El programa económico del Gobierno no se propone reactivar la economía, sino todo lo contrario -por inverosímil que parezca-: colocar a la economía en «estado de recesión» mediante la aplicación de las ya conocidas políticas neoliberales de «ajuste fiscal». La sola enumeración de las medidas propuestas para la «reforma tributaria» revela que de lo que […]
La sola enumeración de las medidas propuestas para la «reforma tributaria» revela que de lo que se trata es de transferir miles de millones de dólares, que el sector público deja de percibir por impuestos, a favor del sector privado capitalista. Además de la condonación de intereses y multas tributarias y otros beneficios otorgados a los empresarios con la «Ley de Fomento Productivo» en el 2018 (1), con la «reforma tributaria» 2019 se propone, por el lado de los ingresos del Presupuesto General del Estado (PGE):
- Reducir el impuesto a la renta a las empresas (corporaciones o «grupos económicos»)
- Reducir aranceles a los importadores, en particular de los ensambladores de vehículos
- Eliminar o reducir por partes el impuesto a la salida de capitales
- Privatizar las empresas públicas rentables
- Incrementar el impuesto al valor agregado (IVA)
- Eliminar las deducciones de impuesto a la renta de las personas naturales
- Eliminar la devolución del IVA a las personas de la tercera edad
Por el lado de los gastos:
- Reducir la inversión pública, productiva y social
- Reducir la masa salarial sin afectar a los altos funcionarios
- Privatizar o liquidar las empresas públicas no rentables
- Eliminar o, al menos, reducir los subsidios a los combustibles, excepto el diésel que consume el subsector acuícola de exportación y la electricidad para el sector industrial.
La tenaza se cierra con la propuesta de «reforma laboral» o «modernización laboral» que se orienta más a la «informalización de los trabajadores formales» que a la «formalización de los informales». Para comprobarlo, basta, así mismo, con enumerar las medidas propuestas:
- Cambios en los horarios de la jornada laboral: que la jornada laboral de 40 horas no sea repartida en cinco días, sino en tres días y medio; o sea doce horas diarias por tres días, sin pagar las cuatro horas como extras.
- Que en la jornada de 40 horas a la semana se pueda incluir al sábado, sin necesidad de pagar esas horas como complementarias.
- Generar nuevos tipos de contratos que permitan ampliar la participación de mujeres y jóvenes en el mercado laboral: solo por horas y fines de semana, sin beneficios sociales.
- Incremento del período de prueba, de tres meses a tres años.
- Reducción de los costos de contratación y despido, lo que implicaría eliminar las indemnizaciones cuando los trabajadores renuncien voluntariamente.
- Que vuelva a permitirse la figura de contrato a plazo fijo para contratar trabajadores en un período de uno o dos años.
- Que se elimine el recargo de 35% a los contratos ocasionales y eventuales. (2)
Es evidente que tales medidas generan un clima laboral confrontativo y no como supondría una propuesta modernizadora: «fomentar un clima de trabajo colaborativo, abierto, receptivo y proactivo en el que los trabajadores encuentren las condiciones laborales óptimas para aprovechar todo el potencial que ofrecen las nuevas tecnologías». Se trata de la visión más conservadora: considerar el trabajo como «un costo», al que como todo costo hay que reducirlo al mínimo, y no como un elemento importante de la demanda y la reactivación económica.
En síntesis, con la aprobación de las reformas tributaria y laboral el Estado se reduce a un aparato administrativo al servicio de las grandes corporaciones y un instrumento coercitivo en contra de la población afectada por el incremento del IVA, la supresión de las deducciones a favor de la tercera edad y los sectores de ingresos medios, el incremento del subempleo, el desempleo, la pobreza y la incertidumbre.
