Redes mediante, la circulación de datos falsos, medias verdades y medias mentiras y especulaciones interesadas se mezclan con dosis fuertes de esperanzas, anhelos y deseos apenas refrenados. La historia de los tanqueros iraníes rumbo a Venezuela es un nuevo escenario de esa puja permanente por darle sentido a lo que no lo tiene, mientras se deja en segundo plano los datos reales y se lleva agua para molinos diversos.
Ríos de tinta, (o de nueva tinta, los bytes), se han escrito sobre la colaboración de Irán con la industria petrolera venezolana, que tiene por éstas horas su punto cúlmine, con la inminente llegada de la avanzada de la expedición de 5 barcos con gasolina procesada en Irán, que será incorporada a la red de distribución interna de gasolina en Venezuela, en crisis desde hace varias semanas.
Sobre el contenido y el alcance de esta inédita operación Irán-Venezuela se ha dicho mucho, y se ha especulado más. Desde que se trata de un cargamento que incluye aditivos para refinar petróleo por varias décadas hasta que sería la antesala (o el primer acto) de la tercera guerra mundial, porque los Estados Unidos intervendrían en el Caribe para evitar la llegada de los buques.
Sin embargo, a medida que los barcos se acercan a aguas venezolanas, las teorías calenturientas van perdiendo impulso y se puede pasar en limpio y ordenar en el tiempo la información disponible.
Sin gasolina
El 3 de abril último, cuando Venezuela transitaba los primeros días de aislamiento social por el COVID-19, el vicepresidente para el Área Económica, Tareck El Aissami, anunció un plan especial para la distribución y suministro de hidrocarburos en el país sólo para los sectores priorizados en la cuarentena. Explicó que las sanciones ilegales o medidas coercitivas de Estados Unidos contra Venezuela impiden la producción de combustible, al obstaculizar el suministro de insumos y aditivos químicos para la producción de gasolina.
Ese día amanecieron cerradas la mayoría de las estaciones de servicio de Caracas, y comenzó a verse en la capital una postal hasta entonces normal en los estados fronterizos con Colombia: las largas colas para surtir gasolina (recordemos a los lectores fuera de Venezuela: gasolina gratis).
El 27 de abril, se oficializó la designación del ingeniero químico Asdrúbal Chávez al frente de Petróleos de Venezuela. Cerró así una etapa polémica de administración de la empresa: la de Manuel Quevedo, mayor general de la Guardia Nacional Bolivariana, ministro de Petróleo y presidente de PDVSA desde 2017 y antes ministro de Vivienda y Hábitat.
La designación de Asdrúbal Chávez fue saludada por algunos expertos y analistas petroleros, especialmente por ser una persona del riñón de PDVSA, donde desarrolló casi toda su carrera profesional, desde 1979. De bajo perfil, desde su designación no ha hecho declaraciones a la prensa.
Aviones a Paraguaná
Mientras los efectos de la falta de gasolina se hacían cada vez más intensos en la capital, se comenzaron a ver algunas de las cartas de la administración El Aissami-Chávez. Por esos días y durante más de una semana llegaron al aeropuerto internacional Las Piedras en Paraguaná alrededor de una decena de vuelos en Airbus 340-600 procedentes de Irán. No faltó quien intentara vincular este puente aéreo con el terrorismo y el narcotráfico, en línea con la “denuncia” estadounidense de un supuesto incremento de actividades ilícitas en el Caribe.
También se apuntaron cañones a la empresa que realizó los vuelos, Mahan Air, de la cual periódicamente se teoriza sobre su rol en acciones vinculadas al terrorismo e, incluso, ahora, como vector de transmisión del COVID-19 en Medio Oriente.
Luego las teorías calenturientas se despejaron, y quedó claro que los vuelos formaban parte de un plan para reactivar el Centro de refinación Paraguaná. De cualquier forma, toda la operación se realizó sin confirmaciones oficiales.
Los barcos
También con perfil bajo comenzó el tránsito de 5 buques tanque desde el puerto de Bandar Abbás, en la costa iraní del Golfo Pérsico, hacia el Caribe Sur. Comenzaron luego las especulaciones a partir de los sistemas abiertos de posicionamiento satelital, revalidado por medios iraníes, y luego con declaraciones de portavoces del gobierno en Teherán, donde se advirtió que a Washington que no intentara detener la marcha de los tanqueros a Venezuela.
Fue el embajador de Irán en Venezuela, Hojjarollah Soltani (un experimentado diplomático, que volvió a la embajada en Caracas hace poco), quien confirmó que los barcos transportan gasolina (nada de aditivos) y que comenzarán a llegar a costas venezolanas en la semana que entra.
Luego el ministro de Defensa venezolano, Vladimir Padrino López, confirmó que Venezuela escoltará los buques en su zona económica exclusiva, “para darles la bienvenida y decirle al pueblo iraní gracias por tanta solidaridad y cooperación”. En la misma línea, el presidente Nicolás Maduro agradeció la cooperación de Irán.
Los Estados Unidos ya dieron señales (posiblemente para aplacar la propia demanda de opositores venezolanos, que sueñan con que los tanqueros iraníes no lleguen a puerto) de que no moverán un dedo para impedir la inédita operación.
Hasta aquí, los hechos. Más allá, la larga retahíla de especulaciones, en la que debería primar la prudencia, pero se sabe que no.
Es difícil creer que con cinco tanqueros llenos de gasolina (se estima que transportan 1,5 millones barriles, unos 238 millones de litros) se resuelva ni siquiera a mediano plazo la crisis de abastecimiento, aunque en el escenario de las restricciones de circulación por la pandemia, esta inyección de gasolina servirá para contener los efectos de la crisis de refinamiento local.
Para medidas de largo plazo, habría que centrar la atención en la otra pata de la colaboración iraní: la reactivación de operaciones en el Centro refinador Paraguaná.
*Periodista argentino del equipo fundacional de Telesur. Corresponsal de HispanTv en Venezuela. Editor de Question Digital. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)