Leemos en Rebelión un artículo de Naomi Wolf previamente aparecido en el español diario impreso Público i. Wolf nos delata, al mismo tiempo que nos tranquiliza: somos unos «conspiranoicos»; la cosa, chicos, no es tan grave como queréis creer… UNO: Las teorías conspiranoicas, que salen «a la superficie en lugares donde la gente […]
Leemos en Rebelión un artículo de Naomi Wolf previamente aparecido en el español diario impreso Público i.
Wolf nos delata, al mismo tiempo que nos tranquiliza: somos unos «conspiranoicos»; la cosa, chicos, no es tan grave como queréis creer…
UNO:
Las teorías conspiranoicas, que salen «a la superficie en lugares donde la gente no tiene un buen nivel de educación y falta una prensa independiente y rigurosa», decoran «un rápido cambio social y una profunda incertidumbre económica», fruto de «la evolución caótica de las normas sociales y las acciones -o anomalías- de un capitalismo irrestricto» con un delirante pero seductor entramado casi esotérico que adopta «narrativas de manipulación» y «que cobra forma, habitualmente, en Internet y que se propaga de manera viral por todo el mundo. En el proceso, se extraen teorías de la conspiración que a veces llegan a inyectarse en el corazón mismo de la política.»
No crean a Wolf tan cruel y despectiva como de entrada parece, pues admite que «muchos ciudadanos creen, y con razón, que sus medios de comunicación no investigan ni documentan los abusos», y que «la concentración de la propiedad y el control de los medios alimenta aún más la desconfianza popular, lo que favorece un escenario para que la investigación ciudadana ocupe ese vacío».
Es más: reconoce que no sólamente gente que no tiene un buen nivel de educación, sino incluso «la gente racional» (¿¿¿??? ¡¡¡curioso eufemismo hiperelitista!!!) «se ha vuelto más receptiva a ciertas teorías de la conspiración»…
¿Por qué? «Porque, en los últimos ocho años, en rigor de verdad, hemos visto algunas conspiraciones sofisticadas. La Administración Bush conspiró para llevar a cabo una guerra ilegal apelando, para ello, a la evidencia fabricada».
DOS:
Bien. Wolf pone como jocoso ejemplo paradigmático de conspiranoia lo siguiente: «El Movimiento de la Verdad del 11-S asegura que el ataque de Al Qaeda a las Torres Gemelas fue un trabajo desde dentro. En el mundo musulmán, existe una teoría generalizada de la conspiración según la cual los israelíes estaban detrás de esos atentados, y que todos los judíos que trabajaban en los edificios ese día se quedaron en su casa.»
Wolf, quien tiene al parecer en sus manos el Baremo Eterno, Indiscutible y Absoluto para medir dónde acaba la Verdad y dónde empieza la Conspiranoia, admite que «la Administración Bush conspiró para llevar a cabo una guerra ilegal apelando, para ello, a la evidencia fabricada»…
…Deducimos que Wolf se refiere a las mentiras con respecto a la existencia de Armas de Destrucción Masiva en Iraq; pero sin embargo descalifica abierta y festivamente que tal conspiración rebobine cronológicamente hasta la retransmisión televisiva «LIVE!» para todo el planeta del hundimiento del WTC el 11 de setimbre de 2001 . ¿Por qué? ¿Cuándo empezó realmente la «evidencia fabricada» a la que Wolf se refiere?…
Resulta llamativa también la irreflexiva fe que Wolf vuelca en lo que -desde mi humilde punto de vista- sí representa uno de los grandes mitos conspiranoicos de nuestra década: Al-Qaeda. Cito de nuevo: «El Movimiento de la Verdad del 11-S asegura que el ataque de Al Qaeda a las Torres (…)»…
Al-Qaeda: por que sí, por que es verdad. Al-Qaeda: para un roto y para un descosido (no le achacan a Al-Qaeda también los huracanes que devastan Florida sencillamente porque éstos también afectan a Cuba, lo cual causaría cierto desconcierto propagandístico en EEUU).
Reveladores también resultan los ejemplos -paródicos, desde su punto de vista- que Wolf cita al principio de su artículo: «Existen algunos temas importantes. Uno frecuente en EEUU es que las élites globales están tramando -a través del Grupo Bilderberg y del Consejo de Relaciones Exteriores, entre otros- establecer un Gobierno del Mundo.»
