Breves aclaraciones previas El concepto del fetichismo mercantil, y su forma particular, el fetichismo de la mercancía, han ocupado una parte importante del sistema lógico-conceptual-teórico en el pensamiento marxista. La época en que como estudiante aprendía la economía política y después el tiempo en que tuve que impartir conferencias y seminarios de dicha materia, no […]
Breves aclaraciones previas
El concepto del fetichismo mercantil, y su forma particular, el fetichismo de la mercancía, han ocupado una parte importante del sistema lógico-conceptual-teórico en el pensamiento marxista.
La época en que como estudiante aprendía la economía política y después el tiempo en que tuve que impartir conferencias y seminarios de dicha materia, no bastaron para que me convenciera del todo, lo imperante respecto al fenómeno en cuestión.
La brevedad con que Marx expone el tema en su obra El Capital, hacen que incluso dentro de marxistas experimentados, sea algo oscuro, que esconde muchos secretos (criterio personal). ¿Habremos comprendido qué papel juega dentro de la obra y qué está intentando explicar Marx?
Existen muchas versiones y respuestas que van desde Rubin, que centra todo su sistema alrededor del fetichismo, a otros que no mencionaré (por estima personal) que condenan el fenómeno a partir de juicios de valor. Sin embargo, la exposición que se hará aquí, difiere e intentará plantear algunos puntos que pueden ser útiles para dejar claro la teoría de Marx al respecto.
Lo primero sería situar en contexto la cuestión, para que no se desvirtúe a partir de una lectura a secas. Para ello, es necesario situar el fetichismo dentro de la tradición o práctica filosófica que Marx asimilaba y el papel que juega dentro de la lógica de El Capital.
El fetichismo se puede rastrear como algo que atormentaba a los filósofos de la dialéctica (realmente empiezo a juzgar a partir de Hegel). Solo hay que ver que esta es ese sistema de pensamiento que está todo el tiempo intentando romper con el reflejo de un mundo que se nos presenta cosificado, y que impide al hombre explicar su realidad. La prueba está en el propio objeto de estudio: las relaciones establecidas en un contexto social (quizá no sea necesario explicar los sesgos del conocimiento que resuelve esta ciencia con este tipo de pensamiento).
Entonces, lo primero que se puede concluir de esto es que el hecho de enfrentar el fetichismo mercantil es un recorrido obligatorio que debe hacer el marxismo como pensamiento dialéctico. Casi puede decirse que es uno de sus objetivos fundamentales (cosa que entra en intersección con la tesis de Rubin hasta cierto punto). Sin embargo, no es esto lo que se trata de exponer.
El fetichismo en El Capital. El fetichismo falso
Lo que sigue, que es de mayor peso, es el papel del fetichismo dentro del pensamiento de El Capital. Me refiero a conocer por qué Marx habla del fetichismo en el libro, y por qué lo hace justo después de explicar el valor. Sobre estas 2 ideas vamos a continuar.
Marx explica el fetichismo en el primer tomo, en primer lugar porque, como texto de filosofía aplicada, debía dar una explicación desde la forma en que se producía la realidad capitalista, es decir, el modo de producción capitalista y el por qué se generaba una visión fetichista del mundo (en los economistas ingleses, Feuerbach, casi toda la ciencia). Intenta exponer por qué se hacía tal entendimiento desde la coseidad del mundo y cómo esto era un fenómeno objetivo: ´´A esto llamo el fetichismo que se adhiere a los productos del trabajo no bien se los produce como mercancías, y que es inseparable de la producción mercantil´´ (Marx, 2002, pág. 89). Me gustaría añadir que, aunque no lo dijo (cosa rara que haya sido modesto) solo gigantes como él y Hegel habrían podido llegar a este nivel de razonamiento.
Viendo lo novedoso de darle la objetividad al fetichismo, ¿por qué lo sitúa justo detrás del valor? Marx sabía todas las interpretaciones que podría causar entender ese primer punto de su obra. Es decir, al saber el valor como el reconocimiento social que se le da al resultado de la actividad humana (cosificado o no), que se figura en cuánto es capaz de dar la sociedad por él, lo primero que nos viene a la mente es que un exceso de ese reconocimiento sería un fetichismo. Es justo esto lo que Marx está negando, y una de las pocas cosas que expone en un fragmento dedicado al tema y que será abordado unas líneas más adelante.
