Nota de edición: El 16 de junio del 2000 fallecía en Roma Valentino Gerratana. Autor de una excelente edición crítica de los Cuadernos de la Cárcel de Gramsci, fue un gran historiador de las ideas y un intelectual siempre comprometido con el ideal de la liberación. I Valentino Gerratana murió el 16 de junio de […]
Nota de edición: El 16 de junio del 2000 fallecía en Roma Valentino Gerratana. Autor de una excelente edición crítica de los Cuadernos de la Cárcel de Gramsci, fue un gran historiador de las ideas y un intelectual siempre comprometido con el ideal de la liberación.
I
Valentino Gerratana murió el 16 de junio de 2000 en Roma. Los lectores que hayan seguido esta revista desde su fundación recordarán, sin duda, el nombre -que aquí ha sido citado muchas veces- y, tal vez, recuerden también alguno de sus excelentes artículos sobre Gramsci, no hace mucho tiempo traducido para mientras tanto por Josep Torrell. Por su parte, los gramscianos y más en general las personas que aprecian la obra de Gramsci recordarán siempre con agradecimiento a Valentino Gerratana, ya que, desde 1975, su trabajo como editor de los Quaderni del carcere era referencia obligada en toda traducción o comentario del pensador sardo.
La edición crítica de los Quaderni de Antonio Gramsci, publicada por Einaudi en 1975 en cuatro volúmenes, ha sido con toda seguridad el más alabado de los trabajos realizados por Gerratana. Por ella era conocido y apreciado, con razón, desde los Estados Unidos de Norteamérica a la India y desde Japón a los diferentes países de Europa. Las actas del Congreso gramsciano reunido en Formia en 1987 bajo el rótulo «Gramsci nel mondo» son todavía un testimonio inigualable de la unanimidad con que estudiosos de los cinco continentes han elogiado merecidamente esta labor. Por ella fue nombrado presidente honorífico de la International Gramsci Society, que allí, en Formia, inició su andadura.
Pero Gerratana no fue sólo el mejor editor y lector de Gramsci hasta la fecha. Fue también un excelente historiador de las ideas y un intelectual permanentemente comprometido con el ideal de la liberación. Valentino Gerratana entendió desde joven la libertad como liberación y, frente a las concepciones formalistas o meramente procedimentales de la democracia, vio ésta como un proceso histórico en marcha. En la vida pública actuó siempre de acuerdo con esas convicciones: primero en el todavía gramsciano mundo «grande y terrible» de la segunda guerra mundial, cuando aún Mussolini dominaba Italia; luego, en los años del renacimiento del marxismo en Europa; más tarde, cuando Gramsci se convirtió, por politicismo estrecho, en una moda instrumental. Y así siguió actuando Gerratana cuando el autodenominado «pensamiento débil» y el presunto «pensamiento único» desplazaron el estudio de la obra de Gramsci de los programas que es preceptivo enseñar en las facultades de humanidades y ciencias sociales y empezó a dudarse en los ambientes intelectuales de la oportunidad de leer a quien sin duda ha sido uno de los clásicos del pensamiento político en el siglo XX.
Durante los largos años que separan la liberación de Roma de la desaparición del «socialismo real» y de la disolución del partido comunista italiano Gerratana fue un comunista laico, un comunista crítico y al mismo tiempo leal a los ideales por los que luchó ya en su juventud. De sí mismo habló y escribió muy poco. Apenas nos ha dejado unas cuantas páginas que sirvieran para trazar su biografía en la hora de la muerte. Y ni siquiera en la hermosa introducción que escribió en 1950 para el volumen de los escritos póstumos de Giaime Pintor, el amigo muerto con el que había compartido momentos difíciles en los años de la resistencia antifascista, hizo él concesiones autobiográficas. Como ha escrito Simonetta Fiori en una nota necrológica publicada en La Repubblica al día siguiente de su fallecimiento, Gerratana prefería echar un velo -el velo del pudor- sobre su papel en los años de la resistencia antifascista, precisamente «porque no era amante de medallas ni trofeos».