Con una economía en «estado de recesión» y una deliberada política de contracción del poder adquisitivo y de consumo de la población, vale decir, de contracción del mercado interno, la pregunta es: ¿Cómo reactivar la economía? La respuesta de la intelligentsia neoliberal es unánime: con la minería y el mercado externo. En la era de la «cuarta revolución industrial», la burguesía ecuatoriana («las élites», como dicen los neo sociólogos) revela su carácter retardatario y ausencia de imaginación: su única propuesta es reivindicar el viejo modelo de acumulación sustentado en la producción y exportación de productos primarios (agrícolas y mineros) de raíz colonial e institucionalizado con la inauguración de la República en 1830. (3)
Pretenden ignorar que en el carácter primario exportador se encuentra la raíz histórico-estructural de las crisis de la economía ecuatoriana, incluida la actual que se deriva de la caída de los precios internacionales del petróleo (2014-2016). Y que a las características de este modelo de producción corresponde un patrón de distribución que concentra la riqueza y cronifica la desigualdad y la pobreza, como muy bien lo resume Milagros Aguirre en su columna del diario El Comercio: «la pobreza extiende sus tentáculos en todo el país, a pesar del petróleo, a pesar del oro, a pesar de las ventas anticipadas que han dado ripio, algún pavimento, veredas y canchas de césped sintético con sobreprecio, a lo mucho, pero que no han mejorado las condiciones de vida de la gente ni han sacado de la pobreza extrema o de la ignorancia a casi nadie… los beneficiarios de la megaminería serán los empresarios -ecuatorianos, chinos, canadienses- dedicados a ello. Los beneficios de esas empresas no son los pobres de la patria: esos son quienes, a lo mucho, reciben migajas por el trabajo sucio (…). La resistencia que están dando algunas comunidades es una esperanza» (El Comercio 25.07.2019).
En estas condiciones, más grave que la crisis económica resulta, por un lado, el anacronismo de la clases dominantes atadas al dogma neoliberal y el extractivismo; desprovistas de visión estratégica y un proyecto de desarrollo equitativo y sustentable en el marco del capitalismo, pero autodeterminado (propio) y no subordinado a la globalización (4). Por otro lado, el lento proceso de rearticulación de las luchas reivindicativas con la lucha por la transformación social de los movimientos de resistencia, en una época de reacción, en la que, como ironiza el filósofo esloveno Slavoj Zizek, nos resulta más sencillo imaginar el fin del mundo que el fin del sistema. Y para los ecuatorianos ni siquiera el fin modelo de agro minero exportador que ni la «revolución ciudadana» se atrevió a hacerlo: «Básicamente -decía Rafael Correa- estamos haciendo mejor las cosas con el mismo modelo de acumulación, antes que cambiarlo» (Entrevista, diario El Telégrafo, 15.01.2012)
Citas:
1. «En el país existen unas 130 exenciones y algunas fueron introducidas por el propio Gobierno en la Ley de Fomento Productivo. El Gobierno anticipó que el sacrificio fiscal por otorgar estos y otros beneficios sumó USD 4.907,4 millones en el 2017», Cesar Augusto Sosa, El Comercio, 29.07.2019
2. (https://www.elcomercio.com/actualidad/gobierno-reformas-laborales-ley-trabajadores.html.)
3. Se confirma la conclusión de Pierre Dardot y Christian Laval para quienes: «el neoliberalismo se nutre de las crisis económicas y sociales que genera. Su respuesta es invariable: en vez de poner en tela de juicio la lógica que las ha provocado, hay que llevar todavía más lejos esa misma lógica y tratar de reforzarla indefinidamente». Valga como ejemplos, si el origen de la desaceleración y/o recesión de la economía se encuentra en el carácter primario exportador de la economía cuya reproducción depende de los precios internacionales de un solo producto, agrícola o minero, la salida es profundizar dicho modelo y dependencia. Si las rebajas de impuestos para los ricos o las empresas no dan los resultados esperados, hay que profundizar todavía más en las rebajas, etc.
4. Para la burguesía ecuatoriana, la dependencia tecnológica y el atraso constituyen fenómenos naturales y se resisten a adaptar la industrialización al nuevo entorno digital, a crear condiciones favorables en procesos, estructura organizativa y recursos humanos (preparados y proactivos) para una adecuada incorporación de nuevas tecnologías, redistribuir ingresos, fortalecer el mercado interno y desarrollar ventajas competitivas en lugar de seguir exportando ventajas comparativas, es decir: bajos salarios y naturaleza.
Fuente: http://coyunturaisip.wordpress.com/2019/08/12/recesion-inducida-y-modelo-agro-minero-exportador/