Cuando digo que leo El Capital, algunos consideran que debo tener cuidado por haberse escrito hace ya 150 años. Sé que no nos referimos a lo mismo, pero hay algo de cierto: muchas cosas han cambiado. Siempre pienso primero en el lenguaje, el concepto de fetichismo del imaginario popular, que es el que la mayoría domina, y es justo contra ese con el que se enfrenta la teoría de Marx, causando una desviación de su contenido real.
He escuchado a algunos referirse al fetichismo como la extrema atracción que se puede sentir por algo; como el deseo de poseer determinados productos de marca o como la preferencia o las creencias asociadas a objetos de alto costo. Esto se ajusta a la definición del fenómeno que aparece en el diccionario, que se trata más bien de una conceptualización cercana a la psicología.
Marx rompe con estas concepciones al afirmar en El Capital que el valor de uso y las determinaciones del valor no son fuente del fetichismo: ´´El carácter místico de la mercancía no deriva, por tanto, de su valor de uso. Tampoco proviene del contenido de las determinaciones de valor´´. (Marx, 2002, pág. 87)
El verdadero fetichismo
Con esto queda claro que la utilidad o el reconocimiento social no es fuente de fetichismo ni tiene nada que ver con este. Si eso es no fetichismo, ¿de qué trata entonces?
La explicación es expuesta por Marx de forma implícita, debe intentar descifrarse, por eso hablaba al inicio de situarlo dentro de una línea de pensamiento filosófico y en la época en que se desarrolla. El fetichismo puede definirse en un enunciado ya clásico, que explica que este consiste en que ´´…las relaciones entre los productores, en las cuales se hacen efectivas las determinaciones sociales de sus trabajos, revisten la forma de una relación social entre los productos del trabajo. (Marx, 2002, pág. 88). Lo que no está diciendo aquí es ante los ojos de quién reviste esa forma de relación entre los productos.
Antes de pasar a esa cuestión, debe entenderse bien el fragmento utilizado. Se habla de un fenómeno que ocurre tras la percepción del hombre de la realidad, es decir, un tipo de visión sobre realidad, la visión que se queda en las cosificaciones de esta sin ir más allá, a las relaciones que esconden.
Esto puede parecer muy simple, pero es lo que queda entre líneas, y solo se refiere a esas visiones que no son capaces de explicar o entender los contextos que esconden los resultados de la actividad humana. Nada que ver con juzgar el efecto que puede generar en los consumidores determinada mercancía. Si un consumidor quiere algo, y siente que lo necesita, realmente lo necesita como parte de esas condiciones que sirven para reproducir sus capacidades. A veces, esas concepciones de fetichismo que cuestiono, parecen ser especies de criterios de castidad al consumidor, para que se sienta como que su gusto está siendo una ambición. Quizá la propia forma en que Marx explica, da lugar a esas versiones, como por ejemplo, cuando habla del fetichismo de la mercancía, dando lugar a interpretaciones relacionadas con el deseo de consumo de determinados productos.
En todo caso, Marx está hablando del fetichismo de la mercancía como fenómeno social, es decir, de esa mística que oculta el fenómeno social mercancía. Dicho de otra forma, se refiere a todo aquello que queda fuera del entendimiento al explicar el concepto de mercancía. Hay que recordar que su texto es una crítica a la economía política (a las categorías de la economía política). Él no está criticando otra cosa que no sea la falta de entendimiento de los economistas de las relaciones sociales, y esta falta es el fetichismo. Por eso todo lo que está haciendo es exponer todo lo que esconde la mercancía, o sea, las relaciones sociales que la crearon; y lanza una crítica contra los que no lo entendieron, como Smith, que trataban al dinero, al capital y mercancías como cosas con facultades sobre los hombres y no llegaron al cómo esto ocurría por las propias características de la actividad humana y su reflejo en la mente. Eso es caer en el fetichismo mercantil, una visión sesgada del resultado de la actividad humana condicionada por las propias condiciones de capitalismo en que esta se da.
Comprenderlo, es dejar de juzgar los fenómenos de alto reconocimiento social del trabajo (precios altos sostenidos) o el placer que ocasiona determinada mercancía. Debe dejarse ya de una vez de intentar hacer marxismo a la luz del positivismo o de lógicas que no le corresponden. Para que el marxismo pueda reproducirse, deben hacerse no otra ciencia, sino lógica y categorías con la significación marxista. Marx no es un juicio de valor para juzgar al mundo, sino para, como mínimo, explicarlo objetivamente.
Bibliografía
Carlos, M. (2002). El Capital. México: Siglo XXI.
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