Si alguna lección nos pudo haber dejado Fidel y Chávez en 50 años de la Revolución Cubana y 12 años de Revolución Bolivariana, es la de ser puntos de referencia en la articulación de los diferentes movimientos progresistas. Fidel no sólo sobrevive al desplome de la Unión Soviética, sino que junto al heroico pueblo cubano […]
Si alguna lección nos pudo haber dejado Fidel y Chávez en 50 años de la Revolución Cubana y 12 años de Revolución Bolivariana, es la de ser puntos de referencia en la articulación de los diferentes movimientos progresistas.
Fidel no sólo sobrevive al desplome de la Unión Soviética, sino que junto al heroico pueblo cubano enfrentó una de las más encarnizadas batallas económicas que país alguno pudiera soportar durante el período especial, logrando además mantenerse como referencia mundial en cuanto a la moral, la solidaridad y la dignidad de aquellos pueblos que impulsaban movimientos sociales en un mundo donde el socialismo se consideraba exterminado, obsoleto, criminalizado. Fidel se convierte en catalizador de las diferentes tendencias ideológicas, antiimperialistas que van germinando a lo largo de nuestra América, siempre preservando las características geográficas e históricas del pueblo cubano y respetando la libre autodeterminación de los pueblos. Esto último quedaría muy claro en el discurso que pronunciaría en el aula magna de la Universidad de La habana en 1994, cuando recibió al Comandante Chávez apenas días después de su salida de la cárcel de Yare: «Para nosotros está muy claro que la revolución de los pueblos la llamamos SOCIALISMO… Pero, si otros quieren llamarla Martianismo, estamos de acuerdo. Si la llaman Bolivarianismo, estamos de acuerdo… Es más, si otros la llaman Cristianismo, también estamos de acuerdo».
Con la llegada al poder del Comandante Chávez en 1998, se dispararían las diferentes tendencias ideológicas en Venezuela y el Continente. Desde el Árbol de las Tres Raíces -Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora-, hasta Marx, Lenin, Gramsci, Mezaros, se ha mantenido en esencia nuestra raíz Bolivariana que reivindica el socialismo como única vía de liberación enfrentada a su más enconado enemigo el imperialismo norteamericano, Chávez igual que Fidel en Cuba convierte a la República Bolivariana de Venezuela en punto de referencia para el debate de los movimientos progresistas mundiales. Bolivia, Ecuador, Nicaragua, con sus matices indígenas, obreros, campesinos, son hoy ejemplo de ese debate enriquecedor que va fortaleciendo la lucha contra el capitalismo y resucitando la esperanza de saber que otro mundo es posible.
Sin embargo, ese debate que amalgama una gran variedad de opiniones -todas válidas, pero no poseedoras de la verdad absoluta-, pudieran entorpecer con el foquismo, el inmediatismo, la radicalidad irracional, lo que en sí debería canalizar una vía expedita hacia el parto de la nueva sociedad.
Una de las causas que generó divisiones, desviaciones, traiciones y un profundo desconcierto en la población que se encontraba sometida a los designios del pacto de Punto Fijo, fue la imposición más que debate de las diferentes tendencias en el movimiento revolucionario de los años 60’s. Marx en contraposición de Mao y viceversa, Lenin en contraposición de Troski y viceversa, que la revolución armada urbana en contraposición de la revolución campesina, la traición de Teodoro, la entrega de Américo Martín ¿Cuántos cuadros campesinos, obreros, profesionales, todos fieles a la lucha armada terminaron siendo perseguidos, desaparecidos, asesinados, excluidos, olvidados, enemigos de la «democracia» por mantenerse fieles a sus principios? Principios que generó un sector de la dirigencia que luego terminó negociando un 10% en el «ejercicio» de la democracia liberal burguesa. Incluso, aún hoy se mantiene un silencio sepulcral en torno al juicio que por genocidio deberían tener los verdugos de las masacres de Cantaura, Yumare, Caño Las Coloradas y las actuaciones de algunos responsables en la lucha antiguerrillera de las últimas décadas. No obstante, los familiares de todos los compañeros caídos siguen esperando por una palabra llamada Justicia, mientras ocupamos toda nuestra fuerza en pretender imponer una verdad.
Me escribía un camarada lo siguiente: «Yo lo entiendo, porque usted no pudo hablar durante 30 años. Pero, los tiempos han cambiado y las cosas son diferentes…». Es decir, si es que puedo entender al camarada, el pasado queda enterrado y debo echar a un lado la historia para construir el país de los nuevos tiempos, el país sin dolor, el país de los muertos que fueron silenciados, porque la historia no enseña nada y las balas silbaron en otros tiempos.