El que fue decano de todos los gramscianos solía definirse a sí mismo, en privado y en broma, como «un detective». Y, en cierto modo, lo era: un detective del pensamiento, de la filología, de la historia de las ideas. Cuando se compara su edición de los Cuadernos gramscianos con la edición temática anterior (que había sido inspirada y parcialmente preparada por Palmiro Togliatti) se comprende mejor el sentido de aquella autoironía. Pues hay en su edición un trabajo tan paciente como inteligente de desciframiento de alusiones cruzadas, de contextualización de referencias, de datación de los manuscritos, de comparación entre las varias redacciones de las notas. Y un trabajo así exige, efectivamente, una capacidad deductiva, un método y un rigor intelectual parecidos a los que tenía Holmes. No es ninguna casualidad el que «búsqueda», «investigación» y «método» hayan sido palabras recurrentes con las que el propio Gerratana calificó su producción intelectual.
II
Valentino Gerratana había nacido en Scicli (Sicilia) el 14 de febrero de 1919. Estudió en Módica, en Salerno y en Roma. En esta última ciudad fue ayudante en la cátedra de Filosofía del Derecho ocupada por Giorgio Del Vecchio. Siendo aún muy joven, entre 1938 y 1942, publicó sus primeros escritos académicos en la Rivista internazionale di filosofia politica e sociale y en el «Bolletino dell’Istituto di filosofia del diritto» de la Universidad de Roma. Casi todos estos escritos juveniles son recensiones de obras contemporáneas de filosofía del derecho, bien de autores italianos (F. Battaglia, G. Gualtieri, G. Santucci, G. Candoloro), bien de clásicos como Campanella, Tocqueville y Sombart. De los escritos suyos de esa época llaman la atención dos aportaciones: «Contributo alla teoria del diritto naturale» (1938) y «Per una nuova impostazione del problema della libertà» (1941), donde discute ya con Benedetto Croce.
A los veinticuatro años, durante la segunda guerra mundial, Gerratana fue uno de los promotores de la Resistencia antifascista en Roma. Queda una foto de esa época, reproducida hace poco en La Repubblica, en la que se le ve junto a Giaime Pintor, Geno Pampaloni, Chichi Marongiu y Carlo Salinari. Después de la caída de Mussolini, participó en la reconstrucción del partido comunista en la capital y al terminar la guerra empezó a escribir regularmente en L’Unitá y en Rinascita. Desde finales de la década de los cuarenta Gerratana fue miembro del consejo de redacción de la revista Società, y colaboró habitualmente en Rinascita, en Il Contemporaneo y en Critica marxista, publicaciones que han sido, hasta los años setenta, exponentes principales de la cultura marxista en Italia. También fue uno de los promotores de Editori Riuniti. Simultáneamente, Gerratana enseñó historia de la filosofía en las Universidades de Salerno, Siena y nuevamente Salerno (hasta su jubilación, ya en la década de los noventa).
III
Gerratana ha sido un excelente historiador de las ideas y uno de los mejores conocedores del marxismo que ha dado Italia en el siglo XX. Después de dialogar con Croce sobre el concepto de libertad a principios de la década de los cuarenta, lo hizo con Bobbio sobre el concepto de democracia en la década de los cincuenta y más tarde con Lucio Colletti, con Althusser y con Della Volpe sobre la interpretación de la obra de Marx en la década de los sesenta, o con Sebastiano Timpanaro sobre el concepto de materialismo y la posibilidad de un «marxismo leopardiano».
A pesar de lo que estas referencias puedan sugerir, no era Gerratana un filósofo particularmente amigo de la polémica, sino más bien un pensador que intervenía en la batalla de ideas sólo en aquellos casos en que tenía la convicción de que éstas estaban siendo tergiversadas o trivializadas y que esta tergiversación o trivialización había de tener consecuencias prácticas negativas. En este sentido fue, sobre todo, un pensador de la práctica y del método, un hombre de la tribu de los que buscan, que supo combinar muy bien el rigor académico con la pasión política y al que nunca abandonó el convencimiento de que el beneficio de la duda y la crítica de las ilusiones tiene que equilibrarse con creencias analíticamente fundamentadas para que el pensamiento se haga práctica, actuación razonable.
