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Entrevista con dirigente nacional de la Central de Movimientos Populares

«Que Lula vuelva a sus orígenes»

Fuentes: Rebelión

Brasil y su crisis. Una mirada atenta desde el movimiento social Las denuncias de corrupción intensificadas desde junio pasado contra algunos de sus más cercanos colaboradores, confrontan a Lula de Silva a uno de los momentos más complejos desde que asumiera el gobierno a inicios del 2003. Coyuntura no menos difícil para el movimiento popular […]

Brasil y su crisis. Una mirada atenta desde el movimiento social

Las denuncias de corrupción intensificadas desde junio pasado contra algunos de sus más cercanos colaboradores, confrontan a Lula de Silva a uno de los momentos más complejos desde que asumiera el gobierno a inicios del 2003. Coyuntura no menos difícil para el movimiento popular brasilero – base esencial de apoyo del gobierno del PT (Partido de los Trabajadores)-, quien camina hoy sobre el filo de la navaja. ¿Cómo ser críticos sin hacerle el juego a la ofensiva de la derecha? ¿En qué forma reivindicar la autonomía del movimiento social de Brasilia y del PT sin desestabilizar un gobierno fragilizado por los acontecimientos? Interrogantes analizados en esta entrevista exclusiva con María das Graças Vieira, 39 años, dirigente de la Central de Movimientos Populares en San Pablo y una de las líderes de la Unión Nacional de la Vivienda Popular, quien visita Suiza invitada por E-CHANGER, ONG de cooperación solidaria que cuenta con una veintena de cooperantes en Brasil.

P: ¿Cómo interpreta la actual coyuntura de su país, ante las reiteradas acusaciones a cuadros públicos por presunta corrupción?

R: Venimos de años y años de gobiernos de derecha, con una fuerte tradición conservadora. Es evidente que esos sectores quisieran que Lula no sea reelecto presidente en el 2006. Y ya lanzan su ofensiva para tratar de evitar su continuidad. No creemos en las denuncias de corrupción. Es una forma para impedir la continuidad de un gobierno que en lo general está beneficiando a los excluidos. Mujeres y niñas que no podían ir a la escuela, ahora lo logran. Se constata una ampliación de la atención médica para los más pobres, incluidas áreas históricamente prohibitivas para esos sectores como la odontología. Subsidios para alimentación…

APOYO CRÍTICO

P: ¿Los pobladores de su barrio, en las zonas pobres marginales de San Pablo, se han realmente beneficiado con el gobierno Lula?

R: No sólo en mi barrio y en mi ciudad. Sino también a escala nacional. Se está gestando una nueva democracia. La gente puede hoy participar de hecho en las decisiones. Se amplió el presupuesto participativo. Existen en muchas áreas los Consejos de Supervisión que son deliberativos. Hay una propuesta seria para ordenar las ciudades y todo con participación de la gente.

P: ¿Definiría al actual gobierno como progresista?

R: En camino a ser progresista. Limitado por la política de alianzas con partidos tradicionales. La gente espera que avance hacia un gobierno progresista, pero todavía no lo es.

P: Más de cuarenta organizaciones y movimientos sociales publicaron el 21 de junio la «Carta al pueblo brasilero». ¿Cómo interpretarla?

R: Estamos entre los promotores y firmantes de la misma. Significa un apoyo a Lula y tiene también elementos de advertencia hacia al gobierno. Pedimos que rectifique la política económica. En función de la gobernabilidad ha hecho muchas concesiones a partidos de derecha. Estoy hay que revisarlo.

QUE LULA NO PAGUE TODA LA DEUDA

P: ¿Quiere decir que sería necesario reformular una nueva política de alianzas?

R: Sí. Una nueva alianza de sectores sociales. Queremos que Lula no pague toda la deuda externa para que invierta más en lo social. Debe, además, reorientar la economía. Volver a sus orígenes, a los movimientos populares y sociales, para seguir gobernando. Una alianza con los sectores sociales que quieren un nuevo país y no con partidos políticos que no concuerdan con ese proyecto de Nación.

P: ¿Hubo alguna respuesta de Lula a esa carta?

R: Hasta el momento no en forma directa. Si bien para nosotros, políticamente, ha sido una señal positiva la reciente aceptación de parte del ejecutivo del proyecto de iniciativa popular a favor de un Fondo Nacional de la Vivienda Popular que desde años daba vueltas por el congreso y que en menos de seis meses fue aprobada por el ejecutivo y el legislativo. No sólo es muy importante porque se trata de una iniciativa popular, sino también porque favorecerá la construcción de viviendas para los sectores de menos ingresos. Con una clara visión diseñada desde la sociedad civil.

P: ¿Los movimientos sociales siguen siendo «lulistas»?

R: Los movimientos sociales tienen una visión de país a realizar. Pedimos que Lula se acerque cada vez más a nosotros

P: Si piden que se acerque a los movimientos sociales, ¿significa que se ha alejado? ¿O quiere decir que hay sectores del Partido de los Trabajadores que se han alejado de ustedes?