Hemos recibido ataques desde el sector que bien impulsa la utilización del software libre. Ataque que, por cierto, fue publicado por rebelión.org sosteniendo un solo juicio, un solo punto de vista y que, en honor a la verdad, obedece a la interpretación sui generis de una sola persona, pues nuestra opinión, que no estaba destinada a atacar lo que es un logro importante en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, jamás estuvo destinado a enjuiciar el software libre.
Decíamos en esa oportunidad, que al imperialismo había que atacarlo con todas las armas disponibles, incluyendo internet, computadoras y plataformas que existen y son impuestas por el capitalismo, tal y como las columnas guerrilleras aprovecharon la desbandada del enemigo para recolectar el armamento abandonado. Esto originó insultos y juicios absolutamente intolerantes, desde la acusación de contrarrevolucionarios, pequeño burgueses, asalariados de Microsoft, hasta la interpretación de cualquier opinión que ejerciéramos en nuestra defensa. Toda una cofradía que enjuicia y condena a partir de una verdad que no es absoluta, pues si bien es cierto que la lucha por el software libre ha sido cuesta arriba, también es verdad que por 5 BsF. puedes conseguir en cualquier buhonero la plataforma Windows o cualquier programa crakeado que simplifica el acceso de los usuarios a esa transnacional del software. El software libre es una de las tantas trincheras que hoy construimos para enfrentar una transculturización que tiene doscientos años de penetración. Pregunto: ¿A quién estamos atacando? ¿Al enemigo o al combatiente que está de nuestro lado con todos sus errores? ¿Es acaso esta trinchera más importante que la ideologización de las masas en torno a la cultura, la alimentación, la economía, en fin, a la trascendencia necesaria que provoque el parto a una sociedad socialista? En todo caso, ¿es imponiendo un solo criterio como pensamos aplastar el debate? ¿Habrán entendido que hay una población, lamentablemente mayoritaria, que utiliza las herramientas impuestas por el imperio? ¿Cómo le llegamos a esa gente? ¿Acusándolas de contrarrevolucionarias, pequeño burguesas, escuálidas y traidoras a la patria?
Otro tanto pasó con la música. Se emitió una opinión en torno al aplastamiento que sufrió el famoso movimiento pacifista de la década de los 60’s que criticaba la guerra de Vietnam y que originó el famoso concierto de Woosdtock. Dijimos y reiteramos que la maquinaria disquera manejada desde el Departamento de Estado Norteamericano terminó comercializando, sumergiendo en la droga y pervirtiendo a aquellos artistas que participaron en el movimiento Hippie. De inmediato, comenzaron los ataques en contra nuestra. Nos acusaron de rockófobos, de estar impulsando el reguetón, de acusar de drogadictos a todos los rockeros, en fin, se desataron los demonios nuevamente en torno a una observación que si bien no deja de ser personal, podría originar un debate limpio y ajeno a quienes están esperando para pescar en río revuelto.
Lo que me preocupa no son los ataques banales y la libre interpretación que desvirtúa la opinión que hemos emitido. Más bien me preocupa que no exista la más leve intención de centrar la discusión en torno a la diversidad de matices que están reflejados en estos temas y, sobre todo, el obstinado purismo que ejercen algunos «expertos» en la materia. Simplemente no hay forma de escapar a un juicio condenatorio que estigmatiza cualquier respuesta.
En aporrea y en otras páginas web, he visto como surgen opiniones condenatorias en torno a la política ideológica del Comandante Chávez. En la mayoría, se esgrimen todo tipo de elementos conceptuales válidos, pero no deja de ser una batalla de ideas que sirven para complementar un debate que pudiera enriquecer la construcción del socialismo. Sin embargo, hay un sector que lejos de ejercer el derecho al debate y esperar una respuesta que coincida o rebata sus conceptos, dan por absoluto sus razonamientos y no permiten o abren espacio para la discusión. Esto es así y san se acabó. Lo peor de todo es que muchos desconocen de las intríngulis del proceso revolucionario, desconocen de la mayoría de los elementos que acompañan las decisiones del Comandante, pero asumen que no hay otra verdad, no hay otro elemento de juicio y radicalizan su posición a límites realmente insostenibles.
Un ejemplo de esto lo podemos observar en las opiniones emitidas por Jerónimo Carrera, Presidente del Partido Comunista de Venezuela. Dice que Chávez está loco, que La Hojilla es contrarrevolucionaria, que Globovision le encanta… Y todo esto lo dice un comunista, presidente de ese partido, desde Globovision y entrevistado por Carla Angola. Por el respeto que le tengo al Partido Comunista, solo me resta dejar expuestos los hechos. Ustedes dirán.