¡Para nada, señorita Wolf!: está claro que cuando los Bilderberg (entre otros, los confesos miembros Henry Kissinguer, David Rokefeller, George Soros y Sofía de Borbón) se reúnen, no planean establecer un «Gobierno del Mundo»; ¡qué vá!: se dedican exclusivamente a comentar los últimos cotilleos de la prensa rosa, tomarse unos vermuts y jugar al mus. Sin duda.
Y sigue Wolf: «A veces, entran en juego detalles folclóricos: los Iluminados, los francmasones, los Rhodes Scholars o, como siempre, los judíos.»
Sí, en efecto: no hay prueba alguna de que los francmasones hayan nunca conspirado; de hecho, la Revolución Francesa -suceso, por otro lado, irrelevante desde el punto de vista histórico- nada tiene que ver con ellos, ni política ni ideológicamente; pues no eran en realidad sino un inocente Club de Rol.
Y, finalmente -¡no podía faltar!-, Wolf presenta como prueba típica-y-tópica (¡¡¡»folclórica»!!!) de la mentalidad conspiranoica la inclusión en la trama, «como siempre», de «los judíos».
Desde luego, Naomi. Ello es fruto de la milenaria, obsesiva y criminal persecución por parte de TODOS los sucesivos imperios, religiones e ideologías (¡y NO hay aquí rastro de conspiranoia ! : ¡esto es Verdad Histórica de la buena, avalada por eminentes y neutrales historiadores como César Vidal !…) hacia el Pueblo Elegido, que aún subyace en el subconsciente colectivo…
…y nos hace creer -¡incluso a la gente izquierdista!- que el Sionismo es un poder en la sombra que quita y pone presidentes, maneja entresijos financieros a nivel mundial, controla los mass media y masacra pueblos en nombre de dudosos designios teocráticos con la ayuda de la tecnología bélica más desarrollada.
TRES:
Afortunadamente contamos entre nuestras filas con la presencia de Naomi Wolf, quien -más allá todavía de obligarnos a afrontar y superar nuestro inconfesado, tenaz, atávico y camaleónico gen antisemita y protonazi- nos aporta ese punto de madurez que con frecuencia nos falta a los que criticamos el estado de las cosas desde la izquierda revolucionaria.
Ella nos dice: Sí, hay conspiraciones; pero hasta cierto punto. ¡Qué gran sabiduría!
¿Cuál es ese punto? ¡Ah, amigos! Ahí es donde ella no especifica. Podemos deducir, no obstante, que tal Rubicón lo marcan las sucesivas y mutiladas desclasificaciones documentales de la CIA. Vamos: que -por ejmplo- denunciar que Pinochet «fue una marioneta de Pepsi, ITT y Kissinger»… era conspiranoia mientras la CIA no lo reconociera.
En proyección, hasta que dentro de unos 25 años la CIA no reconozca que el 11-S fue un tremendo y wagneriano montaje mediático para justificar la implantación de un Nuevo orden Mundial, todo aquél que lo sospeche puede ser tachado, con total aplomo, de «loco», «freak», «desinformado» o «irracional».
Desconcertante la conclusión de su artículo: «Necesitamos cambiar el flujo de la información en la era de Internet. Los ciudadanos deberían organizar nuevas entidades online en las que se pague un honorario por reportajes de investigación directos, sin presiones corporativas mediante. Estos investigadores deberían ser capacitados en periodismo básico: encontrar buenos datos, confirmar historias con dos fuentes independientes, utilizar citas de manera responsable y evitar el anonimato (es decir, estar dispuestos a estampar su nombre, como hacen los periodistas convencionales).»
Total: que la clave para aportar información alternativa seria y fiable consiste en cobrar por proporcionarla (todos los colaboradores de Rebelión quedamos así descalficados), ceñirnos a los preceptos del periodismo básico ( ¿? ) y, sobre todo, firmar los artículos, como hacen los «periodistas convencionales»…
Pues, vale: tomamos nota, Naomi.
i http://www.rebelion.org/noticia.php?id=75372 (Los destacados en las citas de dicho artículo son míos (N.d.A)