Siempre me he preguntado que debería hacer el Ecuador para enrumbarse a un verdadero desarrollo y las razones por las que nunca hemos podido construir políticas que nos permitan fortalecer y garantizar un proceso que esté orientado en esa dirección. Lo primero que se me viene a la memoria histórica es que en nuestro país, […]
Siempre me he preguntado que debería hacer el Ecuador para enrumbarse a un verdadero desarrollo y las razones por las que nunca hemos podido construir políticas que nos permitan fortalecer y garantizar un proceso que esté orientado en esa dirección.
Lo primero que se me viene a la memoria histórica es que en nuestro país, a excepción del gobierno de Rafael Correa y de unos pocos académicos e intelectuales, no se ha planteado un debate profundo en relación a este tema. Lo lamentable es que el mirar a otro lado y no enfrentar los problemas estructurales es el reflejo de una sociedad que ha sido construida por años por quienes no han querido asumir el rol de fundar un verdadero pensamiento crítico y reflexión ciudadana.
Las universidades y los medios de comunicación han preferido estar ausentes en la generación de este debate, las primeras se han dedicado a la formación académica sin visión de desarrollo social de nuevos profesionales; y, los segundos, a los temas coyunturales que les den rating, flujo de recursos financieros, rentabilidad económica y política. En relación a esto último y, específicamente a la academia, no pierdo la esperanza que en el corto y mediano plazo cambie su perspectiva, pero no guardo la misma esperanza con los medios de comunicación, mas cuando en los tiempos actuales están unidos los comerciales y los públicos en una agenda política, ideológica, partidista de cara al 2021 y a bloquear todo aquello que esté relacionado de forma directa e indirecta con el ex presidente Correa.
Los medios públicos, que pudiesen constituirse en un pilar esencial del pensamiento y del debate han preferido sumarse a los intereses corporativos empresariales, -hasta partidistas- y, si bien en el pasado se cometieron errores, esto no justifica el pretender conscientemente extraviar y secuestrar el verdadero rol de lo público y ciudadano.
En lo anotado en el párrafo anterior es donde radica el problema, ni el sector público ni el privado ha tenido como prioridad ver al Ecuador en un horizonte de tiempo que permita enfrentar y ojalá resolver los problemas estructurales, edificando columnas sólidas que garanticen la continuidad de un proceso orientado al desarrollo social de nuestro pueblo.
Por un momento, quiero alejarme de la terminología de lo público y privado y, quiero invitarlos estimados lectores a que analicemos, reflexionemos y ampliemos un tema trascendental: la ciudadanía como protagonista e herramienta clave para el desarrollo de nuestra patria.
Reconozco que la política es fundamental para la vida de toda sociedad, pero es hora de aterrizar y analizar a la política desde la óptica de la calidad de sus aportes e incidencia positiva en temas que son trascendentes para el impulso de nuestra gente.
La igualdad y la equidad son cuestiones que nunca deberíamos dejar de lado en las discusiones e investigaciones, pues son la materia de nuestra cotidianidad y son la clave para erradicar la pobreza y para la conformación de una clase media fuerte que apalanque y sustente el crecimiento económico y el desarrollo social.
Los invito a que revisemos los indicadores de desigualdad e inequidad del Ecuador, para poder visibilizar los resultados de las políticas que se implementaron antes y las que se supone se están implementando hoy.
Comencemos examinando el indicador denominado coeficiente de Gini para poder observar la evolución de la desigualdad por ingresos en nuestro país.
Este indicador lo desarrolló en 1912 el ideólogo y estadístico italiano Corrado Gini en su obra Variabilità e mutabilità en la que creó un método para medir la desigualdad, en ella introdujo el valor 0 para expresar la igualdad total y el valor de 1 para la máxima desigualdad.
Como podrán ver en el cuadro precedente, en un período comprendido entre los años 2007 y 2017, es decir, durante el gobierno del ex presidente Rafael Corre, el nivel de la desigualdad por ingresos disminuyó a nivel nacional de 0,551 a 0,472, esto es en un 14,33%; mientras que en el primer año de gestión del gobierno de Lenín Moreno, si bien el indicador se mantiene inferior a los registrados en diciembre de 2017 y junio de 2018, la desigualdad a nivel nacional se ha incrementado entre junio de 2017 y junio de 2018 en un 2,16 puntos, lo que pudiese ser dramático si este nivel de incremento de la desigualdad se mantuviese como una tendencia.
