Recomiendo:
0

España: “Lo llaman democracia y no lo es”

¿Qué parte del discurso no se entiende?

Fuentes: Rebelión

Los candidatos a las elecciones autonómicas y municipales en España están desorientados, no saben a qué carta quedarse con la acampada de la Puerta del Sol y las decenas de corros de discusión que surgen en cada esquina. El gobierno de España y las direcciones de los partidos políticos también muestran síntomas de una extraña […]

Los candidatos a las elecciones autonómicas y municipales en España están desorientados, no saben a qué carta quedarse con la acampada de la Puerta del Sol y las decenas de corros de discusión que surgen en cada esquina. El gobierno de España y las direcciones de los partidos políticos también muestran síntomas de una extraña enfermedad que les obstruye el entendimiento. No comprenden qué quiere la gente. No entienden por qué pedimos democracia si vivimos en una democracia.

Eran las once y media de la noche y ya la Plaza estaba completamente compactada. Las calles de Arenal, Preciados, Montera, Alcalá, Carretas… estaban impracticables. Sol era una masa cerebral con múltiples ramificaciones. Desde todos los puntos salían consignas que como impulsos eléctricos conectaban todas las gargantas: «que no, que no, que no nos representan», «esta crisis no la pagamos» «lo llaman democracia y no lo es, no lo es» A las doce menos un minuto se hizo el silencio. Se levantaron las manos abiertas. Sonaron las doce campanadas del reloj de la plaza y estallaron las gargantas y los aplausos: «el pueblo unido jamás será vencido», «ahora, vosotros, sois los ilegales» Una señora mayor cerca de mi gritó: ¡felicidades, empieza el año nuevo!

No sabemos si empieza un año nuevo ni cuantos meses tiene o si sólo tendrá días. Sí sabemos que para mucha gente estos días ya están siendo completamente nuevos. El aprendizaje es de ida y vuelta. Sin darse cuenta el pequeño cerebro establece nuevas conexiones y nudos que producen nuevas conexiones y nudos fuera de la Plaza. En la Plaza y las calles de Madrid la gente se sienta, se habla, se escucha, se toma nota, se organiza. Cuanto mayores son las amenazas de las Juntas Electorales de prohibir la acampada y las posibles manifestaciones, más y más gente se junta pidiendo democracia. Esta noche había temor pocas horas antes de iniciarse la jornada de reflexión, circulaban rumores de todo tipo. Pero la plaza se fue llenando, los ríos de gente espantaron el miedo y cada célula fue formando un cuerpo protector.

Camino hacia uno de los puntos de encuentro, el de la comisión de Educación y Cultura, un grupo de jóvenes coreaba -en alusión al ministro del interior-: «Rubalcaba tienes un problema».

Sí, al ministro del interior le ha salido un problema. Al presidente y a la oposición les ha salido un problema. Al sistema político le ha salido un problema. El problema consiste en que no es la gente quien ignora el significado de la democracia sino todo lo contrario.

Quizá nuestros políticos se pregunten -es pura especulación- por qué la gente escribe cientos de papeles con mensajes que pega en las farolas, en las cabinas de teléfono, en el mobiliario público; por qué la gente hace asambleas en la calle, se reúne en círculo y habla, por qué los ciudadanos no se quedan en sus casas -como Dios manda- reflexionando qué votarán mañana.

Puede que nuestros políticos no sepan, o no les importe, qué les ha pasado a los ciudadanos en estos últimos años. Seguramente desconozcan las consecuencias de la reforma laboral, lo que significa para cinco millones de personas quedarse sin trabajo. Quizá no sepan que la puesta en marcha del Plan Bolonia está desmantelando la Universidad Pública. Que la educación concertada sangra los recursos de la educación pública. Seguro que ignoran que cientos de familias están devolviendo al banco sus casas y tienen que seguir pagando la deuda que contrajeron con el banco. No se imaginan siquiera que los hospitales de gestión privada son más costosos y contribuyen al deterioro de la ya maltrecha sanidad pública. Probablemente nadie les haya dicho que los ciudadanos no están de acuerdo con rescatar a la banca privada con dinero público. Es más, seguro que no se les ha pasado por la cabeza pensar en la nacionalización de la banca. Y puede que no hayan oído hablar nunca de las listas abiertas, de una ley electoral proporcional, de rendir cuentas a la ciudadanía, de consultar con el pueblo sobre las decisiones económicas o sobre si es mejor reducir los gastos del ejército y destinarlos a la educación, por ejemplo.

Sobre todo esto y mucho más se reflexiona esta noche, ya madrugada, en las calles de Madrid. Decía la filósofa H. Arendt que cuando ya los conceptos han dejado de significar es necesario volver a plantearse las preguntas originarias. ¿Qué es pues la democracia?

La democracia es lo que hacen hoy, lo que empezaron a hacer los ciudadanos madrileños el 15 de mayo, lo que empiezan a hacer cientos de ciudadanos en otras ciudades y otras plazas. La democracia trata de estar juntos y hacer juntos. La democracia es hacer política. La misión de la política es asegurar la vida en el sentido más amplio. La democracia, más allá de las palabras y los prejuicios, es lo que se hace hoy en la puerta del Sol.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

rCR