Para la comprensión y actuación eficaz de las enfermedades y los problemas de salud de la población se hace necesaria aplicar una visión materialista y dialéctica. Materialista porque no olvidamos que el cuerpo humano y el resto de los seres vivos y la naturaleza en su conjunto es materia que existe independientemente de nuestra mente […]
Para la comprensión y actuación eficaz de las enfermedades y los problemas de salud de la población se hace necesaria aplicar una visión materialista y dialéctica. Materialista porque no olvidamos que el cuerpo humano y el resto de los seres vivos y la naturaleza en su conjunto es materia que existe independientemente de nuestra mente o ideas. Aclarando que usamos la palabra materia como una categoría filosófica para referirnos a todo lo que nos rodea, al universo en su conjunto constituido por materia y anti-materia, por partículas con masa y por fuerzas gravitatorias y lumínicas que la ciencia cada vez más está confirmando, pero también para referirnos a nuestra subjetividad personal, aparente y falsamente in-material. Partimos, por tanto, de mirar, de observar y de estudiar críticamente qué ocurre en nuestros órganos y también en nuestra personalidad profunda, en nuestra estructura psíquica, que es parte de nuestro soma, por eso hablamos de unidad psicosomática, para entender de qué está compuesto, qué estructura y funciones tiene y como se altera, por qué se produce una lesión o patología determinada. En definitiva, cuáles son sus causas las que se producen en el interior del organismo a nivel del órgano, tejido, moléculas, genes y átomos, así como las causas e influencias del exterior, positivas y negativas, llámense éstas, contaminación atmosférica, humo del tabaco, agrotóxicos o desahucios, pérdida del trabajo o estrés familiar. Conjugar y relacionar en los diferentes contextos, en el interior y exterior del organismo humano, las posibles causas de la lesión o enfermedad necesita del método dialéctico para no caer ni en el determinismo mecanicista (continuación del modelo cartesiano que considera al cuerpo como una máquina) ni en el idealismo holístico (considerar el cuerpo como un todo confuso de relaciones y energías cósmicas).
El ser humano como cualquier otro organismo biológico es producto de una espiral continua de relaciones con su medio, el ambiente (incluidas las condiciones sociales y políticas) que continuamente se está modelando. Y a su vez, lo biológico, nuestros cuerpos materiales, nuestra contradictoria unidad psicosomática, responden mejor o peor a las agresiones del medio, y a sus propias crisis internas. De esta forma, cuando nacemos llegamos al mundo con la carga genética de nuestros progenitores y de los progenitores de nuestros progenitores (la evolución filogenética) y tras el nacimiento, esa nueva persona que que acaba de nacer evoluciona y cambia en función de sus condicionantes familiares, escolares, sociales y culturales en suma (según el «alimento» que reciba de todo tipo y como vaya respondiendo a dichas influencias), construye su ser social y culturalmente condicionado pero con creatividad propia, hasta que muere en una también continua evolución ontológica. Es desde este marco como se propone estudiar las enfermedades o problemas de salud humana que nos aquejan.
Por ejemplo, las intervenciones para disminuir la morbilidad y la mortalidad de las enfermedades cardiovasculares, que junto a los tumores malignos, son las dos principales causas de muerte en los hombres y mujeres de Andalucía y del resto del Estado español supone fomentar y luchar juntos por una alimentación saludable y equilibrada, lo que implica cambiar en lo individual y en lo social -y por tanto en lo político-. Intervenir en los factores de riesgo conocidos del cáncer (y otras enfermedades respiratorias) como el consumo de tabaco, la contaminación atmosférica o la exposición a sustancias cancerígenas, implica actuar en todas las esferas de lo subjetivo, lo social y en las políticas. No se trata de responsabilizar a las personas de su adicción al tabaco cuando han sido los mismos gobiernos los que han permitido el cultivo y expansión del negocio del tabaco durante siglos. Tratar de disminuir el consumo de tabaco no puede basarse solo en tratamientos de deshabituación o en el fomento de espacios libres de humo, sino también necesariamente intervenir sobre las industrias del tabaco y la erradicación de su cultivo. También es nuestra responsabilidad defender y luchar por políticas que promuevan industrias no contaminantes que se basen en las necesidades reales de las personas. Planificar que tipo de industrias son más prioritarias, fomentar el transporte público y la investigación, implantación y desarrollo de las energías renovables. Igualmente, evitar sustancias cancerígenas y tóxicas incluye exigir la aplicación del principio de precaución ante nuevas sustancias y eliminar las que se van conociendo que afectan a la población y a la naturaleza, como el reciente caso del disfenol A. Y también, el apoyo de una verdadera soberanía alimentaria que engloba a la agricultura o la pesca ecológica y un desarrollo económico desde lo local.
