Cuando el ultraconservador de voz suave y agrietada Joseph Ratzinger, antiguo miembro de las juventudes hitlerianas, dijo que el sida no se resuelve con preservativos, no aportó ninguna prueba de ello, y se limitó a indicar que la vía más eficaz para luchar contra la epidemia es la humanización de la sexualidad. De tan vaporosa […]
Cuando el ultraconservador de voz suave y agrietada Joseph Ratzinger, antiguo miembro de las juventudes hitlerianas, dijo que el sida no se resuelve con preservativos, no aportó ninguna prueba de ello, y se limitó a indicar que la vía más eficaz para luchar contra la epidemia es la humanización de la sexualidad. De tan vaporosa afirmación brotan como pequeños linces en la reserva de Doñana muchas dudas. ¿Es el celibato un paradigma de la humanización de la sexualidad?
Lo que parece diáfano es que la proclama de Ratzinger supone un ejercicio de absoluta irresponsabilidad, una dañina y absurda forma de alimentar una pira en la que arde la esperanza vital de 20 millones de africanos.
Podría dedicarle páginas y páginas al asunto papal, pero para qué, si total, esto se resume con un castizo: ni jode ni deja joder.