Pudiera citar más ejemplos, -Douglas Bravo, Puerta Aponte, etc.-, pero solo demostraría que los extremos se tocan… ¡Y de qué manera!
Así como no podemos decir que la música es totalmente autóctona de un país por la influencia que ejercieron los imperios invasores y los elementos culturales que le acompañaron, tampoco podemos negarnos a establecer las cuotas de influencia que tienen los diferentes grupos étnicos que se encontraron en suelo americano. De igual manera y de acuerdo a las diferentes corrientes de pensamiento, podemos rechazar o asumir posiciones pensando en aplicar aquellas que favorecen y le dan poder a la mayoría. Las vías para aplicarlas forman parte del debate que se vive a diario en el pueblo. En consecuencia, asumir que un solo sector tiene la razón absoluta y no existe posibilidad alguna de respuesta a sus planteamientos -más que «planteamientos», «imposiciones»-, es apostar a la anarquía y dar rienda suelta a la negación de la discusión que debemos y estamos obligados a dar.
Las redes sociales, que son hoy un territorio muy cenagoso si entendemos que es muy fácil infiltrarse en ellas para hacer contra información y torpedear desde su núcleo a la revolución, se han convertido en un espacio vulnerable en materia de información. Allí podemos «matar al Comandante», acusar de corruptos a personas honestas sin ninguna prueba, avalar rumores de la ultraderecha, crear simpáticas presunciones, inventar historias en detrimento de personas públicas o moldear corrientes políticas que tienen objetivos totalmente divorciados del proceso bolivariano. ¿Cuántas veces no se ha repetido una supuesta historia de un Mario Silva drogadicto que le compraba drogas a un involucrado en el secuestro y muerte del niño Vegas Pérez?
Con la fotografía de Rodrigo Cabezas y Makled urdieron un plan descalificador que vale la pena reseñarlo. Quien me envió esa fotografía al twitter, decía textualmente: «¿Quién desenmascara a este corrupto narcotraficante?» Solo me enviaba la foto. No presentaba ningún tipo de prueba. Condenaba antes de entender que se trataba de una triste tramoya. Daba por cierto que Rodrigo Cabezas era «corrupto y narcotraficante».
Al Sr. Luigino Bracci, lo incluyeron en reconocelos.com, fotografía incluida. Lo atacaron a diestra y siniestra. Lo acusaron de piedrero, de drogo, de todo lo que el odio manifiesto de sus detractores pudieron inventar y manejar.
A Vanessa Davis le publicaron una fotografía de la DISIP en tiempos del caracazo. De igual manera hicieron con Blanca Eekhout y otros dirigentes de la revolución. De Jorge Amorín y su esposa no solo publicaron una supuesta agresión doméstica, sino que Ocariz, alcalde del Municipio Sucre lo hizo público en una entrevista que le hizo el mismísimo Amorín.
Han publicado direcciones completas de personajes de la revolución para que los disociados se presenten y los ataquen en sus hogares. A Romero Anselmi, que en paz descanse, lo atacaron en su casa mientras su señora agonizaba de cáncer.
Hay decenas de ejemplos que nos llaman a la reflexión en cuanto a la utilización de las redes sociales y el poder devastador que tiene la rumorología. Una sola acusación impertinente, que pretenda imponer una sola verdad en torno a un tema, puede desarrollar una campaña de descrédito que no tendría vuelta de hoja.
Yo puedo manejar información muy delicada que esté probada, pero esa información tiene implicaciones muy concretas, incluso destructivas cuando se trata de hacerlas para imponer un criterio personal. La denuncia debe estar dirigida al enemigo interno o externo, pero jamás para imponer una tendencia sobre otra. El debate se hace indispensable cuando queremos desarrollar una idea y esperamos que otros la profundicen.
Lo cierto y puede utilizarse en mi contra si quieren, en este país podemos encontrar una muy variada fauna de personajes que utilizan el catalejo al revés. Desde connotados dirigentes radicales que se han convertido en encubridores de bingos y casinos, hasta personajillos que persiguen la pantalla como un asunto de supervivencia personal. Personajillos que, por cierto, se mantienen detrás de un teclado o por cuestiones circunstanciales dispararon su frecuencia en las ondas hertzianas y pretenden cobrar por ello. Lo cierto es que, sin ser católico, no hay mejor refrán para fotografiarlosque decir «Dios los cría y ellos se juntan».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.