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¿Qué tal se siente, Rafael Vicente?

Fuentes: Rebelión

¿Qué tal se siente Rafael Vicente? Volver al Ecuador despojado el poder, caminar por la calle con guardaespaldas, entre amantes y odiadores. -Oigo que tus enemigos te cantan «rata inmunda de dos patas»; yo no llego a tanto. Puedo decirte que te entiendo porque yo también pasé por esos tragos, gracias precisamente a ti, de […]


¿Qué tal se siente Rafael Vicente? Volver al Ecuador despojado el poder, caminar por la calle con guardaespaldas, entre amantes y odiadores. -Oigo que tus enemigos te cantan «rata inmunda de dos patas»; yo no llego a tanto. Puedo decirte que te entiendo porque yo también pasé por esos tragos, gracias precisamente a ti, de alguna manera. Y digo esto porque no es justo hacer leña del árbol caído. Lejos de mí patearte en el suelo, pero si dialogar sentados ambos en la vereda y a la vera del camino de la historia, yo porque pertenezco a una generación de salida, tu porque te feriaste las oportunidad de tu vida para dejar un legado pulcro y duradero. Para que me entiendas voy a explicar mi itinerario antes de hacerte otras preguntas.

Allá por el 2006 yo era Vicario de Pastoral Social de la Arquidiócesis de Cuenca y había heredado algo del prestigio de Monseñor Luis Alberto Luna, con quien trabajé 20 años; por supuesto que también heredé sus amigos y sus enemigos. Ilusionado, igual que tú por hacer un Ecuador nuevo, me despojé del poder eclesiástico para asumir la condición de ciudadano y obrero de la Revolución Ciudadana. A ti no te conocía, pero si a Alberto Acosta, compañero en la lucha por los derechos de los migrantes en la «coalición por las migraciones». Con él nos embarcamos, con ingenuidad, debo reconocerlo ahora, en el sueño de una patria diferente, para todos. Confiamos en ti.

Claro que dejar la peana de lo sagrado implicó para mí, algunas renuncias, entre ellas exponer mi vida privada a luz pública, someterme al escrutinio severo que se suele hacer con las debilidades humanas de los curas. Sin embargo, también debo reconocerlo, que la propaganda de PAIS, de contar con un «cura revolucionario» afín a la «teología de la liberación» alagó y compensó esa vanidad y narcicismo que siempre nos acompaña -de eso tu sabes bastante-. A la ola de tu popularidad aporté la mía, y logramos poner en la Constituyente cinco asambleístas por el Azuay con la votación record de todo el territorio nacional. El triunfo nos embargaba y nos embriagaba, reconocerlo es de varones.

Sin embargo, la popularidad del «cura asambleísta» duró poco -los ocho meses de la Asamblea-. Pronto me di cuenta de algunas mentiras como esa de «la asamblea de plenos poderes» y pude percibir tu talante autoritario y antidemocrático. Diferencias sobre el texto constitucional donde impusiste tu voluntad, como en el caso de la «consulta previa» a los pueblos y nacionalidades para imponer, como lo hiciste luego, el extractivismo y la minería; tu machismo patriarcal que puso coto, desde tu discurso inaugural en la Asamblea, a las aspiraciones de los derechos de las mujeres y otras cosas, me hicieron merecedor del calificativo que diste a quienes se atrevían a cuestionarte, ya entonces: «infiltrados». «Que les vaya bonito»

Me jugué mi futuro en la Iglesia en la campaña por el Sí a la Constitución. Aunque tenía todo el derecho de quedarme en el «congresillo», me trague mis sueños e intenté volver a las trincheras pastorales. A consecuencia de ello ya era, en la boca de tu propaganda descalificadora «el cura expulsado de la iglesia» y cuando me opuse a la consulta del 2011 para meterle la mano en la justicia -no olvides que fui presidente de la mesa de Justicia y Anticorrupción y que el principio de la independencia de la justicia era un pilar fundamental de la nueva justicia que decíamos querer construir- sufrí la muerte civil que has aplicado a todo disidente. «Resentido, malagradecido» me decían muchos de tus fieles seguidores. Jamás mi opinión volvió a escucharse en los medios púbicos -Que los diga el Lasso de «Palabra Suelta», si no es verdad-.

