Una vez más, las ONG están en el punto de mira, en esta ocasión por el intento frustrado protagonizado por El Arca de Zoé de sacar a 103 niños del Chad con la excusa de que eran huérfanos, viéndose implicados un grupo de españoles, tripulantes de una compañía aérea. A todos […]
Una vez más, las ONG están en el punto de mira, en esta ocasión por el intento frustrado protagonizado por El Arca de Zoé de sacar a 103 niños del Chad con la excusa de que eran huérfanos, viéndose implicados un grupo de españoles, tripulantes de una compañía aérea. A todos nos ha estremecido saber que ni los niños eran huérfanos, ni estaban heridos, y lo que es peor, las familias francesas que esperaban adoptarlos habían pagado cantidades cercanas a los 6.000 euros. Con anterioridad, Intervida, ONG dedicada al apadrinamiento, fue intervenida judicialmente al tenerse constancia de que los cuantiosos fondos que aportaban sus 385.000 padrinos, cifrados en más de 90 millones de euros al año, se habían dedicado a promover empresas y actividades financieras especulativas, algo similar a lo sucedido también con Anesvad, cuyo Director se encuentra en prisión por apropiación indebida. Otras ONG se han visto inmersas en escándalos e irregularidades de distinta naturaleza, generándose dudas en la sociedad sobre la labor que algunas de estas organizaciones realizan, y que lleva a que muchas personas se pregunten qué está pasando con las ONG para que se sucedan los escándalos y las polémicas sobre sus actuaciones.
En primer lugar, habría que señalar que el oenegeísmo es un fenómeno de la sociedad global y un exponente más de las profundas transformaciones que se están produciendo en los Estados, en la gobernanza y en el conjunto de las relaciones internacionales. Nadie puede negar que las ONG nacionales y transnacionales están desempeñando un papel crucial en las transformaciones sociales y económicas de los Estados, generando cambios políticos de gran calado, impulsando acuerdos globales extremadamente importantes, supervisando el respeto de leyes internacionales, trabajando a favor de la paz, la desmilitarización y el respeto medioambiental, llevando a cabo una vigilancia sobre la actuación de organizaciones multilaterales. Ahora bien, precisamente por ello, surgen organizaciones espúreas que intentan aprovecharse del patrimonio moral que las ONG han acumulado, de su formidable apoyo social y, por qué no decirlo también, de los importantes recursos económicos que circulan en este espacio y los casos que están aflorando son un buen ejemplo de ello.
El fallido intento de sacar a 103 niños del Chad evidencia que ciertas ONG, bajo la coartada de la intervención humanitaria, consideran que todo vale, situándose por encima del Derecho Internacional, de los propios Estados y por supuesto, del respeto a las personas y a su dignidad. Algo parecido a lo que hacía la controvertida ONG, Christian Solidarity International (CSI), con sede en Zurich, que hizo de la compra de la libertad de esclavos una auténtica cruzada religiosa que llevó a cabo con el soporte económico de las donaciones millonarias que recibía de sectores protestantes ultra conservadores. Así, CSI se dedicó a pagar dinero por liberar a esclavos sudaneses capturados por bandidos, lo que llevó a convertir la caza y captura de personas en un suculento negocio para quienes sabían que acabarían obteniendo dinero por ello de esta ONG.
En España, los procesos judiciales abiertos a ONG de apadrinamiento evidencian cómo algunas organizaciones vienen utilizando una lógica económica salvaje mediante la caridad económica y compasiva, valiéndose de técnicas publicitarias y de marketing muy sofisticadas. Para ello, se aprovechan reacciones compasivas que reclaman una compensación individual a través de las cartas y fotos de los supuestos ahijados, difuminándose causas y consecuencias de la pobreza y escondiendo las responsabilidades sobre la misma, ofreciendo soluciones engañosas por medio de una monetarización de la ayuda a través del apadrinamiento, un producto que proporciona tranquilidad acompañado de un certificado de propiedad sobre el desvalido al que se dirige la supuesta ayuda. Detrás de ello hay una gigantesca operación de captación de dinero, desviado a inversiones especulativas, adquisición de inmuebles, fondos de renta variable y otros productos financieros que son investigados en este momento por la fiscalía. Es verdad que estos casos no representan, ni mucho menos, la totalidad del paisaje, pero buena parte de las ONG han optado por aumentar los fondos disponibles y el impacto mediático de sus actuaciones, en lugar de ensanchar su base social y ofrecer cauces nuevos de participación e intervención efectiva, adquiriendo a cambio una enorme debilidad organizativa.
A la luz de todo ello se plantea la exigencia de una profunda revisión en el sector para impedir su degradación, estableciendo parámetros comunes y homologables de funcionamiento que sean de obligado cumplimiento, evitando actuaciones espúreas y poco éticas como las que se están registrando en los últimos años. Son las mismas ONG las que más interés deben tener en separar a aquellas otras entidades de aluvión, que han adoptado esta fórmula organizativa para aprovecharse mejor de la simpatía social y del apoyo económico que han cosechado en las últimas décadas. Parece necesario así crear espacios de verificación y control de las ONG por medio de organismos formados por ellas mismas pero no relacionados con su funcionamiento o financiación, dotados de competencia y autoridad para intervenir ante irregularidades manifiestas. Al mismo tiempo, es conveniente delimitar también cuáles son los elementos básicos exigibles a las ONG y qué medidas deben aplicarse para su respeto en caso de incumplimiento. Este es el proceso que en algunos países se ha vivido, y que empieza a debatirse también en nuestro país.
Pero son las ONG las que tienen que recorrer este camino, definiendo, identificando y estructurando ese mínimo común denominador necesario en todas ellas. El sector necesita de una profunda reflexión que impida que entidades oportunistas se apropien de la trayectoria, el esfuerzo y el apoyo que infinidad de organizaciones han obtenido con mucho esfuerzo en las últimas décadas, pudiendo dar respuesta a los nuevos desafíos y transformaciones que plantea una globalización cambiante.
Carlos Gómez Gil, es Doctor en Sociología y profesor de la UA, autor de «Las ONG en la globalización» (Icaria, 2004) y «Las ONG en España. De la imagen a la realidad» (La Catarata, 2005).