Por mucho tiempo, la derecha ha señalado a los partidos de izquierdas de «populistas» porque sus políticas revelan un supuesto oportunismo que busca atraer a las masas populares bajo promesas que son «imposibles de cumplir». El mundo se encuentra patas arribas, y el epíteto se vuelve contra los propios acusadores. La realidad demostró que los […]
Por mucho tiempo, la derecha ha señalado a los partidos de izquierdas de «populistas» porque sus políticas revelan un supuesto oportunismo que busca atraer a las masas populares bajo promesas que son «imposibles de cumplir». El mundo se encuentra patas arribas, y el epíteto se vuelve contra los propios acusadores. La realidad demostró que los verdaderos populistas resultaron quienes incumplieron con las promesas del «progreso», la «igualdad» y «abundancia» bajo globalización neoliberal.
Pocos han tenido la valentía de admitir su fracaso. Sin embargo, muchos optan por mantener el engaño profiriendo el mismo epíteto, ahora, contra aquella otra derecha que se plantea «corregir los males de la globalización» con remedios que resultarán peor que la enfermedad.
Los ánimos entre la clase dominante occidental se estan caldeando. Solo basta con echar un vistazo a las fuertes disputas políticas y acusaciones que se suscitan entre los propios miembros del partido republicano estadounidense, y entre éstos y demócratas, o con asistir al ascenso vertiginoso de la extrema derecha en Francia de la mano de Marie Le Pen, pero también en Alemania y otros países de la Unión Europea, para darse cuenta que las contradicciones están por explotar. Más reciente, el medio alemán Deutsche Welle (DW) publicó un artículo de Volker Wagener titulado «El populismo nuestro de cada día»*, en que aborda levemente el fenómeno del «populismo» que hoy entretiene a estadounidenses y europeos. Éste fenómeno -que no es nada nuevo- es estudiado profundamente en Europa desde los años 1990, justo cuando la unipolaridad y globalización «victoriosa» comenzaban a mostrar sus límites.
En su escrito, Volker cita al periodista Albrecht von Lucke quien descubre tras los nuevos escenarios políticos en Europa y Estados Unidos, tratarse de un conflicto entre estas dos corrientes de la derecha mundial, quienes impulsan la globalización versus quienes defienden la delimitación y la exclusión anhelando regresar a una «sociedad homogénea».
Dice el autor que los «nuevos populistas» han vuelto a poner de moda a la Nación y la identidad nacional como característica de superioridad frente a otros pueblos; un espacio protegido para el desarrollo de las propias fuerzas que han quedado golpeadas por la competencia global.
A diferencia de los neoliberales, las políticas de los «nuevos populistas» van acompañadas del cierre de fronteras, el proteccionismo económico y la xenofobia. Agrega que los partidos populistas rechazan a la ONU, la OTAN, la UE, supuestos «logros» que permitieron un equilibrio de intereses interimperialistas y evitaron un conflictos entre ellos.
En conclusión, el populismo es el arma perfecta de manipulación de masas utilizada por fascistas y neoliberales para imponer sus intereses de clase. El populismo conecta en el tiempo a Adolfo Hitler, Benito Mussolini y Francisco Franco con Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Augusto Pinochet; y a los populistas contemporáneos como Barack Obama y Donald Trump, Marie Le Pen y Mauricio Macri etc, quienes mejor representan a las dos mayores corrientes de la misma derecha mundial –dos caras de la misma moneda– empeñada en perpetuar el sistema capitalista.
Fuentes:
* El populismo nuestro de cada día.
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