Después haber jugado en las divisiones inferiores de fútbol de Francia y Suiza, Zahir Belounis, un ciudadano francés de origen argelino, hizo las maletas en 2007. Rumbo a Qatar. Un amigo le habló de un equipo de fútbol, El Jaish. Le prometieron un gran contrato. Su esposa le acompañó. En Qatar nacieron sus dos hijas […]
Después haber jugado en las divisiones inferiores de fútbol de Francia y Suiza, Zahir Belounis, un ciudadano francés de origen argelino, hizo las maletas en 2007. Rumbo a Qatar. Un amigo le habló de un equipo de fútbol, El Jaish. Le prometieron un gran contrato. Su esposa le acompañó. En Qatar nacieron sus dos hijas (tres y cinco años en la actualidad).
Belounis no tuvo problemas hasta que le cedieron a un equipo de segunda división. El club en el que estaba jugando se negó a pagarle el dinero que le debía. En febrero de 2012, llevó el caso a los tribunales y en verano de 2013 terminó su vinculación con el club.
Agotó todos los ahorros de su vida en esos interminables 19 meses que pasó atrapado en Qatar reclamando sus sueldos atrasados. Su familia y amigos le mandaron dinero; lo sigue devolviendo. Belounis pidió que un tribunal decidiera si tenía razón y el club le dijo que si no retiraba los cargos no le dejarían marchar. La FIFA, la rectora del fútbol mundial, optó por no intervenir. Sus asuntos son otros.
Belounis pudo superar el calvario finalmente. Para ello tuvo que firmar un papel -«chiste» le llama él- comprometiéndose a no plantear problemas, a renunciar a sus derechos. De vuelta a París, vivió con su mujer y sus hijas en casa de su madre. Un amigo le ofreció trabajo en su restaurante en España en febrero de este año. Aquí está, entre nosotros. No soporta siquiera ver un partido por televisión.
¿Qué hay detrás de todo ello? Lo siguiente: Qatar es un país que el trabajador asalariado no puede abandonar sin el permiso del empresario (empleador en alguna jerga) que le ha contratado. Está atrapado si no es el caso. «Belounis es la punta del iceberg de la legislación laboral catarí, del denominado sistema Kafala. Un modelo muy criticado por las asociaciones de derechos humanos» [1]. No es para menos. Es una forma de «esclavitud moderna», según The Guardian. Es conocida y sabida por todos (pero… ¡qué importa y a quién puede importarle!) la muerte de cientos de trabajadores nepalíes que han perdido la vida en las labores destinadas a dar forma al Mundial de 2022 [2].
Belounis es una excelente persona, casi un ser angelical. Según ha declarado, no guarda rencor a Qatar. «Hay cuatro o cinco como Al-Hamad [el presidente del club y de la candidatura ganadora para los Mundiales de atletismo de 2019], pero me alegra que les dieran la Copa del Mundo. Estas cosas unen a la gente». Como han leído, sin razonable indignación que recorra sus venas y arterias.
Eso sí, «el gran evento de 2022» está plagado de sombras (sin apenas ninguna luz). Según el informe de Amnistía Internacional, la esclavitud asalariada y las muertes obreras son el pan nuestro de cada día. No importa mucho. Lo que importa realmente es el evento de 2022, el Mundial qatariano que tienen como embajadores a monsieur Zinedine Zidane y al senyor Josep Guardiola, siempre tan sensibles a la situación de los trabajadores del mundo. Herr Guardiola, como seguramente recuerdan, ya intervino decisivamente para apoyar el vínculo Barça-Qatar (¿Recibió algún regalo a cambio o fue por puro convencimiento cultural o poliético?)
Por cierto, el futbolista francés pidió ayuda en una carta pública a Zidane y Guardiola. ¿Se desplazaría a Qatar para apoyar a Belounis el entrenador del Bayern, como hiciera el 9N para depositar su voto SI-SI y hacer propaganda política del acto de agitación nacionalismo y de la independencia neoliberal de Cataluña? ¿Ha hecho alguna conferencia de prensa denunciando la situación? ¿Han oído palabras suyas a favor del derecho a decidir sobre salud, buen trato, justa remuneración, humanidad esencial, cosas básicas, de los trabajadores que dejan su vida y su salud en las infraestructuras que se están realizando en Qatar por el Mundial 2022? ¿No habría que iniciar una campaña de boicot?
El caso de Belounis no es el único que ha despertado la indignación de muchas personas en el mundo. Al futbolista Abdeslam Ouaddou, el Lekhwiya (el equipo catarí en el que jugaba) también le frustró su salida del país en 2011. ¿Motivos? Saben la respuesta. Tras un largo proceso, Ouaddou obtuvo una pequeña recompensa en febrero 2014: la FIFA falló a favor de sus derechos y obligó al Lekhwiya a que le pagara el año de sueldo pendiente.
Otros deportistas e incluso directivos prefieren renunciar al enfrentamiento. Stéphane Morello, un entrenador francés contratado en 2009 por el comité olímpico catarí: los servicios diplomáticos locales le devolvieron su pasaporte en octubre de 2013, cuatro años después de que aterrizara en el país árabe. ¿Por qué? Morello firmó -es decir, tuvo que firmar- un acta que certificó que el Gobierno de Qatar no tenía ninguna deuda pendiente con él.
Eso sí, Qatar Foundation (o alguna entidad afín) es la propietaria del Paris Saint-Germain y el principal patrocinador del Barça. Y no pasa nada. ¿Por qué iba a pasar algo? Fútbol es fútbol y la política no tiene nada que ver. ¿A que no?
Nota:
[1] El País, 24 de noviembre de 2014 (Deportes).
[2] Una cita que organizará Qatar. Eso sí, bajo sospecha. Tanto en el proceso de su designación (fue en 2010) como por la explotación inhumana y criminal de los trabajadores en las obras de los estadios y en infraestructuras anexas. Eso sí, visca el Barça-Qatar!
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