Tal vez la vida humana sería mejor caracterizarla como una mezcla de sentido y de sinsentido, o mejor: como la lucha del sentido contra el sinsentido
En el prólogo del Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenstein podemos leer lo siguiente:
«Todo el significado del libro puede resumirse en cierto modo en lo siguiente: Todo aquello que puede ser dicho, puede decirse con claridad: y de lo que no se puede hablar, mejor es callarse».
No es cierto que todo lo que puede ser dicho puede decirse con claridad. Por dos razones: una objetiva y otra subjetiva. Hablemos primero de la razón objetiva: Aquello de lo que hablamos, un problema económico o un problema físico, es imposible que esté del todo claro, siempre habrá cosas que no estén a la vista de los sentidos y de la intelección conceptual, de manera que siempre habrá cosas ocultas. Cualquier aspecto de la realidad no puede estar absolutamente desarrollado; porque si no, habría cesado el movimiento de dicho aspecto; de manera que siempre habrá cosas embrionarias que esconden aspectos que no se ven. Habrá por supuesto aspectos que se habrán desarrollado al completo y habrá llegado el momento de su muerte. En estos casos se podrá decir que toda ha quedado al descubierto. Pero esto sería cierto para la especie, no para el caso singular. Si observamos la historia del capitalismo, no hubo nación donde todo se pusiera al descubierto. En Europa el capitalismo se desarrolló heredando muchos aspectos del feudalismo, por ejemplo la monarquía, mientras que en EEUU el capitalismo se desarrolló libre de esas trabas. Así que en el caso singular la realidad no se desarrolla de tal modo que todo quede al descubierto. Por lo tanto, por el lado de la objetividad podemos afirmar que siempre habrá claridad y oscuridad.
Hablemos ahora de la razón subjetiva: el sujeto cognoscente nunca posee un conocimiento absoluto de la realidad y es susceptible de cometer errores. Su conocimiento nunca es absolutamente claro, siempre habrá en su conocimiento zonas oscuras. No habría incluso ningún movimiento del pensamiento si imperará en él la absoluta claridad. Todo conocimiento de un objeto tendrá zonas claras y zonas oscuras. El movimiento del pensamiento siempre irá en el sentido de ensanchar las zonas claras y disminuir las zonas oscuras, pero siempre habrá límites, siempre habrá zonas aún no exploradas, tal vez intuidas pero no representadas ni conceptualizadas. Así que por el lado de la subjetividad el conocimiento se presenta igualmente afectado tanto por la claridad como por la oscuridad.
El sentido y el sinsentido
A continuación de aquellas ideas sobre el hablar con claridad, Wittgenstein dice esto otro:
«Este libro quiere, pues, trazar unos límites al pensamiento, o mejor, no al pensamiento, sino a la expresión de los pensamientos; porque para trazar un límite al pensamiento tendríamos que se capaces de pensar ambos lados de este límite, y tendríamos que ser capaces de pensar lo que no se puede pensar. Este límite sólo puede ser trazado en el lenguaje y todo cuanto quede al otro lado del límite será simplemente un sinsentido».
Primero tenemos que reflexionar sobre qué se quiere decir cuando se dice que el pensamiento tiene límites. Podríamos suponer que hay cosas que el pensamiento no puede pensar. Pero esto es un sinsentido. Si decimos que hay cosas que no se pueden saber, debemos saber qué cosas son esas que no se pueden saber. Y si sabemos tales cosas, entonces podemos pensar en ellas. Aunque el pensamiento se limite a nombrar lo impensable. Puesto desde que tenemos el nombre de algo, podemos predicar algo sobre ese algo. Luego entender los límites del pensamiento como que hay cosas que no podemos pensar no tiene sentido. No obstante, Wittgenstein busca una solución al atolladero donde se ha metido. Nos dice que los límites del pensamiento pueden ser trazados en el lenguaje y todo lo que queda al otro lado del límite es un sinsentido.
Wittgenstein cree que el lugar por excelencia de existencia de sentido es el lenguaje. Pero la vida de un guepardo y la existencia del sol, y ambos carecen de lenguaje, tienen sentido. En el mundo no humano todo tiene sentido. Y en el mundo humano que no es lenguaje también todo tiene sentido. El sentido no es una creación del lenguaje. El lenguaje necesariamente tiene que tener sentido porque el lenguaje es un parte de la vida humana. Y la vida humana, como la animal, está dotada de sentido. Sin duda que el hombre hace también cosas sin sentido, ocurre cuando pierde la razón, pero podemos afirmar el sinsentido porque suponemos un sentido. Así que el lenguaje no es el reino por excelencia del sentido. Tampoco desde el lenguaje en exclusividad puede ser trazado lo que tiene sentido y lo que no lo tiene. El lenguaje no da el sentido al mundo. Si fuera así, sólo con el advenimiento del lenguaje el mundo debió adquirir sentido. Y si admitiéramos esto como cierto, deberíamos afirmar entonces con el viejo Hesiodos que en el mundo reinaba el caos antes del advenimiento del hombre. Y de este modo compartiríamos la visión religiosa del mundo. Es cierto que con el lenguaje el hombre fortaleció su sentido y mejoró el sentido del mundo. Pero no siempre: el lenguaje puede ser usado para promover cosas atroces como la guerra. Y en la guerra abunda el sinsentido dentro del sentido. Tal vez la vida humana sería mejor caracterizarla como una mezcla de sentido y de sinsentido, o mejor: como la lucha del sentido contra el sinsentido.
El mundo abstracto y vacío de Wittgenstein
Reflexionemos, por último, sobre las ideas de Wittgenstein acerca del mundo, comprobemos qué vaciedades dice, comprobemos cuánta ausencia de vida y realidad hay en sus palabras. Todo esto lo dice en el inicio de su Tractatus:
«El mundo es todo lo que acaece. El mundo es la totalidad de los hechos, de las cosas. El mundo está determinado por los hechos y por ser todos los hechos. Porque la totalidad de los hechos determina lo que acaece y también lo que no acaece. Los hechos en el espacio lógico son el mundo. El mundo se divide en hechos. Cualquier cosa puede acaecer o no acaecer y todo el resto permanece igual. Lo que acaece, el hecho, es la existencia de los hechos atómicos. El hecho atómico es una combinación de objetos (entidades, cosas)».
Pregunta inevitable: ¿De qué está hecho el mundo del que nos habla Wittgenstein? Respuesta: de hechos, de hechos que acaecen, de hechos atómicos. ¿Y qué son los hechos atómicos? Respuesta: combinaciones de objetos, cosas y entidades. Repitamos entonces la pregunta: ¿De qué está hecho el mundo del que nos habla Wittgenstein? Respuesta: de abstracciones, de las abstracciones más vacías que haya parido el pensamiento humano. Segunda pregunta inevitable: ¿Es el mundo humano tan vacío y abstracto? Rotundamente no. Sólo basta con pasear por una gran ciudad, ir a unos grandes almacenes o visitar al sufrido Irak para comprobar que el mundo tiene una riqueza de contenido infinita. No hay palabras suficientes, no es suficiente el lenguaje, para reflejar toda la riqueza que contiene el mundo. Le sucede a Wittgenstein lo que a muchos filósofos formales: sus pensamientos se han desconectado de sus sentidos; o sus sentidos al verse afectados por la lógica formal se han vaciado de contenido.
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