«La Naturaleza es sabia». ¡Pues qué bien! Deben pensar las víctimas del último tsunami. «El cuerpo sabe lo que le conviene, las vacunas y los fármacos no hacen sino intoxicarlo». Que se lo pregunten al afectado de poliomielitis. «Los animales tienen derechos». ¿Cuáles? ¿Por qué? ¿A qué viene esta moda de retorno a la naturaleza?. […]
«La Naturaleza es sabia». ¡Pues qué bien! Deben pensar las víctimas del último tsunami. «El cuerpo sabe lo que le conviene, las vacunas y los fármacos no hacen sino intoxicarlo». Que se lo pregunten al afectado de poliomielitis. «Los animales tienen derechos». ¿Cuáles? ¿Por qué? ¿A qué viene esta moda de retorno a la naturaleza?. Y sobre todo, ¿por qué intentamos humanizar la naturaleza? Todo tiene un regusto de religiosidad, esta vez oriental. Cuando la dicotomía Naturaleza/Cultura parecía ya superada, nuevas oleadas de pensamiento mágico se nos cuelan de rondón, nuevos sacerdotes de lo natural nos dan la matraca. Que si naturistas, que si higienistas. Que si ayunar nos fortalece y nos limpia. Debieran hacerse mirar esa obsesión por la limpieza. La naturaleza no es sabia, es naturaleza. Su comportamiento es una mezcla de azar y necesidad. Humanizar lo no humano es un ejercicio de estupidez malsano con el cual uno acaba no entendiendo ni la totalidad de la naturaleza ni la porción de la misma que somos los humanos. Los humanos, esos primates que la mezcla de azar y necesidad los dotó de palabra. Por eso engullo con fruición lo mismo una alcachofa de Tudela que una almeja cruda de las Rías Baixas, porque mientras las mastico no me hablan, no me imploran por la futura orfandad de sus crías. Creo que el visionado de películas de uno de los mayores terroristas, Walt Disney, produjo demasiados desastres en las mentes sin formar de los entonces niños. ¿El plato preferido del Rey León era la leche con cereales chocolateados? Hace poco me dejaron en el buzón la revista «Atalaya», esa de los testigos de Jehová. Se podía ver un dibujo del paraíso celestial. Al fondo una oveja apoyada sobre un felino. Debajo palabras de la Biblia, «En el Cielo no habrá ley y el león descansará junto al cordero». Creí notar cierta tensión en los ojos del ovino. Los humanos somos naturaleza, debemos de conservarla porque nos va la vida en ello, así de simple. Debemos defendernos de sus efectos dañinos para con nosotros y disfrutar de sus beneficios. Compartimos el 64% del ADN de la mosca del vinagre. Nos repartimos el ADN con las ladillas en parecida proporción. Pero en cuanto a derechos, sobre todo los de reunión y manifestación, no creo que sea bueno que los ejerzan en torno a nuestras partes pudendas. –