«El lugar justo de un hombre justo en un mundo injusto, es la cárcel» (Henry David Thoreau). Tal y como la prensa viene registrando, el exvicepresidente Jorge Glas, condenado a seis años de cárcel, se ha declarado en una huelga de hambre que ya dura dos semanas, a raíz de su traslado a otra […]
«El lugar justo de un hombre justo en un mundo injusto, es la cárcel» (Henry David Thoreau).
Tal y como la prensa viene registrando, el exvicepresidente Jorge Glas, condenado a seis años de cárcel, se ha declarado en una huelga de hambre que ya dura dos semanas, a raíz de su traslado a otra prisión, traslado a su vez motivado por la huida al extranjero de Fernando Alvarado, alto funcionario de confianza del expresidente Rafael Correa. Sin embargo, como es sabido, el actual presidente Lenín Moreno, actualmente virado a la derecha, fue durante años vicepresidente de Correa, de quien ahora se declara adversario. ¿Qué ha sucedido para que se produjese este huracán de enfrentamientos y desencuentros?
Ya en el gobierno de Lenín Moreno, su entonces vicepresidente (cargo electo y del que por tanto no puede ser removido su titular) Jorge Glas denunció públicamente la deriva derechista de Moreno, el cual ha traicionado su programa electoral (caída de la inversión social, descenso de los tributos a las altas fortunas, apertura al FMI, al gobierno USA y a la Alianza del Pacífico…). Poco tiempo después, el sistema judicial y el mediático comenzaron a perseguir a Glas bajo la acusación de corrupción. Durante varios meses, las 24 horas de los 7 días a la semana, la prensa repitió al estilo Goebbels («una mentira descabellada mil veces repetida, se transforma en una verdad indiscutible para la masa») supuestos actos de robo y corrupción, de modo acrítico, vago, abstracto y sin fundamento, que habrían sido protagonizados por Glas.
Finalmente, no se pudo encontrar un solo centavo robado ni malversado, después de un linchamiento mediático sin parangón (por el que ningún medio se disculpó, aun sabiendo que la calumnia es delito o falta administrativa en cualquier lugar del mundo). No obstante, el poder judicial, cometiendo una aberración jurídica, le condenó a 6 años de cárcel por la acusación ambigua y con concreción de «asociación para delinquir» (que se le puede aplicar a cualquier ciudadano). Sin embargo, los otros asociados del mismo delito, los empresarios de Odebrecht, autores confesos de presuntos actos delictivos…están libres sin que medie apertura de proceso alguno.
Así, Jorge Glas fue ingresado a un penal de Quito, a donde se le restringieron las visitas, y donde su condición personal al interior era al menos aceptable. En ese contexto, Fernando Alvarado, asesor personal de Correa, se fue al extranjero, alegando persecución judicial (en sintonía con el contexto latinoamericano de acoso a las izquierdas). Alvarado fue acusado de corrupción por supuestas inconsistencias contractuales, nimias en proporción al presupuesto que se departamento gestionaba. Finalmente, tras determinados acosos procesales, según denunció su abogado, y alegando indefensión, huyó al extranjero.
Como consecuencia de ello, según reconoció el propio Lenin Moreno, Jorge Glas fue trasladado «por razones de seguridad» a otro penal donde las condiciones de vida son infinitamente más duras, y donde convive con presos comunes, con el riesgo innecesario que ello conlleva. Y donde, según su abogado, ni recibía la medicación que su delicado estado de salud le demandaba. Ante esto, Glas se declaró en huelga de hambre, y así lleva dos semanas. El día antes de ser escrito este artículo, una ambulancia se lo llevó de urgencia a un hospital de Quito, debido a la irresponsabilidad del gobierno al respecto.
Ahora bien, ¿cuál es el trasfondo de todo esto? Concretamente, la persecución mediático-jurídica y administrativa (negativa a registrarse como partido con todo tipo de argumentos absurdos) contra los líderes del hoy opositor movimiento político de Correa. Dicha persecución, en rigor consiste en transformar cualquier error o infracción administrativa (real o inventada) en un delito poco menos que de lesa humanidad, equivalente a declarar a Pedro Sánchez como torturador porque un policía de una comisaria de Ponferrada le haya pegado a un detenido, o al ministro de Economía de corrupto porque un bedel de Algeciras se haya llevado 100 dólares a su casa, confundiendo responsabilidad institucional con culpabilidad penal.
¿Y por qué todo esto? Porque a día de hoy, el correismo está denunciando la deriva neoliberal del gobierno, siendo la única alternativa a dicho neoliberalismo, y la opción electoral mayoritaria por lo demás. Por ello, sus principales representantes se enfrentan a decenas de procesos, por más que Correa ha retado una y otra vez a algo tan sencillo como seguir la pista al supuesto dinero malversado, y dar con la cuenta bancaria allá donde esté, lo cual es técnicamente muy sencillo.
Con todo esto, Moreno pretende borrar de la vida política al movimiento social que puede revertir sus políticas antisociales por las que, en solo un año y medio, y con el petróleo a más del triple del precio de hace 3 años, el PIB ha caído en picado, la pobreza ha subido un punto y medio, los servicios sociales se están degradando, las prestaciones sociales recortando y la delincuencia aumentando, lo cual es la consecuencia de un novedoso modelo de concentración de la riqueza en manos de la oligarquía, en flagrante traición a su plan de erradicación de la extrema pobreza (Plan casas para todos, La gran minga agropecuaria y el Plan toda una vida), inédito a día de hoy.
Contrasta todo esto con el hecho de que durante la década correista, el PIB se ha situado por encima de la media de América Latina (FMI), la pobreza cayó 16 puntos y la extrema pobreza 8 puntos (CEPAL), siendo uno de los países donde ha descendido la pobreza con mayor intensidad, y uno de los que más ha reducido la desigualdad (Unesco). Además, la mendicidad cayó en un 60% (INEC), la emigración se ha revertido y la delincuencia ha descendido, llevándose a cabo una revolución educativa, y universalizándose un servicio de salud de una calidad aceptable en su contexto. Y, lo más fundamental, ha dotado al pueblo ecuatoriano de un sano orgullo y de una saludable esperanza.
Sin embargo, es cuestión de tiempo que, tras el descontento social que estas medidas van a provocar, el correismo ocupe la calle, de un modo pacífico y creativo. Entonces, ya con hegemonía social y electoral, tirará al morenismo al basurero de la historia, y se reactivarán las políticas de Estado, aún vigentes en la Constitución, que continuarán la lucha contra el atraso y la pobreza, hasta llegar a ser tal vez el primer país del mundo en erradicar la pobreza y la desnutrición, cumpliendo el sueño de Rafael Correa de ver «una patria sin miseria y sin niños en la calle, una patria sin opulencia, pero digna y feliz (…) repartida entre todos y todas».
Nacho Dueñas, historiador y cantautor.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.