Debo decir que tienes un concepto lamentable de la lealtad. Para ti la lealtad es la del embudo, todo para ti, nada para la patria -muy al contrario de la frase del viejo luchador al que invocabas-. A quienes utilizaste como peldaños para encaramarte en la monarquía de la majestad del poder, cuando ya no te eren funcionales los desechaste, los linchaste mediáticamente, políticamente y jurídicamente -no olvides que tu contralor Polit me sentó junto a Isabel Robalino y otros octogenarios en el banquillo de los calumniadores, en cumplimiento de tus órdenes sabatinas-. Te deshiciste de quienes buscaban el bien mayor de la Patria para rodearte de aduladores sumisos y de pícaros interesados.

He pagado caro y he purgado mi responsabilidad de haberte apoyado en los inicios, pero me queda la paz de haber sido coherente con las aspiraciones de quienes defraudaste. Con la fe que me queda, pedí a Dios, con todas mis fuerzas que no te presentaras a la reelección por la que tanto te empeñaste, hasta lograr que la Asamblea borreguil te allanara el camino. La carta de tu padrino Francois Houtart, que en paz descanse, un hombre del cual no tenías por qué temer mala voluntad ni pudieras acusarle de pretender un «golpe blando» te dijo con todas sus letras: «Rafael el proyecto no va más, ni política ni económicamente». Hiciste caso y te fuiste Bélgica dejando huérfanos y huérfanas de liderazgo a las «pames» que te querían presidente para siempre.

Sabes muy bien que no te querías hacer cargo de esa «cualquier pendejada a la que llaman Revolución Ciudadana y la Década Ganada» -Lenín Moreno, palabras más, palabras menos- porque ni lograste siquiera construir un movimiento de político de base y llevaste a la economía del Estado a la quiebra. Hoy todo lo bueno que pudiste haber hecho o no hiciste esta empañado por la corrupción, la ineficiencia y el cinismo. Y entonces, como bien se interpretó a si mismo Lenín Moreno, llamaste a «otro tonto» para que se hiciera cargo del muerto, con la condición de que «protegiera a los compañeritos», y para que su previsible fracaso alfombrara tu regreso para el 2021. Pero mira, el «tontito» te salió respondón y está empeñado en que la amenaza de tu regreso no se cumpla. Eso de utilizar a las personas tarde o temprano pasa la factura.

Me suena la canción Zamba para Olvidarte, de otras décadas más gloriosas, en boca de Mercedes Sosa: «No sé para qué volviste, si ya empezaba a olvidar… que mal hace recordar… no sé si tu lo sabrás muchos lloraron cuando te fuiste… para qué vamos a hablar de cosas que ya no existen… no se para que volviste… que pena me da saber que de ese amor ya no queda nada… ya ves que es mejor no hablar… solo una triste canción da vueltas por mi guitarra». Ya ves que ninguna de tus patentes funciona, ni esa de «prohibido olvidar». Pero ya que has vuelto y antes de que te vayas de nuevo quiero hacerte otra pregunta -porque robó un poco de mi vida… pero eso es de Perales-. Mejor son varias preguntas.

¿Qué tal se siente estar en el ático, solo y encadenado a las redes sociales, sin las sabatinas, sin el púlpito donde pontificabas? Yo lo sé, frente mi computadora y lejos de la parroquia. ¿Qué tal se siente cuando tiene que ingresar al Ecuador como Vicente; -razón tienen los que vislumbran en ti una crisis de identidad-; furtivamente, tener que dejar el aeropuerto por una puerta trasera; escuchar a unas decenas que te vitorean y a centenas que se desgañitan «Fuera Correa Fuera». Con razón de remuerdes las muelas y no puedes ocultar ese rictus facial de dureza pétrea que fuiste tallando en los últimos años de tu despotismo e intolerancia. ¿Qué tal la cosecha?

