laboral, las personas trabajadoras nunca han estado en una posición tan fuerte como hoy. ¿Estamos ante una nueva era en la que el mundo del trabajo podrá obtener una parte más justa del pastel?

Mala distribución del pastel

En esencia, las luchas sociales siempre han girado en torno a la distribución de la riqueza, o más exactamente, en torno a la lucha por la plusvalía o el beneficio. Toda persona trabajadora o empleada produce más riqueza que la que recibe como salario. Sin esta «plusvalía» o beneficio, un empresario no contrataría ni retendría a su personal (1).

Esos beneficios acaban en gran medida en los bolsillos de los empresarios y los accionistas. El resto se invierte en la empresa o en actividades financieras, un eufemismo para referirse a la especulación.

El quid de la lucha social es, pues, muy sencillo: cuanto más bajos sean los salarios y peores las condiciones de trabajo (trabajar más tiempo o más duro por el mismo salario) mayores serán los beneficios y viceversa.

Durante los últimos 40 años la situación en ese ámbito fue muy ventajosa para el capital, mientras que era desventajosa para el mundo del trabajo. Por ejemplo, en 1980 la población activa en Bélgica recibía el 64% de la riqueza que producía. En 2020 esa cifra se había reducido al 59%. Por el contrario, la cuota de capital (margen de beneficio bruto) aumentó del 35% al 45% en los últimos 20 años.

En Bélgica esto equivale a una transferencia del trabajo al capital de algo más de 40.000 millones de euros al año o una pérdida anual de 8.000 euros por familia. En otros países occidentales se observa una evolución muy similar .

Mientras que los salarios y las prestaciones, en relación con la longevidad, apenas han subido o incluso han bajado en los últimos años, las empresas están registrando beneficios altos y los superricos y las grandes empresas colocan muchos cientos de miles de millones de euros en paraísos fiscales.

Clima antisindical

Esta distribución desfavorable de la riqueza se ve favorecida y reforzada por una legislación antisindical, una represión creciente y una actitud agresiva de la patronal.

En varios países europeos el derecho de huelga se ha visto gravemente menoscabado en los últimos años. Por ejemplo, en países como los Países Bajos, Alemania, España, Bélgica, Francia y Reino Unido se instituyeron ‘servicios mínimos‘ durante las huelgas en los servicios públicos.

En Reino Unido dicha ley antihuelga se promulgó después de que las enfermeras se declararan en huelga por primera vez en 75 años. Tras una huelga muy seguida en la cadena de supermercados Delhaize en Bélgica, un juez prohibió los piquetes de huelga en todas las tiendas durante el mes de mayo .

En 2022 ocho sindicalistas fueron detenidos por la policía en Italia por organizar huelgas y acciones sindicales. En Francia las manifestaciones sindicales contra la ley de jubilación son tratadas con la misma brutalidad por parte de la policía que la que utilizó durante la lucha de los chalecos amarillos.

En abril de este año un editor francés fue detenido por la unidad antiterrorista de la policía británica cuando se dirigía a una feria del libro en el Reino Unido. Había fotos que «probaban» que había participado en protestas contra la ley de pensiones en su país. Las fotos se las había facilitado la policía francesa a sus colegas británicos.

En ese clima represivo el empresariado se siente fortalecido y adopta también una postura cada vez más agresiva. Se despide o amenaza con el despido a los sindicalistas militantes.

Los empresarios también recurren cada vez más a los agentes judiciales para romper las huelgas. Por ejemplo, en el conflicto social de Delhaize en Bélgica es sistemáticamente el caso. Esta práctica también es cada vez más habitual en países como Francia.

Equilibrio de poder favorable …

Sin embargo, esta postura agresiva del gobierno y del capital no se corresponde con la relación de fuerzas sobre el terreno, que actualmente es más favorable que nunca al mundo del trabajo, lo que tiene mucho que ver con la falta de mano de obra en el mercado laboral.

Si la demanda de trabajo es superior a la oferta, el trabajador se debe contentar con lo que pueda conseguir y en ese caso, los trabajadores están débiles y los empresarios fuertes. En caso contrario, los empresarios estarán dispuestos a ofrecer mejores salarios y/o condiciones de trabajo para conseguir suficientes trabajadores y en ese caso, los trabajadores estarán fuertes y los empresarios débiles.

En este sentido, las relaciones han evolucionado muy favorablemente en los últimos años. A consecuencia del envejecimiento de la población y de la disminución de la inmigración, la reserva de mano de obra disponible en los países occidentales disminuye constantemente y el mercado laboral está más difícil que nunca. En muchos sectores hay más vacantes que candidatos, lo que ha proporcionado a los trabajadores una posición negociadora firme.

… y varios intentos de cambiar esa situación

Normalmente, una posición tan fuerte debería traducirse inevitablemente en mejores condiciones de trabajo y/o salarios más altos. Es, simplemente, la ley de la oferta y la demanda en el mercado laboral.

La derecha intenta reducir la relación de fuerzas favorable en el mercado laboral, por un lado, haciendo que los trabajadores trabajen más tiempo (retrasar la edad de jubilación) y, por otro, consiguiendo que trabajen más personas. Esto último se hace mediante la caza de personas en el paro y de personas enfermas de larga duración. Estas medidas son muy impopulares y su alcance es demasiado limitado para cambiar la tendencia del mercado laboral.

