Recomiendo:
0

Redes sociales, la conexión entre algoritmo, imperio y Estado

Fuentes: El tábano economista

Las armas cambian con el tiempo; la más importante son las redes sociales (Benjamin Netanyahu)

La reciente aprobación de la adquisición parcial de las operaciones estadounidenses de TikTok, liderada por un consorcio que incluye a Oracle, bajo el amparo de un decreto ejecutivo firmado por el presidente Donald Trump en septiembre de 2025, marca un punto de inflexión en la geopolítica digital global. Este acuerdo, valorado en unos 14 mil millones de dólares, no se limita a un mero traspaso de activos tecnológicos; representa una maniobra estratégica que entrelaza de manera confusa los intereses de la seguridad nacional estadounidense, la expansión del capital tecnológico de Silicon Valley y la agenda belicista de Israel.

Esta arquitectura de influencia se logra mediante la combinación estratégica de tres pilares fundamentales: el control absoluto sobre la infraestructura física de los datos, es decir, los servidores y la red neuronal de la nube a través de Oracle Cloud; el dominio del principal conducto cultural y noticioso para la juventud global, que no es otro que el algoritmo de TikTok y, en un movimiento de ajedrez magistral, la captura de los canales de noticias tradicionales que durante décadas han marcado la agenda del debate público en EE.UU., como CBS y la codiciada CNN.

Esta tríada conforma un circuito cerrado de poder, un ecosistema perfecto donde un mensaje puede ser generado, amplificado, legitimado y distribuido a través de todos los vectores de información relevantes, desde la pantalla del teléfono inteligente de un adolescente hasta el noticiero de la noche en la televisión abierta.

Esta nueva geopolítica de los algoritmos, un campo de batalla abstracto, pero de consecuencias tangibles, define cada vez con mayor crudeza a la infraestructura tecnológica no como un mero facilitador, sino como un componente central e indisociable del poder político duro. El marco que aquí se analiza —la convergencia de la computación en la nube, el control algorítmico de las redes sociales y la consolidación de recursos mediáticos— nos ofrece un ejemplo de manual, un caso de estudio, de cómo se instrumentaliza este nexo tecnológico con fines estatales e ideológicos precisos. Es por esta razón primordial que la decisión regulatoria en torno a TikTok, disfrazada de protección al ciudadano, pone de relieve una característica estructural profunda de la gobernanza moderna: la progresiva y acelerada privatización de la soberanía.

Los estados, en su afán por mantener una ventaja en la guerra cognitiva, están externalizando sus funciones más sagradas —la seguridad, la información, la formación de la opinión pública— a entidades corporativas cuyos intereses no siempre, o casi nunca, se alinean con el bien común, sino con una agenda ideológica y comercial específica.

La pregunta que surge, entonces, es de una complejidad abismal: ¿cómo se construye exactamente este ecosistema de control? Lejos de las teorías conspirativas simplistas, la respuesta yace en la fría lógica del capitalismo de vigilancia y el complejo militar-industrial. Imaginen, si lo prefieren, una vasta e intrincada red de hilos invisibles que conectan, de manera sistémica, la tecnología, el dinero y el poder coercitivo con el objetivo último de moldear lo que usted ve, en lo que piensa y, quizás lo más crucial, a lo que teme.

No se trata de una conspiración en la sombra, sino de la operación natural de un ecosistema corporativo-estatal maduro, donde empresas como Oracle y Palantir actúan como campeones nacionales, vendiendo herramientas de inteligencia artificial de doble uso para dos fines que son las dos caras de una misma moneda: la guerra física, mediante bombas guiadas por algoritmos y sistemas de selección de objetivos automatizados, y la guerra cognitiva, mediante el control sutil o descarado de las narrativas que circulan en las redes sociales.

Este modelo, que podemos definir sin sutileza como un modelo de triple amenaza, opera como un sistema de influencia que se refuerza a sí mismo de manera recursiva, integrando tres capas de poder distintas, pero profundamente interdependientes, creando un circuito de retroalimentación casi imposible de romper.

