No es Epidemiología cercana un libro -¡de hermosísima portada!: Jaume Plensa, Behind the walls- dirigido exclusivamente a científicos naturales, científicos sociales, epidemiólogos o filósofos de la ciencia. El ciudadano concernido, que quiere ejercer de tal, es también destinatario de este ensayo (siempre comprensible, no escrito intencionadamente para especialistas) de un científico humanista con marcada sensibilidad poética (León Felipe, Erich Fried, Francisco Brines): “Sin parábolas, relatos y poesía la vida no tiene sentido. Y además es imposible: vivir sin poesía, canciones, arte, filosofía. Sin artes y humanidades solo seríamos peces boqueando en un cesto”.
Lo esencial de Epidemiología cercana lo señala Pampa Molina, coordinadora de la Agencia SINC, en el prólogo: “Les animo a leer este libro, organizado por capítulos que se pueden leer de manera independiente, en el que encontrarán ciencia, humanismo, política, literatura, jazz, hedonismo y ternura; y en el que tiene un papel protagonista el placer [término muy presente en el libro, desde el primer capítulo]. Porque ahí afuera, y dentro de cada uno, hay millones de riesgos para nuestra salud que debemos conocer y valorar, pero no nos olvidemos de que todo esto va de disfrutar. De entregarnos a una vida placentera”. Uno no está tan convencido como la prologuista de que “todo esto” vaya solo de disfrutar, de entregarnos a una vida placentera (en mi opinión, tampoco el autor, que es un epicúreo clásico, no un hedonista sin frenada), pero coincido con ella en la recomendación: yo también les animo a leer (y releer y comentar) este libro del científico-humanista Miquel Porta (Les llamo la atención sobre las siempre interesantes observaciones epistemológicas que el autor nos brinda a lo largo de las páginas del libro).
Forman Epidemiología cercana el prólogo de Pampa Molina, una nota del autor, 27 capítulos, el epílogo de Miguel Hernán, un apartado de agradecimientos y dos índices (de temas y nombres). Son cuatro las citas elegidas por MP como obertura de su obra: León Felipe, Francisco Brines, Jorge Wagensberg y Eduardo Galeano. La de Wagensberg dice así: “La felicidad requiere que el futuro sea incierto”. Otra de Weil, que encabeza el artículo 3 (y que hubiera sido del agrado de Francisco Fernández Buey), probablemente sea central para el autor: “La alegría es la plenitud del sentimiento de lo real”.
Para MP, señala Miguel Hernán en su epílogo, la epidemiología es “una ciencia inherentemente integrativa e inextricablemente conectada con las ciencias sociales y biológicas, la medicina, las humanidades, el arte y la política (en el buen sentido de la palabra)”. Una buena parte del libro “está dedicada a la conexión entre epidemiología y las políticas de salud pública, porque una buena investigación y una buena infraestructura epidemiológica son componentes fundamentales de un buen sistema de salud pública y de todo estado de bienestar moderno”. Hernán da en la diana.
Como antes les señalaba, no es Epidemiología cercana un libro escrito solo para especialistas. El autor lo señala en su nota de introducción: “Este libro va destinado, en primer lugar, a personas no especializadas en los temas que trata. Y ello es así con la certeza de que también agradará a muchos especialistas, que lo son de sus campos peor no son especialistas en epidemiología y salud pública”. Gustará, así lo espera el autor, “por la mirada que ofrece, más amplia y plural que la que adoptan otros textos sobre cuestiones científicas y sociales. Y por su integración de las dimensiones humanas, culturales, políticas, técnicas y científicas de las cuestiones de epidemiología, salud pública y medicina que aborda”. Ciencia-humanista para la ciudadanía, ciencia para el pueblo, si se me permite la expresión. Con lucidez y verdad, con heterodoxia crítica cuando es necesario: “En efecto, no es baladí que, al lado de políticos de centro-izquierda e izquierda, algunos políticos que juegan en equipos formalmente de derechas también se opusieran a renovar el permiso del glifosato. Son de países como Finlandia; su fútbol lo seguimos poco. Esa oposición muestra que hay equipos -¿de derechas?- más audaces en la defensa de la salud pública y el medio ambiente que otras opciones supuestamente de izquierdas” (p. 54).
