Colonialistas y medios intentan imponernos como identidad nacional el sentimiento de insignificancia. Seríamos grandes sólo en nuestros defectos. La insensata dilapidación de recursos no renovables, la agobiante concentración urbana, la extrema desigualdad, la destrucción ecológica son condenadas como vicios venezolanos y no como constantes de un orden mundial. Sin embargo, fuimos factor decisivo de la […]
Colonialistas y medios intentan imponernos como identidad nacional el sentimiento de insignificancia. Seríamos grandes sólo en nuestros defectos. La insensata dilapidación de recursos no renovables, la agobiante concentración urbana, la extrema desigualdad, la destrucción ecológica son condenadas como vicios venezolanos y no como constantes de un orden mundial. Sin embargo, fuimos factor decisivo de la Independencia de medio continente y de la destrucción de lo que fue el más grande Imperio de la tierra. Nuestros gobiernos republicanos expidieron partidas de defunción para las monarquías de derecho divino de la Santa Alianza. Alguna vez, el mundo giró sobre el eje de Venezuela.
Hoy, el modelo civilizatorio depende del derroche de energía fósil. «Occidente es un derivado de los hidrocarburos», sentencia el dibujante español El Roto en mordaz caricatura. En la batalla por Venezuela se debate quién será dueño de las mayores reservas de gas y petróleo de un hemisferio y quién dominará el planeta mientras duren. Reservas unipolares impondrán un mundo unipolar; reservas dilapidadas para el beneficio rápido significarán el agotamiento inmediato; reservas monopolizadas implican el monopolio del poder mundial. En Venezuela se decide si la energía y la civilización derivada de ella serán accesibles equitativamente para el mundo o para una sola potencia.
Controlar la energía fósil es decidir el modelo económico para su empleo. Hidrocarburos sacrificados a la ganancia privada llevarán a un mundo con ganancias y sin hidrocarburos. Hidrocarburos aplicados para una economía social sustentable fundada en la renovación y el reciclamiento garantizarán la perduración de los elementos más positivos del actual modelo civilizatorio incluso después del agotamiento de la energía fósil. En Venezuela se decide entre dos mundos; acaso entre un mundo y el fin del mundo.
El 27 de febrero de 1989 arrancó en Venezuela la Cuarta Guerra Mundial, con la sublevación de todo un país contra un paquete económico del FMI. La Guerra Fría, que se peleó mediante la inmolación de las principales economías a la carrera armamentista, dio paso a la Guerra Asimétrica y la de Cuarta Generación, que se libran en el campo del enfrentamiento de pueblos desarmados contra mercenarios con armas de alta tecnología, en el de las ideologías, las comunicaciones, la saturación mediática, la creación o destrucción de identidades, la fabricación de mundos ficcionales que encubren o suplantan el verdadero, el control de mecanismos informáticos que movilizan o paralizan tecnologías. El Caracazo (que ocurrió en toda Venezuela) decidió que sublevación popular espontánea mata estructuras políticas, tecnocráticas e ideológicas del poder financiero y del Pensamiento Único.
La Cuarta Guerra Mundial se libra mediante las armas de alienación masiva de los medios de comunicación. En abril de 2002, diciembre de ese año y enero y febrero del 2003, los venezolanos decidimos que resistencia popular mata pesadilla orwelliana de la dictadura mediática impuesta por los aparatos comunicacionales. En marzo de 2003 el pueblo ganó también la Primera Guerra Informática cuando los técnicos nacionalistas de PDVSA derrotaron el sabotaje de nuestra industria petrolera perpetrado por tecnocracias estadounidenses de Intesa y de Saic.
Ambas victorias imposibilitan los objetivos fundamentales de la Cuarta Guerra Mundial: la instauración de la antipolítica; el manejo de las masas mediante gerencias comunicacionales o sujetos mediáticos controlados por el gran capital; la conversión de lo político en mero custodio del poder financiero, la privatización definitiva de la educación, la seguridad social, la salud y la cultura.
En Venezuela se decide si es posible la libertad de expresión. Conceder para el servicio público una frecuencia del espectro radioeléctrico, separándola de la dictadura mediática de más de una cincuentena de canales, un millar de radios y noventa diarios monopolizados en forma absolutista por el capital privado contra la causa popular es quebrantar el despotismo ideológico que manipula la conciencia del mundo. Poco después de que la oposición venezolana arma una alharaca a favor de la eterna renovación de la concesión para un canal privado, el Tribunal Supremo de México invalida por inconstitucional una ley relativa a las concesiones radioeléctricas, y pauta que ninguna concesión puede exceder los veinte años; que el Estado tiene la soberana potestad de concederlas por menor tiempo o de revocarlas, y que dichos privilegios no se otorgarán por subasta al mejor postor, sino tomando en cuenta que las ofertas sean favorables al interés público. El ejemplo de Venezuela cunde.
En Venezuela se dirime asimismo la cuestión de la soberanía. No en balde alguna oposición rompe sus marcas de miseria moral al manifestar ante los medios solicitando la intervención de poderes extranjeros en pancartas redactadas en inglés y en alemán. En Venezuela se debate el tema decisivo para el mundo de si todavía es posible la autodeterminación de los pueblos.
Las confrontaciones señaladas deciden otra cuestión aun de mayor relevancia: la de si todavía es posible la Revolución, único renacer del mundo.
En la agenda de la Revolución venezolana se dirime si es posible refundar el orden económico, social, político e ideológico a partir de las bases y de los movimientos sociales, que hasta el presente han salvado al proceso bolivariano en todas sus crisis.
Pero también se decide en Venezuela la nueva forma de intervención masiva del «golpe suave»: la complicidad entre burocracias inútiles, políticos corruptos, oligarquía y hampa paramilitar organizada para convertir el proceso bolivariano en prostíbulo caribeño de comisiones, bingos, garitos y casinos regentado por legitimadores de capitales, sicarios y tahúres. Vale decir, se dirime si una revolución invicta puede ser destruida desde adentro.
Las decisiones anteriores a su vez determinan el punto clave de la agenda geopolítica internacional: la de la integración de América Latina y el Caribe. Venezuela es factor clave en las disyuntivas de si nos uniremos bajo la hegemonía de Estados Unidos o de la Unión Europea, de si lo haremos para nuestros propios propósitos, de si en el mundo se preservará el derecho a la diversidad cultural y a la pluralidad política. La agenda de Venezuela es la de la humanidad. Venezuela decide: tú decides.