Gerratana fue siempre un hombre extremadamente reservado y muy prudente, tanto en sus juicios políticos como en su trabajo de historiador de la ideas; un hombre alejado de los excesos, de las modas del momento y de los espectáculos intelectuales. Tal vez por eso cuando hoy, con la distancia que da el tiempo transcurrido, se releen aquellas intervenciones suyas en discusión con Croce, Bobbio, Althusser, Colletti o Timpanaro lo que más llama la atención es el respetuoso equilibrio con que trata a los clásicos y a sus intérpretes, la claridad en la exposición de las ideas, el esfuerzo por precisar las variaciones en el uso de las grandes palabras («libertad», «democracia», «socialismo») y la coherencia de la argumentación.
Tampoco fue Gerratana un autor de muchos libros: en los casi sesenta años en que se mantuvo activo como escritor y publicista apenas llegaría a publicar un centenar de ensayos, artículos y reseñas. Los más importantes de estos escritos fueron recogidos en dos libros: Ricerche di storia del marxismo y Gramsci. Problemi di metodo.
La primera parte de las Ricerche incluye tres de los asuntos a cuyo conocimiento más ha aportado Gerratana, Gramsci aparte. En primer lugar, la interpretación de la obra de Rousseau y su recepción por Marx. En segundo lugar, la valoración del Anti-Dühring de Engels en la historia del marxismo. Y en tercer lugar, el papel y la fortuna de Antonio Labriola. Los tres eran temas ampliamente discutidos en Italia en la década de los sesenta y siguen siendo asuntos de importancia para la comprensión de lo que ha sido la evolución histórica del marxismo. Pero en su lectura de Rousseau, Marx, Engels y Labriola, Gerratana rebasa con mucho lo que era entonces la polémica italiana. Hay, además, en esa primera parte de las Ricerche, un estimulante ensayo sobre «Marxismo y darwinismo», que es de las pocas aportaciones originales y documentadas escritas por aquellos años a este respecto.
La segunda parte del libro está dedicada a un asunto que por entonces levantaba pasiones: los debates sobre la transición al socialismo. En ella Gerratana aborda la evolución de la concepción leninista del estado, la controversia que mantuvieron los bolcheviques sobre capitalismo de estado y estado socialista o sobre cómo se debe entender el concepto, más general, de «formación económico-social». En ese contexto discute además Gerratana uno de los temas de investigación que entonces había propuesto Louis Althusser, el de «los aparatos ideológicos del estado», para aclarar a partir de ahí cómo hay que entender -pensando en el marco de una tradición y evitando el dogmatismo- el método de Marx.
Aunque todos y cada uno de los ensayos contenidos en este libro se aguantan por sí solos como investigación historiográfica, la discusión de la «cuestión del método» es de hecho el hilo conductor de las Ricerche (como lo es también de la lectura que Gerratana ha hecho de Gramsci). Y en este aspecto las páginas que dedicó a estudiar las relaciones entre historia, estructura y sistema, por un lado, y entre ciencia e ideología en el marxismo, por otro, son seguramente de las más ecuánimes que se han escrito en cualquier momento y país.
IV
Para Gerratana, la ciencia, al igual que la ideología, está vinculada a una praxis social, de tal modo que, «fuera de dicha praxis, no es nada». Ahora bien, en su contrastación con la práctica social, el análisis científico se diferencia de la visión ideológica por el hecho de que no es sólo, como esta última, funcional a la praxis, sino que al mismo tiempo es funcional a la comprensión de dicha praxis.
En ese cuadro teórico cobra relevancia como instrumento metodológico fundamental la scepsis de la razón científica. Ésta es entendida como la duda implícita en toda búsqueda en la que no se da por anticipado el resultado de la investigación que se debe alcanzar en el transcurso de la indagación. En la scepsis de la razón científica la duda está incorporada a la certeza y es inseparable de ella. Es la vibración de ese polo lo que impide que la certeza cristalice en dogmatismo y lo que asegura la continuidad del proceso cognoscitivo, de una praxis en la que la inmediatez del conocimiento empírico sigue siendo un elemento subordinado.