La primera capa, la columna vertebral física y digital de todo el entramado, es la nube de Oracle. Oracle Cloud Infrastructure (OCI) no es solo un proveedor más de servicios en la nube; aspira a ser, y en muchos aspectos ya lo es, el sistema nervioso central que proporciona el hardware fundamental de los sofisticados servicios de inteligencia artificial y aprendizaje automático necesarios para gestionar flujos de datos masivos y globales. De acuerdo con los meticulosos datos proporcionados por el BDS Movement, ya en 2019, Oracle alquiló un centro de datos subterráneo en Har Hotzvim, en la Jerusalén ocupada, un movimiento estratégico diseñado para proporcionar a la banca, los fondos de inversión del sector salud y, de manera más significativa, a las fuerzas militares israelíes, servicios de procesamiento de inteligencia artificial y almacenamiento de información de la más alta sensibilidad. Este compromiso se profundizó en 2021, cuando Oracle se convirtió en la primera empresa tecnológica multinacional en vender servicios en la nube directamente dentro de los territorios ocupados.

La segunda capa de esta triple amenaza es, por supuesto, la adquisición del control algorítmico sobre TikTok. En el marco del acuerdo, Oracle no solo alberga los datos de los usuarios estadounidenses; administra, custodia y, lo que es más crítico, opera el motor de recomendaciones, la palanca política y cultural más poderosa y sutil de la plataforma. Este control sobre el algoritmo, ese conjunto de reglas opacas que decide qué contenido se viraliza y cuál se desvanece en la oscuridad, le concede a Oracle una capacidad sin precedentes para la promoción o supresión de narrativas a una escala continental, moldeando la opinión pública con una precisión que los regímenes autoritarios del siglo XX ni siquiera podían soñar.

Estamos hablando de la fuente principal de noticias para una quinta parte de la población estadounidense y, de manera aún más crítica, para cuatro de cada diez jóvenes entre 18 y 29 años. La instrumentalización de este canal para promover un algoritmo inherentemente proisraelí, diseñado para erosionar la empatía hacia el sufrimiento palestino y fomentar lo que los psicólogos sociales denominan «desconexión moral«, es el resultado lógico y previsible de los compromisos ideológicos de la empresa. Sobre todo, este aparato narrativo buscará, con toda la potencia de su ingeniería, revertir la catastrófica pérdida de supremacía moral que Israel ha sufrido en la escena global a raíz del exterminio en Gaza, limpiando la imagen de un Estado acusado de crímenes de guerra ante las generaciones que definirán el futuro.

Completa este triunvirato de poder el embudo de contenido, es decir, la consolidación de medios de comunicación tradicionales bajo un mismo paraguas ideológico. La visión de un mismo conglomerado, o de accionistas mayoritarios alineados, controlando simultáneamente los medios de comunicación que marcan la agenda tradicional, como CBS News y la siempre influyente CNN —esta última objeto de deseo en el tablero de Warner Bros. Discovery—, junto con la plataforma dominante de cultura juvenil, TikTok, garantiza una coherencia narrativa orwelliana.

Esta integración vertical permite a Oracle, y a los intereses que representa, promover un mensaje unificado, una sola y gran verdad oficial, que se filtra desde los programas de televisión matutinos, pasa por los noticieros de máxima audiencia de la tarde y se replica, de forma aparentemente orgánica, en los videos cortos y virales que consumen los jóvenes en sus smartphones. Es la creación de un universo informativo cerrado, donde la disonancia cognitiva se minimiza y la alternativa se vuelve inaudible.

Este entramado encuentra su doctrina operativa en el concepto de «guerra cognitiva», un dominio emergente que los estrategas militares identifican como el más decisivo del siglo XXI. La guerra cognitiva no apunta a destruir infraestructuras físicas o aniquilar batallones enemigos; su objetivo es infinitamente más ambicioso y pernicioso: atacar las percepciones, los procesos mismos de toma de decisiones de poblaciones enteras.

La adquisición del control algorítmico de TikTok por parte de Oracle debe entenderse, sin lugar a duda, dentro de esta definición. No es una exageración; es una descripción precisa de su función estratégica. El propio primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, un actor que ha comprendido como pocos el nuevo paradigma, reconoció la naturaleza de este cambio cuando, refiriéndose a la adquisición, la calificó con desparpajo como “la compra más importante del momento”, afirmando sin rodeos que las armas más vitales en el mundo contemporáneo ya no son los tanques o los cazas de última generación, sino las “redes sociales” y la capacidad de dominar su narrativa.