R: Importantes sectores dentro del PT empujan hacia lo social. Algunos dirigentes priorizan la gobernabilidad y las alianzas políticas más que un proyecto de cambio social. Por eso pensamos que hay que profundizar la misma democracia. Lula no cambió. Sigue siendo un dirigente sensible, carismático, próximo a la gente. Está comprometido con el progreso de Brasil y de América Latina, continente que necesita mucho contar con referentes coherentes para poder hacer frente a los ricos del mundo.

GOBIERNOS PASAN MOVIMIENTOS SOCIALES QUEDAN

P: Para terminar, ¿cuáles son los tres puntos más positivos de la gestión de Lula en estos primeros 30 meses de gobierno?

R: Un nuevo concepto de la democracia, que es fundamental. La gente participa, discute, elabora políticas. Otro elemento positivo, el mismo hecho que Lula sea presidente. Que haya una bancada del PT, que exista una estrategia de avance. El tercer elemento, nuestra certeza que Lula sigue comprometido con la gente y los movimientos sociales. Incorporo dos elementos más: la política internacional del actual gobierno y ciertos resultados económicos. La inflación, terrible flagelo para la gente humilde, ha sido controlada. Incluso se vive un momento de deflación. Eso es muy importante decirlo aunque sea ignorado por la gran prensa brasilera.

P: Y los tres elementos más negativos

R: Que el concepto de gobernabilidad – y las alianzas con sectores de derecha- se impongan a veces sobre lo social. Un segundo elemento: Lula debe ser un poco menos machista. En ese sentido, la actual designación de una mujer al frente de la Casa Civil es un paso muy positivo. El tercer punto, la necesidad de homogeneizar más un discurso único entre todos los ministros y funcionarios. Hacer coincidir lo que se dice para afuera, a la gente, a la prensa. A veces se dan contradicciones preocupantes.

P: ¿Cuál es el tiempo político que tiene Brasil para transformarse? O mejor dicho, ¿hasta cuando piensa que los movimientos populares pueden esperar cambios profundos en la política y en la economía?

R: Avalamos al gobierno y estamos dispuestos a ganar las calles para defenderlo y para expresar nuestras críticas. Para apoyar lo acertado y para oponernos a lo que está errado. No dejaremos de movilizarnos para profundizar este proceso. Ya estamos preparando una caravana a Brasilia que realizaremos entre el 14 y el 18 de agosto para hablar con Lula, con los ministros y con los funcionarios. Vamos con los puntos de la Carta del 21 de junio y con la otra carta, la del Foro de la reforma urbana. Estamos convencidos que hay que reforzar las alianzas sociales para poder avanzar a paso firme. Los gobiernos pasan, los movimientos sociales quedan

Sergio Ferrari. Colaboración E-CHANGER ONG suizo de cooperación solidaria con presencia en Brasil

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UN GUIÑO A LULA CON EL OJO IZQUIERDO

En la tercera semana de junio 42 organizaciones sociales, religiosas, populares, ONG, sindicales hicieron pública una Carta al pueblo brasilero. Entre los firmantes se encuentran la Central (Coordinación) de los Movimientos Populares, el Movimiento de los trabajadores rurales sin Tierra (MST), la Central Unica de los Trabajadores, la Marcha Mundial de Mujeres, las pastorales sociales de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil.

La misiva transmite dos contenidos esenciales. Por una parte, denuncia «la campaña (de las elites)para desmoralizar al gobierno y al Presidente Lula, apuntando a debilitarlo para derrumbarlo u obligarlo a profundizar la actual política económica y las reformas neoliberales, atendiendo a los intereses del capital internacional».

La segunda parte, integra una especie de mini-programa de 7 puntos para rectificar la actual gestión gubernativa. Los movimientos sociales, señalan la necesidad de investigar las denuncias de corrupción y sancionar a los responsables. Romper la alianza de gobierno con los sectores conservadores. Cambiar la política económica priorizando las necesidades del pueblo «y construir un nuevo modelo de desarrollo». Tres propuestas van en la dirección de promover una amplia reforma política democrática, fortalecer los espacios de participación social en la administración y reforzar las iniciativas locales a favor de la ciudadanía. La lucha contra los monopolios de la información -y la necesidad de favorecer las redes públicas comunitarias- cierra los aspectos programáticos de la Carta. Si bien el texto es claro, este documento expresa la compleja situación política que vive Brasil. Y los múltiples dilemas que deben confrontar los movimientos sociales en esta enrarecida coyuntura. Apoyan a Lula; se distancian críticamente de su política económica; denuncian a los partidos conservadores -algunos de los cuales integran el mismo gobierno y tienen más peso en el poder que ellos mismos-; exigen reformas democráticas (señales, símbolos, cambios…)

No sería la primera vez en América Latina que sectores populares y organizaciones progresistas deben recurrir a la «teoría del cerco» de su «líder» carismático, para poder explicar lo inexplicable. No es , por otra parte, nada grato, para los movimientos sociales, caminar por el filo de la navaja, ejerciendo con precisión ese siempre difícil equilibrio del «apoyo crítico». Sobre todo, como sucede hoy en Brasil, cuando el presidente Lula da Silva, no es más ni menos que uno de ellos.

Una compleja etapa donde los movimientos sociales viven con y en la contradicción misma. Con la certitud que las recetas no existen; los iluminismos están pasados de moda; el enemigo es fuerte y está bien adentro y no se puede dejar de creer en la esperanza (Sergio Ferrari)