En las breves consideraciones suplementarias que Gerratana escribió en 1974 para la presentación de la edición castellana de las Investigaciones hay un paso que pone de manifiesto su equilibrio, también en el debate metodológico:
Decir que el movimiento es el elemento constitutivo de la naturaleza del marxismo, en el sentido de que la historia del marxismo resulta ser una articulación directa de la estructura del mismo, tiene que significar dar primacía a la noción de «historia» respecto de la noción de «sistema» […] Me doy cuenta de que esta orientación entra en contraste abierto con las orientaciones antihistoricistas tan difundidas hoy en la cultura contemporánea y en las cuales hay que incluir ciertas corrientes que pregonan su vinculación al marxismo. […] Me limitaré a hacer observar que mientras el antihistoricismo implica en todos los casos una desvalorización de la noción de «historia», la posición opuesta, que tiende a dar la primacía a esa noción, no implica en absoluto ni necesariamente la desvalorización de la noción de «sistema» o de «estructura» […] No me interesa hacer una defensa indiscriminada del historicismo (algunas de cuyas formas no merecen, en mi opinión, una defensa, sino una crítica sin prejuicios); lo que me interesa es más bien una renovación metodológica radical del mismo. Y en este campo creo que mi contribución consiste sólo en haber indicado una perspectiva y trazado una hipótesis. La historia del marxismo […] aparece como una experimentación permanente de estructuras teóricas móviles en tanto que corruptibles y estables en tanto que renovables, como un arsenal, en suma, en el que la conclusión de los trabajos no es previsible.
V
En la década de los ochenta Gerratana siguió trabajando, en colaboración con Antonio Santucci, en la edición de otros escritos de Labriola y de Gramsci. Frutos de esta colaboración son la publicación del Epistolario de Labriola (1890-1895 y 1896-1904) y una nueva edición, crítica, de los artículos de Gramsci en L´Ordine Nuovo (1919-1920). Ya entonces, y más aún en sus últimos años, Gerratana se distanció del Instituto Gramsci por la lectura «instrumental», plegada a la acción política más inmediata, que éste estaba haciendo del pensador sardo. Tuvo que pasar entonces por la situación paradójica del comunista laico que lo sigue siendo cuando otros dejan caer el nombre y desvirtúan la cosa: él, que había dedicado los mejores años de su vida a la reconstrucción paciente y desinteresada de los escritos gramscianos de la cárcel (gracias a cuya labor restituyó el estilo «fragmentario» de Gramsci, aquella escritura funcional a un pensamiento abierto, problemático y antidogmático) aún vivió el trance amargo de ser excluido de los actos oficiales del sesenta aniversario de la muerte de Gramsci organizados por el mismo Instituto con el que había preparado la edición crítica de los Quaderni.
Aun así mantuvo en estas lamentables cosas públicas la misma discreción de siempre: el viejo comunista supo encajar. No pudo, en cambio, superar otras desgracias más íntimas: la melancolía que le produjeron la muerte de un hijo todavía joven, estudiante de Nietzsche en Berlín, y, muy poco después, de su mujer, Olga Apicella, cuyo nombre seguramente resultará familiar a los amantes de los films de Nanni Moretti.
De Moretti, sobrino suyo, me habló Valentino con admiración y cariño la última vez que le vi en Roma. Aún tengo el recuerdo de aquella conversación romana, en ocasión de un encuentro organizado por la International Gramsci Society. Y lo recuerdo no sólo por la afectuosidad de la mención, sino también porque, además de descubrirme una obra cinematográfica que entonces yo no conocía, ésta fue una manera, muy propia del maestro que era, de desviar cortésmente una conversación que se estaba deslizando peligrosamente hacia los tópicos jeremíacos sobre los males de la izquierda. Con este desvío Gerratana quería tal vez resaltar todavía el lado bueno del momento: la aparición de alguien, más joven, que ha conservado en imágenes el espíritu crítico de los viejos rojos y renovado, con ese espíritu, el sano humor que se necesita para resistir en los momentos difíciles.
Adiós, pues, y gracias por lo que nos enseñaste, también a nosotros, Valentino Gerratana.
Texto escrito en agosto del año 2000 y publicado como nota editorial en el nº 78 de la revista mientras tanto, otoño del 2000. Reproducido en el libro de Francisco Fernández Buey Marx a contracorriente . En el bicentenario del nacimiento del autor de El Capital, edición de Salvador López Arnal y Jordi Mir.
Fuente: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/recuerdo-de-valentino-gerratana/