Para fortuna de los lectores, son muy diversos (pero con hilos que enlazan) los temas tratados: glifosato, DDT, causas del cáncer, uso de las metáforas en ciencia, obesidad, el goce de la música, divulgación científica, lealtad institucional, complejidad del mundo sistémico versus obsolescencia de las dinámicas políticas, Estado, justicia, eficacia… Un ejemplo (de los que llegan al corazón y rompen el alma), uno tan solo basta en este caso, para abonar la lectura, para abrir el apetito lector: “Pocos sentimientos deben ser más dulces y agrios para un médico que el placer de bruñir largamente los datos de un estudio y el vivo recuerdo de los muertos. Porque ya todos los pacientes de nuestro estudio -que son nuestros de esa antigua manera- han muerto. Y ya no pienso en el carismático Jobs, tan engañosamente cercano, si no en alguien más carismático y mucho más valiente. Murió hace pocos años, a la misma edad que Jobs, año más, año menos: Fernando Martínez, el trabajador de Monzón que tras dos décadas con los brazos inmersos en tóxicos órganoclorados en una fábrica de desidia e insensatez, un día escuchó, en la paz del Pirineo que amaba, el tañer de su cáncer de páncreas. Entonces decidió que su muerte no sería vana; quiso que se reconociesen las causas laborales del tumor. Lo veo firme a las puertas del juzgado, sereno, hablando con sus compañeros del sindicato, Comisiones Obreras. Oigo atónito las preguntas ignominiosas y torpes que nos hicieron los abogados de la empresa, de la mutua ¡y del Estado!, en el juicio que Fernando todavía tuvo fuerzas de librar. Y de perder”. Esas son las cosas, añade el científico concernido Miquel Porta, “las tragedias, las injusticias, que nuestros estudios desean prevenir”. A eso le llama “Epidemiología humana”.
Tampoco las tomas de posición políticas están ausentes en Epidemiología cercana. Dos ilustraciones: 1. “Años antes de la actual pandemia, motivado por otros procesos parecidos a ella pero de mucha menor gravedad. Propusimos que las CCAA debían pensar en -y trabajar más para- el conjunto del Estado. Y que debían asumir sin complejos ni obsoletas cortapisas las responsabilidades que -objetivamente- tienen más allá de su propio territorio. Sí, pienso que las CCAA tienen responsabilidades objetivas, reales, claras más allá de su propio territorio. ¿No lo ha hecho la pandemia todavía más evidente?” [la negrilla es mía]. 2. “Acaso parezca inverosímil pero lo veo muy claro; aunque no es sencillo, nunca había sido tan fácil para la ciudadanía distinguir entre quienes promueven la vida, la salud pública y el bien común, y quienes emponzoñan el aire por intereses electoralistas. No exagero un ápice. Y digo fácil, sí. Solo se trata de que nos fijemos con serenidad en lo que pasa y reflexionemos un rato. Aprovechemos la tragedia y sus secuelas” (p. 249).
Página tras página, señala también Miguel Hernán en el epílogo, “Miquel Porta enlaza un sistema de salud pública apoyado en epidemiología de calidad con los cimientos de nuestras democracias. No hay mejor ilustración del papel de la epidemiología como ciencia cercana a los problemas reales de la gente real”. De nuevo en la diana. Con esas mismas palabras abre MP el libro, a lo que añade: “El autor tiene plena confianza en que la lectura hará que estos temas se conviertan en más cercanos y en que muchos lectores los hagáis más vuestros, cada uno a su manera”. Los hacemos más nuestros.
Las notas del final del capítulo son para profundizar, señala MP, no es necesaria su lectura. No lo es, pero, en la mayoría de los casos, es muy ilustrativa… y placentera. Y, recordemos, se trata de eso, también se trata de eso.
Es infrecuente que un científico de la talla de Miquel Porta, con su deslumbrante currículum académico (¿cuántos científicos españoles a su altura?), escriba desde una perspectiva marcadamente anticientificista y con excelentes resultados. Tengo para mí que a esta forma de pensar, decir, hacer y escribir se refería Francisco Fernández Buey en Para la tercera cultura. Ensayos sobre ciencias y humanidades.
A la buena gente se la conoce, nos enseñaba Brecht, en que resultan mejor cuando se le conoce. Con los buenos libros pasa lo mismo: resultan mejor cuando los leemos con la calma y la atención que merecen. Epidemiología cercana es un ejemplo de esos buenos libros, de esos libros que amplían y enriquecen nuestros horizontes intelectuales, poliéticos… y también vitales. Nos enriquecen, nos ayudan a vivir.
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