Lo peligroso de una desigualdad creciente o estática distante al valor de 0, es que puede marcar un panorama de perpetuidad, lo que reflejaría que las personas que nacieron pobres carecen, sistemáticamente, de acceso a las mismas oportunidades que los que nacieron ricos; lo que nos llevaría a la conclusión de que una profunda diferencia estructural es una barrera fuerte para la erradicación de la pobreza, crecimiento económico y cohesión social.
Ahora miremos la evolución de la pobreza, la cual es consecuencia de los niveles de desigualdad que existen en el país y que, a su vez, se deriva de la alta concentración de la riqueza.
Al continuar con el análisis, según datos públicos del INEC, observamos que los indicadores de pobreza y pobreza extrema en el gobierno anterior han disminuido de forma sistemática, con períodos que marcaron excepciones -no relevantes- para luego retomar la tendencia de disminución. Al observar la curva en una tendencia en caída, concluiremos que la pobreza nacional entre el período de diciembre 2007 a junio de 2017 disminuyó un 37%; mientras que en el primer año de gestión del régimen actual la pobreza a nivel nacional se incrementó en un 6%.
Igual suerte se presenta en los indicadores de la pobreza extrema, pero con una incidencia de mayor impacto. Entre diciembre 2007 a junio de 2017 (gobierno de R. Correa), la pobreza extrema cayó en un 49%, mientras en el primer año de gestión del actual Gobierno (L. Moreno) creció en un 7,14% en relación a junio del 2017.
Más allá de los protagonistas políticos, lo que debemos preguntarnos es, si durante los diez últimos años se inició un proceso fuerte en beneficio de la igualdad y de la equidad para disminuir y asegurarnos de que en un largo plazo podamos erradicar la pobreza. En lo personal considero que sí hubo un proceso serio en esta delicadísima área, que por supuesto es perfectible, pero que jamás se debería dejar de reconocerlo, porque el no hacerlo es una tremenda irresponsabilidad con una política pública que dio resultados y supondría, además, una falta de solidaridad con los pobres del Ecuador.
El concepto de igualdad de oportunidades debemos entenderlo como el acceso a un conjunto de servicios básicos que se necesitan, como mínimo, para que un niño alcance su pleno potencial, independientemente del sexo, la región geográfica, la etnia, los antecedentes familiares, en que haya nacido.
Siguiendo en la línea base de análisis, debemos poner especial atención a la pobreza medida en base a necesidades básicas insatisfechas (NBI), porque éstas contemplan los servicios básicos, los mismos que son derechos que todo Estado debe garantizar no solo en la letra constitucional, sino también en la implementación de políticas de Estado que los garanticen.
La electricidad, agua potable, alcantarillado, saneamiento, salud y educación son aquellos servicios mínimos que deben tener amplia cobertura.
Observemos ahora los indicadores de la pobreza en base a necesidades básicas insatisfechas en el Ecuador:
Si bien la tendencia de disminución de la pobreza nacional por necesidades básicas insatisfechas mantiene su tendencia a la baja, es prioritario revisar la atención a la zona rural donde esta categoría de la pobreza se ha incrementado.
La pobreza nacional medida en NBI disminuyó de diciembre 2007 (47%) a diciembre 2017 (31,8%) en un 32,34%; en lo urbano la pobreza NBI disminuyó un 34,9%; mientras que el problema se presenta en lo rural, donde si bien la pobreza NBI ha disminuido del 77,4% de diciembre 2007 al 52,6% a diciembre de 2016, ésta se ha incrementado un 6,65% a diciembre 2017 en relación al año inmediatamente anterior.
En conclusión apreciados lectores, tenemos que crear conciencia en la ciudadanía y en la clase política para comprender que si los hijos de las familias pobres no llegan a convertirse en adultos productivos y saludables, capaces de obtener ingresos decentes, no habrá manera de eliminar la pobreza en el mediano y largo plazo.
En consecuencia, debemos fortalecer la política de Estado de redistribución de la riqueza, que permitió bajar los indicadores de desigualdad y de pobreza, pero para hacerlo, todos, incluido el gobierno nacional, se debe aprender a construir sobre lo construido.
Fuente: http://rutakritica.org/2018/08/12/que-no-se-nos-extravie-el-desarrollo/