¿Qué tal se siente andar como ciudadano de a pié, mendigando una entrevista en la «prensa corrupta» porque ya nadie te para bola en los medios oficiales que tienen responden a otro señor? ¿Qué tal es cuando te vacunan con la propia medicina que inventaste -no hay mejor cuña que la del mismo palo y con la misma lana del perro se cura la mordida dice el refranero popular- ¿Qué tal es que te roben, o mejor que otros recojan el Movimiento PAIS del que te adueñaste y que has abandonado y perdido por tu propia estulticia y tozudez? ¿Qué tal es que te cierren las puertas de Esmeraldas para intentar tu famosa «convención nacional»? con los que te siguen sin fiambre -hay que reconocerles cierto valor ya que se han jugado todo por ti, a diferencia de todos los que te han abandonado-.

No sé si te has dado cuenta que ahora tu eres la oposición a la revolución ciudadana oficial. No sé si te has dado cuenta que ahora eres tú el de los «golpes blandos» y el «desestabilizador». No te das cuenta de que el pueblo sanduchero que antes llenaba la plaza para los cambios de guardia ahora aclama al nuevo señor de Carondelet que se mofa de tu museo tan amorosamente construido para perpetuar tu memoria. ¿No te das cuenta de que el Pueblo te ha jubilado? -alguna vez tú mismo lo dijiste que tras el domingo de Ramos viene la crucifixión ¡Por qué olvidaste ese destello de sabiduría!- ¿Por qué olvidaste tan pronto tus propias palabras de que «necesitabas descansar de los ecuatorianos y que los ecuatorianos necesitaban descansar de ti? ¡¡¡Por qué carajo has venido a seguir jodiendo!!!

No sé si te has dado cuenta que ahora tu encarnas el discurso de la oposición ciega y perversa que antes condenabas en la vieja partidocracia. Ahora tú, tú denuncias que hay una dictadura, tú dices que no hay independencia de poderes, tú dices que no hay libertad de expresión, tú dices que la justicia esta intervenida, tú dices que la corrupción se ha instalado en Carondelet, tú, tú, siempre tú. ¡Cara dura! Deja que el Ecuador se distienda, se desempalague de tu pretendida dulzura, deja que, ¡por fin! los ecuatorianos intenten pensar sin ti, vivir sin ti; deja que intentemos ser ciudadanos; deja que intentemos construir democracia. Deja que surjan nuevos liderazgos políticos que no pueden crecer bajo tu sombra omnipotente. Parafraseando a tu colega el monarca español, ¡¡¡Por qué no te callas!!!

Hace uno días, para terminar, a los casi 10 años de haber iniciado ese sueño que ha terminado en pesadilla, unos reporteros de Televisión Pública se me acercaron a entrevistarme. Les dije ¡Qué bien, me siento resucitado, que existo!, -porque durante tu reinado toda disidencia o discrepancia fue sepultada en el cementerio del olvido-. Les dije que me sentía rehabilitado de alguna manera, que volvía a ser ciudadano de a pie, que lo que opinara podría ser de algún interés, que podía aportar algo. Por supuesto que dije que si ponemos en la balanza los bienes que hiciste y los males que causaste, los males pesan mucho más y dije también que si los ciudadanos no nos sacudimos y participamos, con Moreno tendremos, otra vez, la revolución ciudadana, parte dos. Mucho ruido y pocas nueces. Y dije que necesitaremos muchos años de austeridad para salir de la quiebra política, económica y moral que nos dejó tu década… desperdiciada. Como sé que te gusta cantar. «¡Discúlpame si te hago otra pregunta…»! ¡Ojala entiendas y aprendas, para que tu dolor no sea unútil!

Fernando Vega: Profesor (UDA) e investigador Universitario (Univ. de Cuenca). Ex-Asambleísta Constituyente 2008. Miembro de la Comisión Anticorrupción.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.