La existencia del ahora expuesto proyecto «Iron Words» (Palabras de Hierro) proporciona, en este sentido, una prueba empírica definitiva. Las revelaciones muestran que Oracle colaboró de forma activa y entusiasta con varios ministerios israelíes en este proyecto, cuyo objetivo declarado era, textualmente, “ayudar al país a promover el contenido proisraelí y contrarrestar las narrativas críticas en TikTok, Instagram y Twitter”. Aquí no se habla de una capacidad hipotética o de una potencialidad futura; se describe un arma operativa, explícitamente caracterizada en el material original como «un arma puesta al servicio de la propaganda, en ese teatro de operaciones que hoy se ha vuelto fundamental, como el propio Netanyahu sabe: la guerra cognitiva». Este no es un plan secreto; es la implementación práctica de una estrategia que ahora se consolida con el control de TikTok. Es la institucionalización de la propaganda a escala industrial.

Los lazos de Oracle con el aparato de seguridad israelí van mucho más allá de la guerra cognitiva y se adentran en el terreno de la guerra cinética más letal. Larry Ellison, el carismático y beligerante cofundador de Oracle, es conocido como un importante donante de organizaciones como los «Amigos de las Fuerzas de Defensa de Israel» (FIDF), un grupo que proporciona apoyo moral y material a los soldados israelíes. Pero es quizás la figura de Safra Catz, la directora ejecutiva de Oracle, la que personifica de manera más nítida esta fusión entre el capital tecnológico y el proyecto sionista. Nacida en Israel y confidente cercana del primer ministro Netanyahu, Catz ha reafirmado de manera pública y repetida la postura militante de la empresa. Tras los atentados del 7 de octubre de 2023, Catz no solo exigió que la inscripción «Oracle apoya a Israel» se exhibiera de forma obligatoria en todas las pantallas de la empresa en más de 180 países —un acto de proselitismo corporativo sin precedentes—, sino que fue más allá, advirtiendo explícitamente a sus empleados en un comunicado interno: «si no estás a favor de Estados Unidos o Israel, no trabajes aquí».

Las consecuencias militares de esta profunda intervención de las grandes tecnológicas no se manifiestan únicamente en herramientas de guerra cognitiva como Iron Words. En este punto, el caso de Palantir Technologies se erige como el eslabón paralelo y crítico, la demostración palmaria de la convergencia estratégica final entre las plataformas de datos de Silicon Valley y una logística militar. La empresa ofrece un conjunto completo de herramientas de inteligencia artificial de grado militar, meticulosamente diseñadas para la inteligencia operativa y la toma de decisiones en el campo de batalla: su Plataforma de Inteligencia Artificial (AIP) es capaz de analizar miles de objetivos enemigos en tiempo real y proponer planes de batalla automatizados, proporcionando una ventaja decisiva en velocidad y letalidad.

La relación entre el complejo de inteligencia artificial militar, encarnado por Palantir, y el complejo de inteligencia artificial narrativa, personificado por la alianza Oracle-TikTok, es fundamentalmente simbiótica y se alimenta mutuamente en un ciclo virtuoso para el poder y vicioso para sus víctimas. Las herramientas de análisis de datos de Palantir, requieren para su funcionamiento y perfeccionamiento un acceso constante a un vasto ecosistema de datos, incluyendo las grandes plataformas comerciales en la nube de empresas como Oracle y, de manera especialmente relevante, los datos sociales y de comportamiento provenientes en tiempo real de plataformas como TikTok.

En definitiva, las alianzas Oracle-TikTok y Palantir-Fuerzas de Defensa de Israel definen una poderosa y aterradora tendencia de nuestro tiempo: la privatización progresiva e imparable de funciones estatales críticas, específicamente, el control de la información pública y la logística de la guerra, por parte de plataformas de nube comerciales integradas verticalmente y dotadas de una agenda ideológica propia. La centralización de este trinomio de poder —el poder computacional bruto de Oracle Cloud, el poder narrativo y cultural de TikTok, CBS y CNN, y la inteligencia militar cinética de Palantir— elimina de facto cualquier distinción funcional que pudiera quedar entre los intereses estatales legítimos y los objetivos ideológicos y de lucro corporativos en el conflicto global. Lo que emerge no es un simple cártel tecnológico, sino un nuevo tipo de soberano, un poder híbrido que opera por encima de las fronteras.

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/10/12/redes-sociales-la-conexion-entre-algoritmo-imperio-y-estado/