Las grandes explotaciones agropecuarias tienen con lo que comemos, con el consumo excesivo de carnes y grasas saturada y por tanto con el exceso de enfermedades cardiovasculares, pero también con las enfermedades emergentes. Así, a mediados de los años 90 aparece la variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jacob, una enfermedad neurodegenerativa y mortal que se transmitió a las personas por el consumo de vaca con encefalopatía espongiforme bovina, la conocida enfermedad de las vacas locas. Esta epidemia apareció y se concentró en Gran Bretaña y se produjo por la elaboración de piensos y harinas obtenidas de despojos de ovejas que se sacrificaban por padecer una enfermedad, el scrapie, para la alimentación de las vacas. La enfermedad «saltó» de especie, de la oveja a la vaca y, nuevamente, de la vaca a los humanos por medio de una proteína que infectaba y se transmitía en las células del cerebro, el prión. En la actualidad se conocen mucho mejor estas proteínas que forman parte de la plasticidad de nuestro cerebro con la importante función de mantener la mielina que recubre a las neuronas, de fortalecerlas. Pero lo peculiar de los priones es que tienen dos configuraciones tridimensionales, la útil que acabamos de comentar y la nociva que provocó la enfermedad de ovejas, vacas y humanos. Este prión nocivo evita los sistemas de protección de nuestro organismo y por ello se acumulan y atacan el cerebro de animales y humanos y además contagia a los priones útiles de alrededor. A un nivel microscópico volvemos a encontrar esa ley dialéctica de unión y lucha de contrarios que también se repite en el conjunto del universo. Como diría Albert Einstein, las leyes que rigen para lo más grande también rigen para lo más pequeño.
Otras infecciones emergentes son los diferentes tipos de gripes, la gripe aviar o la mal llamada «pandemia» de gripe porcina o nueva gripe A, destacándose como estas nuevas variantes del virus de la gripe, como de otros gérmenes infecciosos (recordamos la epidemia alemana por una nueva variante de E-Coli) tienen como causa fundamental las grandes explotaciones aviarias, porcinas, de ganado vacuno en una red internacional de proveedores -y proveedores de proveedores- que dificulta la trazabilidad y sirve de excusa a los responsables sanitarios para estudiar y culpar a las empresas responsables de dichos fraudes.
En el origen de estas enfermedades y epidemias se encuentra un sistema capitalista que centra su objetivo en el negocio y beneficio económico a través de la producción, y consumo, intensivo de productos cárnicos y lácteos con graves implicaciones éticas. A la explotación de animales y trabajadores, se une el abuso de antibióticos a los animales lo que genera la resistencia a antibióticos en las personas que lo consumen además de la alta contaminación de suelos y aguas. Volvemos a señalar que ante los casos y epidemias de estas enfermedades emergentes no se trata solo de poner la vacuna y tratamiento clínico particular, sino especialmente de tratar las otras causas que a su vez son causas de la aparición y propagación de nuevos gérmenes: Las grandes explotaciones agropecuarias.
Concluyendo como habíamos comenzado debemos reflexionar sobre los problemas de salud humana considerada como una unidad psicosomática ontológica que no puede cuantificarse metafísicamente en un porcentaje social y otro biológico. Desde una visión dialéctica, lo biológico y social, lo interno y lo externo, no son ni separables ni alternativos porque en la práctica están imbricados en una continua espiral que según la enfermedad concreta que analicemos puede participar en mayor o menor medida en esas diferentes causas y en sus correspondientes niveles o contextos. En la situación actual de crisis global del sistema capitalista que padecemos es más necesario que nunca denunciar y actuar sobre todas las verdaderas causas que enferman a la humanidad, una humanidad enferma de desigualdades económicas y sociales, enferma de valores, enferma de justicia y necesitada de verdadera ciencia para todos y todas. Son esas causas las que provocan un exceso de morbilidad y mortalidad por enfermedades cardiovasculares o tumores malignos, pero también graves problemas de salud como los feminicidios o los suicidios.
Concepción Cruz Rojo es Profesora de Medicina Preventiva y Salud Médica y militante del SAT-US.
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