La migración sería otra posibilidad, pero ahí la derecha está atrapada en sus propias contradicciones. En el pasado la clase política alimentó la xenofobia y el racismo para dividir a los trabajadores entre sí y desviar la atención de la lucha de clases. Por lo tanto, organizar una nueva oleada migratoria no es una opción real a muy corto plazo.

Un tercer intento de «enfriar» el mercado laboral es subir los tipos de interés. Esto ocurre hoy con el pretexto de luchar contra la inflación. Pero tipos de interés más altos no abordan las dos causas principales de la inflación actual.

La primera causa son los cuellos de botella en el comercio mundial nacidos tras la crisis del COVID-19 [2] y la guerra de Ucrania. La segunda causa son los superbeneficios que hicieron sobre todo las grandes empresas que se benefician del aumento de la inflación mundial tras la crisis del COVID. Según el Banco Central Europeo, unos dos tercios de la inflación se deben a esos superbeneficios. En ese contexto se utiliza el término «greedflation», la excusa de la inflación.

Pues bien, en ambas causas de la inflación actual, el aumento de los tipos de interés no tiene ninguna repercusión. Lo que sí hacen tipos de interés más altos es que reducen las inversiones, lo que también reduce el empleo y hace que el mercado laboral sea menos tenso. Y de eso se trata precisamente.

Dicho claramente, para mantener la relación de fuerzas favorable al capital, recurren a una (leve) recesión para deshacer la presión al alza sobre los salarios. Pero ni siquiera este camino es obvio, puesto que la recesión provoca mucha miseria social y la confianza en la política ya está muy baja en todo el mundo occidental. Una recesión excesiva podría avivar las protestas y ejercer una fuerte presión sobre el sistema político.

Reivindicaciones ofensivas

Así pues, parece que la rigidez del mercado laboral se mantendrá durante bastante tiempo y posiblemente incluso aumente. En cualquier caso, la relación de fuerzas es más favorable que nunca al mundo del trabajo. Puede que estemos ante una época en la que el movimiento obrero pueda pasar a la ofensiva, y reclamar y adquirir una parte perdida del pastel.

Pero parece que la idea de una posición de partida favorable aún no ha calado del todo. Cuarenta años de políticas neoliberales, junto con una ofensiva de los medios de comunicación y la represión sindical han puesto a sindicatos y trabajadores a la defensiva. Se habían acostumbrado a luchar sobre todo para preservar la mayor cantidad posible de conquistas sociales.

Pero la situación ha cambiado. Dada la favorable relación de fuerzas, ha llegado el momento de cambiar el fusil de hombro y apostar por reivindicaciones ofensivas. A continuación, a modo de sugerencia, formulamos algunos posibles puntos de batalla posibles para el futuro inmediato:

* Hay que volver a dividir el pastel de forma más justa. Esto se puede hacer de dos maneras: en primer lugar, mediante salarios y prestaciones más elevados, y en segundo lugar, mediante un impuesto a los ricos.

* La concertación social debe mejorar y debe existir un marco jurídico sólido para ello, incluida la protección de los representantes sindicales. No deben romper las huelgas con interferencias legales y deben desaparecer las leyes antihuelga. Debe terminar la represión policial de las manifestaciones sindicales (y, por supuesto, de otras manifestaciones).

* La edad de jubilación debe estar en función del bienestar y la calidad de vida, y no de los beneficios. Lo mismo ocurre con las condiciones laborales. Se debe castigar severamente el dumping social. Las personas enfermas y desempleadas necesitan más protección. De todos modos, la mejora de los salarios y de las condiciones laborales hará que aumente la tasa de activación de la población activa.

* Demasiadas personas sufren la doble presión de la combinación de familia y trabajo. Por lo tanto, es necesario reducir la jornada laboral manteniendo los salarios.

Estas exigencias no son en absoluto radicales ni excesivas. Lo que es excesivo es la relación sesgada entre trabajo y capital. Son exigencias a las que tenemos derecho. No persiguen más que una distribución decente de la riqueza que todos producimos.

Estas exigencias tampoco están lejos de ser realistas. Dada la desproporcionada participación del capital en la riqueza producida en la actualidad, no cabe duda de que hay margen financiero para todas estas demandas. No se trata de falta de dinero, sino de redistribuir lo que abunda.

Proletarios de todos los países, ¿a qué esperamos?

Notas:

(1) La plusvalía es el beneficio potencial, porque los bienes o servicios producidos deben venderse realmente, solo entonces hay beneficio. Los beneficios son plusvalías realizadas.

(2) A consecuencia de la pandemia, se produjeron retrasos en la producción y problemas de entrega. Cuando terminó la pandemia, la demanda de bienes aumentó tremendamente rápido, y la producción y el transporte no pudieron seguirla inmediatamente.

Fuente: https://www.dewereldmorgen.be/artikel/2023/05/01/1-mei-met-zijn-basisbanenplan-staat-conner-rousseau-volledig-aan-de-verkeerde-kant/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la traducción.